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Una forma de gobierno revolucionaria

emma moore/la trompeta

Una forma de gobierno revolucionaria

Se basa en una ley perfecta, administrada por líderes de carácter perfecto.

A lo largo de la historia, la gente se ha dado cuenta de que la sociedad necesita un gobierno. Cada uno por sí mismo conlleva al caos. Sin embargo, los gobiernos humanos acarrean sus propios problemas.

La razón principal por la que fracasan los sistemas de gobierno de este mundo es que son creados y administrados por seres humanos bajo el dominio de Satanás el diablo. Satanás no sólo ha sometido a la humanidad a gobiernos opresivos, ineptos y egoístas durante milenios, sino que nos está engañando para que odiemos y rechacemos toda forma de autoridad, especialmente el gobierno de Dios.

Pero la de Dios es la única forma de gobierno que realmente funciona. Estudiemos algunos de los detalles que la Biblia nos enseña sobre la forma de gobierno de Dios.

El autor del gobierno

En su libro El misterio de los siglos, Herbert W. Armstrong llamó a Dios el “Autor del gobierno”. Dios es el supremo y único perfecto Dador de la ley (Santiago 4:12), y “la sola existencia de una ley presupone un gobierno”, escribió. “El gobierno es la administración y aplicación de la ley por parte de uno que tiene autoridad. Esto supone la necesidad de un liderazgo con autoridad, de alguien que mande”. Incluso entre Dios el Padre y Jesucristo, el Hijo habló claramente de cómo el Padre ostenta una autoridad superior (p. ej., Juan 14:28).

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“El gobierno de Dios es necesariamente un gobierno de arriba hacia abajo”, continuó el Sr. Armstrong. “No puede ser un ‘gobierno por consentimiento de los gobernados’. Sus leyes se originan y provienen de Dios. No son materia de legislación por parte del pueblo. Los gobernados no dictan la manera como el gobierno ha de regirlos. (…) El gobierno de Dios se basa en la ley de Dios, que es el camino de vida del amor altruista, la cooperación, el interés por el bien de los gobernados. Y esta ley de Dios produce paz, felicidad y cooperación mediante la obediencia”. La Biblia revela que esa ley puede resumirse en una sola palabra: amor, que se subdivide en amor a Dios y amor al prójimo (Mateo 22:36-40). “Jesús magnificó esta ley enseñando cómo su principio se extiende hasta abarcar prácticamente toda infracción humana posible. (…) Es tan perfecta que al aplicar su principio es una ley completa” (ibíd.).

El principio del gobierno de Dios está basado en el hecho de que Dios está en la cima. Es un gobierno para el pueblo, pero no es por el pueblo. La autoridad emana de Dios, y Él la delega en quien Él elige para administrar y hacer cumplir Su ley.

En los cuatro primeros capítulos de Deuteronomio, Moisés pronunció un sermón a los israelitas sobre su historia. Deuteronomio 1:9-10 muestra cómo Moisés actuaba como único representante de Dios, administrando Su gobierno, pero el trabajo era demasiado grande para él. La solución de Dios fue crear un sistema organizado de líderes que trabajaran bajo Moisés en una estructura piramidal (versículos 13-15). Este es el patrón del gobierno de Dios en toda la Biblia. La estructura piramidal del gobierno por sí sola no lo convierte en el gobierno de Dios, muchas organizaciones en el mundo lo utilizan. ¡Lo que lo convierte en el gobierno de Dios es que tiene a Dios en la cima!

Para implementar ese gobierno, cada individuo en el cargo debe ser una persona recta que exhiba un carácter divino. Mucha gente ha llegado a creer que el carácter de un líder no importa, sino que sepa cómo dirigir. Para Dios, esta noción es ridícula.

A lo largo de la Biblia, Dios se preocupa sobre todo por el carácter, no por el talento, ni por el carisma, ni por la ambición, ni por ninguna “capacidad mágica para dirigir” (p. ej., 1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9).

Cuando Jesucristo estaba entrenando a Sus discípulos para puestos de gobierno, al menos en una ocasión empezaron a discutir políticamente sobre quién debería tener un cargo más alto. Jesús aprovechó la oportunidad para mostrarles lo completamente diferente, y totalmente altruista, que es el gobierno de Dios. Dijo: “En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados ‘amigos del pueblo’. Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente. ¿Quién es más importante: el que se sienta a la mesa o el que la sirve? El que se sienta a la mesa, por supuesto. ¡Pero en este caso no!, pues yo estoy entre ustedes como uno que sirve” (Lucas 22:25-27 Nueva Traducción Viviente). El liderazgo divino es servicio. Quienes lo ponen en práctica viven y gobiernan según la ley de amor de Dios. Si dan prioridad a sus propios intereses, están quebrantando esa ley (Mateo 22:36-40).

En Deuteronomio 17:14-20, Dios dio algunas leyes para la monarquía de Israel. El versículo 15 muestra que el rey debía ser elegido por Dios. Dios no instituyó nada parecido a la democracia. El versículo 17 subraya la preocupación de Dios por el carácter del gobernante. Quería el corazón del rey vuelto hacia Él, no descarriado por la lujuria por las mujeres o las riquezas, susceptible a la corrupción (vea también 1 Timoteo 3:2-3). Tal debilidad descalifica a un individuo para dirigir, a los ojos de Dios.

En Deuteronomio 17:18-20, Dios ordenó que el rey debía ser un estudiante diligente de Su ley, lo cual tiene sentido ya que el gobierno de Dios es un sistema de administración y aplicación de la ley de Dios.

Este es esencialmente el alcance de lo que hará el gobierno de Dios cuando Dios lo establezca pronto en toda la Tierra: 1) educar a la gente en la ley de Dios; enseñar a la gente cómo llevar una vida feliz y prosperar y ser bendecidos, individualmente, en sus familias, con sus vecinos y en sus naciones; y 2) administrar y hacer cumplir la ley de Dios, asegurando la justicia entre la gente juzgando de acuerdo con esa ley. (Esto implica llevar a juicio a los criminales y proteger al pueblo de los agresores externos. Dentro de la nación de Dios, esto incluye en última instancia destruir a cualquier agresor extranjero). Dentro de una Iglesia o nación, el gobierno de Dios también opera un sistema centralizado de adoración.

El propósito del gobierno de Dios es extraordinario por su hermosa simplicidad.

Lo que no hace el gobierno de Dios

Dios advirtió en 1 Samuel 8 que un gobierno dirigido por humanos sería opresivo. Introduciría impuestos gravosos, volviéndose inflados y centralizados. El gobierno de Dios es mucho más generoso, mucho menos intrusivo y mucho más interesado en la prosperidad y la felicidad del pueblo. Considere algunas cosas que el gobierno de Dios no hace, cosas que se vuelven muy problemáticas cuando los gobiernos las hacen.

El gobierno de Dios no administra el dinero de la gente, ni para atención médica ni para la jubilación. El gobierno de Dios no posee ni gestiona negocios que compitan con los negocios gestionados por la industria privada. El gobierno de Dios facilita la creación de riqueza en lugar de interferir en ella.

El gobierno de Dios no legisla nuevas leyes. Dios sólo tiene unas 600 leyes. Los gobiernos de los hombres crean constantemente nuevas leyes. Una administración divina no tiene legislatura. En el antiguo Israel, si Moisés necesitaba orientación en un asunto que no podía discernir a partir de la ley existente, apelaba a Dios, que le dictaba sentencias de acuerdo con la ley existente. Así es como trabaja el gobierno de Dios. Santiago 4:12 dice que hay un solo Dador de la ley: Dios. Los cargos gubernamentales bajo el Dador de la Ley son administrativos: administran la ley de Dios que ya existe.

El gobierno de Dios es sencillo: enseña la ley, y administra y hace cumplir la ley. Por eso puede funcionar con un presupuesto tan limitado. Se mantiene al margen de los asuntos de la gente que se esfuerza por cumplir la ley. En el Milenio, la gente diezmará y dará ofrendas igual que lo hace el pueblo de Dios en la Iglesia de Dios hoy. La riqueza crecerá. La justicia, la equidad y la paz se extenderán.

Los frutos hermosos

Jesucristo está a punto de regresar y ocupar Su lugar como Rey de reyes, gobernando toda la Tierra. Puede leer sobre esto en la maravillosa profecía de Isaías 9:6: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. ¡Qué títulos tan maravillosos! Qué imagen maravillosa de la bendición que será este gobierno.

La Biblia está llena de hermosas profecías que describen las condiciones que resultarán cuando este gobierno sea restaurado. El Sr. Armstrong las describe con inspirador detalle en The Wonderful World Tomorrow-What It Will Be Like [El maravilloso Mundo de Mañana: cómo será; disponible en inglés] (solicítelo gratis).

“¡Ahora fíjese en cómo funcionará el nuevo gobierno mundial!”, escribió. “Todos los funcionarios serán nombrados, y por el divino Cristo, que lee y conoce el corazón de los hombres, su carácter interior y sus capacidades o falta de ellas. En Isaías 11:2-5 encontrará una descripción del poder sobrenatural de Cristo para discernir el carácter de los demás (…) Piénselo, nada de dinero malgastado en campañas políticas. Sin divisiones en los partidos políticos con disputas y odios. ¡Nada de partidos políticos!”.

Cristo y su Familia gobernante llevarán a cabo esta utopía a través de dos cursos básicos de acción, continuó el Sr. Armstrong: “1) Todo el crimen y la rebelión organizada serán sofocados por la fuerza, fuerza divina sobrenatural. 2) Cristo entonces pondrá Su mano para reeducar y salvar, o convertir espiritualmente, al mundo”.

Sobre el primer punto, el paso más importante que Cristo dará será deponer y encarcelar a Satanás el diablo, “el dios de este mundo [actual]”, cuya influencia maligna se manifiesta en la naturaleza humana en todas las interacciones de la humanidad (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 20:1-2). Su remoción cambiará inmediatamente el curso del mundo. Pero lo que quede de la terquedad e indocilidad del hombre, Cristo lo confrontará gobernando con “vara de hierro” (Apocalipsis 19:15).

En cuanto a la segunda acción, una vez eliminada la naturaleza humana, Dios podrá escribir Su ley en el corazón de las personas (Jeremías 31:33; Hebreos 8:10; 10:16). “Cuando las leyes de Dios estén en nuestros corazones, cuando amemos los caminos de Dios y de corazón queramos seguirlos, la naturaleza humana será subyugada, ¡la gente querrá vivir según el camino que produce paz, felicidad, abundancia y bienestar lleno de gozo!” (ibíd.).

Con el Príncipe de Paz supervisando un gobierno de líderes justos e incorruptibles administrando una ley perfecta de amor, con las emisiones satánicas detenidas, y con la verdadera educación universal (Habacuc 2:14), así como con todos los individuos del mundo desarrollando una relación amorosa y personal con el único y verdadero Dios, ¡resultará un mundo verdaderamente utópico! Las Escrituras describen ampliamente una vida rebosante de abundancia agrícola, economías eficientes, alfabetización universal, salud robusta, trabajo satisfactorio, ciudades elegantes, arquitectura espectacular, energía limpia, familias felices y comunidades armoniosas. ¡El gobierno de Dios producirá todas estas condiciones y llevará a todos los seres humanos a darse cuenta plenamente del increíble potencial que Dios les ha dado!