EMMA MOORE/LA TROMPETA
Volando hacia la libertad
Günter Wetzel tenía 22 años cuando decidió que tenía que arriesgarlo todo para intentar liberar a su familia. Era 1978 y vivía con su esposa, Petra, y sus dos hijos pequeños en la República Democrática Alemana, a menudo llamada Alemania Oriental.
En Alemania Occidental, la influencia de EE UU, Gran Bretaña y Francia ayudó a crear oportunidades económicas y libertad personal y política. Pero Alemania Oriental estaba controlada por la Unión Soviética. No era democrática ni tampoco una república. En realidad, el gobierno soviético tomó el control de todos los aspectos importantes de la vida diaria de una persona.
El resultado fue una nación donde los ingresos eran miserables, los alimentos y los productos eran escasos y solo estaban disponibles ocasionalmente después de esperar en filas durante horas. La policía secreta vigilaba y registraba a las personas. Se invitaba a que amigos y vecinos denunciaran a cualquiera que expresara opiniones negativas del gobierno. Persuadían a los niños para que traicionaran a sus padres. Muchos fueron enviados a prisión, campos de trabajos forzados o algo peor.
A medida que Alemania Oriental se arrastraba por la década de 1970, la economía se deterioraba, las tensiones políticas aumentaban y la existencia misma se volvía cada vez más desolada. “Comenzó temprano en nuestra infancia, con el descontento que percibíamos en nuestros padres”, le dijo Wetzel a la Trompeta. “Luego nuestras propias experiencias en la edad adulta solo aumentaron nuestro descontento”.
Cualquiera bajo tal opresión naturalmente buscaría pastos más verdes en otro lugar. Pero era ilegal que los alemanes del Este se fueran y, para encerrarlos, el gobierno construyó muros, cercas y puestos de guardia que se extendían por más de 1.380 kilómetros desde el Mar Báltico hasta lo que entonces era Checoslovaquia. Unos 50.000 guardias vigilaban la frontera durante todo el día. El Ministerio de Seguridad del Estado, conocido como la Stasi, les daba a estos guardias órdenes simples con respecto a cualquiera que intentara escapar: disparar a matar. Muchos de los que evadían a los guardias fueron asesinados por minas terrestres y otras armas automáticas. Cientos de personas murieron tratando de cruzar.
“En la rda (República Democrática Alemana)”, dijo Wetzel, “uno estaba básicamente encarcelado”.
Surge una idea
Desde el nacimiento de su primer hijo en 1973, Wetzel había tratado de pensar en una forma de pasar a los guardias fronterizos y los kilómetros de muros con alambres de púa para llevar a su joven familia a la libertad. Un día, a principios de 1978, estaba mirando una revista que su cuñada había introducido de contrabando desde Alemania Occidental, en la que había un artículo sobre la Fiesta Internacional de Globos de Albuquerque. Sus ojos se abrieron ante las fotos. “Fue entonces cuando pensé: ‘¡Construir un globo así no debe ser tan difícil! ¡Podemos hacer esto!”.
Wetzel era hábil y disfrutaba resolviendo problemas mecánicos, pero no tenía conocimiento técnico sobre mezclas seguras de combustible, costuras resistentes, telas impermeables, principios de convección, o construcción y operación segura de quemadores.
Aun así, Wetzel estaba decidido a aprender y al menos intentar escapar a Alemania Occidental. Poco después de llegar a esta conclusión, habló con su amigo Peter Strelzyk. Los dos hombres decidieron escapar, con los cuatro Wetzels y los cuatro Strelzyks.
Ambos hombres tenían trabajos de tiempo completo. Todos los días, directamente después del trabajo, corrían a casa para continuar construyendo el globo. El diseño, corte, costura y soldadura solían durar hasta altas horas de la noche.
Para el recubrimiento del globo, utilizaron tela de forro para prendas de cuero, ya que estaba disponible en su ciudad de Pößneck. Lo cosieron con la antigua máquina de coser de pedal Gritzner de la suegra de Wetzel.
“Tomé una parte de la tubería de la estufa”, escribió Wetzel en su blog, BallonFlucht.de, “lo conecté a un cilindro de gas, lo encendí y sostuve una cerilla”. Estaba encantado de ver que la llama ardía limpiamente y que podía ajustar su tamaño, y la altitud del globo, con una válvula para cilindro.
La mayoría de los globos de aire caliente usan cestas tejidas porque son ligeras y fuertes. Pero como Wetzel y Strelzyk no tenían acceso a dichos materiales, soldaron piezas viejas de acero angular para hacer una canasta de 4 metros cuadrados en la que tendrían que apiñar a ambas familias.
Una experiencia cara
Siete semanas después de que Wetzel había visto el artículo del globo de aire caliente, era hora de una prueba. Después de la medianoche, se dirigieron a un pequeño claro del bosque y se pusieron a trabajar. Pero descubrieron que el aire cálido del quemador se escapaba a través de la tela del globo.
Después de pasar días empapando el recubrimiento con un químico a prueba de aire, se dieron cuenta de que incluso si atrapaban con éxito el aire dentro de éste, el globo no era lo suficientemente grande ni robusto como para transportar a las ocho personas. “El primero era demasiado débil y pequeño; todo estaba mal”, dijo Wetzel. “Pero así es como ganamos experiencia”.
Quemaron el globo fallido en la caldera de Strelzyk para destruir todo rastro y comenzaron a construir un segundo, éste más grande y hecho de tafetán en lugar de tela de forro. Wetzel compró un motor pequeño y lo incorporó a la máquina de coser para acelerar la costura. En seis semanas, tenían un globo nuevo y más grande, de aproximadamente 2.000 metros cúbicos, listo para la prueba. Pero otra prueba nocturna demostró que no podían canalizar el aire caliente a través de la abertura del recubrimiento.
“Una vez más tuve una idea”, escribió Wetzel. “Adjunté el motor de mi motocicleta, una MZ de 250cc con una potencia de 14 caballos de fuerza”.
Él conectó un silenciador de carro para que el motor fuera más silencioso y, gracias al soplador, la siguiente prueba fue un éxito. “Las palabras apenas pueden describir lo que sentimos en ese momento”, escribió Wetzel. “Simplemente estábamos abrumados por el espectáculo ante nosotros. Caminamos alrededor del globo y estábamos seguros de que esta brillante bola de fuego nos llevaría a Occidente”.
Sin embargo, quedaban dudas sobre la fiabilidad del quemador y el tamaño del recubrimiento. Günter y Petra comenzaron a tener serias dudas sobre la seguridad del globo, y se aterrorizaron ante la posibilidad de ser atrapados. “A los adultos nos habrían puesto en cárceles”, dijo Wetzel. “Y nuestros hijos habrían sido puestos en hogares infantiles”.
Con el corazón apesadumbrado, los Wetzels se retiraron del plan de escape.
Más de un año después, el 3 de julio de 1979, los Strelzyk intentaron escapar en el segundo globo. Subieron a bordo y despegaron. Pero se vieron obligados a hacer un aterrizaje de emergencia, cerca de la frontera. Tuvieron que huir del lugar del accidente. La Stasi pronto encontró el globo y publicó avisos en busca de información sobre sus creadores.
Los Wetzel, preocupados por las compras relacionadas con los globos que habían hecho el año anterior, sintieron que quedarse en Alemania Oriental significaría seguramente ser capturados. Entonces trabajaron con los Strelzyk una vez más en un tercer globo, ahora casi dos veces más grande que el segundo. Sentir a la Stasi en su camino los llenó de una urgencia sin precedentes.
“También estábamos muy conscientes de que esta vez no sería tan fácil adquirir los materiales”, escribió Wetzel. “Temíamos que las tiendas que vendían el material tendrían que reportar grandes compras”. Así que compraron la tela solo de a pocos metros cuadrados a la vez, en varias tiendas por toda Alemania Oriental. Después de comprar más tafetán del que creían que era seguro, cambiaron a sábanas y cortinas.
Arriesgándolo todo
En un día lluvioso el 15 de septiembre de 1979, cuando los vientos soplaban hacia el norte, Wetzel estaba en la recta final de coser el tercer globo. A medida que se acercaba la noche, las condiciones climáticas comenzaron a cambiar. “Los vientos cambiaron”, dijo, “y dejó de llover”.
Las condiciones fueron repentinamente perfectas para hacer flotar a las familias hacia la libertad. “Eso me motivó a acelerar mi trabajo con la costura”, dijo Wetzel, “y terminé alrededor de las 10 de la noche”.
Poco después de la medianoche, metieron el globo en un pequeño remolque detrás del carro de Strelzyk. Las dos familias esperaron en la cocina de los Wetzel. Los adultos bebieron un café con las manos temblorosas y miraron a sus hijos. Si tenían éxito, todas las comodidades materiales acumuladas por las que habían trabajado toda su vida quedarían atrás, y probablemente nunca más volverían a ver a sus otros familiares y amigos. Si no tenían éxito, podían morir en un choque abrasador, o ser encarcelados y los niños convertidos en pupilos del Estado corrupto. Los riesgos eran altísimos.
Alrededor de la 1 a.m., llegaron a un claro en el bosque en algún lugar entre Oberlemnitz y Heinersdorf. Se sentaron en silencio durante una media hora, asegurándose de que nadie los hubiera seguido. Luego comenzaron tendiendo el globo desinflado y sujetando la canasta de metal con las cuerdas. Anclaron la canasta al suelo con cuatro cuerdas, cada una atada a un gran clavo de hierro hundido en la tierra.
Wetzel encendió el soplador y el sonido rompió el pesado silencio del bosque. Strelzyk encendió el quemador y disparó la llama hacia la abertura, calentando rápidamente el aire. Minutos después, el globo estaba completamente inflado: 18 metros de ancho y 23 metros de alto, hecho de tafetán, cortinas y sábanas de todos los colores.
Petra tomó a su hijo de 2 años dormido en el auto y las ocho personas se juntaron en la canasta.
A las 2:32 a.m., Wetzel y Strelzyk cortaron las cuerdas de anclaje y se alzaron en la oscuridad silenciosa.
“Pronto nos elevamos a una altitud de unos 2.000 metros”, dijo Wetzel. Esta altura, de casi dos kilómetros, fue confirmada más tarde por una estación ornitológica que detectó el globo en su radar.
Los hombres esperaban ver el muro fronterizo debajo de ellos, pero no había señales de éste. Como el globo había girado varias veces durante su ascenso, volaban por completo a merced del viento y no sabían en qué dirección estaban viajando.
Después de 23 minutos, el quemador expulsó sus últimos humos de combustible y la llama se apagó. El globo comenzó a perder altitud, primero lentamente y luego a velocidades aterradoras.
¿Libres al fin o aún cautivos?
Se estrellaron contra el suelo. “Fue un aterrizaje difícil”, dijo Wetzel, “pero aterrizamos sobre algunos arbustos, lo cual pudo haberlo suavizado un poco”.
Fueron sacudidos y golpeados, pero nadie resultó gravemente herido. Miraron a su alrededor, sin saber su ubicación. ¿Lo habían logrado? ¿O todavía estaban en la rda, donde la Stasi podría caer sobre ellos en cualquier momento?
Comenzaron a correr, buscando una pista de su paradero. Finalmente, Wetzel notó un detalle revelador. “Era una noche despejada y reconocí que los campos por los que pasamos eran bastante pequeños”, dijo Wetzel. En Alemania Oriental, las granjas eran administradas por el gobierno y los campos eran enormes. Era una señal prometedora.
Pero siguieron corriendo. “Llegamos a una granja y vimos una máquina del tipo Fendt”, dijo Wetzel. “No teníamos de esas en la rda, ¡entonces supimos que estábamos en Occidente!”.
Habían volado sobre el muro fronterizo, sobre la Stasi, sobre los guardias armados y sobre los campos minados.
Estaban en suelo de Alemania Occidental. Ahora eran libres.
Un microcosmos sombrío
Una verdad casi completamente desconocida es que, en un nivel espiritual, casi todos en la Tierra se encuentran en una situación similar a la de los Wetzel y Strelzyk.
En su libro El misterio de los siglos, el fallecido Herbert W. Armstrong escribió: “Durante casi 6.000 años se ha desarrollado una civilización, la cual llamamos el mundo. Pero ha sido un mundo cautivo”.
El entendimiento del Sr. Armstrong de esta asombrosa verdad vino de la Biblia. 2 Corintios 4:4 declara que el “dios de este mundo” no es el Dios Creador, sino Satanás. Juan 12:31 designa al “príncipe” de la Tierra como Satanás. Apocalipsis 12:9 revela que Satanás “engaña al mundo entero”. “Se ha convertido en el mundo de Satanás, aunque millones han sido engañados al creer que es el mundo de Dios”, continuó el Sr. Armstrong. “Hasta el día de hoy, Satanás todavía está en ese trono”.
La Biblia muestra en Escrituras como Juan 6:44 que, en esta fase temprana de Su plan, Dios elige liberar a algunas personas del cautiverio de Satanás, pero sólo una fracción de un porcentaje de la gente. La abrumadora mayoría del mundo actual no es libre. Incluso las naciones democráticas que profesan ser libres están cautivas espiritualmente.
Y estas Escrituras muestran que el captor es un ser mucho más opresivo que la Stasi o los líderes de Alemania Oriental. Entonces, ¿cómo puede una persona ser liberada?
La verdad os hará libres
En Juan 8:28-29, Jesucristo reveló una verdad asombrosa: “... Nada hago por mí mismo; sino que según me enseñó el Padre, así hablo. (...) Yo hago siempre lo que le agrada”.
Cristo deja claro aquí que Él no hace nada por Su propia voluntad. En cambio, solo sigue la voluntad de Su Padre y hace lo que le agrada a Su Padre. Muchos dirían que tal mentalidad carece de libertad. ¡Esa es la mentalidad de un esclavo! ¡Si eres una persona libre, harás lo que te plazca!
Pero Cristo no está de acuerdo con ese razonamiento: “(...) Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (versículos 31-32).
Para “permanecer en la palabra [de Cristo]”, una persona debe entender la verdad de Dios. Solo comprender y vivir según esta preciosa verdad, que proviene de la intervención de Dios en la vida de una persona, puede sacar a una persona del engaño espiritual y llevarla a la libertad. Cualquier otra cosa no es verdadera libertad.
Cristo concluyó su análisis sobre la verdadera libertad en el versículo 36: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. ▪