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mark plumley/istockphoto/thinkstock

¿Qué pasa después que una superpotencia muere?

El mundo está a punto de descubrirlo.

¿Qué pasa cuando una superpotencia muere? ¿Qué sucede cuando se derrumba el orden geopolítico que ha estabilizado al mundo por varias décadas?

Todos nosotros estamos a punto de aprenderlo de primera mano.

Durante la mayor parte del siglo pasado, los Estados Unidos de Norteamérica ha sido el solitario y más grande garante de la estabilidad global. Sin el poder norteamericano en la Primera y Segunda guerras mundiales, Gran Bretaña, Francia y el resto de Europa habrían sido invadidos y aplastados bajo la bota militar liderada por Alemania. Después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos estimuló el período de más rápido crecimiento en la historia de Europa, proveyendo una masiva ayuda que propulsó al devastado Continente hacia la cooperación y la prosperidad. Estados Unidos reconstruyó y estabilizó el Asia desgarrada por la guerra, ayudando significativamente a la recuperación de Japón, Corea del Sur, Filipinas, China, India, Taiwán y otras naciones vecinas. Simultáneamente, Estados Unidos mantuvo a raya el avance del comunismo en Europa Oriental y por toda Asia, contrarrestando la agresión soviética y ulteriormente derribando otro imperio totalitario con ambición globalista.

A esto se le llama la Pax Americana: el período de paz mundial relativa que el poder estadounidense dominante ha producido. Prevaleció en el hemisferio occidental durante la mayor parte del siglo XX. Reinó por todo el mundo occidental desde la Segunda Guerra Mundial en la muy acertadamente denominada “paz larga”. Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos ha sido la única superpotencia que ha ejercido su hegemonía durante más de dos décadas, libre de ninguna guerra entre grandes potencias.

Pero ahora, la Pax Americana se une a la Pax Británica y a la Pax Romana. Ahora, es cosa del pasado.

La habilidad de Estados Unidos para influenciar a otras naciones está por los suelos. Su credibilidad ha sido destrozada. Su voluntad de provocar cambios políticos en otras naciones está rota, particularmente si hacerlo implica grandes movilizaciones de soldados. La era de Estados Unidos se terminó.

Usted pudiera darse cuenta que Estados Unidos simplemente ya no es lo que solía ser. Pero probablemente usted no alcanza a captar ni a medias la magnitud de este giro histórico.

Los críticos y los enemigos de Estados Unidos están envalentonados. Están emocionados de ver cómo Estados Unidos se va desvaneciendo; y trabajan duro para borrar completamente su influencia.

Notablemente, incluso la mayoría de los estadounidenses se sienten aliviados de que su nación está abandonando su poderoso rol.

La gran pregunta ahora es: ¿que viene después? La respuesta está a punto de irrumpir en la conciencia de todo estadounidense, y de la gente en todo el mundo.

Momento determinante

La decadencia del poder norteamericano se ha estado gestando por años, incluso décadas. Pero este noviembre recién pasado vio una secuencia de eventos que efectivamente marcaron su final.

El escenario quedó listo con el manejo de la crisis en Siria por el presidente Barack Obama. Primero, él prometió atacar al régimen porque Bashar Assad había usado armas químicas; luego se retractó; después aceptó un remedo de plan de “paz” que mantuvo a Assad en el poder; después, supuestamente puso las armas prohibidas bajo control internacional, en un plan orquestado por Rusia.

Poco después el presidente Obama llamó por teléfono personalmente al presidente iraní Hassan Rouhani, mostrando su desesperación por lograr un convenio sobre el programa nuclear de Irán. (Lea el artículo del Sr. Gerald Flurry titulado, “La llamada telefónica más vergonzosa de la historia de Estados Unidos” en el número en inglés de diciembre en: www.thetrumpet.com/go/11043, y vea su análisis). Esta maniobra envió ondas de choque por toda la comunidad internacional. Estados Unidos ha sido el freno número uno para que la nación más grande patrocinadora del terrorismo en el mundo no gane supremacía regional ni poder nuclear; la decisión de Washington de renunciar a esa responsabilidad cambia completamente el panorama en Oriente Medio y más allá. Los principales enemigos vecinos de Irán, Israel y Arabia Saudita, están fuera de sí.

Finalmente, sucedió lo que la periodista israelí Caroline Glick llamó “el evento internacional más significativo desde el colapso de la Unión Soviética en 1991”: Washington le ofreció a Teherán alivio de las sanciones económicas que está sufriendo por su programa nuclear. ¿Qué hace esto tan significativo? Glick lo explicó así: “El colapso de la Unión Soviética marcó el surgimiento de Estados Unidos como la única superpotencia mundial. Los eventos de las pláticas de los seis con Irán en Ginebra la semana pasada marcaron el final del liderazgo mundial de Estados Unidos” (14 de Nov. de 2013; énfasis agregado en todo).

En las pláticas de Ginebra, Irán recibió una propuesta impresionante. Para obtener una suspensión de las sanciones, todo lo que tenía que hacer era prometer tentativamente reducir la intensidad de sus actividades nucleares por hasta seis meses, para permitir más negociaciones. “No es que las paralicen o las suspendan, nótese bien, mucho menos que las desmantelen, sino que únicamente reducen su ritmo actual de carrera, a trote, cuando Irán ya está casi en la recta final de su maratón nuclear”, explicó Bret Stephens en el Wall Street Journal (11 Nov., 2013). El ministro de relaciones exteriores de Francia lo tildó de “trato de tontos” y no lo firmó. E Irán, claramente convencido de que podía obtener una oferta aún mejor, también lo rechazó.

Así, el convenio fracasó. Pero el daño al prestigio de Estados Unidos había sido hecho.

Israel estaba prácticamente gritándole al mundo que el convenio era demencial. El primer ministro Benjamín Netanyahu lo llamó el “trato del siglo” para Irán y “un craso error histórico”.

Además de eso, el secretario de estado de Estados Unidos, John Kerry, en realidad les había mentido a los funcionarios israelíes y saudíes sobre el asunto, exagerando lo que se le demandaba a Irán y restándole importancia al alivio de las sanciones que eso conllevaba. Este engaño erosionó todavía más la credibilidad estadounidense, dejando a Israel y Arabia Saudita convencidos que ya no pueden permitirse confiar en EE UU.

Lo que es peor, surgió evidencia que el presidente Obama ya había empezado a darle a Irán alivio económico luego de la elección de Hassan Rouhani como presidente este verano pasado. La administración de Obama abruptamente suspendió proceder legalmente contra compañías de fachada que estaban violando las sanciones al hacer negocios con Irán. Esto significa que después de presionar activamente a la Organización de Naciones Unidas para que impusiera fuertes sanciones sobre Irán hasta que la ONU finalmente accedió, la Administración luego unilateralmente suavizó esas sanciones ¡a espaldas de la ONU! Esta es una política exterior absolutamente incoherente.

La disposición de Washington de traicionar a sus aliados del Medio Oriente para llegar a un acuerdo con Irán es crucial. Esto, marca el fin de la influencia de EE UU. en la región. Seguramente eso llevará a que Irán consolide su dominio. Además, ello pone en tela de duda todas las alianzas globales de Estados Unidos, dejando a los actuales aliados de todo el mundo desesperados por conseguir acuerdos alternativos para garantizar su propia seguridad.

Las consecuencias dañinas serán enormes.

La trampa de la Primavera Árabe

Aún así, de cara a este colapso, la mayoría de estadounidenses se mantienen despreocupados. Ellos no son particularmente comprensivos, y ni siquiera se interesan en lo que está pasando al otro lado del mundo. Después de 12 años de una costosa guerra en Irak y Afganistán (más de 20 años si nos vamos hasta la primera Guerra del Golfo), muy pocos estadounidenses quieren tener algo que ver con Irán. En 2012, siete de cada diez estadounidenses se oponían a una intervención militar de EE UU, y eso fue antes de que el nuevo presidente “moderado” de Irán hiciera que la clase política y los medios de comunicación se encantaran con él.

Los estadounidenses principalmente sólo quieren que el mundo y sus problemas se desaparezcan. Ya han tenido lo suficiente.

Esta realidad era innegable este septiembre pasado, cuando el secretario de estado John Kerry trató de venderles a los estadounidenses una intervención en Siria. El ataque que la administración estaba contemplando, nos aseguró él, sería “muy limitado, muy específico, de muy corta duracion… increíblemente PEQUEÑO”. Eso era todo lo que los estadounidenses tendrían el aguante de tragarse. De hecho, las encuestas mostraron que ellos se oponían incluso a eso. Una encuesta del Economist/YouGov arrojó que solamente el 28 por ciento de los estadounidenses apoyaban la participación de EE UU en un ataque de una coalición militar contra el régimen de Assad.

Por supuesto que la Nación lució lastimosamente débil cuando se echó para atrás en su amenaza de que le iba a costar caro a Assad si cruzaba la “línea roja”; y luego, le pasó Siria a los rusos. Pero la mayoría de los estadounidenses se sintieron aliviados de todas maneras.

Por supuesto que Irak se está volviendo una jungla violenta en nuestra ausencia. En los primeros 10 meses de 2013, más de 7.000 civiles iraquíes fueron asesinados, la mayoría gracias al resurgimiento de al Qaeda en Irak. Pero la mayoría de los estadounidenses sencillamente están felices que nos hayamos salido de allá.

Por supuesto que Afganistán muy probablemente se revertirá al dominio Talibán una vez nos hayamos ido. Pero ya hemos gastado suficientes vidas y dinero en ese miserable lugar. El éxito a largo plazo es inalcanzable; ellos ni siquiera nos quieren allá; entonces, ¿por qué no simplemente dejarlos que ellos lo resuelvan?

No es difícil entender la lógica. Estados Unidos ha invertido tanto en esos lugares durante los pasados 12 años, y ¿qué evidencia de ganancia hay?

Los escombros de la política exterior de Estados Unidos yacen esparcidos aún más lejos por todo el Medio Oriente.

En Egipto, la presión de Washington para destronar a Hosni Mubarak abrió la puerta para que la Hermandad Musulmana, alineada con Irán, tomara el poder. Ahora los militares han retomado su poder y están tratando de controlar el desorden post-Mubarak. Mientras tanto, las alianzas con Estados Unidos e Israel están hechas trizas.

En Libia, la intervención de Estados Unidos para derrocar a Muammar Gaddafi terminó con extremistas en el poder y un letal ataque terrorista en la embajada de Estados Unidos en Bengasi. Libia está ahora destruida y en desafuero, alineada con Irán y violentamente hostil hacia Estados Unidos.

Todos estos esfuerzos empezaron con la noble retórica de aplastar el extremismo y alimentar el florecimiento de la democracia y la paz. Pero los estadounidenses no pueden nombrar un solo lugar donde esa promesa se haya materializado realmente. EE UU se ha convertido en un Midas en reversa: todo lo que toca se convierte en cenizas.

Ahora, los norteamericanos están cansados del fracaso. La Nación tiene una deuda de $17 billones (oficialmente, sin contar sus deudas promisorias). ¿Por qué gastar dinero prestado para pelear guerras extranjeras que terminan tan mal, o que nunca terminan? Tenemos suficientes problemas en casa. ¿Qué estamos siquiera haciendo allá, cuando está claro que nuestra presencia es no deseada?

Este es aproximadamente el punto de vista de la gran mayoría de estadounidenses. Una encuesta internacional de cnn/orc del 9 de septiembre arrojó que casi dos de cada tres personas ahora dicen que EE UU debería estar extremadamente reacio a usar el poder militar en cualquier parte del mundo. Solamente el 34 por ciento dice que Estados Unidos debería estar listo y dispuesto a emprender campañas militares.

Los estadounidenses piensan así: nosotros hemos hecho nuestra parte; estamos cansados de intervenciones; estamos en bancarrota; estamos hartos de pelear; estamos cansados de no ver beneficios de todos los esfuerzos y gastos. “Mientras más surgen crisis humanitarias, menos estamos convencidos de que nosotros podríamos hacer las cosas mejor a través de una intervención”, escribió Víctor Davis Hanson, “o, aún si pudiéramos, que aquellos a quienes nosotros pensábamos que estábamos ayudando, en realidad creyeran que lo hicimos”.

Este cansancio de tanta guerra ha acelerado y reforzado la creciente tendencia de Estados Unidos a simplemente ignorar el resto del mundo y fijar su atención en sí mismo. ¿Acaso ve usted que ésta tendencia se está revirtiendo? El modo de sentir del público estadounidense está claro. ¿Qué político estadounidense iría en contra de eso?

Por esta razón usted puede estar seguro que esto no es una anomalía. El rol global de Estados Unidos ha cambiado para siempre.

Un enfoque hacia ningún lado

La tendencia de Estados Unidos para retirarse del mundo es evidente a donde quiera que usted vea.

En 2011 la administración Obama dijo que cambiaría su enfoque hacia Asia, alejándose del Medio Oriente. Sin embargo, todo indica que él desea retirarse de Asia también.

En lugar de aumentar la ayuda a la región tal como se prometió, la ayuda extranjera de EE UU a Asia para 2012-2013 cayó 19 por ciento del nivel de 2009-2010, de acuerdo a las cifras del Departamento de Estado. El principal componente militar de este enfoque fue un acuerdo de desplegar 2.500 marines de EE UU en la ciudad de Darwin situada en la parte más al norte de Australia para el año 2016; hasta ahora, sólo 200 tropas han llegado para una rotación de seis meses. El Presidente prometió aumentar el número, pero mucha gente tiene sus dudas.

En octubre, el presidente Obama canceló visitas a cuatro países asiáticos y se perdió dos cumbres regionales a causa del cierre gubernamental en EE UU. Además, un ejercicio militar conjunto americano-japonés en Japón fue cancelado. Reportando sobre esta tendencia, Joseph de Courcy escribió: “La credibilidad del enfoque de EE UU hacia Asia, al igual que la credibilidad de sus políticas en el Medio Oriente, está siendo cuestionada abiertamente. Incluso el elemento económico de ese enfoque dirigido a Asia no se ve convincente” (Courcy’s Intelligence Brief, 10 de Oct., 2013). Después que el Sr. Obama canceló su viaje, el estratega de Singapur, Barry Desker, dijo que se está formando un consenso entre los líderes de Asia sobre que “no se tendrá un cambio significativo de las fuerzas de EE UU en esta parte del mundo”.

Otro suceso gigantesco se dio en octubre: el Pentágono calladamente anunció que todas las tropas de EE UU abandonarían Transit Center en Manas, Kirguistán, para julio de 2014. Desde su establecimiento en 2001, esta base ha sido una instalación clave para el ejército de EE UU, con alrededor de 1,500 aviadores que operan naves de abastecimiento de combustible y procesan los datos de todos los soldados de EE UU de la coalición que entran o salen del teatro de operaciones en Afganistán. Era la más grande manifestación del poder americano en Asia Central. Ahora está a punto de desaparecer.

¿Por qué Kirguistán votó para sacar a los norteamericanos a pesar de las enormes ganancias que le vienen de Washington? Por Rusia. Los rusos le ofrecieron a Kirguistán un paquete de armas con un valor de $1,1 miles de millones a cambio de la expulsión, y también le condonó una gran parte de la deuda de la nación. No es coincidencia que el parlamento kirguiz votó para dar por terminado el arrendamiento a los norteamericanos justo unos cuantos días después de la visita de Vladimir Putin. Este fue un gran triunfo para Moscú, que se ha vuelto crecientemente asertivo en Asia Central.

El presidente Xi Jinping visitó también recientemente Asia Central, suceso que marcó (de acuerdo a los analistas) un momento clave en el enfoque de China hacia la región. El experto euroasiático, Alexandros Petersen, llamó al creciente enfoque de China en el área “una de las tendencias políticas más profundas de principios del siglo XXI”. Tanto Moscú como Pekín se están moviendo rápidamente para llenar el vacío que EE UU está dejando en esta región rica en recursos, y Estados Unidos no está en posición de detenerlos. ¿Espera alguien realmente que Washington confronte directamente a China, a quien le debe $1,3 billones? La mejor estrategia que EE UU ha diseñado es la de alentar a Japón a militarizarse de tal forma que sea él quien se encargue de Pekín.

Washington está tomando un curso similar de inestabilidad en Europa: retirarse y esperar que una Alemania dominante militar y económicamente sea capaz de hacerse cargo de todo.

Y no olvidemos el altercado por el escudo defensivo contra misiles. Por años, Rusia se opuso ferozmente a los planes de EE UU de completar un sistema de defensa con base en Europa, especialmente a la última fase que instalaría interceptores mejorados en Polonia y la República Checa. En una reunión en marzo de 2012, un micrófono abierto [inadvertidamente] captó al presidente Obama diciéndole a Dmitry Medvedev de Rusia que él tendría “más flexibilidad” para cancelar esta fase final después de su reelección. Como era de esperar, una vez que Obama ganó un segundo período, él rápidamente usó esa mayor “flexibilidad”. En marzo de 2013, Washington canceló esa fase final. Muchas naciones en la región quedaron impactadas por la capitulación de EE UU ante Rusia.

En arena tras arena, el mundo post-Estados Unidos se está volviendo una realidad.

En caída libre

“La política exterior de Estados Unidos va en una caída libre sin precedentes”, escribió el analista Daniel Pipes, “con una Casa Blanca incapaz y desconcentrada, apenas poniendo atención al mundo exterior, y cuando lo hace, actuando de una manera extraña, débil e inconsistente. Si uno fuera a formular algo tan magnánimo como una Doctrina Obama, ésta se expresaría así: ‘Despreciar a los amigos, consentir a los adversarios, devaluar los intereses estadounidenses, buscar transigencia y actuar impredeciblemente’” (12 de Nov., 2013).

Domésticamente, el Sr. Obama está acumulando para sí mismo, poderes sin precedentes. Pero en la arena internacional, él se ha convertido en el presidente más débil de la era post-Segunda Guerra Mundial. “Incluso Jimmy Carter, a quien le quedaba grande el cargo, tuvo más incidencia en los asuntos extranjeros que Barack Obama”, escribió Forbes el 30 de octubre. “Por ejemplo, los diplomáticos están todavía asombrados del poco trabajo de preparación que Obama hace antes de las conferencias internacionales. Él no llega con una agenda preparada, ni interactúa de antemano con otros líderes para consolidar el apoyo. Él más o menos sólo se presenta. Esto es deliberado. El Presidente (…) quiere reducir la huella [de Estados Unidos] en la escena mundial a algo como del tamaño de Bélgica o Albania”. Esta es una meta que el Presidente está alcanzando con un éxito muy obvio.

Sí, Estados Unidos todavía posee un poder militar sin igual, pero no tiene la voluntad de utilizarlo. En lugar de ejercer suficiente poder para estabilizar naciones y solidificar cambios duraderos, el moderno Estados Unidos avanza tímidamente. El deseo de Washington de apaciguar las diversas voces antagonistas en la comunidad internacional, se ve socavado por su falta de voluntad para estabilizar con fuerza los sitios problemáticos. El ingenuo deseo de evitar cualquier crítica de la ONU se impone sobre el deseo de vencer a los enemigos. Lo que antes era actuar con resolución se convirtió en un acto de contrición y disculpas. Ahora, las disculpas se han tornado en retiradas y atrincheramiento. La fuerza de voluntad de Estados Unidos está indiscutiblemente quebrantada.

La gente puede criticar a la administración de Obama por su débil política exterior. Ellos pueden señalar cómo la posición de Estados Unidos en el mundo se ha ido en picada durante su presidencia; cómo él entregó a Irak y está entregando a Afganistán; cómo él no hizo nada acerca de lo sucedido en Bengasi; cómo él se desplomó con lo de Siria. Sin embargo, la verdad es que él está procediendo aproximadamente de acuerdo al creciente punto de vista aislacionista de un creciente número de estadounidenses. Él le está dando al pueblo estadounidense esencialmente lo que la mayoría de ellos están pidiendo.

El final de la era de la paz liderada por Estados Unidos tiene a mucha gente alrededor del mundo sintiéndose eufórica; incluso tiene a muchos norteamericanos sintiéndose aliviados.

Pero, ¿qué clase de era vendrá después?

¿Qué pasa después de la Pax Americana?

Antes de la Pax Americana estaba la Pax Británica, durante el siglo que precedió a la Primera Guerra Mundial, durante el cual Gran Bretaña dominó los mares y gran parte del mundo. El paso de la batuta de una a la otra fue quizás la transición de superpotencias más tranquila y más nítida que se haya dado alguna vez. De hecho, los historiadores tienen dificultad incluso de señalar exactamente cuándo ocurrió; algunos dicen fue a mediados de la Segunda Guerra Mundial cuando el número de las tropas americanas sobrepasó a la de los británicos. En muchos puestos de avanzada del imperio británico alrededor del mundo, Estados Unidos simplemente se metió y tomó el control, preservando el orden y la estabilidad con muy mínima perturbación.

El historiador Andrew Roberts escribió que, “en el futuro nadie se tomará la molestia de hacer una distinción entre el período liderado por el imperio británico y el período liderado por la república norteamericana, refiriéndose al dominio de habla inglesa entre el final del siglo XVIII y el siglo XXI. (...) Será reconocido que en el majestuoso devenir de la historia ellos tuvieron tanto en común (suficiente como para separarlos de todos los demás), que deberán de ser tenidos como una sola entidad histórica…” (A History of the English-Speaking Peoples Since 1900).

¿Qué tan tranquila y nítida piensa usted que será la próxima transición del dominio global?

Mire a las potencias que están listas para tomar control en la ausencia de Estados Unidos, y rápidamente se vuelve claro que dos siglos de dominio anglo-americano están a punto de ser reemplazados por algo muy diferente.

Históricamente hablando, la caída de un imperio es un tiempo peligroso. Tal como Roberts lo advirtió: “las guerras más costosas en la historia moderna han surgido cada vez que hay confusión acerca del cuál es el poder que predomina en el mundo” (Ibíd.).

“World Politics Review”, un sitio de la Web diseñado para informar a los profesionales de la política exterior, sobre eventos y tendencias internacionales clave, publicó un artículo el 14 de noviembre con este encabezado: “Si Estados Unidos no lidera en el Medio Oriente, otros lo harán”. “El debate sobre si Estados Unidos es la nación indispensable del mundo continuará, pero cuando se trata del Medio Oriente nadie está esperando la respuesta”, decía el artículo. “La retirada gradual pero firme de Washington de su una vez arrojado ejercicio de la influencia en la región, ha desencadenado una carrera de potencias de segunda categoría para llenar el vacío que ha quedado.

“Mientras que EE UU lo reprime, otras naciones están elevando su perfil… Mientras más pasivo se vuelve EE UU, más asertivos se vuelven otros”. Esta es exactamente la clase de competencia que crecientemente dominará la política global post-estadounidense.

En lo que se refiere a estabilidad, Estados Unidos se está encogiendo hacia el tamaño de una potencia como Albania en un muy mal momento. El Medio Oriente es un embrollo terrible. El poder de Irán está creciendo. Las armas de destrucción masiva se están proliferando y acabarán en las manos de más y más tiranos y terroristas. El islamismo se extenderá en el norte de África. La volatilidad en Europa seguirá al alza, a la vez que el poder de Alemania crece. La controversia sobre los recursos alimentará la creciente tensión entre las naciones europeas y asiáticas. La carrera armamentista en múltiples regiones continuará propagándose.

Usted puede estar seguro que el número de crisis va a incrementarse. Los llamados para tomar acción e intervenir están destinados a escalar. Y, dado que Estados Unidos ya no es el que se acomide, la posición de dominio está vacante y disponible, tanto dentro de las distintas regiones como globalmente. Será algo desagradable. Estamos dejando atrás una confortable era de dominio occidental, y entrando a una nueva e incierta era de competición violenta por la supremacía entre enemigos despiadados.

Toda esa “paz” está a punto de ser “no más”.

Los Tiempos de los Gentiles

El punto verdaderamente notable es que esta era cruel, fue específicamente profetizada por Jesucristo.

Aunque este hecho es ignorado por muchos cristianos hoy día, la Biblia es un libro lleno de profecía, desde Génesis hasta Apocalipsis. Hay tanta, que no es posible creer verdaderamente que la Biblia es la Palabra de Dios, y no estudiar la profecía.

Durante el ministerio de Cristo sus discípulos le preguntaron: ¿cuál será la señal de tu venida y del fin de esta era?” (Mateo 24:3; Versión Estándar Revisada). Jesús no los corrigió ni les dijo que el mundo tal como lo conocemos nunca terminaría. En lugar de eso, Él respondió advirtiéndoles a Sus discípulos de eventos específicos sobre los cuales estar vigilantes cuando viniera el fin de la era (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21). Él concluyó con las palabras: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

Casi un tercio de la población mundial se considera a sí misma cristiana. De tal manera que difícilmente debería parecer inusual o no ortodoxo creer en lo que Jesús dijo. ¿No lo hace usted?

En una de estas señales específicas, Cristo dijo que los habitantes de Jerusalén “caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones: y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (versículo 24).

¿Quiénes son los gentiles? Si queremos hacer lo que Jesucristo dijo y velar esperando esta señal, debemos saberlo.

La idea común de que cualquiera que no es judío es gentil, es falsa. El primer libro de la Biblia, Génesis 49 nos da la lista de las 12 tribus de Israel, y profetiza su destino en “los últimos días”. Esto quiere decir que estas 12 tribus deben existir actualmente, como entidades separadas individuales. La identidad de los judíos, los descendientes de Judá, es bien conocida. Pero, ¿qué hay de las otras tribus?

Los Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía, libro escrito por Herbert W. Armstrong, prueba con base en la Biblia que las identidades modernas de estas tribus incluyen a Estados Unidos y Gran Bretaña, así como otras naciones de habla inglesa. Si aún no ha comprobado esta verdad, es de vital importancia que usted lea este libro para que la compruebe por sí mismo.

La nación de Israel se dividió en dos reinos separados después de la muerte del rey Salomón. La nación del norte llegó a ser conocida como Israel, y la del sur como Judá. El reino de Israel fue llevado cautivo en el año 721 a.C. Pero los libros de la Biblia escritos mucho después de este hecho contienen advertencias de una inminente cautividad tanto para Israel como para Judá.

¿Cuál era el propósito de eso? ¿Para qué advertir a Israel varios cientos de años después de sucedido el evento?

Por ejemplo, Jeremías 5:11-15 menciona específicamente tanto Israel como Judá, y le advierte a Israel que será llevada cautiva por “una nación cuya lengua ignorarás”. Este pasaje claramente no está usando Israel como un término genérico para los judíos: Israel y Judá se mencionan separadamente. Jeremías 11:10, 17; 12:14; 13:11-14; 19:3; 30:3; 32:30-32; y 33:4, 14. Todos dan advertencias similares. Sin embargo, el libro fue escrito 100 años después que Israel fue llevado en cautividad. Los profetas menores contienen mensajes similares. Aún los profetas que vivieron después que Judá retornó de Babilonia advirtieron de un futuro cautiverio de Israel y Judá.

¿Por qué? El libro de Jeremías explícitamente afirma que fue escrito para “el fin de los días” (Jeremías 30:1-3, 24). La única explicación es que Israel saldría de la cautividad, y de nuevo sería conquistada en el tiempo del fin.

Cristo profetizó que estamos a punto de entrar a una época cuando la influencia global de Estados Unidos y Gran Bretaña se apagará, y los poderes de los gentiles, es decir, de las naciones no israelitas, especificadas en otras profecías, traerán inimaginable destrucción sobre la Tierra. Jerusalén, la ciudad literal ubicada en Judá moderno, será “hollada por los gentiles”. Apocalipsis 11:2 también muestra cómo los gentiles “hollarán bajo sus pies” la “ciudad santa” 42 meses, o sea 3 años. Pero la profecía de la Biblia también usa a Jerusalén, la capital de la antigua Israel, como símbolo de todo el Israel moderno, principalmente los estadounidenses y los británicos.

A fin de cuentas, este cambio sísmico en la dinámica geopolítica, dejando atrás a Estados Unidos y dirigiéndose hacia las garras de potencias gentiles, no israelitas, y acompañado de una brutal escalada de violencia y guerra, son buenas noticias en realidad. ¡Es una de las señales que Jesucristo dio de Su inminente regreso!

La oscuridad y el mal que están a punto de inundar el globo, ¡presagian las más maravillosas noticias en la historia humana!

En este número, Trompeta da luz sobre esta señal: el cambio geopolítico a favor de estos crecientes poderes gentiles del mundo. Examinaremos de frente hacia dónde conduce la reconfiguración en el Medio Oriente (ver, Conquistando la Tierra Santa). También examinaremos cómo podemos esperar que se vea una Europa post-Estados Unidos en el futuro próximo (ver, La próxima superpotencia mundial). Pondremos al descubierto cómo el paisaje asiático será transformado cuando las potencias nativas del Continente retomen su papel dominante (ver, Zares y emperadores). Daremos una mirada fija a lo que este mundo debe esperar exactamente cuando los presagios iniciales que vemos ahora, exploten en su total alcance. Veremos cómo todos estos eventos ya están tomando su lugar para que ocurran de manera precisa y de acuerdo al esquema profético de la Biblia.

Asimismo hablaremos de la esperanza de protección física que Dios provee para aquellos que ponen su confianza en Él, y la esperanza aún mayor de un nuevo mundo, gobernado por Dios, el cual comenzará cuando la oscuridad haya pasado (ver, Una advertencia de esperanza).

Pero, ¡vaya qué oscuridad! Pronto miraremos atrás a los problemas que acaparan los titulares actuales y reconoceremos que todos ellos son meramente, como Jesucristo los llamó, “el principio de dolores”.

El tiempo para la complacencia se acabó.

Los Tiempos de los Gentiles están sobre nosotros. 

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