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Por favor, recuerde esta revista
Mucha gente dice creer en un Dios de amor. Reconocen fácilmente el amor de Dios al enviar a su Hijo para pagar por los pecados de la humanidad. Pero el Dios del Antiguo Testamento parece ser diferente: todo plagas y castigos y profecías.
Esta revista se enfoca en la profecía bíblica. Gran parte de esa profecía implica tragedia y violencia.
¿Puede usted reconocer al Dios del amor en esas profecías?
A lo largo de la historia, la gente ha considerado que las profecías de Dios no son amorosas. Rechazaron a Sus profetas y muchas veces los ejecutaron. Rechazaron sus advertencias, como muchos aún lo hacen.
Jesucristo condenó a los líderes religiosos hipócritas que decían: “Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas” (Mateo 23:30; Nueva Versión Internacional). ¡Estos mismos hombres conspiraban para matar a Cristo!
En el versículo 34, Cristo profetizó que la gente seguiría rechazando el mensaje de Dios: “Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis…”.
Cristo atrajo a grandes multitudes y curó a innumerables personas. Pero al final de su ministerio, ¿cuántas personas siguieron realmente sus enseñanzas? Sólo 120 (Hechos 1:15).
¿Por qué la profecía, tan odiada por los seres humanos, es tan importante para Dios? Dios es amor (1 Juan 4:8). A través de Su Palabra, Dios nos ama mostrándonos cómo vivir vidas felices, llenas de significado y abundantes. Todo lo contrario conduce a la miseria y a la muerte (Deuteronomio 30:19; Proverbios 10:17). Los seres humanos siempre buscan la felicidad a su manera, contraria a la de Dios. Como Padre amoroso, Él les advierte a dónde conducen sus acciones.
La profecía es la forma que tiene Dios de mostrarnos los resultados finales de nuestras acciones. Por la desobediencia a Su camino, Él profetiza sufrimiento y muerte. Por la obediencia, ¡Él profetiza alegría y larga vida! Es una cuestión de causa y efecto.
En el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, Dios profetiza un sufrimiento y una muerte catastróficos a causa del pecado generalizado. Jesús profetizó sobre ello como un tiempo de “gran tribulación”. Estas profecías son ciertas, pero también lo son las profecías que describen a un pequeño grupo de personas a las que Dios protegerá durante esa prueba (p. ej., Apocalipsis 12:13-14). Estos individuos han escuchado la advertencia de Dios, han aceptado Su corrección y se han apartado del camino de la muerte. El Dios del amor no tiene necesidad de infligirles la Gran Tribulación.
La Trompeta llega a cientos de miles de personas, pero sólo un puñado se ha comprometido con el camino de vida de Dios. Sin embargo, en la Trompeta tenemos una enorme esperanza debido a una profecía de Apocalipsis 7. Justo después de profetizar el sufrimiento masivo sin precedentes de la Gran Tribulación, este libro del Nuevo Testamento profetiza lo siguiente: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas (…) Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (versículos 9, 14).
Incluso durante el horrible período de la mayor ira de Satanás, el Dios del amor sacará de la Tribulación una multitud tan grande que no podrá ser enumerada. Habrán aceptado la corrección de Dios, se habrán arrepentido y habrán sido lavados espiritualmente por la sangre derramada de Cristo, y Dios los protegerá.
Sin duda, serán personas familiarizadas con las advertencias de Dios. Serán personas como usted, que leen las profecías de Dios en la Biblia y en la Trompeta, pero que no actúan en consecuencia hasta que ven que algunas de las peores profecías suceden en realidad. Serán testigos del cumplimiento de pesadilla, paso a paso, de lo que habían leído: desastre económico, cerco de enemigos, guerra civil, ciudades destruidas por armas de destrucción masiva.
Finalmente reconocerán que el Dios de amor les advirtió. Se volverán a Él con un arrepentimiento sincero. Cuando lo hagan, Dios les protegerá misericordiosamente de males mayores. Vivirán para ver el cumplimiento de una profecía aún mayor: el regreso de Jesucristo y el amanecer del Reino de Dios.
Si sigue suscrito a la Trompeta, ve el programa de televisión La Llave de David y encarga libros y folletos pero no hace nada personalmente respecto a las advertencias de la profecía bíblica, en realidad usted está descrito en Ezequiel 33:30-33. Dios le dice a su profeta: “Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra” (versículo 32).
¿Qué elección hará? Si presta atención a la advertencia del profeta de Dios hoy, puede ser protegido. Pero le pedimos que si decide ignorarlo, no lo olvide. Cuando lo experimente, recuerde esta profecía del Dios del amor: “Pero cuando ello viniere (y viene ya), sabrán que hubo profeta entre ellos” (versículo 33). Eso se refiere a usted.
Esperamos y oramos cada día para que usted se encuentre entre los que se arrepienten antes de la Tribulación que Jesucristo profetizó. Pero si no lo hace, recuerde este mensaje. Recuerde, Dios le advirtió en un intento de protegerle. Recuerde, incluso durante esa Tribulación, si usted se arrepiente, Él lo protegerá junto con el resto de esta gran multitud. Esta es una promesa segura, profetizada por el Dios del amor.
recuerde esta profecía del Dios del amor: “Pero cuando ello viniere (y viene ya), sabrán que hubo profeta entre ellos” (versículo 33). Eso se refiere a usted.
Esperamos y oramos cada día para que usted se encuentre entre los que se arrepienten antes de la Tribulación que Jesucristo profetizó. Pero si no lo hace, recuerde este mensaje. Recuerde, Dios le advirtió en un intento de protegerle. Recuerde, incluso durante esa Tribulación, si usted se arrepiente, Él lo protegerá junto con el resto de esta gran multitud. Esta es una promesa segura, profetizada por el Dios del amor.