Reciba nuestro boletín gratis

Sun, blinds

ISTOCK.COM/XIJIAN

Un día

Usa el único día que tienes.

Una amiga mía no se sentía bien. Llevaba enferma un tiempo y decidió ser diagnosticada. Se conmocionó al saber que tenía una forma muy agresiva de cáncer. Le dijeron que le quedaban semanas, o días, para vivir.

Cuando nuestra perspectiva es limitada, ese tipo de noticia es devastadora. Sin embargo, a veces, la vida ni siquiera nos da aviso, simplemente termina inesperadamente. Un día alguien está vivo; al siguiente no lo está.

Si supieras de repente que hoy es tu último día, ¿cómo reaccionarías? ¿Podrías ver tu vida como un éxito?

Si yo escuchara esa noticia, sería difícil no estar afligido por los remordimientos. Debería haber hecho esto mejor, dedicar más energía a eso, desperdiciar menos tiempo en esto, aplicarme más seriamente a aquello.

Jesucristo nos dice: “Conozco tus obras” (Apocalipsis 2, 3). Cuando Él regrese, “pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Si fueras a ser medido sólo por tus obras hasta el día de hoy, ¿qué recompensa recibirías?

En general, mientras más jóvenes somos, más fácil es comportarnos como si nuestros días fueran innumerables. El futuro siempre es prometedor: Algún día, subiré esa montaña. Algún día, venceré esas debilidades y pecados. Algún día, alcanzaré el crecimiento de carácter. Algún día significa hoy no. Pero decir eso es un pensamiento tonto, si queremos decir que tratamos descuidadamente el día de hoy. ¿Qué si no tuvieras tanto tiempo como crees?

A medida que envejecemos esos “algún día” se vuelven demasiado tardes y nuncas, y es mejor que entendamos cómo “toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba” (1 Pedro 1:24). “Los días de nuestra edad” pasan sorprendentemente rápido y se malgastan fácilmente. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmos 90:10, 12).

Las situaciones al final de la vida tienden a hacernos más conscientes de lo valioso que puede ser un día. En otro caso, un hombre se enteró de su condición fatal, sólo unas semanas antes de que ésta le quitara la vida. No mucho después, su viuda me dijo que los dos habían vivido cada uno de esos últimos días como un regalo. “Las últimas tres semanas fueron las mejores semanas de nuestro matrimonio”, dijo. “Todas esas cosas que te irritan, de repente no parecen tan importantes. Simplemente nos disfrutamos mutuamente”.

Es una pena que la amenaza de la tumba nos despierte a nuestra mortandad y nos convenza de valorar la vida y apreciar lo que es precioso.

Otra dama con la que hablé tiene una condición rara y grave (sobre la cual poco se puede hacer), pero que podría permanecer sin amenazar su vida indefinidamente, o podría matarla en cualquier momento. ¿Cuál es su actitud? Ella dice que está emocionada, pase lo que pase. Conozco a muchas personas mayores que han alcanzado una perspectiva muy serena en el ocaso de sus años. Esta dama, sin embargo, es una madre joven con niños pequeños. Ella confía en que Dios es muy consciente de esta realidad, y está poniendo su futuro en Sus manos. Esto requiere una madurez espiritual inusual.

Dios dice que la muerte de uno de sus santos es preciosa (Salmos 116:15, versión kj). Para el individuo cuya vida está amparada en Dios, la muerte realmente significa el fin de la lucha. ¡El próximo momento al despertar es de gloria! (1 Corintios 15:52-54). Esa persona se levantará en un mundo gobernado por Cristo como Rey y con Satanás desterrado. ¡Ese mundo es todo lo que anhelamos! La muerte significa evadir los horrores que están a punto de sofocar a este mundo en el apogeo satánico de esta era del hombre. En cierto sentido, significa que Cristo regresará de inmediato.

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12). Mientras más use su vida para servir a Dios hoy más emocionado estará ante esa perspectiva, y mayores hasta este punto serán sus obras, por las cuales Cristo determinará su galardón eterno.

Al mismo tiempo, el hecho de que tal evento podría suceder en cualquier momento, habla poderosamente de la necesidad de aprovechar el día. Hay sólo un día en el que podemos hacer algo, y ese día es hoy. Debemos aprovechar la dolorosamente breve oportunidad que tenemos, para calificar para nuestra posición eterna.

Por supuesto que extrañamos a los seres queridos cuando perdemos esa vida cotidiana. Incluso esto revela la necesidad de (al igual que aquella pareja) usar cada día que tenemos para expresar y crecer en amor piadoso en lugar de derrocharlo con pequeñeces.

Solo unas semanas antes de recibir su diagnóstico, mi amiga no tenía ni idea de lo cerca que estaba de la muerte. Entonces, un día se enteró de que le quedaban sólo días. Para una persona que está en su período de juicio hoy (la mayor parte del mundo aún no lo está, 1 Pedro 4:17), prácticamente hablando, su período de calificación y juicio casi había terminado. La cantidad de talentos que había ganado era casi fija y medible (Mateo 25:14-30).

Para asegurarnos del mayor galardón espiritual posible, ninguno tenemos la garantía de tener más que sólo un día: el día en el que estamos viviendo en este momento. Ruega a Dios pidiendo perdón por el tiempo perdido, por la energía malgastada, por la oportunidad pasada por alto. Deja de decir: algún día tendré el tiempo para esto o aquello. Evalúa y establece tus prioridades, y actúa. Ese “un día” es hoy. ▪

Boletín, AD