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‘Y el sol se detuvo’
Uno de los milagros más notables de la Biblia apareció en los titulares de los últimos meses: la vez durante los días de Josué cuando “el sol se detuvo”.
Investigadores de la Universidad de Cambridge pretenden haber identificado este evento, hasta el día específico en que ocurrió. Según ellos, fue de hecho un eclipse del 30 de octubre de 1207 a. C.
Esta “revelación” puede venir como sorpresa, particularmente porque el texto hebreo no da indicios de un eclipse. Aquí está el pasaje en cuestión: “Entonces Josué habló al Eterno (…). Y dijo en presencia de los israelitas, Sol, détente (…). Y el sol se detuvo, y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos” (Josué 10:12-13).
Eso no suena como un eclipse. Pero los investigadores de Cambridge dicen que la palabra hebrea para “detuvo” tiene la misma raíz de un término babilónico describiendo eclipses.
Estos investigadores, asumiendo que la escritura se refiere a un eclipse, desarrollaron un nuevo “código de eclipse”. A partir de sus cálculos solo pudieron identificar un eclipse que ocurrió entre 1500 y 1050 a. C., el 30 de octubre de 1207 a. C. Entonces los científicos señalan la Estela de Merneptah, un artefacto egipcio [con inscripciones] que data de alrededor del año 1208 a. C., y que constituye (hasta ahora) la primera referencia a “Israel” confirmada, como evidencia de la presencia de Israel en la escena en este periodo de tiempo.
¿Es éste realmente el caso? ¿Está la Biblia simplemente describiendo un eclipse?
Lo que dice la Biblia
El texto completo del registro bíblico es claro. “Entonces Josué habló a [el Eterno] el día en que [el Eterno] entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón; y tu Luna en el valle de Ajalón” (Josué 10:12). Dejando a un lado la frase “detente”, es claro que el sol estaba directamente sobre Gabaón, y la luna estaba directamente sobre Ajalón. Éstas son dos ubicaciones muy diferentes.
Note el próximo versículo: “y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos. ¿No está esto escrito en los libros de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él…” (versículos 13-14).
Este lenguaje es inequívoco. Éste no fue un eclipse que duró un poco tiempo. El sol y la luna dejaron de moverse literalmente durante aproximadamente un día entero. Sea que uno crea o no que ocurrió este milagro, eso es lo que dice el texto.
Esto no fue una “interposición” del sol detrás de la luna. El sol permaneció visible por un periodo prolongado; “no se apresuró a ponerse”. Como lo muestra el contexto, Josué, reconociendo la inmensidad de la tarea de perseguir y vencer a los enemigos huyendo de Israel, pidió que Dios permitiera que el sol “se detuviera”, que siguiera brillando, para que pudieran continuar luchando. Dios respondió, y el sol permaneció afuera hasta después de que Israel había eliminado al enemigo. El punto central de la solicitud de Josué era que el sol continuara, para hacer visibles a los enemigos de Israel a fin de que no pudieran escapar al amparo de la noche. Así que, el texto muestra la intención opuesta de que el sol se “interponga” en un eclipse.
Otros factores dejan claro que un eclipse sería imposible aquí, en particular el hecho de que este evento alargó enormemente el día, y que “no hubo día como aquel, ni antes ni después de él”.
La única “evidencia” dada para un eclipse es que la palabra hebrea para “se detuvo” se ve similar a una palabra babilónica usada para describir eclipses. Éste es el caso de una sola palabra siendo malinterpretada para deducir un significado contrario a la Escritura. Es similar a otros intentos de explicar los milagros bíblicos. El texto bíblico, sin embargo, es claro. O uno lo cree, o no lo cree.
Incluso la Estela de Merneptah (a la que señalaron los investigadores) muestra que la batalla de Josué no pudo haber tenido lugar en 1207 a. C. La Estela, que data cerca de ese año, muestra que Israel ya era un Estado-nación bien establecido y reconocido. Éste no podía haber sido el caso si, como afirman los investigadores, Josué y los israelitas apenas habían comenzado a abrirse camino a través de la Tierra Prometida en ese momento.
El hecho que los investigadores aceptaron una fecha a principios de 1200 a. C. para las conquistas de Josué exponen su creencia en el minimalismo bíblico. La cronología bíblica es clara que los israelitas tenían que entrar a la Tierra Prometida justo antes de 1400 a. C., aproximadamente 200 años antes. Los eruditos, sin embargo, argumentan que una gran parte de la destrucción para ese periodo de tiempo no ha sido descubierta. Señalan otras capas de destrucción, desde 1200 a. C., y dicen que esas marcan el siglo de las conquistas de Canaán.
Ésta es una suposición profundamente errónea, porque ignora el hecho de que la Biblia corrobora el cataclismo masivo durante 1200 a. C. Eso ocurrió en medio del periodo tumultuoso y sangriento de los jueces. Y pasa por alto la evidencia arqueológica, material y textual, que existe para un caos y conflicto masivo después del tiempo de conquista tradicional de alrededor de 1400 a. C. hacia adelante.
No hay nada para sugerir que el evento del día de Josué fuera un eclipse; interpretación textual equivocada y siglo equivocado. Si este eclipse de 1207 a. C. no se relaciona al periodo de tiempo de Josué, ¿hay algo que lo haga? ¿Hay alguna evidencia de este día milagrosamente largo?
Registros de un día largo
Si este tipo de evento astronómico sucedió, debió haber sido presenciado en todo el mundo. Aunque es difícil de corroborar, hay varias leyendas antiguas en numerosas culturas de un “día” o “noche” increíblemente largo. Harry Rimmer resumió brevemente algunas de ellas: “En los antiguos escritos chinos hay una leyenda de un día largo. Los Incas de Perú y los Aztecas de México tienen un registro similar, y hay una leyenda babilónica y una persa de un día que fue milagrosamente extendido. Otra sección de China contribuye con un registro del día que fue prolongado milagrosamente, en la región del emperador Yeo.
“Heródoto relata que los sacerdotes de Egipto le mostraron sus registros del templo, y que ahí leyó un registro extraño de un día que fue dos veces más largo de lo normal”.
Examinar los numerosos registros paralelos de un día extendido es otro estudio. Son, hasta ahora, difíciles de corroborar a través de la arqueología, Pero hay evidencia de un trastorno masivo conocido en Canaán que se remonta a la época de las conquistas de Josué. Los antecedentes de esta batalla han sido bien ilustrados en una colección de tabletas conocidas como las Cartas de Amarna.
Las Cartas de Amarna
Nuevamente, no fue sino hasta justo antes de 1400 a. C. que los israelitas comenzaron a entrar a Canaán. Les tomó años moverse y gradualmente conquistar la tierra.
Encontramos algunas correspondencias desesperadas de los gobernadores cananeos al faraón de Egipto que datan del siglo XIV a. C. Estos documentos son llamados las “Cartas de Amarna” porque fueron encontradas almacenadas en la ciudad egipcia de ese nombre. Se han encontrado cerca de 400 tabletas Amarna; la mayoría son de Canaán.
Las cartas describen un feroz grupo de “nómadas” invadiendo a Canaán, con el nombre de Habiru (a veces llamado ‘Apiru o Hapiru). Los aterrorizados gobernadores cananeos, subordinados a Egipto, observaban como toda la Tierra de Canaán caía ante estos invasores. El gobernador cananeo de Jerusalén, uno de los últimos lugares de caer ante los israelitas, escribió de acuerdo a la invasión Habiru: “Perdidos son los territorios del [faraón]. ¿No me escucháis? Todos los gobernadores están perdidos; el rey, mi señor, no ha quedado uno solo”. Esta carta es solo una de las docenas que hacen referencia al ataque de Habiru.
Los términos Habiru, Hapiru y ‘Apiru son similares al término hebreo. De hecho, a este punto en el registro bíblico el término hebreo es usado mucho más que el término israelita. La historia registra la presencia de los Habiru alrededor de las tierras cananeas, de una forma u otra, aproximadamente a principios de 1800 a. C. Esto se alinea con la presencia hebrea en la tierra antes de la estancia en Egipto. A comienzos del siglo XIV a. C., las súplicas de los reyes cananeos cayeron en oídos egipcios sordos, y sus territorios fueron invadidos gradualmente. Una tierra muy diferente apareció cientos de años más tarde, una que la arqueología (en particular, la Estela de Merneptah) muestra que estaba poblada por israelitas.
Muchos eruditos intentan desacreditar cualquier conexión Habiru con los hebreos, afirmando que probablemente eran bandas de merodeadores y ladrones. Sin embargo, su importancia no puede ser minimizada. Las Cartas de Amarna son relatos de testigos presenciales, no solo de incursores molestos, sino de invasores Habiru que se apoderaron de tierras enteras y conquistaron en masa las ciudades cananeas. Estas personas atravesaron la Tierra Prometida hasta el punto que el rey de Jerusalén creyó que él era el único que quedaba. Y esto ocurrió exactamente en el mismo periodo en que la Biblia dice que los hebreos estaban en escena invadiendo a Canaán. Los paralelos son demasiado escuetos para descartar.
Si bien estas cartas establecen un buen panorama general de las conquistas de Josué, ¿Hay alguna evidencia específica que respalde este evento donde el sol se detuvo?
Josué contra los amorreos - la arqueología
Primero, las Cartas de Amarna y otros descubrimientos arqueológicos revelan la presencia de un número de lugares de esta batalla bíblica. Muestran evidencia de las ciudades pertenecientes a los reyes beligerantes: Jerusalén, Lachish (Lakisha), Jarmuth (Yarimutta) y Hebrón. Mencionan Ajalón (Ayyaluna), el valle sobre el que la luna “se detuvo”. La Biblia enumera a los beligerantes como parte del reino “amorreo”; la arqueología ha confirmado esta evaluación, mostrando que el reino más amplio de “Amurru” reinó en estas tierras de Canaán. También vemos una posible identificación de las Cuevas de Maceda, donde los reyes que huían fueron atrapados antes de ser ejecutados (Josué 10:15-17). La arqueología incluso corrobora el registro de la humillación pública de los reyes. Josué les ordenó a sus hombres pararse sobre el cuello de los reyes antes de matarlos (versículo 24). Esta práctica antigua de humillar a un rey conquistado está representada y bien documentada a través de la arqueología.
Una carta de Amarna posterior dice que los Habiru mataron al rey de Lachish y tuvieron control sobre esta ciudad. La Biblia registra que el rey de Lachish fue uno de los reyes asesinados el día en que el sol se detuvo. Las Cartas de Amarna también confirman que la ciudad de Gezer cayó ante Habiru, tal como la Biblia dice que ocurrió justo después que Josué luchara contra estos reyes amorreos.
Entonces si bien no podemos señalar un día o año específico cuando tomó lugar esta batalla, hay apoyo arqueológico para ello. Las ciudades y ubicaciones geográficas han sido encontradas. Se ha demostrado la presencia de una fuerza poderosa de Habiru que invade todo Canaán. Hay abundancia de apoyo arqueológico para esta historia, y ningún descubrimiento arqueológico que lo desapruebe. Lo mismo es cierto para otras historias de las conquistas de Josué, tal como la caída milagrosa de Jericó y Hazor.
Si podemos aprender una cosa de la investigación de la Universidad de Cambridge, es que el milagro del día de Josué no fue un eclipse. Su modelo computarizado de eclipse lo confirmó. Por lo menos durante el siglo pasado algunos eruditos han creído, que el día en que el “sol se detuvo” fue simplemente un día de un eclipse. Sin quererlo, los investigadores universitarios probaron que esto era falso al demostrar que no hubo eclipse durante los siglos XV a XIV a. C., cuando Josué habría estado en la escena. De hecho, no habría uno por otros 200 años después de su época.
El Profesor Carl Ehrlick señaló correctamente que “el consenso abrumador de los eruditos modernos es que la tradición de conquista de Josué es una ficción piadosa”. Sin embargo, este “consenso abrumador” no está respaldado por la evidencia en el terreno. La evidencia subraya la exactitud y la verdad del registro bíblico; pero no una interpretación infiel de éste, sino exactamente tal como se lee. ▪