POLARIS PROGRAM / JOHN KRAUS
Por qué exploramos
¿Qué haría si le sobraran 200 millones de dólares? Jared Isaacman los utilizó para lanzarse hacia el espacio. En la misión Polaris Dawn de SpaceX, Isaacman viajó más lejos de la Tierra que ningún ser humano desde el final de las misiones Apolo hace más de 50 años y participó en el primer paseo espacial comercial de la historia. Además, financió toda la misión, estimada en unos 200 millones de dólares.
Hay tanta gente dispuesta a pagar grandes sumas por ir al espacio que el turismo orbital se está convirtiendo en una industria viable. Hoy es un sector de 834 millones de dólares anuales, y se espera que supere los 5.000 millones en la próxima década, según la empresa de estudios de mercado Brainy Insights. Por unos 300.000 a 450.000 dólares, empresas como Virgin Galactic y Blue Origin le llevarán al borde del espacio. Para una experiencia más accesible, con 50.000 a 200.000 dólares puede dar un paseo en globo a casi 32 kilómetros sobre la superficie, lo bastante alto para ver la curvatura del planeta y la delgada línea azul de nuestra atmósfera.
¿Por qué algunos se gastan el precio de una casa o un coche deportivo nuevo en una experiencia tan fugaz? ¿Es sólo un capricho de unos pocos superricos entusiastas del espacio?
A lo largo de nuestra historia, los hombres han sacrificado mucho más que dinero para abrir nuevas fronteras. Fernando de Magallanes, James Cook y Jean-François de La Pérouse murieron trazando mapas de los océanos. David Livingstone, Mungo Park y Alexandrine Tinné murieron intentando cartografiar África, entonces llamada el Continente Oscuro por ser tan poco conocido. De las 676 personas que han intentado volar al espacio, 19 han muerto. Ahora, multimillonarios como Isaacman, Jeff Bezos y Elon Musk están dispuestos a arriesgar sus fortunas e incluso sus vidas para adentrarse en lo desconocido. Musk bromeó: “Me gustaría morir en Marte. Pero no en el impacto”.
¿De dónde viene esta clase de hambre?
La respuesta está en nuestros orígenes.
Génesis 2:7 revela que el hombre fue creado del polvo de la tierra, materia física. Pero el hombre no fue creado para permanecer físico. El apóstol Pablo escribió: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49).
Incluso dentro de esta vida física, los seres humanos están incompletos, creados para necesitar el Espíritu Santo de Dios. “Lo único que impartirá [a los seres humanos] este sentido de satisfacción, plenitud, abundancia, es el Espíritu de Dios, la naturaleza de Dios, la plenitud de Dios”, escribió Herbert W. Armstrong. “Sin embargo, su mente carnal no reconoce ese hecho. Estando incompleto, faltándole las aguas espirituales y el alimento celestial —la Palabra de Dios— que la llenaría hasta satisfacerlo, tiene una persistente hambre en el alma que lo deja miserable, vacío, descontento. Procura saciar su sed y satisfacer el hambre de su alma en los intereses, las ocupaciones y los placeres de este mundo” (La Pura Verdad, agosto de 1962).
Esta “persistente hambre en el alma” podría, debería, haber impulsado a Adán y Eva a comer del árbol de la vida y recibir el Espíritu Santo. Pero Génesis 3 nos introduce en la existencia del mal y de un ser espiritual maligno. Satanás el diablo ofrece una fruta diferente para calmar esta hambre. Apelando a la vanidad de Eva, le ofreció el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Desde entonces, cada uno de nosotros ha intentado saciar esta hambre por su cuenta y se ha encontrado todavía hambriento de verdad y propósito.
Dios ha apelado a la humanidad a través de los profetas, a través de la Biblia, a través de la Iglesia. “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?...” (Isaías 55:2). Pero la serpiente sigue activa, ofreciendo abundantes razones para saciar esa hambre con cualquier cosa que no sea la sumisión a Dios: comodidad, entretenimiento, lujuria, drogas, éxito empresarial, poder político, exploración y grandes hazañas. Algunas proporcionan un torrente temporal de euforia, pero ninguna satisface.
Pero ésta no es la historia completa. Una vez que el hombre recibe el Espíritu Santo, ¿deja de tratar de alcanzar las estrellas?
Absolutamente no. Dios creó al hombre con una mente similar a la de Dios. Una que puede aprender a actuar, pensar y razonar con Dios. Y nos creó con un potencial casi increíble: uno que en realidad se extiende más allá de los confines de este planeta.
Dios mismo tiene grandes planes para “plantar los cielos” y poblar el universo (Isaías 51:16 [vkj]; 45:18). Romanos 8:22 nos dice que el universo entero está gimiendo, esperando que esos planes se cumplan a través de la humanidad.
Jesucristo dijo que Él y Su Padre están trabajando constantemente (Juan 5:17). Eso es inherente al carácter y la naturaleza de Dios: Él quiere expandir Su Familia sin límites. El hambre insaciable del alma que Dios creó nos impulsará a explorar las estrellas, pero pronto la humanidad no intentará emprender este proyecto por su cuenta. En su lugar, esa hambre nos impulsará hacia Dios por Su Espíritu y carácter. Y entonces, una vez que estemos sintonizados y sometidos a nuestro Creador, entonces Él podrá utilizarnos en Su interminable proyecto de expansión que se extenderá hacia el universo sin límites.