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Nacionalizando a la familia
Nacionalizando a la familia
Imagine un mundo con igualdad perfecta de ingresos. Nadie nace rico ni pobre. Los padres no pasan sus riquezas a sus hijos. La riqueza es distribuida por igual a la comunidad en general.
En dicho mundo, ningún niño recibe injustamente una educación peor que sus compañeros. Todos los niños reciben educación gratuita con un currículo estandarizado y se reúnen en un solo lugar para aprender.
En un mundo con igualdad de ingresos, la brecha salarial entre hombres y mujeres desaparece. Nadie se siente obligado a hacer las tareas domésticas de forma gratuita mientras que su cónyuge obtiene un ingreso fuera del hogar. De hecho, la labor doméstica es una industria social con profesionales remunerados, lo que permite que todos se enfoquen en sus carreras.
En este mundo, el cuidado y la educación de los niños se desarrollan en guarderías comunitarias. Todos los niños de padres casados o no, están al cuidado de adultos profesionales, imparciales y remunerados. Los niños en hogares de dos padres, donde la madre intensifica la educación de sus hijos, ya no tendrán ventajas sociales sobre otros niños.
Los hombres y mujeres ya no enfrentan las presiones de intentar que sus matrimonios funcionen por el bien de sus hijos. El bienestar de los niños es responsabilidad de la comunidad, así que los padres gozan de libertad para divorciarse por cualquier razón que elijan. La institución del matrimonio está separada de cualquier conexión social o económica y es una asociación a voluntad basada solamente en una atracción romántica y sexual.
En un mundo libre de desigualdad de ingresos, la familia no es el componente básico de la sociedad. En lugar de eso, las funciones sociales que la familia proveía tradicionalmente, están ahora “nacionalizadas” en manos del estado.
Si este mundo de igualdad de ingresos parece distante o muy descabellado ahora, mientras más lea sobre él, más familiar lo sentirá.
El origen de la familia
El filósofo alemán Friedrich Engels enseño esta visión utópica de una gran manera.
Engels rechazó la tradición religiosa de que Dios estableció la unidad familiar de un hombre y una mujer. Él creía que cuando las especies animales evolucionaron en seres humanos, sus sociedades tempranas participaron en una amplia gama de relaciones sexuales, incluyendo poligamia, grupos maritales y sexo promiscuo. Este era el verdadero estado natural de la familia, decía él.
En 1884, Engels publicó un libro titulado El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Él argumentó que la evolución de la familia comenzó cuando los machos humanos dejaron de inseminar indiscriminadamente a toda hembra en la tribu y empezaron a dirigir su energía reproductiva hacia grupos más pequeños de hembras.
Engels dijo que no fue sino hasta la revolución agrícola que “el hombre tomó el mando en el hogar” y la mujer llegó a ser “esclava de su lujuria y un simple instrumento para la producción de hijos”.
Engels audazmente señaló a los matrimonios tradicionales como una franca prostitución; una relación donde las mujeres intercambian sexo y trabajo doméstico por seguridad financiera. Él argumentó que el único propósito del matrimonio monógamo es permitir que los hombres sepan cuales hijos les pertenecen y así poder pasar su propiedad privada a sus propios descendientes.
La solución de Engels a esta opresión patriarcal motivada por la propiedad privada fue eliminar la propiedad privada y hacer todas las posesiones propiedad de la comunidad entera.
“Con la transferencia de los medios de producción hacia la propiedad común, la familia individual deja de ser la unidad económica de la sociedad,” escribió Engels. “La faena doméstica privada se transforma en una industria social. El cuidado y la educación de los niños llega a ser un asunto público; la sociedad se encarga de todos los niños por igual, sean ellos legítimos o no”.
El análisis de Engels concluyó que “la primera condición para la liberación de la esposa es traer todo el sexo femenino de regreso a la industria pública, lo que a su vez exige la abolición de la familia monógama como unidad económica de la sociedad”. Puesto que los niños en tal sociedad serían cuidados por el estado, todas las relaciones entre un hombre y una mujer se basarían exclusivamente en el “amor sexual individual”.
Engels enseñó que la abolición del flagelo de la propiedad privada conduciría a la extinción de la opresiva estructura familiar tradicional. Sus discípulos decían que el “amor libre” y la “emancipación sexual” eran virtudes cuya introducción debía fomentarse en un mundo donde la familia monógama ya no es más la “unidad económica de la sociedad”.
La implementación del sueño
La visión de una sociedad utópica que Engels enseñó alcanzó gran popularidad. Se extendió quizás más que cualquier otra ideología de sus días. Tres décadas después de su muerte en 1895, sus teorías sobre la economía y la familia se habían extendido por toda Asia y Europa oriental. Rusia abolió los derechos de propiedad privada en 1917 y obligó a tantas mujeres como fue posible a salir del hogar hacia las fábricas y otras profesiones. Comenzando en 1918, el gobierno puso en marcha una revolución sexual a nivel nacional despenalizando la homosexualidad, legalizando el divorcio sin culpa y reconociendo la cohabitación sin matrimonio como jurídicamente igual al matrimonio registrado.
La visión utópica de Engels se había vuelto realidad. En 1920 Rusia se convirtió en el primer país del mundo en proveer abortos gratuitos a quien lo solicitara. Los burócratas de gobierno estaban reemplazando la labor no remunerada de las mujeres en el hogar con una sociedad de comedores comunitarios, guarderías infantiles y lavanderías públicas.
La familia rusa comenzó a extinguirse como estaba previsto. Pero luego surgió un problema. Millones de niños quedaron abandonados por los millones de hombres y mujeres “sexualmente emancipados”. Enfrentado a una crisis económica, el gobierno ruso dio marcha atrás a la implementación de la visión de igualdad.
Otras naciones en Asia y Europa oriental también se propusieron audazmente abolir “la familia monógama como la unidad económica de la sociedad” en la búsqueda de una igualdad de ingresos perfecta. A partir de 1949, el gobierno chino comenzó a promulgar políticas destinadas a reducir la importancia económica de la familia. Los padres fueron presionados a poner a sus hijos en guarderías estatales para que ambos cónyuges pudieran trabajar fuera del hogar. Se animaba a las personas a comer en cafeterías estatales para que los hogares no necesitaran una cocina familiar.
Sin embargo, al igual que en Rusia nada reemplazó exitosamente la unidad económica basada en la familia. La nación cayó en una crisis económica, y el gobierno chino dio marcha atrás a la visión de igualdad perfecta de ingresos.
La gente que vivía en el mundo occidental vio estas catástrofes en Rusia, China y otros lugares, y las aceptaron como prueba de que el gran ideal utópico de total igualdad de ingresos era un fracaso ideológico.
Pero la visión siguió viva. Un filósofo llamado Antonio Gramsci estaba convencido de que un mundo con igualdad perfecta de ingresos era aún posible. Durante los años en que el gobierno ruso reestructuraba la sociedad, Gramsci emergió como un pensador influyente en Italia. Puesto en prisión en 1926 por el dictador italiano Benito Mussolini, Gramsci pasó 11 años en la cárcel escribiendo una antología de teorías políticas que llegaron a ser llamadas los Cuadernos de la prisión. Esta antología era una colección de estrategias sobre cómo las clases bajas podrían traer a la vida la visión de Engels; no en Oriente sino en Occidente.
Occidente había rechazado rotunda y estridentemente los métodos de Engels, sus ideas e incluso su visión, pero Gramsci fue perseverante. En sus Cuadernos de la prisión, Gramsci evaluó la estrategia de Engels de revolución violenta, toma de control del gobierno y el subsecuente debilitamiento de la familia. Él dijo que este método funcionó solo en civilizaciones autoritarias orientales como Rusia. Como el pueblo de tales civilizaciones ya era dependiente del gobierno para su sustento, todo lo que ellos necesitaban era un golpe de estado para establecer un gobierno diferente.
En las repúblicas occidentales, sin embargo, la situación era diferente. La gente no dependía del gobierno; ellos dependían de sí mismos. Incluso un exitoso golpe de estado contra el gobierno fracasaría en promover la igualdad de ingresos porque la gente la rechazaría por sus creencias religiosas cristianas, sus nociones culturales sobre un gobierno limitado, y por su apego a la familia.
En Occidente, Gramsci argumentó, se tendría que destruir a la familia primero, y luego se podría tomar el control del gobierno. Gramsci argumentó que la cultura que apuntalaba la civilización occidental tendría que ser transformada fundamentalmente antes que la clase trabajadora pudiera capturar el poder del estado. En lugar de librar un violento golpe de estado contra el gobierno, Gramsci abogó por una estrategia de infiltración de la cultura Occidental. Él llamó este plan para establecer la hegemonía cultural a través de la infiltración y la subversión, la “Revolución pasiva”.
Según los Cuadernos de la prisión, un golpe de estado que ocurriera antes de que fueran destruidas las “fortalezas y terraplenes” de la sociedad civil, rápidamente sería derrocado por contrarrevolucionarios. Tomarían el control del gobierno, y la gente simplemente lo rechazaría y elegiría otro igual al que tenían antes. La única manera de derrocar permanentemente a esos contrarrevolucionarios era establecer una “contracultura”.
La revolución sexual
Inspirados por la obra de Friedrich Engels, un grupo de individuos en el Instituto para la Investigación Social en la Universidad de Goethe en Frankfurt, Alemania, ideó un plan para ejecutar la gran visión de Engels usando los métodos psicológicos de Sigmund Freud. Aplicando las teorías de Freud sobre la represión sexual a la economía, estos educadores identificaron la causa raíz que inhibía a los occidentales de aceptar la revolución económica: Las creencias judeocristianas relacionadas con el sexo.
Un famoso estudiante de Freud fue el psicoanalista Wilhelm Reich, a menudo apodado como el “padre de la revolución sexual”. En su libro de 1936 titulado La revolución sexual, Reich argumentó que la emancipación sexual conduciría a un “desahogo psicológico” y un cambio económico positivo.
El primer borrador de La revolución sexual informaba sobre los cambios sociales que Reich observó en un viaje a Rusia en 1929. El desmantelamiento de la estructura familiar rusa impresionó profundamente a Reich. Él lo vio como un gran paso hacia la igualdad económica. Reich advirtió que la repenalización de la homosexualidad o la repenalización del aborto o cualquier otro intento por dar marcha atrás a los cambios sociales que él observó, finalmente conducirían a “la desaparición de la revolución”.
Al igual que Engels y Gramsci, Reich creía que la familia como pilar de la sociedad tenía que ser abolida. Él creía que los matrimonios monógamos atrapaban a la gente en una relación exclusiva como un precio por la seguridad financiera. Por lo tanto, la liberación de la moralidad judeocristiana liberaría a la gente de la dependencia económica en la unidad familiar. Como Donald De Marco y Ben Wiker escribieron en Arquitectos de la cultura de la muerte, “Reich veía a la familia, con su inevitable autoridad patriarcal, como la fuente principal de la represión. Por lo tanto, la familia tenía que ser desmantelada”.
Mientras que los filósofos de la vieja escuela como Engels pensaron que la familia desaparecería por sí sola una vez que los derechos de propiedad fueran abolidos, Gramsci y Reich creyeron que el concepto de matrimonio monógamo tenía que ser destruido antes de que la revolución económica pudiera ser permanente.
En enero de 1964, la revista Time declaró: “El Dr. Wilhelm Reich podría haber sido un profeta”.
Al igual que Antonio Gramsci, Wilhelm Reich murió antes de que sus teorías se enraizaran profundamente en la sociedad. Pero los escritos de ambos hombres se convirtieron en inspiración clave detrás del movimiento de contracultura de la década de 1960 que se extendió por todo el mundo occidental.
La Nueva Izquierda
En la década de 1960, muchos intelectuales progresistas y activistas estudiantiles se desilusionaron con las tácticas de su vieja ideología. Ellos se habían enfocado en movimientos obreros y lucha de clases, pero necesitaban algo nuevo. Fue así como un grupo de educadores se unieron 1960 para establecer una revista llamada New Left Review (Revista de la nueva izquierda). Bajo el liderazgo editorial de Perry Anderson, New Left Review popularizó las teorías económicas de Engels, Gramsci, Reich y otros.
Estos activistas de la nueva izquierda intentaron cambiar la superestructura de la sociedad moderna implementando un amplio rango de reformas en temas como derechos al aborto, derechos de los homosexuales, roles de género y legalización de las drogas.
El filósofo más influyente del movimiento de la nueva izquierda fue Herbert Marcuse. Marcuse fue un educador del Instituto para la Investigación Social en la Universidad de Goethe. Su obra más famosa, Eros y civilización, reempaquetó muchos principios que Reich esbozó en La revolución sexual. El argumento principal presentado en ambas obras era que la represión judeocristiana del instinto sexual natural de una persona lo esclavizaba a una estructura familiar patriarcal, inhabilitando psicológicamente la aceptación de la liberación económica.
El periodista y editor Ralph de Toledano denominó Eros y civilización “la Biblia del movimiento de la nueva izquierda”.
Al igual que Reich, Marcuse consideraba la homosexualidad como un elemento clave en la lucha para socavar la unidad familiar tradicional. De acuerdo con Una enciclopedia de cultura gay, lesbiana, bisexual, transgénero y homosexual, Marcuse “identificó al homosexual como el abanderado del estándar radical de sexo por placer…”.
Dado que una relación homosexual no tiene roles de género definidos y no puede producir hijos, esta no tiene función social. Este es el tipo de relación que Engels y Reich querían que hombres y mujeres tuvieran entre sí, una asociación donde ambos compañeros son idénticos social, económica, y psicológicamente y en todos los otros aspectos.
Para alcanzar sus objetivos, Marcuse promovió un eslogan acuñado por el estudiante activista Rudi Dutschke: “La larga marcha a través de las instituciones”. ¿Qué instituciones? La tradición, la religión, la moralidad, el matrimonio y especialmente la familia. Sería una campaña larga, un guiño de aceptación a la teoría de Gramsci de la guerra cultural contra la sociedad civil, pero al final reclamaría el precioso premio de la perfecta igualdad de ingresos.
En resumen, los activistas de la nueva izquierda, como Gramsci, creían que Engels había puesto el caballo atrás del carruaje. Engels había argumentado que la abolición de la propiedad privada conduciría a la extinción de la familia. Reich, Marcuse y los activistas de la nueva izquierda dijeron que era al revés. Que la extinción de la familia causaría que la sociedad aboliera la propiedad privada mientras los individuos se volvían más dependientes del estado para su seguridad económica.
El partido demócrata
Una de las principales instituciones culturales seleccionadas por la nueva izquierda fue el partido demócrata de Estados Unidos. Durante la Convención Nacional demócrata de 1968 en Chicago, los Estudiantes para una sociedad democrática (sds) de la nueva izquierda hicieron disturbios contra el candidato Hubert Humphrey quien estaba a favor de la guerra de Vietnam. Tal agitación civil logró empujar al partido demócrata más a la izquierda, llevando a la nominación del candidato presidencial George McGovern en 1972.
McGovern no era en sí un miembro oficial de la nueva izquierda, pero simpatizaba con su plataforma y fue conocido como el candidato del “ácido, la amnistía y el aborto”.
El partido demócrata ahora tenía su ala original, la bancada obrera, y una nueva ala: la bancada de contracultura de la Nueva Izquierda. La división entre estas dos alas debilitó al partido durante la elección de 1972, y llegó a estar asociada más cercanamente con las protestas estilo hippie y los lemas maoístas de la nueva izquierda. La “mayoría silenciosa” de los estadounidenses se volvió muy incómoda, y entró en acción eligiendo al previamente impopular candidato presidencial republicano Richard Nixon.
Pero los activistas del movimiento de nueva izquierda no desaparecieron después de la derrota de McGovern. En cambio, mientras las pasiones de la década de 1970 se enfriaban, muchos estudiantes radicales inspirados por Gramsci migraron hacia dos profesiones en particular: la educación (maestros) y a las organizaciones comunitarias (agitando a grupos de interés especial para provocar disturbios). Como profesores, ellos enseñaron que la narrativa clásica estadounidense sobre la libertad individual y los controles y equilibrios constitucionales eran una máscara para el poder de hombres blancos y ricos europeos.
La mayoría de estos estudiantes activistas abandonaron su frase de batalla “aplasta la monogamia”, pero no abandonaron su ideal. En cambio, usaron medios más sutiles para alcanzar su objetivo de socavar la estructura familiar tradicional.
El organizador comunitario Saúl Alinsky fue fundamental en la reorganización del movimiento de la Nueva Izquierda.
Alinsky criticó al movimiento de la nueva izquierda por quemar banderas, por los eslóganes maoístas y el estilo hippie. Él les recomendó a los estudiantes activistas que se cortaran su cabello, se pusieran traje e infiltraran el sistema desde adentro.
“Si el verdadero radical descubre que tener el cabello largo crea barreras psicológicas para la comunicación y la organización, se corta el cabello”, escribió él en su famoso libro Reglas para radicales. “Como organizador, comienzo desde donde está el mundo, tal como es, no como me gustaría que fuera. (…) Eso significa trabajar dentro del sistema”.
Usando los métodos de Alinsky, los activistas de la nueva izquierda han tenido éxito en abrirse camino hacia posiciones clave en el partido demócrata de hoy. La actual candidata presidencial del partido demócrata Hillary Clinton escribió su tesis de graduación en la Universidad de Wellesley en 1969, sobre los métodos de infiltración cultural de Saúl Alinsky. Una década más tarde, Barack Obama fue entrenado en organización comunitaria en la Fundación de Áreas Industriales establecida por Alinsky en Chicago.
Hoy en día la plataforma del partido demócrata actual es casi idéntica al movimiento de la Nueva Izquierda de la década de 1960.
Como primera dama de Estados Unidos, Hillary Clinton publicó un libro en 1996 titulado It Takes a Village: And Other Lessons Children Teach Us (Se requiere un pueblo: Y otras lecciones que nos enseñan los hijos). La premisa de este libro es que los padres no son los únicos responsables por la educación y cuidado de sus hijos. Más bien, el cuidado y educación de los hijos es en última instancia la responsabilidad de muchas instituciones diferentes, incluyendo profesores, empleados, políticos y agencias del gobierno.
Aunque “Se requiere un pueblo” suena más sencillo que “Abolir la familia” o “Aplastar la monogamia”, la ideología detrás de estas consignas es la misma: si desea igualdad de ingresos, la familia privada debe dejar de ser la piedra angular de la sociedad.
Y así, en la elección de 2016 para el cargo más poderoso en Estados Unidos completamos el círculo; desde la visión de los años de 1840 de Friedrich Engels, y de Karl Marx, su coautor mejor conocido.
Marx y Engels publicaron su visión en un manuscrito conocido como El manifiesto comunista. Antonio Gramsci y Wilhelm Reich fueron ambos miembros de la Internacional Comunista. Herbert Marcuse fue un marxista auto declarado. Saúl Alinsky fue influenciado profundamente por los objetivos ideológicos de Marx y Engels; su desdén por la familia bíblica tradicional sale a flote en uno de los seres al que él dedicó su libro: Lucifer. El presidente Obama y Hillary Clinton prefieren el término “progresista” (un término popularizado en los escritos de Gramsci) para describir su ideología política. El candidato presidencial Bernie Sanders prefería el título “social demócrata”.
A fin de cuentas la etiqueta que estos individuos usen no importa. Lo que importa es la visión que ellos comparten: las funciones de apoyo social que son tradicionalmente realizadas por la familia, deberían ser en cambio realizadas por una agencia del estado.
Ya sea que usted crea o no que esta destrucción de la familia tradicional fue premeditada, no se puede debatir que la redefinición de la familia estadounidense ha llevado a la redefinición del sistema económico de EE UU, así como Reich y Marcuse lo predijeron.
Nacionalizando la familia
Durante los tres siglos entre la llegada de los peregrinos a Plymouth Rock en1620 y el comienzo de la revolución sexual en 1960, Estados Unidos tuvo una de las estructuras familiares más fuertes sobre la Tierra. Debido a que el gobierno no era lo suficientemente fuerte para darle a la gente todo lo que ellos querían, no era lo suficientemente fuerte para quietarle lo que la gente tenía. La libertad abundaba. Las personas dependían de sus familias como una red de seguridad social. Los hombres se casaban y trabajaban para proveer a sus esposas e hijos. Las mujeres eran principalmente educadoras y profesionales de la salud en el hogar. Los padres educaban a sus propios hijos. Los familiares cuidaban de los ancianos y los enfermos. En los pocos casos aislados donde alguien no tenía familia, organizaciones benéficas privadas e iglesias locales intervenían para suplir esa necesidad.
Todo esto cambió con el surgimiento de la Nueva Izquierda y el movimiento de contracultura que ésta inspiró.
La popularización de la pornografía y sexo premarital durante la revolución sexual llevó a socavar el vínculo matrimonial que unía a las familias, provocando una ola de abortos y divorcios. Mientras las mujeres dejaban el hogar en masa para unirse a la fuerza laboral, los niños eran dejados atrás en guarderías locales. A medida que los niños alcanzaban la edad adulta, muchos de ellos abandonaban la idea de matrimonio y familia. Ellos fueron desalentados por el ejemplo de sus padres y estaban bien conscientes de que el sexo fuera del matrimonio ahora era socialmente aceptable.
En 1960, el 72 por ciento de los estadounidenses adultos estaban casados, de acuerdo a la Oficina de censo de EE UU. Para 2014, esta cifra se ha desplomado un poco más abajo del 50 por ciento. A ese punto, por primera vez en la historia, los solteros superan a los adultos casados en EE UU.
Mientras las tasas de matrimonio se desplomaban, los nacimientos fuera del matrimonio se disparaban. Mientras en 1960 el 73 por ciento de los niños en EE UU vivía en un hogar con dos padres heterosexuales, en su primer matrimonio, para 2014 esta cifra se había reducido al 46 por ciento.
Incluso aquellos niños que crecen con padres casados rara vez son criados por una madre ama de casa y un padre que trabaja. Entre 1955 y 2015, el porcentaje de madres en la fuerza laboral con hijos de edades entre 6 y 17 se incrementó del 38 al 74,4 por ciento. Solo uno de cada cinco niños estadounidenses hoy crece en un hogar con un padre que trabaja y una madre ama de casa.
Sin padres masculinos ni madres femeninas como ejemplos, la confusión acerca de los roles de género alcanzó un nivel tal que la gente comenzó a cuestionar cada vez más el concepto mismo de la sexualidad. La confusión llegó a un nuevo nivel en 2015, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos legalizó el “matrimonio homosexual”. La decisión de la Corte representó el comienzo de una nueva era donde el matrimonio es redefinido no como una sociedad monógama divinamente sancionada entre un hombre y una mujer, apuntalando la estructura familiar, sino como cualquier relación sexual entre parejas que consienten.
Los resultados de esta redefinición de la familia han sido catastróficos para la sociedad.
Un estudio en 2012 en El gerontólogo encontró que el número de “huérfanos mayores” se había disparado en toda la nación durante las últimas décadas. Esta demografía incluye gente de mediana y tercera edad sin esposa, ni hijos y ninguna familia que los apoye en su ancianidad. El estudio encontró que cerca de un tercio de los estadounidenses entre 45 y 63 años de edad están solos, la mayoría de los cuales nunca se casaron o están divorciados. Esto representa un 50 por ciento de incremento desde 1980. En 2012 el estudio también encontró que cerca del 15 por ciento de las mujeres entre 40 y 44 años de edad no tuvieron ningún hijo.
Cuando la sociedad llega a un punto donde la mayoría de las personas no tiene una familia para ayudar a mantenerlos, la gente no tiene otra opción que la de depender del estado. La ruptura de la familia en Estados Unidos ha alcanzado un punto donde cerca del 49 por ciento de los estadounidenses ha recibido beneficios de uno o más programas del gobierno durante el cuarto trimestre de 2011.
El gobierno de Estados Unidos ahora gasta el 49 por ciento de su presupuesto anual en programas de ayuda gubernamental obligatorias. Los políticos pueden hablar acerca de los peligros financieros del gasto social fuera de control, pero el hecho es que una gran parte de la población usa estos programas. ¿Por qué? Por causa de la disolución de la familia, en la mayoría de los casos. ¡La revolución cultural está en marcha!
La incomoda verdad es que Reich, padre de la revolución sexual, estaba en lo correcto. Si se destruye la familia como la unidad económica y base de la sociedad, se crea una cultura donde la gente está más propensa a aceptar la supremacía del Estado.
Como lo escribió el analista político Mark Steyn en el New York Post: “Alguna vez, en Gran Bretaña, Europa y más allá, izquierdistas ambiciosos nacionalizaron industrias de acero, carbón, aviones, carros, bancos, pero fue un desastre tan evidente que esto fue abandonado, o al menos por aquellos que querían permanecer electoralmente viables. Por otro lado, la nacionalización de la familia avanza rápidamente, y Estados Unidos ha avanzado tanto en ese camino como en los otros”. Él entonces citó al profesor R. Vaidyanathan diciendo: “El Occidente ha nacionalizado a las familias en los últimos 60 años. La edad anciana, la salud, madres solteras; todo es responsabilidad del estado” (19 de octubre de 2014).
Conspiración contra la familia
En medio de la revolución sexual, el educador y tele evangelista Herbert W. Armstrong advirtió que la filosofía comunista despojaría de sus bendiciones a EE UU; las más grandes bendiciones nacionales jamás conferidas a algún pueblo. Basado en la profecía bíblica, él predijo que el pensamiento comunista pervertiría la moral estadounidense, sabotearía su sistema educativo, rompería su estructura social, destruiría su vida espiritual, y debilitaría su poder económico.
Cuando el movimiento de la Nueva Izquierda trabajaba en apoderarse del partido demócrata y “aplastar la monogamia”, el Sr. Armstrong escribió en su editorial personal de julio de 1976 de la Pura Verdad diciendo: “Una estructura familiar sólida es el fundamento mismo de cualquier sociedad permanente y estable. Pero hoy en día en los países ricos se está desarrollando una conspiración que busca destruir el matrimonio como institución, como también la familia”.
Él elaboró aún más con esta sorprendente revelación: “La conspiración consiste en un ataque de dos frentes: 1) un movimiento bien organizado para influenciar sutilmente estudiantes de universidades de modo que prefieran alternativas al matrimonio; y 2) un intento por influenciar al público en general por medio de periódicos y artículos de revistas, programas de televisión, la plataforma de conferencias, el movimiento de liberación femenina, y estudiantes o exestudiantes rebeldes de la ‘nueva izquierda’. Solo se puede hacer un estimado de qué tanto de toda esta propaganda ha sido plantada en las mentes de los psicólogos, profesores, escritores, editores, abanderados de la liberación femenina y otros por medio de propagandistas comunistas entrenados”.
Al tiempo que el Sr. Armstrong escribió estas palabras, aún no había ninguna disminución sensacional en el número de nuevos matrimonios. Pero hoy, después de más de 60 años de la “revolución pasiva” al estilo de Gramsci, la familia tradicional ya está a medio camino hacia la extinción. ¿Qué queda cuando la unidad familiar sea completamente destruida?
Sin familias fuertes para educar a sus niños y velar por aquellos que no se pueden cuidar a sí mismos, la gente acude al estado por seguridad. La historia muestra que cuando el estado se apodera de la vida de las personas desde el vientre hasta la muerte, dictadores como Vladimir Lenin, Mao Zedong, Josip Tito o Fidel Castro siempre terminan tomando el control.
Desquiciados filósofos comunistas como Engels y Marcuse no habrían tenido ningún efecto en una sociedad moderna si la gente conociera y se aferrara a la ley de Dios. Los problemas en EE UU y Gran Bretaña hoy son el resultado directo del pecado del pueblo. Ningún candidato político va a “hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, no importa lo que la gente piense. Se va a necesitar un arrepentimiento nacional para traer a la gente de regreso a Dios y restaurar la quebrantada estructura de la familia en el mundo actual.
Los pueblos estadounidense y británico hace mucho tiempo rechazaron a Dios y permitieron que Satanás inspirara la filosofía para infiltrar, subvertir y dividir a sus naciones. Dios permitirá esta experiencia para enseñarles las consecuencias naturales de quebrantar la ley. La triste verdad es que la humanidad tendrá que soportar un tiempo de intenso sufrimiento debido a su propia terquedad.
Una familia fuerte construida sobre el modelo bíblico, con un padre y una madre fielmente casados, enfocados en la familia e intentando cumplir sus respectivos roles, es un ideal que cualquier persona con una visión clara debería atesorar. Solo después que la gente aprenda esta lección vital, ¡Dios finalmente podrá enseñar a todas las naciones el camino de paz verdadera, gozo y prosperidad! ▪