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Trabajos sucios
Era un día gloriosamente hermoso. Mi hijo y yo estábamos disfrutando del aire libre, sacando malezas juntos de nuestros semilleros del jardín. Un niño del vecindario se detuvo y nos observó.
“¿Te gustaría ayudar?”, le pregunté.
“No, no quiero ensuciar mi ropa buena”.
Él no estaba exactamente vestido con ropa formal. Para mí, parecía un traje perfecto para sacar malezas. Pero sospeché que había otra razón para su rechazo: simplemente no estaba tan entusiasmado en deshierbar.
¿Cuál es la actitud de sus hijos hacia el trabajo? ¿Odian ensuciarse las manos? Si es así, usted haría bien en ayudarlos a superar esa resistencia.
Dios es un gran trabajador, Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). Mucha gente odia el trabajo. Dios lo ama.
¿Es usted un trabajador como Dios lo es? Algunas personas no hacen nada a menos que lo disfruten o deseen hacerlo. Muchas personas se pasan la vida sin nunca ensuciarse. Sin embargo, siempre hay mucho trabajo que, podría parecer no muy agradable, pero que debe hacerse. Muchos trabajos requieren manipular cosas sucias o malolientes, ponerse de rodillas, hacer cosas difíciles o poco placenteras, usar los músculos, sudar y meter las manos en la tierra.
Observe Proverbios 14:4: “Sin bueyes el granero está vacío; mas por la fuerza del buey hay abundancia de pan”. Durante miles de años de historia humana, los bueyes fueron los tractores de las granjas. También fueron fuente de fertilizantes, cuero, carne y otras necesidades y lujos en la vida. Valían el equivalente a miles de dólares porque son extremadamente fuertes y un agricultor puede producir muchos cultivos al trabajar con ellos. Un hombre con muchos bueyes es rico y productivo.
Pero los bueyes también son sucios; huelen mal, producen orina y estiércol. En la actualidad, pocos de nosotros lidiamos con ellos personalmente, pero en muchas formas nos beneficiamos de las labores de personas que están dispuestas a ensuciarse trabajando con bueyes.
Un establo sin bueyes estará limpio, pero ¿para qué sirve un establo vacío?
Para tener “abundancia”, tenemos que estar dispuestos a hacer algunos trabajos sucios. El mejor momento para aprender a aceptar el trabajo duro, e incluso disfrutarlo, es cuando somos jóvenes. Haga que sus hijos participen lo suficiente en trabajos sucios y sudorosos para que aprendan a no eludirlo ni temerle. Con algunas instrucciones, un buen ejemplo personal y suficiente trabajo (en lo particular he encontrado que si además hay una compensación monetaria involucrada), la mentalidad de un joven puede cambiar de un “¡Agh!” a un “¡Sí!”. O al menos a un, “lo haré”.
Todo niño necesita tareas que hacer, como sacar la basura o juntar las hojas del patio. Todo niño debe aprender a limpiar cosas como los platos, ventanas, inodoros, alfombras, ropa, baldosas, herramientas, canaletas, vehículos. Enséñeles a sus hijos destrezas como sacar las malezas, cortar el césped, cortar bordes y recortar las hierbas. A medida que maduran, bríndeles oportunidades e instrucciones sobre cómo cuidar a los animales, incluso a los niños más pequeños. Cada habilidad que su hijo o hija aprende le hace más útil para la familia, los vecinos, posibles empleadores y otras personas que pueda conocer y servir. Enséñeles a mantener sus ojos atentos a las necesidades de los demás y realizarlas.
Aprender a adoptar el trabajo honesto es un gran placer. Nos enseña cómo ser útiles. Enseña cómo ser paciente y perseverar a través de la dificultad para completar una tarea. Enseña el tipo correcto de independencia y autosuficiencia. Dios quiere que cada persona aprenda a trabajar, y que se sienta satisfecho en su trabajo (Eclesiastés 2:24). El trabajo le hace a usted feliz. Cuando logra algo, se siente bien. Cuando pierde el tiempo, se siente insatisfecho e infeliz. Cuando termina un proyecto complicado y acumula destrezas y logros con el tiempo, puede obtener una gran satisfacción de eso.
El trabajo nos enseña a abrazar un desafío. Una persona joven nunca debe huir de un trabajo porque requiere que él o ella se ensucien. Después de todo, Dios nos hizo del polvo, y nos hizo trabajar la tierra para conseguir nuestra comida y nuestro sustento (Génesis 3:19, 2:15). Necesitamos aprender cómo hacer el trabajo, sin importar lo que se requiera.
Cuando nuestros hijos no se atreven ante un desafío, no logran madurar. Si nunca levantan algo pesado, sus músculos permanecen débiles. Si evitan el trabajo mental fuerte, sus mentes se atrofian. Si evitan el trabajo, se atrofian. Dios usa desafíos para estimular el crecimiento y prepararnos para mayores desafíos.
Enséñeles a sus hijos que el trabajo fuerte trae recompensas, que el buen fruto es producto del esfuerzo de calidad, y que cosechan lo que siembran (Gálatas 6:7). La ley de Dios es “que, si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). El perezoso puede mantener un “granero limpio”, pero no tendrá abundancia.
Ayude a sus hijos a que aprendan a hacer los trabajos sucios y disfrutar del trabajo duro. Ellos obtendrán buenos resultados durante toda la vida. ▪