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Mire en el espejo
Usted revisa el espejo cada día para ordenar su cabello, acomodar sus ropas y asegurarse que no tiene restos de desayuno en sus dientes.¿Pero qué tan a menudo usted estudia su reflejo espiritual?
Una auto-examinación honesta es esencial para la vida cristiana. Usted no puede crecer sin ésta. El espejo al cual usted necesita mirar es la perfecta ley de amor de Dios; y la perfección de Jesucristo (Santiago 1:22-25). Cuando usted estudia al rostro en ese espejo, puede ver lo que se necesita cambiar para llegar a ser más como Dios.
En la Iglesia del primer siglo, los miembros en Corinto se habían vuelto arrogantes y críticos. Ellos criticaban al apóstol Pablo por lo que percibían como su débil modo de hablar. Pablo les respondió con un desafío: “examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Corintios 13:5). Ustedes han estado examinándome, dijo él; pero tornen esa examinación hacia ustedes mismos.
Examinar aquí significa un análisis probando o escrutando para ver si una cosa es genuina o no. Usted es probado sobre su conocimiento y progreso cuando toma un examen en la escuela. En una sala de corte, cuando un testigo es examinado, el abogado lo presiona con duras preguntas para poner de manifiesto la verdad de un asunto. Si el testigo está mintiendo, el abogado intenta obligarlo a concretar y exponer lo falso. Algunas veces debemos examinar nuestros propios corazones porque éstos son engañosos más que todas las cosas (Jeremías 17:9).
Dése una buena mirada a sí mismo, dice Pablo. ¿Qué está sucediendo en el fondo? No se contente con una vista general, o con mirar sólo lo que otros perciben de usted. Mire en lo más hondo de sus pensamientos que sólo Dios conoce. Examine no sólo sus acciones sino también sus motivos. ¿Qué pecados están desfigurando su carácter? ¿Cómo puede llegar a ser más obediente a esa ley de amor?
Esto es trabajoso. A nadie le gusta mirar sus propias faltas y vilezas, por lo cual evitamos la auto-examinación. Por eso, también necesitamos pedir la guía de Dios en este proceso (ej. verso 10; Salmo 26:2).
Considere el poema “Self-Examination” (Autoexamen) por Isaac Watts: “No dejes que el suave letargo cierre tus ojos, / antes que hayas recogido tres veces / ¡el tren de la acción a través del día! / ¿Adónde han elegido mis pies hacer su camino? / ¿Qué he aprendido, dondequiera que he estado, / de todo lo que he oído, de todo lo que he visto? / ¿Qué más tengo yo que sea digno de conocer? / ¿Qué he hecho que sea digno de hacer? / ¿Qué he buscado que yo debiera esquivar? / ¿Qué deber he dejado de hacer, / o hacia que nuevos disparates corro? / Estos auto-interrogantes son la senda / que conduce a la virtud y a Dios”.
Una honesta auto-examinación le ayuda a remover el autoengaño, y a verse como usted es realmente; como Dios lo ve. Le revela fallas que usted necesita cambiar y áreas en las que necesita crecer. Aunque esto puede ser serio, no debería ser desalentador; le ayuda a revelar un camino hacia adelante. “Examina la senda de tus pies, y [deja que] todos tus caminos sean rectos” (Proverbios 4:26).
En su auto-examinación, déle una consideración real a la clase de persona que desea ser. Ore por ello, piense en ello, visualícelo. Imagínese en un año a partir de ahora, luego en cinco años, luego al final de su vida. ¿Quién es esa persona?
Piense en las cualidades que a usted más le gustaría construir. Quizás usted quiere llegar a ser más positivo y alentar a otros. Usted quisiera ser más sabio, productivo, apasionado, audaz, decidido, generoso, abnegado y de buen corazón. Haga una lista. Ahora escriba sus características que quiere reducir: quizás no ser negativo, crítico, desorganizado, perezoso, egoísta, mezquino, hipersensible, impaciente, poco fiable, (seguramente hay más). Decida sobre los pasos prácticos —incluso acciones pequeñas— que lo moverán en la dirección que usted quiere ir. Pida por la ayuda de Dios para seguirlos; y luego tome acción.
Pondere sus relaciones más importantes: ¿son tan fuertes como debieran? Considere cómo hacerlas más fuertes y más enriquecedoras. Piense en las cualidades que usted aprecia en sus amigos y familia, o inclusive que a usted le gustaría ver más en ellos. Luego, tome la iniciativa de exhibir más de estas cualidades hacia ellos. Contemple si usted está dando suficiente de su tiempo y de sí mismo, para sus relaciones.
¿Qué tan fuerte es su sentido de propósito en la vida? Piense acerca de su trabajo. ¿Es un reto para usted y lo está ayudando a crecer? ¿Se alinea éste con sus valores? ¿Es lo que Dios quiere que usted esté haciendo? ¿Qué tan bien está cumpliendo los propósitos de Él en usted?
Pregúntese: ¿Qué es lo que realmente le apasiona? ¿Qué es lo que le emociona acerca de estas cosas? ¿Cómo benefician éstas a otras personas? ¿Qué tanto podría ayudar a otros (incluso a cambiar el mundo si tan sólo un poco), si usted se enfocara más en estas cosas?
Piense en su legado. Reflexione en cómo lo recordarán sus hijos, y en qué más puede hacer para endulzar esas memorias. ¿Cómo puede usted preservar la sabiduría u otros tesoros que le gustaría legar a ellos? “El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos…” (Proverbios 13:22).
Estos son aspectos maravillosos del carácter para considerar. Fallar en considerarlos puede dejarlo atascado en la mediocridad, complaciente y estancado, inconsciente de las oportunidades.
Cuanto mejor se conozca a usted mismo, más alerta estará de las puertas que Dios está abriendo para que usted cumpla su verdadero potencial. Una apreciación real de su propósito crea una determinación de usar cada día para cumplir este, sin importar los obstáculos.
Todo comienza con una mirada bien detallada en el espejo espiritual. ▪