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Por fin, el gobierno israelí que Obama siempre quiso
Después de asumir el cargo presidencial estadounidense, Joe Biden tardó cuatro semanas en llamar al entonces primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Sin embargo, el domingo 13 de junio, Biden no esperó ni cuatro minutos para felicitar al sucesor de Netanyahu, Naftali Bennett.
Contrariamente a lo que los medios de comunicación israelíes estaban difundiendo antes de la ceremonia de investidura en la Knesset, Netanyahu no organizó una insurrección, ni inició una guerra en contra de Hamás, para hacer fracasar la coalición de Bennett antes de la votación. En cambio, hubo una transición de poder pacífica y visible. Tras algunos discursos feroces en la Knesset, Netanyahu cambió de escaño para convertirse en el líder de la oposición.
La administración Biden, y casi la mitad de Israel, no podían estar más contentos.
En la plaza Rabin de Tel Aviv la gente festejó toda la noche con alegría y lágrimas. El cambio de poder del domingo fue un final muy emocionante en la lucha de una década para expulsar al villano principal de la derecha israelí.
La cantante Achinoam Nini (también conocida como Noa) simbolizó el estado de ánimo de la multitud cuando subió al escenario cantando una versión de “We Will Rock You”. Luego añadió: “Nos deshicimos de Amán”, comparando a Netanyahu con el funcionario persa del siglo v a. C. que se propuso eliminar a los judíos del mundo conocido. Así de grande es el odio entre algunos de los que querían que Netanyahu se fuera.
"We got rid of Haman" - what the left thinks of Netanyahu. Likening him to the 5th-century Persian official that tried to wipe out the Jewish race. https://t.co/i3QtiRKJPL
— Brent Nagtegaal (@BrentNagtegaal) June 14, 2021
El desprecio de la administración Biden hacia Netanyahu no se demostró en ningún comentario sarcástico contra el ex primer ministro, sino que fue muy evidente por la forma en que se abrazó de inmediato al nuevo gobierno.
En una jugada perfectamente orquestada, las felicitaciones oficiales del equipo de Biden ocurrieron mientras la noche aún era joven.
“En nombre del pueblo estadounidense, felicito al primer ministro Naftali Bennett, al primer ministro suplente y al ministro de Asuntos Exteriores Yair Lapid, y a todos los miembros del nuevo gabinete israelí”, dijo Biden en un comunicado. “Espero trabajar con el primer ministro Bennett para reforzar todos los aspectos de la estrecha y duradera relación entre nuestras dos naciones”.
Inmediatamente después, hizo una llamada telefónica personal a Bennett.
El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, emitió su propia declaración de felicitación para Bennett, e inmediatamente después llamó a Lapid. Tras la ceremonia de juramento, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, también habló con su homólogo israelí, el ministro de Defensa Benny Gantz.
El mensaje era claro: la administración Biden respalda firmemente este gobierno israelí sin Bibi. Es lo que siempre han querido. Y al decir siempre, me refiero a que es por lo que Barack Obama luchó con ahínco durante su mandato.
Es comprensible. Para la administración Biden, Netanyahu representaba el principal obstáculo que frenaba la visión de Obama de un Oriente Medio radicalmente reestructurado. Durante seis largos años, Netanyahu se opuso a la antagónica administración de Obama cuando ésta pretendía deteriorar los lazos con Israel y los Estados del Golfo en favor de los islamistas radicales de la rama persa o de la Hermandad Musulmana en Egipto. El reproche de Netanyahu comenzó en privado pero luego estalló en público para contrarrestar las mentiras del acuerdo nuclear con Irán.
Llena de los mismos chicos de Obama, la administración de Biden sigue trabajando para terminar lo que Obama intentó conseguir en sus dos primeros mandatos.
Una parte fundamental de la estrategia era deshacerse de Netanyahu, el único líder internacional que no temía exponer públicamente el trato favorable que se le daba a Irán y las acciones hostiles hacia Israel por parte de la administración de Biden.
El domingo nos hicimos una idea de lo que Israel extrañará de Netanyahu cuando pronunció su último discurso como primer ministro desde el podio de la Knesset.
“El primer ministro de Israel tiene que ser capaz de decir no al presidente de Estados Unidos en cuestiones que amenazan nuestra existencia”, dijo Netanyahu. Y luego se refirió a su discurso de 2015 ante el Congreso, en el que destruyó los méritos del acuerdo nuclear de Obama ante el pueblo estadounidense. Entonces Netanyahu añadió: “¿Quién lo hará ahora? ¿El primer ministro Yair Lapid? (...) Este gobierno no quiere y no es capaz de oponerse a Estados Unidos”.
Netanyahu continuó: “La nueva administración estadounidense me pidió que guardara nuestros desacuerdos sobre el acuerdo nuclear con Irán en secreto, y que no los compartiera públicamente. Les dije que no iba a actuar así”. Luego, comparó los esfuerzos de EE UU por volver a entrar en el acuerdo nuclear con Irán con la decisión del presidente estadounidense Franklin Roosevelt de no bombardear las vías férreas hacia Auschwitz en 1944.
“Estuvimos esperando a que otros nos salvaran, y nunca lo hicieron. Ante la amenaza de aniquilación, no teníamos ningún salvador (...) en aquel entonces no teníamos un país y tampoco un ejército. (…) Pero hoy tenemos una voz, tenemos un país y tenemos una fuerza de defensa”.
Y sin embargo, a pesar de todo su poderío militar, es difícil imaginar que alguien de este nuevo gobierno tenga el valor de exponer públicamente a la administración Biden.
En sus propias declaraciones ante la Knesset, Naftali Bennett afirmó que el reproche abierto hacia Estados Unidos no será la política de su gobierno: “Apreciamos mucho el apoyo de Estados Unidos, nuestro mejor amigo. Mi gobierno se esforzará por profundizar y alimentar las relaciones con nuestros amigos de ambos partidos (bipartidistas). Si hay disputas, las gestionaremos con la confianza fundamental y el respeto mutuo”.
Los comentarios de Bennett serían perfectamente aplicables a cualquier administración estadounidense normal. Pero no a una que se opone fundamentalmente al fortalecimiento del Estado de Israel.
Este contraste de estilos entre la administración saliente y la entrante sobre cómo negociar con EE UU es indicativo del gran cambio que se produjo con la destitución de Netanyahu.
Naftali Bennett sólo será primer ministro durante dos años, después pasará a Yair Lapid. De hecho, Bennett sólo es primer ministro porque Lapid le ofreció el puesto para que se uniera a la coalición para desbancar a Netanyahu. La oferta era demasiado buena para que Bennett la rechazara. Así que rompió la promesa que le hizo a sus electores de derecha y se unió al gobierno.
Sin embargo, el verdadero poder detrás de este gobierno es Lapid. Su partido Yesh Atid fue el segundo partido con más votos en las últimas elecciones y, como tal, se convirtió en el arquitecto principal detrás de la formación de la coalición.
Como explicó Yair Rosenberg la semana pasada en Tablet, “esta es la coalición de Yair Lapid, todos los demás sólo viven en ella. La coalición fue negociada por Lapid y la gran mayoría serán ministros de centro e izquierda. El gobierno dependerá de los votos de un partido árabe para seguir existiendo. En otras palabras, Lapid equipó a Bennett con una camisa de fuerza dorada, entregándole las riendas del poder sin la capacidad de ejercerlo plenamente”.
En otras palabras, Israel tiene ahora un primer ministro de derecha sin ningún poder para ejercer valores conservadores. Bennett está totalmente sometido a la doctrina de Yair Lapid si quiere conservar su puesto. Y como llegó a la cima a base de mentiras, Lapid no puede causar problemas en el gobierno porque probablemente nadie volverá a votar por él.
Y comparando a Lapid con el sistema político estadounidense, Lapid es lo más demócrata que uno pueda encontrar. Como tal, este será un gobierno cuyas políticas estén bien alineadas con la base del Partido Demócrata de Estados Unidos.
El estratega de la campaña de Lapid desde hace mucho tiempo es Mark Mellman, a quien John Kerry utilizó para su campaña presidencial de 2004, al igual que otros líderes demócratas, entre ellos el ex líder de la mayoría del Senado, Harry Reid. En 2019, Mellman fue sustituido por Joel Beneson, el propio estratega de Obama, para asesorar a Lapid y Azul y Blanco. Tras la ruptura de Azul y Blanco, Mellman volvió a asesorar a Lapid.
En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, Lapid lleva mucho tiempo en desacuerdo con el enfrentamiento de Netanyahu con Obama. En 2014, como antiguo miembro del gobierno de Netanyahu, Lapid estableció sus propios canales secundarios para hablar con funcionarios de Obama, incluyendo a John Kerry y al embajador Dan Shapiro. Finalmente, el trato de puerta trasera de Lapid con la administración de Obama hizo que Netanyahu disolviera la coalición con Lapid y disolviera el gobierno.
Sin duda, ahora en 2021, la administración Biden-Obama no podría estar más contenta de que Lapid lleve las riendas del poder en Israel.
Al mismo tiempo, como testaferro de la derecha, Naftali Bennett proporcionará la justificación perfecta para continuar con la posición antiisraelí de la administración Biden, así como con la narrativa hostil de los medios de comunicación internacionales contra el Estado judío.
Paralelamente, Yair Lapid, con el apoyo de los medios de comunicación israelíes, los académicos y un Tribunal Supremo sin escrúpulos, empezará a sustituir los valores tradicionales del Estado judío, basados en la Biblia, por los “valores democráticos” de la élite israelí.
A corto plazo, se trata de un giro horrible para el futuro de Israel.
Sin embargo, hasta cierto punto se entiende por qué muchos israelíes están dispuestos a darle una oportunidad a este gobierno.
Incluso para aquellos que no están de acuerdo con todos los valores izquierdistas de Lapid, podría valer la pena apoyar a su gobierno para intentar sanar la ruptura entre Estados Unidos e Israel.
Los israelíes anhelan volver a la era del apoyo bipartidista con Estados Unidos, incluso si eso significa arriesgarse a ser dirigidos por un gobierno izquierdista.
Durante los últimos 40 años, Estados Unidos ha sido el aliado más cercano y poderoso de Israel. Más que una relación de conveniencia, el vínculo entre Estados Unidos e Israel es una hermandad de valores comunes y una historia compartida. Incluso ahora, es probable que la mayoría de sus ciudadanos sigan compartiendo este vínculo familiar. Para los israelíes de todas las categorías, es doloroso ver esa relación en ruinas.
Deliberadamente, la abrumadora narrativa de los medios de comunicación de ambos países culpa a Netanyahu y a Donald Trump de esa división. Con ambos fuera del poder, se espera que la hermandad pueda retornar.
Sin embargo, como el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, demuestra en su folleto Estados Unidos bajo ataque, el asalto a la hermandad israelí-estadounidense no comenzó con Netanyahu y Trump, sino que tuvo un origen espiritual. Esa hostilidad afloró en la política exterior del presidente Barack Obama quien declaró abiertamente su deseo de “transformar fundamentalmente a Estados Unidos”. Al hacerlo, era sólo cuestión de tiempo que transformara fundamentalmente la relación con el Estado judío.
Dado que los hombres de Obama están de nuevo en el poder, la hostilidad hacia el Estado judío continuará independientemente de quién dirija a Israel. Sólo que ahora, el hombre que es más consciente de la naturaleza de esta lucha ha sido removido del poder. Estados Unidos no será blando con Israel ahora que el gobierno de Lapid está en el poder. La pregunta entonces es, ¿hasta dónde estará dispuesto a llegar Yair Lapid para apaciguar a un Estados Unidos cada vez más hostil?
Como escribió el Sr. Flurry el mes pasado, es probable que la relación empeore tanto que Israel necesitará que Trump regrese al poder. Quizá Netanyahu también regrese al poder al mismo tiempo.
Sin embargo, la Biblia declara que en los tiempos del fin esta hermandad entre Israel y Estados Unidos se terminará. Como documentó el editor ejecutivo de la Trompeta, Stephen Flurry, en “Band of Brothers” [Banda de hermanos, disponible solo en inglés], el Estado de Israel y Estados Unidos son los descendientes modernos de dos de las antiguas tribus del Israel bíblico. Ambas naciones fueron elegidas por Dios para ser receptoras de algunas de las promesas más preciosas jamás dadas al hombre. Y debido a esta historia compartida con Dios, ambas naciones están bajo un creciente ataque desde dentro y desde fuera.
Para entender por qué el futuro de estas naciones está cada vez más entrelazado, es importante conocer las raíces bíblicas que comparten Estados Unidos y el estado judío de Israel. Si aún no lo ha hecho, pida su ejemplar gratuito del libro más popular de Herbert W. Armstrong, Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, para comprobar los orígenes de estas naciones. También le explicará cómo, muy pronto, Dios hará que la hermandad entre Israel y Estados Unidos sea más fuerte que nunca. ▪
ESTADOS UNIDOS Y GRAN BRETAÑA EN PROFECÍA
La gente del mundo occidental estaría sorprendida y boquiabierta, ¡si lo supieran! Los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australasia y África del Sur pondrían en marcha gigantescos programas de protección, ¡si lo supieran! ¡Ellos podrían saberlo! ¡Pero, no lo saben! ¿Por qué?