GETTY IMAGES
No hay nada mejor
“T enéis a los pobres siempre con vosotros”, dijo Jesucristo. Eso es tan cierto hoy como lo fue entonces. Ya se trate de la difícil situación de la gente en los centros urbanos, en las zonas rurales de los Apalaches o al otro lado de la frontera, la pobreza es un problema grave incluso en Estados Unidos de Norteamérica, el país de las oportunidades. Problemas tan graves como la falta de vivienda, la adicción y otros tienen su origen en la pobreza. ¿Cuál es el origen de la pobreza? No en todos los casos, pero en muchos se debe a una mala ética laboral .
La mala ética laboral, la pereza y la negativa a asumir responsabilidades y rendir cuentas están causando problemas masivos, incluso en la nación más rica de la historia. Conducen a una mayor intervención y asistencia social del Gran Gobierno, incluso a la sustitución del gobierno constitucional por el comunismo.
“El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar. Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano” (Proverbios 21:25-26). El deseo de una vida sin trabajo es autodestructivo. Cuando el perezoso ve a otros cosechar los frutos de su trabajo duro, le entran los celos. Sin embargo, no quiere seguir el buen ejemplo de esos trabajadores esforzados; codicia el dinero y elige “líderes” que satisfacen su mentalidad con grandes promesas.
Dios tiene una solución mucho mejor, tanto a nivel nacional como individual. La Biblia describe vívidamente los beneficios reales y tangibles del trabajo duro y la responsabilidad personal. Se refiere al trabajo y la labor casi 800 veces. Deja claro que Dios recompensa con creces el trabajo duro. “La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece” (Proverbios 10:4).
El trabajo duro a menudo conduce a la riqueza, pero incluso cuando no es así, hay beneficios. Proverbios 14:23 dice: “En toda labor hay fruto; Mas las vanas palabras de los labios empobrecen”. Parte de ese beneficio viene en forma de dinero, pero gran parte viene en otras formas, lo cual es mucho más beneficioso, ya que las riquezas “como alas de águila (…) volarán al cielo” (Proverbios 23:4-5). Circunstancias ajenas a su voluntad pueden arrebatarle su riqueza. Pero hay mayores motivaciones para trabajar duro.
“No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. (…) Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte…” (Eclesiastés 2:24; 3:22). Dios quiere que usted vuelva a casa después de un día de trabajo duro sintiéndose realizado y tomándose tiempo para rejuvenecer. Salomón escribió que no hay cosa mejor.
Tanto el trabajo físico como el mental producen sensaciones agradables. Trabajar todo el día en la intemperie produce una sensación de cansancio satisfactoria y un mayor aprecio de la próxima noche de descanso. Esforzarse por concentrarse en algo que merezca la pena y eliminar las distracciones para completar un proyecto provoca un delicioso tipo de fatiga mental, que también hace que una buena noche de sueño sea aún más satisfactoria. Y cuando se dedica a trabajar duro y no a estar ocioso, con celos y en chismes, muchos problemas para relacionarse se solucionan por sí solos. Dios no nos creó para buscar la facilidad y el ocio, sino para producir, descansar y producir más.
Cuando uno se entrega al ocio en lugar de trabajar, no consigue nada, descuida sus responsabilidades, se ve obligado a intentar recuperar el tiempo perdido y se siente estresado e insatisfecho.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo dio esta fuerte advertencia: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. (…) Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence” (2 Tesalonicenses 3:10-12, 14; vea también 1 Tesalonicenses 4:11-12).
Esta es la directiva del Creador de los seres humanos: ¡Si usted no trabaja, no come! Siendo así, muy pronto ¡se pondrá a trabajar! Pero la actitud que impregna a Estados Unidos y al resto del mundo es evitar el trabajo y seguir comiendo, lujosamente si es posible. ¿De dónde viene esa actitud? Vea 2 Corintios 4:4, Efesios 2:2 y Apocalipsis 12:9.
La máxima motivación para trabajar duro no es sólo la satisfacción inherente derivada de ello. Motívese a trabajar para poder obedecer a Dios y llegar a ser como Él. Trabajar es tan importante, que Él lo incluyó en el Cuarto Mandamiento: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra” (Éxodo 20:9). Los mejores trabajadores son Dios Padre y Jesucristo. Cristo dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17).
Trabajar duro permite a Dios construir Su carácter en nosotros. Cuando trabajamos, Dios provee nuestras necesidades y muchos de nuestros deseos. Trabaje duro en esta vida, tratando de llegar a ser como su Padre, como lo hizo Jesucristo. Entonces tendrá el carácter para ayudar a Dios, cuando Él establezca Su gobierno en la Tierra, para enseñar a toda la humanidad las innumerables bendiciones del trabajo duro.