Por qué los cristianos estadounidenses han perdido su fuerza
En muchos aspectos, Estados Unidos está muy por delante de mi país, Zimbabue. Como el resto del mundo, los zimbabuenses queremos vivir, comer, hablar y vestir como los estadounidenses. Una de las razones por las que no pudimos y no podemos fue el régimen corrupto de Robert Mugabe. Sin embargo, nuestra fuente quizás singularmente colectiva de orgullo en su liderazgo fue su negativa a transigir con la agenda lésbico, gay, bisexual, transgénero, queer/ inseguro, intersexual, asexual, de dos espíritus y más. En la mayor parte de África ocurre lo mismo.
Entre vítores y aplausos en su parlamento, Uganda inauguró en junio el “Mes del Orgullo” aprobando una histórica ley anti-lgbtq. Según esta ley, la pena por mantener relaciones homosexuales es de 10 años de prisión. Promover la homosexualidad conlleva una multa de 260.000 dólares o 20 años de cárcel. Cualquier homosexual con vih que cometa un estupro puede ser condenado a muerte.
“Esta ley de Uganda es horrible y errónea (…) grotesca y una abominación”, según el senador republicano Ted Cruz, cristiano declarado. Premier Christianity escribió que deberíamos “ofrecer apoyo compasivo incondicional a las personas lgbt en su propia comunidad y redes”. Christianity Today dijo que no podemos “hacer como si la ley ugandesa sobre la homosexualidad fuera cristiana”.
¿Por qué el senador Cruz defiende la homosexualidad? ¿Por qué la corriente principal del cristianismo está cada vez más a favor de la homosexualidad?
Muchos cristianos están uniendo fuerzas con los homosexuales “conservadores” para luchar contra lo que consideran males mayores como el transgenerismo y la pedofilia. Mientras tanto, otras Iglesias proclaman de todo corazón un falso evangelio de la homosexualidad. La Iglesia presbiteriana ora al “dios de los pronombres”, mientras que la Iglesia Metodista Unida está a punto de ordenar a un drag queen. La Harvard Divinity School ofrece un curso sobre “Congregaciones queer: Enfoques contextuales para desmantelar la heteronormatividad”. Según un profesor transexual de la Yale Divinity School, “el cristianismo, bien entendido, trata de la transgresión de los límites. Los cristianos creen en un Dios cuyo amor deshace todo binarismo. Niegan todas las leyes, incluida la ley de la sexualidad contractual, es decir, el matrimonio”.
Esto dista mucho del cristianismo de la Biblia. La Biblia dice que el pecado es la infracción de la ley de Dios (1 Juan 3:4). Sin embargo, muchos líderes “cristianos” de hoy están más de acuerdo con el profesor transgénero que con la Biblia. ¡Enseñan que Jesucristo Mismo abolió la ley de Dios! A través del razonamiento humano, transigen e incluso rechazan las leyes del mismo Dios que dicen adorar.
Esta es la razón por la que muchas Iglesias han razonado que la homosexualidad debe ser tolerada o incluso celebrada. Los cristianos de hoy se encuentran tan impotentes ante un mal tan abierto y atroz porque fundamentalmente no están de acuerdo con la ley de Dios.
Creen que la ley de Dios es mala y complicada. Dios dice que la ley es buena (Romanos 7:12). Creen que la ley fue abolida. Jesucristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). Piensan que la ley es una letanía de ordenanzas imposibles y restrictivas. Dios dice que define Su forma de vida, que es el amor (Romanos 13:8-10; Gálatas 5:14).
Jesucristo Mismo confirmó y resumió toda la ley espiritual de Dios como amor hacia Dios y amor hacia el prójimo (Mateo 22:37-39). Él guardó esa ley y nunca la abolió.
Los primeros apóstoles lucharon contra los que querían falsificar el mensaje de perdón y salvación de Cristo y mezclarlo con el desafuero (Judas 3-4). Dos mil años después, los “cristianos” afirman que Cristo clavó la ley en la cruz. Han aceptado la misma mentira contra la que lucharon los primeros apóstoles. Han invalidado leyes como el Sábado y el diezmo. Han mezclado la Biblia con la tradición y el razonamiento humano para decidir sus propias reglas. Están transigiendo con el pecado porque han rechazado la ley. Se aferran a la creencia de que Jesús era el Cristo, ¡e ignoran Su mandato de guardar la ley! Ahora se encuentran mal equipados y sin fuerzas para luchar contra el pecado.
Por eso los cristianos han perdido su fuerza y están transigiendo con la homosexualidad. La transigencia es contagiosa. Cuando toleramos y cometemos pecados, debilitamos nuestra propia posición. Nuestra culpa nos presiona a tolerar lo que de otra manera no toleraríamos. Por eso en las últimas décadas se ha visto una explosión de divorcios, fornicación, adulterio, pornografía, homosexualidad, y ahora espectáculos de travestis para niños, bloqueadores de la pubertad, mutilación genital y más horrores.
La corriente principal del cristianismo ignora el punto crucial que Jesús expuso cada vez que interactuaba con los pecadores: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11).
Cristo sabía que moriría por nuestros pecados. ¿Por qué entonces molestarse en decirnos que dejáramos de pecar? ¿Por qué decirnos que cambiemos nuestro comportamiento si Su muerte brutal borraría el pecado de todos modos?
Porque Dios aborrece toda infracción de la ley (Proverbios 8:13). Quiere que lleguemos a ser perfectos como Él, el propósito mismo para el que fuimos creados (Mateo 5:48). Ir y pecar más nos hace más culpables, nos hace menos como Él, nos incapacita para nacer en Su Familia.
Por eso Dios quiere que dejemos de pecar. Quiere que cumplamos Sus leyes. Por eso la brutal paliza y muerte de Su Hijo fue el alto precio que hubo que pagar por la infracción de la ley.
La homosexualidad está mal. Infringir el Sábado está mal. No diezmar está mal. Esa es la ley. No creer en ella no la cambiará, no más de lo que no creer en la ley de la gravedad le hará volar. La ley de Dios es la realidad, y transigir con ella quebrantará su fuerza.