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¿Qué está mal con el cristianismo estadounidense?

GARY DORNING/LA TROMPETA

¿Qué está mal con el cristianismo estadounidense?

Alejándose de las creencias de los Padres Fundadores  

Hace casi un siglo, una serie de calamidades golpearon a la familia Armstrong. Un perro mordió a Loma Armstrong. Antes de que la mordedura sanara, contrajo amigdalitis, que evolucionó a angina. Ella contrajo una infección sanguínea por una espina de rosa. Su garganta se hinchó y se cerró; su mandíbula se bloqueó. El doctor le dijo a Herbert Armstrong que su esposa moriría en menos de 24 horas.

Un vecino entonces visitó a la afligida familia. Ella le dijo al Sr. Armstrong sobre un hombre que ungía y oraba por los enfermos, y preguntó si podía orar por la Sra. Armstrong. Aunque escéptico, el Sr. Armstrong aceptó dejar venir al hombre. Cuando llegó, explicó a los señores Armstrong que la Biblia contiene numerosos pasajes en los que Dios promete curar. El Sr. y la Sra. Armstrong reconocieron que estos pasajes son realmente promesas. El desconocido ungió a la Sra. Armstrong con aceite, un símbolo utilizado en el Antiguo y el Nuevo Testamento, y oró.




“Nunca había oído a nadie hablarle así a Dios”, escribió el Sr. Armstrong en su autobiografía. “No fue una oración larga, tal vez de uno o dos minutos. Pero mientras él hablaba, yo sabía, tan seguro como existe un Dios en el cielo, ¡que mi esposa tenía que ser sanada! Cualquier otro resultado habría convertido a Dios en un mentiroso. Cualquier otro resultado habría anulado la autoridad de las Escrituras. Una completa seguridad se apoderó de mí, y también de mi esposa”.

Este hombre no sólo le pidió a Dios que sanara a la Sra. Armstrong; le citó la Biblia a Dios. Luego, con humildad pero con valentía, le pidió a Dios que cumpliera Sus promesas y sanara a esta mujer moribunda con el poder del Espíritu Santo.

La Sra. Armstrong durmió profundamente hasta las 11 de la mañana del día siguiente y luego se levantó como si nunca hubiera estado enferma. Había sido sanada, milagrosamente, de todo. El médico se quedó perplejo.

Agradecido, el Sr. Armstrong comenzó a estudiar el tema de la sanidad divina.

Sin embargo, la sanidad sobrenatural de Loma Armstrong no fue el final de esta importante historia. El Sr. Armstrong había estado estudiando la existencia de Dios, la autoridad de la Biblia y luego el día de reposo, o Sábado, del séptimo día. Había escrito un documento titulado “Se desmorona el fundamento de la santidad dominical”, que compartió con el hombre que Dios había utilizado para salvar la vida de su esposa. Este hombre estudió este documento línea por línea con su pastor. Y no encontraron nada incorrecto en él.

Sin embargo, aunque el hombre reconoció la exactitud bíblica del argumento del Sr. Armstrong, se negó a guardar el sábado como día de reposo. “Todas las iglesias observan el domingo”, dijo. “No podemos empezar a luchar contra todas las iglesias. Ahora somos salvos por gracia, no por obras. Creemos que hay cosas más importantes en la salvación que el día en que Cristo resucitó o el día que guardamos. Esto podría confundirlo a usted. Y podría ser peligroso”.

Semanas más tarde, el Sr. Armstrong se encontró nuevamente con el hombre, pero ahora estaba abatido. Le dijo al Sr. Armstrong que algo terrible había ocurrido. “Dios me ha abandonado”, dijo. “Ya no responde a mis oraciones”.

El hombre no entendía lo que había pasado, pero el Sr. Armstrong sí. “Evidentemente, hasta que Dios me usó para probarlo trayéndole una nueva verdad, él no había rechazado deliberadamente la verdad ni desobedecido los mandamientos de Dios adrede. Dios mira el corazón, y hasta que este hombre siguió a su predicador rechazando deliberadamente la luz y la verdad de Dios que él reconocía como verdad y que lo condujo a la desobediencia voluntaria, su corazón era honesto y sincero en su manera sencilla” (ibíd.).

Mientras este hombre tuvo una actitud humilde y sencilla, Dios respondió a sus oraciones (Isaías 66:2). Pero después de aprender que el día de reposo (Sábado) bíblico es el séptimo día, seguir asistiendo a la Iglesia los domingos significaba hacerlo con una actitud rebelde, racionalizando que la desobediencia era irrelevante porque “somos salvos por gracia, no por obras”. Él ya no temblaba ante la Palabra de Dios.

Deberíamos aprender una lección importante de este hombre. Su historia es triste, y es paralela a los 400 años de cristianismo estadounidense, ¡desde los peregrinos hasta hoy! ¡Los estadounidenses han olvidado la importancia del arrepentimiento!

Fundamento religioso

El falso cristianismo ha plagado el mundo casi desde el inicio del verdadero cristianismo. Pero los cristianos de hoy se enfrentan a una crisis existencial. Sólo el 11% de los estadounidenses lee la Biblia diariamente, y sólo el 14% puede enumerar con precisión los Diez Mandamientos. La mayoría de los cristianos no entienden las Escrituras, especialmente las que hablan de Satanás, el pecado y el arrepentimiento. Esto es un cambio dramático de la forma en que Estados Unidos comenzó.

En 1999, el historiador Paul Johnson escribió: “Tanto en Virginia como en Nueva Inglaterra, al norte, los colonos eran hombres decididos y temerosos de Dios, a menudo en busca de una tolerancia religiosa que se les negaba en casa [Gran Bretaña], que traían a sus familias y ansiaban cultivar la tierra y establecerse permanentemente. Antepusieron la libertad política y religiosa a la riqueza. (...) Así, tomo forma el dínamo económico que finalmente se convertiría en EE UU, un experimento diseñado para establecer el gobierno de Dios en la Tierra” (Sunday Telegraph, 26 de diciembre de 1999; énfasis añadido).

¡Esa es una gran meta! El establecer “el gobierno de Dios en la Tierra” requiere crear una cultura en la que cada persona dedique su vida no sólo a creer que Dios existe, sino a guardar también los Diez Mandamientos, que son la base de toda ley justa. Para ello se necesita una cultura en la que cada persona se arrepienta cuando infrinja los Diez Mandamientos de Dios y se esfuerce por obedecerlos mejor, incluso cuando nadie esté observando.

La mayoría de las naciones europeas prohibieron a sus habitantes poseer Biblias hasta después del inicio de la Reforma Protestante en 1517. Poco después de que la Biblia se tradujera al inglés, los colonos empezaron a traer las Sagradas Escrituras con ellos a Estados Unidos. Las leyeron e hicieron todo lo posible por establecer una nueva sociedad basada en los Diez Mandamientos. La gran mayoría no formaba parte de la única y verdadera Iglesia de Dios, que Jesús dijo que sería pequeña y perseguida en comparación con las múltiples y más grandes versiones falsas del “cristianismo”. Como el hombre que Dios usó para sanar a la Sra. Armstrong antes que desobedeciera, la mayoría de estos colonos no guardaban el Sábado. Sin embargo, a diferencia de este hombre, la mayoría de los colonos sabían que la inexorable ley de Dios no había sido abolida.

En un nivel básico, la mayoría de los colonos del siglo XVII sabían que Dios quería que se arrepintieran de sus pecados.

Thomas Manton, un clérigo puritano del siglo XVII dijo: “Al elegir los caminos de Dios, el corazón debe llegar a la firme resolución de preferir sufrir el mayor inconveniente que cometer el menor pecado”. No mucho después, el filósofo inglés John Locke señalo: “Quien quiera alistarse bajo la bandera de Cristo, debe, en primer lugar y por encima de todas las cosas, hacer la guerra a sus propias lujurias y vicios. Es en vano que alguien usurpe el nombre de cristiano sin santidad de vida, pureza de modales, benignidad y mansedumbre de espíritu”.

Ambos puritanos ingleses comprendieron que nadie podía salvarse por sus propias obras, que sólo la sangre de Jesucristo tiene el poder de borrar los pecados. Pero estos puritanos del siglo XVII también comprendieron la enseñanza bíblica básica de que se requiere una actitud de arrepentimiento para la salvación. No podemos hacer las paces con el pecado.

Los puritanos se inspiraron en la Biblia en general y en la historia y los escritos de Moisés en particular. Sus predicadores enseñaban un mensaje de arrepentimiento. Sus políticos buscaban construir una nación, una ciudad sobre una colina, que obedeciera la ley de Dios. Los puritanos no eran perfectos, pero su celo contra el pecado era admirable.

El redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, llamó la atención sobre este hecho en su artículo: “La Biblia y la Constitución”. “Los líderes cristianos de hoy enseñan que la ley ha sido abolida”, escribió. “¡Eso es casi el extremo opuesto de lo que nuestros padres fundadores creían! Nuestros líderes espirituales, tanto de derecha como de izquierda, nos han guiado hacia la anarquía y hacia un grave peligro. Incluso los políticos que establecieron nuestra república eran más espirituales que la mayoría de nuestros líderes religiosos de hoy! (...) Se supone que los cristianos son personas que siguen a Cristo, el Legislador” (la Trompeta, abril de 2011).

Esta es una afirmación altamente incriminatoria. Los fundadores de EE UU sabían que la vida cristiana no era sólo una creencia general en Jesús, sino también una guerra contra los vicios y la lujuria. Pero todo salió terriblemente mal en el siglo XIX. Cuando la teoría de la evolución de Charles Darwin ganó aceptación, partes de la Biblia como el relato de la creación en el Génesis se pusieron en duda. Los cristianos liberales rechazaron cada vez más la convicción de que la Biblia no contiene errores y comenzaron a reinterpretar muchas de sus doctrinas. La doctrina de arrepentimiento fue una de las primeras en desaparecer con la llegada del modernismo.

Cristianismo liberal

Al principio, el cristianismo liberal se definía por su aceptación de la evolución darwiniana, su uso del razonamiento erudito para explicar la Biblia sin apelar a los milagros ni a lo sobrenatural, y su creencia en que la Segunda Venida de Cristo no se produciría hasta después de que la humanidad se hubiera librado del crimen, la pobreza, el racismo y otros males sociales por el esfuerzo humano. Una vez que se extendió la idea de que los cristianos podrían decidir lo que estaba bien y lo que estaba mal al margen de la Biblia, empezaron a rechazar otras doctrinas como la del arrepentimiento. En la actualidad, la Encuesta del American Worldview Inventory revela que sólo el 44% de los “cristianos nacidos de nuevo” creen en la Biblia cuando ésta afirma que Jesucristo vivió una vida sin pecado mientras estuvo en la Tierra (1 Pedro 2:22). Entonces, ¿por qué deberían esforzarse por arrepentirse de sus propios pecados si no se puede confiar en la Palabra de Dios sobre la vida sin pecado de Jesús?

El infame cisma fundamentalista-modernista ocurrió en las décadas de 1920 y 1930. Esto condujo al surgimiento de dos grandes facciones dentro del protestantismo. Los fundamentalistas insistían en la validez atemporal de cada doctrina de la Biblia. Los modernistas pedían una reinterpretación del cristianismo en respuesta a los nuevos descubrimientos científicos y a las presiones culturales. En otras palabras, los modernistas transigieron y adoptaron el espíritu de la época.

Los liberales más o menos ganaron el debate. A finales de la década de 1930, controlaban todos los seminarios protestantes, las editoriales y las jerarquías confesionales de EE UU. Por eso aquel hombre le dijo al Sr. Armstrong que no tenía que guardar el Sábado porque era “salvo por gracia, no por obras”. Él conocía las promesas de Dios de sanar, pero no su propia responsabilidad de arrepentirse.

Por supuesto, los Padres Fundadores de Estados Unidos también guardaban el domingo, aceptando una doctrina cuya autoridad reside en la tradición católica y no en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El cardenal James Gibbons lo admitió en su libro de 1876 La fe de nuestros padres, donde señalaba que ni una sola línea de la Biblia de Dios autoriza la santificación del domingo, y aun así recomendaba a los cristianos que observaran el domingo con base en la tradición católica.

Sin embargo, los estadounidenses de 1725 y 1825 observaban el domingo con una actitud diferente a la de los estadounidenses de 2025. Predicadores como Jonathan Edwards (1703-1758) convencieron a millones de estadounidenses de que la autoridad responsable de cambiar el Sábado (o día de reposo) pasándolo del séptimo al primer día de la semana había sido Dios Mismo. Esta afirmación se refuta en el libro ¿Cuál es el día de reposo cristiano? del Sr. Armstrong. Sin embargo, cuando los fundadores guardaban el día de reposo el primer día (de puesta del sol a puesta del sol, como cosa notable), lo hacían en gran medida creyendo que estaban obedeciendo el Cuarto Mandamiento. No fue hasta mucho más recientemente que los modernistas empezaron a quebrantar el Sábado con una excusa diferente: la afirmación rebelde de que el sacrificio de Jesucristo abolió la ley de Dios.

Esta diferencia de actitud es muy importante. Dios respondió a la oración de los Padres Fundadores cuando invocaron Su ayuda en la Guerra de la Independencia, en la Convención Constitucional y en otras crisis nacionales. Dios también respondió a las oraciones del hombre que pidió Su ayuda para sanar a la Sra. Armstrong. Pero Dios dejó de responder a las oraciones de este hombre cuando él deliberadamente rechazó la verdad de Dios, usando la gracia como excusa (Oseas 4:6).

Es innegable que Dios tampoco está respondiendo a las oraciones de muchos cristianos hoy en día. Esto se debe a que el cristiano moderno ha pasado de “evitar el pecado” a “enfocarse en el amor”, un cambio sin sentido, ya que el pecado es la transgresión de la ley de amor de Dios (Romanos 13:8; 1 Juan 3:4). La Biblia afirma claramente que Dios no escucha a los pecadores que no se arrepienten (p. ej., Proverbios 15:29; 28:9; Isaías 1:15; 59:1-2; Miqueas 3:4).

Hoy en día, muchas Iglesias aceptan a homosexuales y transexuales impenitentes para demostrar lo tolerantes y amorosas que son. Algunas incluso muestran banderas de orgullo arcoíris para señalar su apoyo a la comunidad lesbiana-gay-bisexual-transgénero-queer. Este comportamiento ha consternado a los cristianos más tradicionales; sin embargo, el espíritu que hay detrás de las Iglesias cubiertas con banderas arcoíris es el mismo que nos dice que no importa qué día vamos a la Iglesia porque “somos salvos por gracia y no por obras”.

Si EE UU quiere prosperar, necesita recordar la amonestación de Thomas Manton: “Al elegir los caminos de Dios, el corazón debe llegar a la firme resolución de preferir sufrir el mayor inconveniente que cometer el menor pecado”. Jesucristo pagó la pena por nuestros pecados para que pudiéramos apartarnos de ellos, no para que pudiéramos revolcarnos en ellos indefinidamente.

El auge de la anarquía

El apóstol Pablo advirtió a los romanos sobre las herejías doctrinales relacionadas con la ley y la gracia. Durante los últimos 10 a 20 años del ministerio de Pablo, muchos falsos maestros comenzaron a introducirse en las congregaciones cristianas. Estos maestros se centraron en la persona de Jesucristo, mientras ignoraban lo que Él enseñó. Una de sus falsas doctrinas más populares era la idea de que las personas no necesitaban arrepentirse de quebrantar la ley de Dios porque estaban bajo la gracia.

En su epístola a los Romanos, Pablo escribió: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en el? (Romanos 6:1-2).

La congregación en Roma había caído sin duda bajo la influencia de uno de los discípulos gnósticos de Simón el Mago (Hechos 8), un falso maestro que enseñaba que el Dios del Antiguo Testamento era malvado y que Jesús vino a abolir la ley de Dios en lugar de engrandecerla. En su libro: El increíble potencial humano, el Sr. Armstrong señaló que Simón el Mago “había reemplazado el mensaje que Jesús había traído de Dios, por un ‘evangelio’ acerca de la persona de Cristo, proclamando al Mensajero, pero suprimiendo completamente aquella dimensión faltante de Su mensaje”.

En otras palabras, Simón el Mago predicó la misma idea que el hombre con el que el Sr. Armstrong se encontró en 1927. Es decir, que los cristianos no tienen que tratar de guardar la ley de Dios porque es una carga y ahora en cambio estamos “bajo la gracia”. Así que dejemos que el pecado abunde.

Pablo también encontró esta falacia en la congregación de Corinto, donde un hombre estaba fornicando con su madrastra. Toda la congregación sabía lo que estaba haciendo pero no expulsaron al hombre de en medio de ellos. Se gloriaban de su tolerancia hasta que Pablo les ordenó excomulgar a este hombre hasta que se arrepintiera (1 Corintios 5:5).

Pablo pudo enderezar tanto a la congregación en Roma como a la de Corinto, pero la doctrina de no guardar la ley que Simón el Mago estableció nunca desapareció. Ha fluctuado a través de los siglos, debilitándose en los días de los Padres Fundadores y fortaleciéndose en el Estados Unidos moderno. Los cristianos deben estar en guardia contra esta falsa enseñanza.

Pablo enseñó que el desafuero se haría más común en los días que precederían al regreso de Jesucristo, incluso entre aquellos que profesaban justicia. En 2 Timoteo 3:1-5, escribió: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de los bueno, traidores, impetuosos, infactuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita”.

Muchos han sido seducidos por la idea de que el amor de Jesús por ellos cuando aún eran pecadores significa que pueden seguir siéndolo (Romanos 5:8). Esta doctrina modernista, que en realidad es una falacia antigua, ha perjudicado enormemente a EE UU. Es de suma importancia que los cristianos desarrollen un odio hacia el pecado que supere con creces el que tenían los hombres como Thomas Manton.

En su libro La verdadera historia de la verdadera Iglesia de Dios, hablando del desafuero, el Sr. Flurry escribe: “¡De esto se trata Satanás! Él está amargado, lleno de odio contra Dios y en perfecto desafuero. Aunque él hace un notable trabajo de enmascararla como justicia y rectitud, su religión falsa predica esa doctrina del desafuero. Ésta es una enseñanza fundamental de la religión de los misterios babilónicos con origen en Simón [el Mago]: que la ley ha sido abolida. Uno ve esa enseñanza en la Iglesia madre, al igual que en sus hijas protestantes. (...) Satanás ha engañado a un inmenso número de personas religiosas, incluyendo católicos, protestantes y, en muchísimos casos, incluso a algunos de la verdadera Iglesia de Dios, a convertir esa espectacular gracia en una licencia para desobedecer”.

Muchos cristianos estaban preocupados por los intentos de Barack Obama de llevar a EE UU hacia ideas liberales radicales y a la anarquía generalizada. Ellos oraron por la victoria de Trump como el hombre que el Sr. Armstrong encontró y que oro para que Loma Armstrong fuera sanada. Dios ahora está empoderando al presidente Trump para liderar un resurgimiento nacional. Sin embargo, ahora que Dios ha bendecido la fe de EE UU, Él pondrá a prueba su obediencia.

Si los estadounidenses fallan en esta prueba de obediencia, llegará el día en que se encuentren diciendo: “Hermano, algo terrible ha venido sobre mí. Dios me ha abandonado. Ya no responde a mis oraciones. No entiendo lo que ha pasado”. Los estadounidenses, incluidos los cristianos, deben arrepentirse antes de que sea demasiado tarde.

LAS FIESTAS SANTAS DE DIOS

Tiene alguna importancia el hecho de que celebremos unas fiestas u otras... o ninguna? ¿Dice la Biblia que estamos obligados a santificar determinados días? ¿Fueron tales días instituidos únicamente para la antigua Israel? ¿Son obligatorios hoy sólo para el pueblo judío mientras los cristianos debemos guardar otras fiestas tales como la Navidad?