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Una vía de escape
En los últimos días caóticos de la retirada de Estados Unidos, decenas de miles de estadounidenses, afganos y otros esperaban desesperadamente escapar de la pesadilla que es el gobierno de los talibanes. Intentaron navegar por las caóticas calles de la ciudad. Fueron atrapados y golpeados —o peor que eso— por hombres armados. Intentaron trepar por los muros y atravesar los alambres de púas. Las jóvenes gritaban que no las dejaran para convertirse en “esposas” de los talibanes. Los padres pasaban a sus bebés entre la multitud en dirección a los soldados estadounidenses y aliados que estaban en lo alto de los muros del aeropuerto.
Lo que querían era un avión. Ser uno de esos que se atiborran en los aviones de carga. Algunos incluso se aferraron a los lados de los aviones que despegaban, cayendo al vacío para morir. Todo esto me trae a mente imágenes de la gente que se aferraba a los lados del arca de Noé cuando Dios envió el Diluvio. El anhelo que los consume es el mismo: escapar.
Esa desesperación es un símbolo conmovedor de los peligros que se extienden por este mundo moribundo. ¡La Biblia profetiza que lo que estamos viendo en Afganistán es una señal de crisis aún peores que acabarán saturando la civilización humana!
Observar todo esto y temer lo que les está sucediendo ahora a los que se quedaron en Afganistán, y temer lo que les sucede a otros en este mundo nos hace sentir impotentes. Impotentes por esos afganos, impotentes por esos soldados, impotentes ante el momento cuando esta locura llegue finalmente a su propia familia.
Pero hay algo que usted puede hacer.
“...Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21:29-31).
Enfrente el hecho de que esta temporada de la civilización humana está terminando. Pero dese cuenta de que esto también significa que una nueva civilización viene: ¡el Reino de Dios!
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería [de juerga] y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra” (versículos 34-35).
Mientras la nación más bendecida de la historia del mundo sucumbe a sus propios pecados, ¿no hay una lección que aprender en esto, una lección personal? Jesucristo le dice que sí la hay. Vea las noticias y entienda la profecía bíblica, sí. Pero también dese cuenta de que debe cambiar su vida.
“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (versículo 36).
¿Anhela escapar de esta locura? Entonces obedezca el mandato directo de Cristo: Vele y ore.
Dios ofrece protección. Como en los días de Noé, Él está levantando una obra a la altura de los tiempos. Esta obra, como la de Noé, enseña las profecías y advertencias de Dios. Hoy, como en los tiempos de Noé, la mayoría no está interesada. Pero queda una pequeña franja de tiempo en la que puede velar, orar, “mirar también por vosotros mismos” y arrepentirse de la naturaleza humana y de los pecados que son la causa final de las catástrofes, pasadas y futuras, individuales e internacionales.
Aprenda la lección de Afganistán, y la de la historia de toda la civilización humana y de la vida individual de cada ser humano: Todos los intentos humanos de tomar nuestras propias decisiones y nuestros propios gobiernos aparte de Dios, ¡son fatalmente defectuosos y groseramente corruptos! Nuestra única esperanza es la institución del gobierno literal de Dios sobre todas las naciones. Nuestra única esperanza es que “el reino de Dios está cerca”.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:15-17).
Esta es la perspectiva que usted necesita. ¿Va por el camino de este mundo, que en efecto fallece de manera espectacular, o se esfuerza por abandonar las lujurias y los pecados y de someterse a la voluntad de Dios, a la ley y a la obra de Dios?
La obra de Dios es un avión que despega de la zona de desastre de este mundo, sus sociedades y sus guerras. Pero no está evacuando en vergüenza; está llevando la única esperanza del mundo: ¡El mensaje de Dios! Tiene una misión. Si Dios lo está llamando a usted (Juan 6:44), le está llamando para abordar, no como un refugiado, sino como un tripulante (parte del equipo).
Levante la vista de la desesperación de este mundo. Preste atención al mandato de Jesucristo: Velad y orad siempre para que seáis tenidos por dignos de escapar y de estar ante Dios. ▪