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¿Quemar EE UU para acabar con Trump?
Tanto Donald Trump como Joe Biden se llevaron a casa documentos clasificados. Sin embargo, Trump ha sido enjuiciado y Biden no. Donald Trump fue acusado de violación. Su supuesta víctima no recuerda en qué año ocurrió, no dijo nada al respecto durante décadas y algunos de los pocos detalles que proporcionó resultaron ser falsos. Trump mantuvo su inocencia y el tribunal dictaminó que esto equivalía a difamación y que debía pagar 83 millones de dólares.
La fiscal general de Nueva York, Letitia James, hizo campaña con la plataforma de atrapar a Trump. “Muéstrame al hombre y te mostraré el crimen”, la frase atribuida al jefe de la policía secreta de Iósif Stalin, ha llegado a Estados Unidos. Al final lo encontró: Donald Trump obtuvo un préstamo de negocios, dando a los bancos detalles sobre sus propiedades y el valor que él les calculaba. Los bancos hicieron su propia evaluación, le prestaron el dinero, les fue devuelto y están deseosos de seguir haciendo negocios con Trump. Sin embargo, un juez de Nueva York citó cifras absurdamente bajas sobre cuánto valían las propiedades y dictaminó que el Sr. Trump cometió fraude. Debe pagar 350 millones de dólares, más 100 millones en intereses. El New York Times admitió que no pudo encontrar ni un solo ejemplo en el que se haya utilizado esta ley cuando no existían víctimas. Antes de lanzar una apelación, el Sr. Trump aún tendrá que presentar el dinero en efectivo, lo que significa que probablemente perderá millones en la liquidación. Otros empresarios temen que se les imponga una multa de 500 millones de dólares si un juez no está de acuerdo con la valoración de sus propiedades. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, los tranquilizó: “Creo que esta es realmente una circunstancia extraordinaria e inusual por la que los neoyorquinos respetuosos de la ley y que siguen las normas, que son empresarios, no tienen nada de qué preocuparse, porque son muy diferentes a Donald Trump y su comportamiento”. Todo esto se trata de acabar con un hombre.
Pero, por supuesto, otros se preocupan: si la ley se dobla para atacar a Donald Trump, ¿quién será el siguiente?
En su libro Civilization [Civilización], el historiador Niall Ferguson menciona el Estado de derecho como uno de los seis pilares de la civilización. Churchill lo definió en términos básicos: “El principio central de la civilización es la subordinación de la clase dirigente a las costumbres asentadas del pueblo y a su voluntad expresada en la Constitución”.
El mentor de Ferguson, David Landes, planteó el mismo punto en su libro Wealth and Poverty of Nations: Why Some Are So Rich and Some So Poor [Riqueza y pobreza de las naciones: Por qué algunas son tan ricas y otras tan pobres]. Landes traza los orígenes de este principio hasta la Biblia. Ya en el Éxodo, cuando se cuestionó la autoridad de Moisés, éste respondió: “Ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal”. Cualquier otro gobernante de aquella época, si deseaba su asno, podía tomarlo.
Moisés ordenó a los jueces que fueran escrupulosamente imparciales para que no inclinaran la ley a favor del rico o del pobre (Levítico 19:15; Deuteronomio 1:17). Como todas las leyes de la Biblia, éstas son leyes inquebrantables de causa y efecto.
Ahora, la parcialidad en la ley es algo rutinario. La policía reprime brutalmente las protestas contra los encierros, pero cuando los manifestantes del clima cierran las carreteras principales, reparten agua. En febrero, un juez británico dejó en libertad a tres mujeres acusadas de delitos de terrorismo porque simpatizaba con Hamás. Mientras tanto, condenó a un ex agente de policía a 20 semanas de cárcel por compartir en privado un chiste que el juez consideró racista.
Los tribunales estadounidenses son rápidos a la hora de liberar a los manifestantes de Black Lives Matter. Después de meses de manifestaciones nocturnas y violentas en Portland, Oregón, en 2020, las autoridades sólo presentaron 100 casos. Un año después, 60 habían sido descartados. En muchos casos, los fiscales se limitan a retirar los cargos siempre y cuando el acusado permanezca fuera del radar policial durante cierto tiempo. A los detenidos por protestar el 6 de enero de 2021 no se les dio la misma opción.
Estados Unidos siempre ha tenido desacuerdos políticos violentos. Después de todo, Aaron Burr mató a Alexander Hamilton en un duelo. Pero la gran diferencia en nuestro tiempo es que el Estado de derecho ya no se considera más valioso que estas rivalidades.
Para muchos, eliminar el Estado de derecho no es un subproducto desafortunado del objetivo principal de acabar con Trump. Es la razón por la que quieren acabar con él en primer lugar.
Barack Obama dijo famosamente que quería “transformar fundamentalmente Estados Unidos”. Una vez fuera del cargo se quejó: “El estadounidense promedio no cree que tengamos que derribar completamente el sistema y rehacerlo”. ¿Podría una transformación tan fundamental significar abandonar el Estado de derecho?
La teoría crítica de la raza, defendida por la izquierda radical, aboga explícitamente por que así sea. Richard Delgado y Jean Stefancic, en su destacado libro Critical Race Theory: An Introduction [Teoría crítica de la raza: Una introducción], dicen que los académicos de la teoría crítica de la raza discrepan fundamentalmente del liberalismo porque “muchos liberales creen en la ceguera ante el color y en los principios neutrales del derecho constitucional”. Estos académicos “también desconfían mucho de otro pilar liberal, concretamente, los derechos”. Las leyes y los derechos frenan la justicia social. Por lo tanto, deben desaparecer.
Dios es dador de la ley. Él da a la humanidad Su ley, basada en principios de amor. Obedecerla automáticamente produce bendiciones. La desobediencia provoca maldiciones. En la medida en que las leyes de un gobierno humano se alinean con estas realidades, la nación prospera. Incluso la existencia del Estado de derecho (la ley está por encima de los gobernantes) conduce a una estabilidad que no existe de otro modo. Y no se puede engañar ni eludir.
El gran adversario de Dios, pues, se opone a la ley. Incluso en los círculos cristianos la gente evita hablar del diablo. Pero al describir el origen de Satanás, Ezequiel 28:15 dice: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad [o anarquía]”. El odio a la ley es una parte fundamental de la personalidad de Satanás.
Este ser que no respeta la ley está inspirando la creciente marea del desafuero. Para este movimiento, destruir el Estado de derecho no es un daño colateral. Forma parte del objetivo principal.