(ISTOCK.COM/MYTHJA)
Una economía mundial estable y hermosa — viene pronto
El virus SARS-CoV-2 tiene un diámetro minúsculo de 120 nanómetros [un metro tiene mil millones de nm], y su virulencia y letalidad son mucho más suaves que las de muchos otros patógenos. Sin embargo, este virus y las reacciones irracionales ante éste han hecho un daño colosal a las economías de todo el mundo. Los cierres imprudentes, el imprimir dinero, los préstamos y los gastos han sumido al mundo en la peor recesión desde la Gran Depresión. Esto ha perturbado gravemente los mercados y ha empujado a numerosas naciones cerca del colapso.
¿Cómo pueden ser tan frágiles las grandes economías? ¿Cómo puede una amenaza tan pequeña causar tantos estragos? Porque las economías hechas por el hombre son un castillo de naipes: precarias y altamente vulnerables a los golpes.
La economía que Israel escogió
El profeta Samuel se enfureció cuando el antiguo Israel exigió que les diera un rey como lo tenían sus países vecinos. Sin embargo, al considerar el asunto en oración, Samuel descubrió que Dios permitiría que Israel rechazara Su gobierno, pero no sin una severa advertencia. Dios le dijo a Samuel que “protestara solemnemente” a los israelitas, diciéndoles que estaban cometiendo un gran error (1 Samuel 8:9).
En su protesta, Samuel les dijo cómo gobernaría su rey. Él tomaría a los jóvenes más talentosos de la nación para su propio beneficio, ocupando puestos en una burocracia en constante expansión. Reclutaría a los jóvenes más capaces para el ejército, para ser sus “instrumentos de guerra” (versículos 11-13). Luego aplicaría pesados impuestos a la propiedad, tomando los mejores campos y viñedos de la ciudadanía (versículo 14). Introduciría el impuesto sobre la renta y utilizaría las ganancias de forma egoísta, dándolas a sus oficiales y a sus siervos (versículo 15). Incluso los trabajadores tendrían que dedicar una parte de su tiempo a los servicios del rey (versículo 16).
En resumen, si ellos querían un rey como todas las demás naciones, podrían tener uno, pero terminarían siendo siervos de su rey (versículo 17).
Luego, bajo el peso opresivo de un gran gobierno, si los israelitas clamaban a Dios, ¡Él no los escucharía! (versículo 18).
Incluso después de esta declaración solemne de Samuel, Israel se negó a escuchar la advertencia de Dios y en su lugar eligió tener a su propio líder. Querían ser tal como las demás naciones (versículos 19-20).
Israel hoy
Teniendo esto en cuenta, no debería sorprendernos el increíble tamaño del gobierno actual, ni su notable ineficiencia y desperdicio. Estados Unidos desciende del antiguo Israel. Y su gobierno, al igual que cualquier otra administración en la Tierra, tiene muchos defectos. Pero como pueblo debemos recordar que nosotros elegimos que fuera de esta manera.
De hecho, aprendemos de la historia que el gobierno humano ha gastado muchos de sus recursos en la guerra o en la preparación para la guerra. Aquí en EE UU, el costo de la Primera Guerra Mundial fue lo que impulsó al Congreso a introducir el impuesto sobre los ingresos.
Sin embargo, incluso en tiempos de paz, la mayoría de los gobiernos humanos no han podido reducir los impuestos opresivos, eliminar la deuda o ni siquiera equilibrar el presupuesto. Nuestra deuda nacional ha aumentado de forma abrupta durante años, y la curva se acentúa cada vez más. Las expectativas del pueblo para que el gobierno resuelva todos los problemas siguen aumentando, y las intervenciones del gobierno son cada vez más costosas. Gracias en parte a su respuesta a la crisis financiera de 2008, el presidente Barack Obama supervisó el aumento de la deuda nacional de 10 a 20 billones de dólares en ocho años. En un solo período, el presidente Trump ha ayudado a que la deuda crezca 7 billones de dólares más; a un total de 27 billones.
Es un cuadro triste, y esto se dice de la nación más rica y próspera en la historia del hombre. Aunque podríamos dedicar mucho más espacio a las deprimentes y endeudadas economías de otras naciones.
El sistema de gobierno del hombre, no sólo en EE UU, ha impuesto a nuestra sociedad exactamente lo que el profeta Samuel dijo que sucedería: grandes gobiernos, guerras interminables e impuestos opresivos.
Hay soluciones para estos problemas que van de mal en peor, pero no la solución que la mayoría de la gente quiera oír. Dios está a punto de revolucionar la economía de este mundo. Cuando Jesucristo regrese a la Tierra, traerá una reforma económica que finalmente hará la diferencia. La Biblia revela las políticas económicas del Reino de Dios, que está a punto de llegar. Estos principios traerían cambios radicales incluso hoy, si tan sólo el hombre los practicara.
Borrón y cuenta nueva
Muchas profecías describen la Gran Tribulación y el Día del Señor que vendrán sobre toda la Tierra justo antes del regreso de Cristo. La devastación de estos eventos del tiempo del fin es realmente difícil de comprender. Isaías 24 dice que Dios trastornará la Tierra, dejándola desolada y vacía (versículos 1, 3). En el versículo 6, Dios dice que sólo quedarán “unos pocos hombres”. (Obviamente, esta profecía aún no se ha cumplido, porque nada como esto ha sucedido antes). El propio Jesús, en el Nuevo Testamento, dijo que los eventos se pondrían tan mal que, si Dios no interviniera, ¡el hombre acabaría extinguiéndose! (Mateo 24:21-22).
“Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera
...”— MIQUEAS 4:4
Esto nos da una perspectiva del tipo de mundo al que Jesús regresará: uno totalmente devastado por la guerra moderna, y las enfermedades y hambrunas resultantes de la misma.
En Zacarías 14, Dios describe la climática batalla final que tendrá lugar alrededor de Jerusalén cuando Jesús regrese. Dios dice que “reunirá a todas las naciones” en Jerusalén (versículo 2). “Después saldrá [el Eterno] y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla” (versículo 3). Jesucristo someterá por la fuerza el último intento del hombre de desafiar a Dios. El Monte de los Olivos, dice el versículo 4, se partirá en dos, otra profecía que obviamente aún no ha sido cumplida.
La última parte del versículo 14 dice lo siguiente acerca de cuando termine esta batalla: “...Y serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor: oro y plata, y ropas de vestir, en gran abundancia”. El lado positivo de toda la destrucción es que, de un solo golpe, Dios eliminará todos los sistemas económicos complejos, endeudados, ineficientes, derrochadores y egoístas del hombre. Luego reunirá toda la riqueza disponible y comenzará todo de nuevo.
Por fin el hombre también será liberado de la esclavitud del gobierno de Satanás en la Tierra (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 12:9). Éste será el nuevo comienzo que el hombre necesita para empezar a entender cómo funcionará la economía de Dios.
Cambiando la naturaleza del hombre
Por supuesto que se necesitará mucho más que un nuevo comienzo para cambiar los defectuosos sistemas económicos del hombre. La humanidad necesitará ser reeducada, de acuerdo con la ley de Dios.
Santiago 4 describe cómo opera este mundo actual bajo el engañoso dominio de Satanás. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (versículo 1). Las guerras son uno de los principales contribuyentes al aumento de la deuda y de las economías devastadas. Y la raíz de todas las guerras son las pasiones o codicia. “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (versículo 2). Santiago enfatiza el hecho de que Dios quiere que tengamos bienes materiales y prosperidad, pero bajo Sus términos, no los nuestros.
Pero desde los días de Adán, la humanidad en general ha rechazado esta proposición y en su lugar ha buscado la riqueza y los bienes en sus propios términos y bajo la influencia de Satanás el diablo. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (versículo 5). El camino de este mundo es simplemente el camino del obtener. Para la naturaleza humana es natural codiciar. El apóstol Pablo atribuyó “el amor al dinero” como una causa fundamental de todos los males (1 Timoteo 6:10). Esta naturaleza competitiva en el hombre debe cambiar antes que la reforma económica pueda perdurar.
No es sorpresa que la gran ley financiera del Reino de Dios se encuentre dentro de los Diez Mandamientos: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20:17). La ley de Dios prohíbe la codicia, la ganancia egoísta. Prohíbe el camino del obtener. Romper este mandamiento viola el principio básico del camino de vida de Dios: el camino del dar. El modo del dar sostendrá el sistema económico del futuro.
Posesión de propiedad
Cuando Jesucristo regrese para sofocar el último asalto rebelde de la humanidad, esa victoria también marcará el final de todas las guerras. Miqueas 4:3 muestra que el hombre convertirá todos los materiales de guerra restantes en equipamientos agrícolas. Esto cambiará radicalmente la economía mundial. No más gastos en defensa. No más Planes Marshall multimillonarios para reconstruir las naciones arruinadas por la guerra. ¡Y no más deudas enormes que nuestros hijos tendrán que heredar!
El profeta Miqueas también escribió lo siguiente sobre este escenario milenario: “Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de [el Eterno] de los ejércitos lo ha hablado” (versículo 4). La economía de Dios en el Mundo de Mañana girará en torno a la posesión de tierra, al igual que lo era en el antiguo Israel (1 Reyes 4:25).
En muchos sentidos, así fue en la historia de EE UU. El historiador Paul Johnson destaca esto sobre la vida estadounidense en el siglo xix: “Nunca en la historia de la humanidad, antes o después, las autoridades han llegado a tal extremo para ayudar a las personas comunes a convertirse en propietarios de tierras” (A History of the American People). En aquel entonces había tanta tierra que, en algunos casos, el gobierno la regalaba. Esto ayudó a desarrollar comunidades y a que la gente se esparciera. También mantuvo a la mayoría de los estadounidenses ocupados en el desarrollo de su propia tierra virgen.
No es que la vida en los comienzos de EE UU fuera utópica pero en cuanto a la posesión de tierras, aquello estaba mucho más cerca de la forma en que Dios establecerá Su sociedad, que cualquier otra cosa que veamos hoy en día. Dios nunca quiso que los seres humanos se amontonaran por millones, unos encima de otros, sin poseer tierras, hacinados en ciudades superpobladas, infestadas de crimen y contaminadas. Él quiere que todos tengan su propio espacio en su propia tierra para que puedan aprender a embellecer y mantener esa pequeña creación, ¡así como Dios lo hace con Su creación!
Pero esa no es la forma en que la sociedad humana funciona. Mientras que las tierras siguen siendo abundantes en Estados Unidos, el aumento de los costos y los impuestos excesivos hacen que sea mucho más difícil de conseguir que antes. Los estadounidenses de hoy son penalizados por desarrollar la propiedad: cuanto más aumenta su valor, más altos son los impuestos. En la actualidad, los estadounidenses pagan anualmente cerca del 2% del valor de la propiedad en impuestos.
Otra forma de impuesto sobre la propiedad es el impuesto sobre el patrimonio, comúnmente llamado impuesto de sucesión. Cuando un acaudalado dueño de tierra (o el dueño de un negocio) muere, los herederos pueden tener que pagar impuestos tan altos como el 60% del patrimonio, razón por la cual tantos negocios familiares no llegan a la segunda generación. De hecho, según Martin Gross, sólo el 30% lo hace, y de ellos, un insignificante 13% llega a la tercera generación.
¡Éste no es el camino de Dios! Proverbios 13:22 dice: “El bueno dejará herencia a los hijos de sus hijos…”. Antes de la aparición de la Seguridad Social, de los impuestos opresivos y de las compras a plazo con pagos de altos intereses, la mayoría de los estadounidenses aseguraban su vejez a través de los ahorros, la posesión de una propiedad y la familia.
Sin embargo, hoy en día, los programas del gobierno han ayudado a liberar a los adultos de su responsabilidad hacia sus propios hijos y nietos. En lugar de animar a los adultos a soñar con retirarse en familia, el gobierno a través de estos programas egoístas, anima a los ancianos a “vender su granja” y a gastar el dinero en ellos mismos. Si eso significa pasar la deuda a los hijos, que así sea, porque después de todo, eso es lo que hace el gobierno.
En el Mundo de Mañana, todas las familias tendrán su propiedad. Y la ley de Dios asegurará que la propiedad de todos esté bien protegida. El Octavo Mandamiento (“no hurtarás”) es la gran ley que Dios instituyó para proteger todas las posesiones y propiedades privadas. No habrá más impuestos sobre la propiedad o impuestos sobre el patrimonio. No más edificios de apartamentos en ciudades contaminadas.
Todo hombre se sentará bajo su propia vid e higuera.
Trabajo honesto y salario honesto
Otro principio económico de acuerdo a Dios es el del trabajo arduo. El apóstol Pablo escribió que “si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). También escribió: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28).
En esta era de leyes de estímulo, cheques de rescate, programas de asistencia social, presupuestos deficitarios, disputas laborales, deterioro de la salud y excesos de entretenimiento, es un milagro que se haga algo. Claro que muchas personas trabajan arduamente. Pero en general, especialmente entre las generaciones más jóvenes, hemos visto un notable descenso en la ética laboral.
Dios y Cristo no son perezosos. ¡Ambos trabajan! (Juan 5:17). Y los frutos de Su trabajo revelan que ellos son muy trabajadores. Para que los seres humanos puedan hacer realidad todo su potencial, Dios quiere que entendamos el gran significado y propósito detrás del trabajo productivo y eficiente. Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10). Antes que Dios nos ofrezca vida en Su Familia, Él quiere ver lo que haremos con lo que tenemos ahora, no importa cuán pequeño pueda parecer. ¡En realidad, es pequeño cuando lo comparamos con Dios! “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (versículo 11). Si no hemos aprendido a ser administradores sabios con el dinero y los bienes que Dios nos ha dado ahora, ¿cómo vamos a estar preparados para las verdaderas riquezas de Su Reino? (versículo 12).
Las leyes del diezmo
Por supuesto que las operaciones del gobierno cuestan dinero, incluso en la sociedad de Dios. Ahí es donde las leyes del diezmo entran en vigor. En Levítico 27:30, Dios ordena: “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de [el Eterno] es; es cosa [santa] dedicada a [el Eterno]”.
El sistema universal del diezmo de Dios es el 10%. Todos pagan la misma contribución. Deuteronomio 14:22 dice que debemos pagar el diezmo, o la décima parte de lo que producimos (la ganancia). De esta manera, el impuesto de Dios no agobia a los ricos ni oprime a los menos ricos. Es un impuesto fijo generalizado que fomenta la iniciativa y da a las personas un incentivo para producir.
En el sistema de impuesto a los ingresos de Dios, todos los diezmos serán enviados a la sede (Deuteronomio 12:6), donde una administración unificada, bajo la dirección de Jesucristo, utilizará el dinero para el bien de toda la humanidad.
Sin embargo, en el sistema humano, muchas personas pagan hasta el 40% de sus ingresos, sólo en el impuesto sobre la renta (la ganancia). Para ilustrar cuán astronómica es esa cifra, considere esto: En 1913, cuando el Congreso ratificó la 16ª Enmienda, la que estableció permanentemente el impuesto sobre la renta, los políticos debatieron sobre si debían limitar el impuesto al 10%. Al final desestimaron la discusión, diciendo que era absurdo pensar que los impuestos alguna vez se elevarían por encima de ese nivel.
En contraste, los impuestos de Dios nunca aumentarán.
Sistema de bienestar social
Incluso en el Mundo de Mañana, algunas personas pasarán por momentos difíciles. Para ellos, Dios tiene un sistema de bienestar a prueba de fallos para evitar que caigan en la pobreza. Esto se describe en Deuteronomio 15.
Habrá algunos préstamos en la sociedad de Dios, pero sin intereses, lo cual significa que personas ya no ganarán dinero con las deudas de otras personas. Adicionalmente, habrá una liberación de la deuda contraída cada séptimo año (versículos 1-2). Bajo este sistema, aquellos que presten sabrán que tal vez nunca reciban su dinero de vuelta.
¿Por qué instituiría Dios una ley así? “Para que así no haya en medio de ti mendigo” (versículo 4). El sistema de bienestar de Dios elimina la pobreza. Tenga en cuenta que el principio de 2 Tesalonicenses 3:10 se mantiene: si alguno no quiere trabajar, no debería comer. Dios no otorga donativos a los holgazanes.
Hemos estado escribiendo esta lección durante unos 6.000 años: los seres humanos, aparte de Dios, son incapaces de gobernar con justicia a otros seres humanos.
Fíjese en cómo Dios evita que las personas abusen de Su sistema de bienestar: “Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que [el Eterno] tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre” (Deuteronomio 15:7). Los pobres y los necesitados deben ser tratados a nivel local, preferiblemente dentro de la familia. De esta manera es más fácil discernir si el individuo necesitado realmente merece recibir asistencia social o si sólo está siendo perezoso.
En el Mundo de Mañana, esos casos inusuales muy probablemente involucrarán a personas que necesitan ayuda financiera para volver a levantarse. En ese caso, Dios dice: “Abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite” (versículo 8). Compare esta sabiduría práctica con la terrible ineficiencia de las gigantescas burocracias que reparten miles de millones de dólares a millones de personas que no tienen ni siquiera la intención de encontrar un trabajo.
“Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá [el Eterno] tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas” (versículo 10). Así es como los prestamistas serán recompensados. En lugar de ganar dinero de los prestatarios, pagando préstamos de altos intereses, Dios les recompensará personalmente por vivir el camino del dar. Es como si los préstamos que la gente da a los pobres fueran hechos a Dios. Como dice Proverbios 19:17: “A [el Eterno] presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”. ¡Dios devolverá con creces esos préstamos altruistas!
Supervisar todas las cosas
Este es un principio financiero que el hombre nunca ha seguido. Realmente es más bienaventurado dar que recibir dice Hechos 20:35. Cuando el hombre finalmente empiece a darse cuenta de esto en el Mundo de Mañana (después de practicarlo a nivel individual), ¡qué reforma económica tan radical le traerá a toda la sociedad!
“Honra a [el Eterno] con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos” (Proverbios 3:9). El modo de vida del dar comienza con el diezmo, dando lo mejor de lo que producimos a Dios. Más allá de eso, fluye hacia cada faceta de la vida. “Y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (versículo 10). Viva de ese modo, ¡y Dios le devolverá muchísimas veces más!
Dios quiere que nosotros, incluso ahora que nos preparamos para nuestro futuro en Su Familia, seamos tan ricos materialmente como podamos serlo, no para servirnos a nosotros mismos, sino para que podamos honrarlo a Él con toda nuestra esencia. ¡Él quiere que tengamos estas cosas para ayudarnos a estar preparados para las verdaderas riquezas!
En los Salmos, David escribió sobre esas riquezas, y le preguntó a Dios en el Salmo 8:4: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”. Él respondió a esa pregunta en el versículo 6: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”. ¡Qué gran propósito! ¡El Dios que hizo todas las cosas (Salmo 24:1-2) quiere darle al hombre todas las cosas!
Con razón Dios quiere que aprendamos a utilizar correctamente los bienes materiales, para llevar una vida próspera ahora. ¡Él quiere darnos todas las cosas materiales después! ▪