Reciba nuestro boletín gratis

28049

BECKY KAGAN SCHOTT / OCEAN GATE / HANDOUT/ANADOLU AGENCY VIA GETTY IMAGES

Una lección titánica

Preste atención a las advertencias.

“Ni Dios podría hundir el Titanic”. Esa fue una de las muchas afirmaciones que se hicieron en 1912, cuando zarpó aquel impresionante barco. Esa actitud creó una complacencia que condujo a la catástrofe. En el viaje inaugural del barco, el capitán ignoró las repetidas advertencias sobre los campos de hielo y se fue a dormir. Poco después, el barco “imposible de hundir” chocó contra un témpano de hielo; apenas 160 minutos más tarde, había desaparecido bajo las aguas y descendía al fondo del océano a 4 kilómetros de profundidad.

“¡Hasta aquí llegó la arrogancia que desafiaba a Dios!”, escribió el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, cuando la taquillera película Titanic de James Cameron llegó a los cines en 1998. “Es fácil ignorar las advertencias. Millones (incluso miles de millones) lo hacen hoy en día. ¡Pero no podemos ignorar los témpanos de hielo!”.

“Le diré lo que me atormenta hoy cuando veo videos del Titanic”, él continuó. “Es muy emocional. Veo a Gran Bretaña y a Estados Unidos en una situación similar, si no prestan atención al mensaje de advertencia de Dios. Nuestras naciones se dirigen hacia un desastre que hará que la gente olvide la tragedia del Titanic, quizá para siempre”.

“Dios está enviando advertencias de ‘campos de hielo’. Pero es una voz que clama en el desierto’ (Isaías 40:1-10). (…) La voz es ignorada o ridiculizada por la mayoría de la gente. De alguna manera piensan que Estados Unidos y Gran Bretaña son ‘imposibles de hundir’. Como el capitán del Titanic, ignoran las advertencias. Siguen avanzando hacia la oscuridad”.

Ese artículo de hace 25 años me vino a la mente en junio pasado, cuando un sumergible llamado Titán descendió en el Atlántico Norte para visitar los restos del Titanic. Stockton Rush, director general de OceanGate, fabricante del Titán, era uno de los cinco hombres a bordo. Él mismo había ignorado varias advertencias al construir el Titán.

Dijo que no quería construir esta nave con ex militares de submarinos, “tipos blancos de 50 años”. Quería que su equipo “fuera más joven, inspirador” y que “tuviera una variedad de orígenes diferentes”. Él y su equipo desestimaron las preocupaciones de varios expertos del sector sobre la seguridad. Rush buscaba una reputación de innovador y creía que los excesivos protocolos y reglamentos de seguridad lo obstaculizaban. “Alguien dijo: uno es recordado por las reglas que rompe. Y ese es el punto”, declaró a 60 Minutes. “Había muchas reglas que no tenían sentido para mí desde el punto de vista de la ingeniería. (…) Creo que puedo hacerlo con la misma seguridad rompiendo las reglas”.

Pero las leyes físicas son inflexibles; no les importa lo inspirado o diverso que sea su equipo de ingenieros. Y cuando el Titán estaba bajo cuatro kilómetros de agua, estaba siendo exprimido por casi una tonelada y media de presión por pulgada cuadrada.

Una hora y 45 minutos después de la inmersión del Titán, la Marina de Estados Unidos oyó un sonido inusual bajo el agua. Era el casco del Titán implosionando a 670 metros por segundo. Un experto dijo que es como “aplastar una lata de refresco hasta el tamaño de una canica muy pequeña en la mano”.

Estados Unidos es como el Titanic: ha ignorado las advertencias, está perforado y se hunde rápidamente. Pero también es como el igualmente condenado Titán.

Los estadounidenses están dando prioridad a la inspiración, la diversidad y otras virtudes de moda, y rompiendo las reglas simplemente porque esas reglas no tienen sentido para ellos. Esta mentalidad está impulsando todo tipo de “innovaciones” radicales: esfuerzos por desfinanciar las fuerzas policiales y “repensar” el cumplimiento de la ley, sustituir la carne de animales por insectos y “alimentos” creados en laboratorio, borrar las fronteras nacionales para impulsar la diversidad étnica y cultural, actuar como si el sexo biológico y el género no tuvieran ninguna relación. Miles de años de tradición, experiencia y sabiduría se desechan ahora rutinariamente sin vacilar.

El problema es que, en muchos de estos ámbitos, lo que en realidad se está dejando de lado no son los prejuicios ni el parroquialismo ni la rigidez, sino la ley inmutable e ineludible.

Las leyes señaladas por el único “dador de la ley” (Santiago 4:12) no pueden quebrantarse sin sufrir por ello. La “innovación” que se produce al quebrantarlas es ilusoria. Basta con mirar a su alrededor: cuanta más gente deja de lado las leyes de Dios que rigen la moralidad, el sexo, la familia, la salud, el comercio, el liderazgo, el gobierno y la religión, más vemos vidas implosionando, comunidades implosionando, y naciones implosionando.

Se trata de una versión altamente presurizada y rápidamente compactada de lo que los seres humanos llevan demostrando desde hace 6.000 años. El mundo siempre ha padecido criminalidad, pobreza, conflictos, corrupción, enfermedad y malevolencia; ¡porque los primeros humanos eligieron deliberadamente quebrantar las reglas que rigen la existencia humana! Siguieron el consejo de Satanás: ¡No escuches a Dios! Eso sólo obstaculizará la innovación. ¡Serás recordado por las reglas que rompas! (Génesis 3:1-6). Así que, como escribió Herbert W. Armstrong en su libro El misterio de los siglos, Dios ha permitido que la humanidad “innove” y construya una civilización polifacética bajo el influjo de los engaños de Satanás.

Nuestro mundo muestra los turbulentos resultados. La educación, el conocimiento, las religiones, los gobiernos, la cultura, la música, el entretenimiento, los deportes, la forma de vestir, la tecnología, las prioridades, las actitudes; todo está profundamente influenciado por ese ser maligno, que busca destruir a la humanidad como destruyó a nuestros primeros padres (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 12:9).

Apocalipsis 18 profetiza sobre Babilonia. Babilonia puede ser la mejor descripción bíblica para el sistema del mundo, apartado de Dios. El mundo entero se ha mezclado en ella. Y esta profecía muestra su fin: todo se hundirá como el Titanic e implosionará como el Titán. Abra los ojos, y el camino de este mundo hacia el olvido está cada día más claro.

Por eso Dios ordena: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (versículo 4). Rechace a Satanás y a los infractores satánicos. Salga de ella. Humíllese. Preste atención a las advertencias. Siga las leyes del Legislador, y aunque la presión aumente en un mundo que desciende rápidamente bajo el agua, usted permanecerá a salvo.

EL MISTERIO DE LOS SIGLOS

Se ha preguntado usted alguna vez: "¿Quién soy yo? ¿Qué soy? ¿Por qué existo?" Usted es un misterio. El mundo que lo rodea es un misterio. ¡Ahora usted puede comprenderlo!