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Tedros

FABRICE COFFRINI/AFP VIA GETTY IMAGES

¿Podemos confiar en los "expertos"?

La magnitud de las medidas que el mundo está tomando para combatir el coronavirus no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Y estamos basando estas medidas en el consejo de un puñado de expertos. Estas medidas sin duda salvarán vidas que habrían sido cortadas por este virus. Pero también, tienen un costo incalculable para nuestras economías, nuestros modos de vida, nuestras libertades civiles, nuestra cohesión social e incluso nuestra salud mental y física.

Es cierto que este coronavirus en particular parece especialmente contagioso, y supone un riesgo importante para las personas con problemas crónicos de salud. Las proyecciones iniciales de los expertos sobre las tasas de mortalidad fueron sorprendentemente altas, algunas de ellas por decenas de millones.

Sin embargo, los expertos también han estado cometiendo algunos errores bastante espectaculares en sus cálculos, y éstos están siendo subestimados y prácticamente pasados por alto en la respuesta de nuestros gobiernos.

El 3 de marzo, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, hizo este impactante anuncio: “A nivel mundial, alrededor del 3,4% de los casos de covid-19 reportados han muerto. En comparación, la influenza generalmente mata a mucho menos del 1% de los infectados”. Resulta que Tedros estaba asustando al mundo con matemáticas deshonestas. Él basó la tasa de mortalidad de la gripe en el número estimado de personas infectadas con la gripe común cada año. Él basó la alarmante cifra de 3,4% en el número de casos conocidos de coronavirus. La gran mayoría de los infectados nunca se someten a las pruebas. Es un hecho simple y bien conocido, pero Tedros y otros expertos emitieron predicciones de tasas de mortalidad aún más atroces, algunas tan altas como el 4% y el 5%.

Muchos científicos y expertos médicos han presentado modelos, tablas, gráficos e informes aterradores para demostrar que el covid-19 es una catástrofe aun desarrollándose. Para Estados Unidos y Gran Bretaña, el equipo de expertos más autorizado e influyente proviene del Imperial College de Londres. El New York Times escribió el 17 de marzo: “Con vínculos a la Organización Mundial de la Salud y un equipo de 50 científicos, encabezados por un prominente epidemiólogo, Neil Ferguson, el Imperial es tratado como una especie de estándar de oro, y sus modelos matemáticos contribuyen directamente a las políticas gubernamentales” (énfasis añadido en todo el texto).

¿Qué descubrió el “estándar de oro” de la investigación científica acerca del covid-19 y su amenaza a la sociedad? El modelo de Imperial afirmó que sin medidas preventivas, el virus mataría a 510.000 personas en Gran Bretaña y 2,2 millones en Estados Unidos. El Washington Post preguntó: si las naciones del Primer Mundo sufrirán tanto así, ¿qué pasará en el resto del mundo?

El informe de Ferguson del 16 de marzo comenzó diciendo que la amenaza a la salud pública del covid-19 “es la más grave que se ha visto en un virus respiratorio desde la pandemia de la gripe H1N1 de 1918”. Decía que si los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos restringieran drásticamente las libertades de sus ciudadanos, podrían reducir el número de muertes a 260.000 en el Reino Unido y 1,1 millones en Estados Unidos.

“Por último, si el gobierno británico hiciera todo lo posible por suprimir rápidamente la propagación del virus con el objetivo de invertir el crecimiento de la epidemia y reducir el número de casos a un nivel bajo, el número de muertos en el país podría caer por debajo de los 20.000”, declaró el Post. “Para ello, según los investigadores, Gran Bretaña tendría que imponer un distanciamiento social para toda la población, aislar todos los casos, exigir la cuarentena de hogares enteros en los que alguien esté enfermo y cerrar todas las escuelas y universidades”.

La recomendación de los medios de comunicación y los expertos en salud fue: Hagan lo mismo que hizo China: Encierren a su gente. ¿Cuál es su justificación? Es Ferguson y el modelo “estándar de oro” del Imperial College, que tiene “vínculos a la Organización Mundial de la Salud [oms]”, y el Director Tedros, que simultáneamente llama a China un “nuevo estándar” para hacer frente a los brotes.

Ferguson le dijo rotundamente al New York Times: “Basado en nuestras estimaciones y las de otros equipos, realmente no hay otra opción que seguir los pasos de China y reprimir”. Sigan el ejemplo de la China comunista, o millones y millones de personas caerán muertas.

¿Y por cuánto tiempo los gobiernos occidentales tendrían que imponer cierres al estilo comunista? El modelo del “estándar de oro” recomendó hasta 18 meses. Cierres, distanciamiento social de toda la población, ¡e imponer una cuarentena a los enfermos y sus familias durante un año y medio! Aun así, la proyección del recuento de muertes en el Reino Unido sería de 20.000 personas. Según la BBC, este escenario representaba un “buen resultado” para Gran Bretaña.

Los grupos de trabajo del covid-19 en Londres y Washington aceptaron sin objeciones el catastrófico pronóstico de Imperial. Tal como el New York Times opinó: “No fueron tanto los números en sí mismos, por más aterradores que fueran, sino quién los reportó: el Imperial College de Londres”.

El “estándar de oro” había dicho: Enciérrenlos.

Antes que el Imperial hablara, los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos estaban a favor de promover directrices de sentido común: lavarse las manos con frecuencia, estornudar o toser en el brazo doblado, quedarse en casa si se está enfermo, etc. Tanto el Primer Ministro británico, Boris Johnson, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se mostraron reacios a aplicar directrices más estrictas. Luego, durante el fin de semana del 14 y 15 de marzo, las administraciones de Trump y Johnson fueron informadas sobre el pronóstico del Imperial College. El repentino y profundo impacto que este modelo tuvo en ambos países y en el mundo fue desastroso.

El 16 de marzo, el grupo de trabajo covid-19 del presidente Trump lanzó su campaña de 15 días para “detener la propagación”. Durante la sesión informativa, el presidente hizo hincapié en las directrices de sentido común, pero también advirtió a todos los estadounidenses que evitaran las reuniones de más de 10 personas y eliminaran los viajes no necesarios; también pidió a los ancianos y a las personas vulnerables que se pusieran en cuarentena.

El Primer Ministro Johnson aconsejó al público británico a tomar medidas más drásticas para detener la propagación. Después de su discurso público, el equipo de Johnson informó a los reporteros fuera de cámara acerca de “números sorprendentes de algunos de los principales modelistas británicos de enfermedades infecciosas”; ésta sería la predicción de 20 páginas de Neil Ferguson de 2,7 millones de víctimas sólo en EE UU y en Gran Bretaña. Según el Washington Post, el pronóstico de Ferguson fue “rápidamente aprobado por el gobierno de Johnson” y “también influyó en la planificación de la administración Trump”.

En la sesión informativa de Trump en Washington, la Dra. Deborah Birx se refirió a los modelos en los que el grupo de trabajo sobre coronavirus había estado trabajando con “grupos en el Reino Unido”. Fue el pronóstico de Ferguson, escribió el New York Times, el que “desencadenó un cambio repentino” en la “respuesta comparativamente relajada de Estados Unidos y Gran Bretaña al virus”. Por lo tanto, fue el modelo del Imperial College, basado esencialmente en el modelo de la OMS, el cual se basó esencialmente en el modelo de la China comunista, el que “empujó” a EE UU y al Reino Unido a tomar las medidas que transformarían fundamentalmente a EE UU y a Gran Bretaña de un modo que una enfermedad contagiosa jamás podría hacerlo.

En Estados Unidos, el cambio fue rápido. El 10 de marzo, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, dijo que para la mayoría de las personas, esta enfermedad “básicamente actúa como un resfriado común o gripe” y que los ancianos y los enfermizos eran los más vulnerables. Él dio directrices de sentido común para que los residentes de la ciudad recuerden proteger a los ancianos. Pero en general, los neoyorquinos son “bastante resistentes”, dijo, y añadió que “no podemos encerrarnos a causa de un temor innecesario”. Sólo cuatro días después, este mismo alcalde dijo que su personal estaba en “situación de crisis total” y había entrado en una “dinámica de tiempo de guerra”. Muchos gobernadores de estados y alcaldes de ciudades siguieron un patrón similar.

Ellos estaban siguiendo a los expertos.

El 21 de marzo, Medium publicó un artículo cuestionando muchas de las predicciones para covid-19. Para el autor Aaron Ginn (un tecnólogo del Silicon Valley sin antecedentes en medicina o enfermedades infecciosas), los números no cuadraban. Él señaló el hecho establecido de que a medida que más personas se hicieran las pruebas para detectar el virus, la tasa de mortalidad inevitablemente disminuiría. Estados Unidos y Alemania son los países que más se han sometido a pruebas de detección de la enfermedad y tienen tasas de mortalidad del 1,7 y 0,78 por ciento en el momento de escribir este artículo. Estas tasas eran más altas que las de la gripe estacional, pero nada parecido a lo que Tedros predijo el 3 de marzo.

A medida que surge más información sobre la crisis del covid-19, no es Ginn quien está demostrando estar equivocado, sino los expertos en salud pública.

El 25 de marzo, sólo nueve días después de publicar su espantoso informe, Neil Ferguson dijo a los miembros del Parlamento británico que el número de muertes en el Reino Unido podría terminar siendo “sustancialmente inferior” a 20.000. Además, testificó que el impacto general en las muertes en el Reino Unido este año podría ser insignificante, porque de todos modos, la mayoría de las víctimas del covid-19 habrían muerto de otras complicaciones de salud.

Si Ferguson hubiera dicho algo de esto sólo unos días antes, él podría haber evitado que EE UU y Gran Bretaña se lanzaran de cabeza al abismo gubernamental y financiero.

Incluso con su pronóstico recientemente revisado, Ferguson cree que el gobierno del Reino Unido hizo bien en cerrar. Dijo que probablemente salvó al Servicio Nacional de Salud [nhs] del desastre, pero reconoció que debido al impacto económico, estaremos pagando por esto “durante las siguientes décadas”.

En algún momento, el covid-19 desaparecerá. Pero la “cura” permanecerá.

Al día siguiente que Ferguson retrocedió silenciosamente de su modelo Imperial, otro estudio en EE UU recibió mucha atención. Se titulaba: “Muertes por el virus en EE UU podrían superar las 80.000 a pesar del confinamiento”. Con la mayor parte de EE UU ahora siguiendo atentamente al rastreador de muertes diarias, este estudio fue usado para incitar más miedo e histeria. Sin embargo, la verdad detrás del titular es que representaba otro rápido retroceso de las proyecciones originales de una devastación similar a la gripe española. Ochenta mil muertes por coronavirus no es una repetición de la pandemia de 1918. Es más comparable a la feroz temporada de gripe de 2017 / 2018, cuando 45 millones de estadounidenses fueron infectados, 810.000 fueron hospitalizados y 61.000 murieron (tasa de mortalidad de 0,14 por ciento). Eso ocurrió hace dos años. Y a nadie le importó.

Los periodistas también se retractaron. Sanjay Gupta, de la cadena cnn, dijo el 27 de marzo: “La gran mayoría de las personas, incluso si son ancianas, no van a necesitar hospitalización. La gran mayoría se va a recuperar. La gran mayoría no va a morir”. Sólo una semana antes, Gupta había dicho que los hospitales de EE UU no estaban preparados para lo que estaba a punto de suceder. Y la semana anterior, Gupta se basó en estudios de casos en China que indicaban que el 5% de los infectados terminaban gravemente enfermos cuando él declaró a covid-19 como una pandemia.

Incluso el propio experto médico del presidente Trump, Anthony Fauci, que originalmente había dicho que el covid-19 era “10 veces más letal” que la gripe común, escribió en el New England Journal of Medicine del 26 de marzo: “Cuando se asume que el número de casos asintomáticos o mínimamente sintomáticos es varias veces mayor que el número de casos reportados, la tasa de fatalidad puede ser considerablemente menor al 1%. Esto sugiere que las consecuencias clínicas generales del covid-19 pueden ser, en última instancia, más parecidas a las de una gripe estacional severa (...) o a una gripe pandémica”.

A medida que los expertos bajaban silenciosamente el alto número de muertes que inicialmente proclamaron, el Presidente Trump decía que EE UU necesitaba volver al trabajo pronto. Pero Fauci fue rápido a los medios, diciéndoles que EE UU podría perder de 100.000 a 200.000 personas incluso bajo un estricto encierro. El Presidente extendió entonces las directrices de distanciamiento social hasta finales de abril. Como ven, los expertos tienen la razón, aun cuando se equivocan espectacularmente.

Hay muchísimas cosas que asimilar y aprender de este fenómeno del coronavirus. Pero aquí hay algo importante en que detenerse y reflexionar: “Maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).

La gente común, los líderes e incluso los expertos de todo el mundo se están volviendo locos tratando de encontrar a alguien en quien depositar su confianza. Están confiando en el hombre.

Obviamente, si un experto ha estudiado las enfermedades infecciosas mucho más que usted, es prudente hacer caso de lo que él tenga que decir. Pero también es sabio recordar que él podría estar mal informado. Que puede estar prejuiciado. Puede estar equivocado. Es más sabio confiar en el Experto que creó la biología

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