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Los herejes
El movimiento LGBTQ quiere silenciarlos, pero es difícil ignorar la angustiosa oposición a la ‘transición’ entre quienes lamentan haberla probado.
“No quiero que lo que me pasó a mí le vuelva a pasar a ningún otro niño o niña”, declaró Chloe Cole durante una entrevista concedida el 25 de mayo a True North.
Lo que le sucedió fue que a la edad de 12 años, se metió de lleno en una madriguera de Internet donde se convenció de que convertirse en mujer sería una experiencia terrible y humillante. “[E]l dogma feminista al que estaba expuesta en sitios web como Instagram y Tumblr hablaba de lo dolorosa que es la experiencia femenina y de lo horribles e inútiles que son las cosas como el embarazo y el parto”, explica ella. “Esto era muy en contra de la mujer, y a menudo ridiculizaba no sólo estos procesos, sino también a las madres y… el papel tradicional de la mujer”.
Chloe añadió: “Cosas así me daban mucho miedo de convertirme en mujer y acabar experimentando esas cosas”.
Muchas de las personas que publicaban en las comunidades que frecuentaba Chloe, de 12 años, eran (o afirmaban ser) niñas jóvenes que decían haber nacido en el cuerpo equivocado y habían comenzado a identificarse como hombres. “Me resultaba muy familiar porque de pequeña yo era muy poco femenina”, dice. “Siempre sentí que había algo que me diferenciaba de los demás, y ahora parecía que tenía una explicación para ese sentimiento”.
La verdad es que casi todos los jóvenes experimentan algunas luchas sociales, preocupaciones por encajar entre sus compañeros y aprensión ante la edad adulta. Si Chloe hubiera vivido en otra época y lugar, personas responsables le habrían asegurado que lo que sentía era normal. Le habrían explicado que la feminidad es algo maravilloso y la habrían guiado con cariño para que aceptara su naturaleza biológica.
Pero esto fue en 2016 en California.
Chloe y sus padres no tardaron en consultar a diversos especialistas que dijeron que padecía disforia de género grave y necesitaba tratamiento médico urgente. “Les dijeron a mis padres que no había otra opción, que no podía esperar hasta que yo fuera adulta, que tenía que ser ya, y que si no lo hacía, era muy probable que me suicidara”.
Les preguntaron: “¿Prefieren tener una hija muerta o un hijo vivo?”.
Chloe no estaba en la habitación durante estas conversaciones trascendentales. Y dice que nunca tuvo tendencias suicidas sino hasta después de que presionaron a sus padres para que siguieran el consejo de los especialistas.
Dosificada y cortada
A los 13 años, Chloe recibió un potente bloqueador de pubertad llamado Lupron, que suprime la producción de hormonas sexuales. A las pocas semanas de la primera inyección, comenzó a experimentar calores y picazón inusual por todo el cuerpo. “Estaba entrando en la menopausia cuando estaba en 8º grado”, afirma.
Chloe también se volvió apática, desanimada e incapaz de concentrarse en la escuela. Pero llegó el momento de la siguiente fase de su tratamiento: la testosterona. Antes de la primera inyección, un endocrinólogo le dijo que la combinación de bloqueadores de la pubertad e inyecciones de testosterona le provocarían una atrofia vaginal que haría que la actividad sexual le resultara dolorosa sin estrógenos tópicos. “Pero yo tenía 13 años”, dijo, “y aún no era sexualmente activa, así que realmente no entendía qué significaba todo esto”.
El mismo endocrinólogo también le dijo a Chloe en ese momento que estos fármacos probablemente afectarían su fertilidad cuando fuera adulta. “Pero aún era una niña y no pensaba en tener hijos”, explica. “No sabía lo importante que sería… así que sólo dije: ‘Me parece bien’”.
Así que le inyectaron testosterona, y pronto su letargo fue superado por la vivacidad y la confianza. “Me sentí increíble porque por fin mi cuerpo volvía a estar sano y recuperé la energía”, afirma. También comenzó a volverse más angulosa y musculosa, con una línea de la mandíbula más afilada, hombros más anchos y más vello corporal y facial. Comenzó a parecer una persona totalmente distinta. “Durante toda la secundaria tuve una voz más grave que la mayoría de los chicos de mi edad e incluso que algunos de mis profesores”.
Una vez implantadas las alteraciones químicas, los especialistas dijeron que había llegado el momento de dar el siguiente paso en la transición de Chloe: pasar por el quirófano.
El 3 de junio de 2020, a los 15 años, se sometió a una doble mastectomía. “Mis pechos han desaparecido por completo”, dijo, y añadió que el procedimiento incluyó injertos de piel que siguen perdiendo líquido incluso tres años después. “Tengo que llevar vendas en el pecho todos los días por esto y no se detiene, y no tengo ni idea qué es”. El cirujano que le hizo a Chloe la herida desfigurante y los injertos de piel le dijo que lo único que puede hacer es mantener vaselina y vendas en la zona.
Durante los meses anteriores y posteriores a su mastectomía, Chloe se hacía llamar Leo. Y a pesar de las complicaciones, era la niña mimada de su colegio. “Fue muy bueno por un tiempo”, dijo. “Estaba haciendo amistades y tenía oportunidades sociales que antes no tenía”.
Pero la novedad no tardó en desvanecerse.
Unos meses después de la operación, Chloe empezó a alejarse de la persona que veía en el espejo. La visión de su figura le producía náuseas y fue entonces, por primera vez, cuando empezó a tener tendencias suicidas.
‘El camino de vuelta’
En mayo de 2021, Chloe, para entonces de 17 años, estaba convencida de que su intento de transición había sido un error colosal causado principalmente por los expertos médicos que se lo habían impuesto a ella y a sus padres. “El proceso de mi diagnóstico no fue lo bastante exhaustivo”, afirma. “Tenían conocimiento que anteriormente había sido diagnosticada con adhd, (por sus siglas en inglés, de Trastorno de déficit de atención e hiperactividad), que tenía síntomas muy fuertes de autismo, dificultades sociales y síntomas de trastorno de la imagen corporal. Pero nada de esto se tuvo siquiera en cuenta durante el diagnóstico o el tratamiento”.
Abrumada por el arrepentimiento, dejó de inyectarse testosterona y volvió a presentarse como mujer. Pero el cese repentino de la hormona sexual masculina fue otra gran sacudida para su joven cuerpo y mente, dejándola físicamente enferma y emocionalmente inestable. “El camino de vuelta no ha sido fácil”, dice. “Se hizo realmente difícil regularme emocionalmente debido al extremo desequilibrio hormonal de mi cuerpo y eso estaba afectando todas mis relaciones”.
Cuando llevaba unos meses en el último grado, Chloe prácticamente no tenía amistades. Pronto fracasó en sus estudios.
Al persistir las complicaciones, también se encontró con el rechazo generalizado de los mismos especialistas que la habían empujado a la transición. “Después de interrumpir la transición”, dijo, “los propios médicos que te ayudaron a recibir estos tratamientos te dejan de lado”. Y añadió: “No existen códigos en la asistencia médica para las personas que han dejado de hacer la transición, se arrepienten de ella o han tenido algún tipo de complicación a causa de estos tratamientos, así que los médicos no tienen nada a lo que atenerse a la hora de decidir cómo tratarnos”.
Además de todo esto, Chloe también se convirtió en blanco de acoso por parte de los activistas trans que años antes le habían asegurado que intentar convertirse en hombre resolvería sus problemas. “El mero hecho de hablar de mi arrepentimiento les parecía ofensivo, y me decían que mi experiencia no era importante”, explica. Los activistas le dijeron a Chloe que estaba “perjudicando a la comunidad transexual” porque su mensaje de arrepentimiento estaba “impidiendo que la gente recibiera la atención que los verdaderos transexuales necesitaban”.
El acoso no tardó en empujarla al silencio. “Dejé de hablar de mi experiencia durante un tiempo”, afirma.
Pero cuando se dio cuenta de todo lo que había pasado, Chloe sintió que no podía quedarse callada. “Quería exponer a la comunidad transexual y cómo trata a los niños, niñas y jóvenes vulnerables y a las personas cuya transición es un fracaso”, afirma. “Y sentí la responsabilidad de asumirlo yo misma porque no quiero que lo que me pasó a mí le vuelva a pasar a ningún otro niño o niña, porque éste nunca es un tratamiento adecuado para los niños”.
Ella ha interpuesto una demanda de gran alcance contra su proveedor de asistencia médica y los médicos que “decidieron realizarle un experimento de cambio de sexo mutilador y de mimetismo”, según el litigio. Y ahora dedica su tiempo a denunciar lo que ella llama el “abuso” que es “hacer creer a un niño o una niña que de hecho nació en el cuerpo equivocado”. Y Chloe no está sola.
‘Reduzca la velocidad de este tren’
En 2013, un psicólogo de Asuntos de Veteranos convenció a Chris Beck, un comandante de la Marina profundamente deprimido, de que era una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Beck se sometió a terapia hormonal, cirugía facial y aumento de senos. “Fui ingenuo; estaba realmente muy mal; se aprovecharon de mí”, dijo en una entrevista en diciembre de 2022 con Robby Starbuck. Dos meses antes, Beck había anunciado en Facebook que revertiría su transición. “He vivido en el infierno durante los últimos 10 años”, escribió. “Miro atrás y veo cómo destruí todo lo que en mi vida era sagrado, el templo de Dios, nuestros cuerpos, lo que tenemos aquí”, y “ojalá hubiera tenido a alguien que me hubiera ayudado”. Desde entonces, Beck ha intentado ser esa persona para otros. Habla claro, advirtiendo a padres e hijos que no dejen que los “expertos” les obliguen a tomar decisiones que alteren sus vidas. “Alguien tiene que intentar frenar este tren”, escribió Beck. “Me enfrenté a la locura para salvar a niños inocentes”.
Helena Kerschner, una mujer de Ohio, comenzó la transición a los 20 años. “Mi médico me dio luz verde para iniciar la transición en la primera visita”, escribió en un artículo de opinión publicado en Newsweek el 25 de junio de 2021. “Un año después, me acurrucaría en mi cama, aferrándome a las cicatrices de mi doble mastectomía y sollozando de arrepentimiento” porque lo que ella pensaba que era disforia de género “resultó derivarse de otros problemas de salud mental”. Las hormonas sexuales cruzadas le provocaron tendencias suicidas y culminaron en dos hospitalizaciones por autolesiones. Sobre su decisión de advertir a los demás de que no sigan su camino, escribió: “Hay vidas reales en juego”.
Soren Aldaco fue absorbida por grupos nicho de la subcultura online a los 11 años y comenzó con las hormonas cruzadas a los 17. Dos años después se sometió a una doble mastectomía. Sufrió “hematomas bilaterales masivos” por el procedimiento, también atrofia vaginal, inestabilidad hormonal y graves problemas gastroenterológicos. Pronto comenzó a tomar 11 medicamentos distintos para tratar sus problemas físicos y psicológicos. Seis meses después de la cirugía, comenzó la destransición. En marzo, testificó ante la legislatura del Estado de Texas en contra de la “atención de afirmación de género”, diciendo: “Los niños merecen algo mejor que la cirugía plástica y las hormonas”.
Las historias de mujeres como Camille Kiefel, Grace Lidinsky-Smith y Charlie Evans son similares. Después de que Charlie hiciera públicas sus advertencias, más de 300 personas se pusieron en contacto con ella para contarle experiencias similares.
¿Cuántos se ‘arrepienten de la transición’?
Los activistas trans afirman que la experiencia de Chloe y otras personas es tan poco frecuente que carece de relevancia y es peligroso introducirla en el debate. Afirman que el número de personas que experimentan “arrepentimiento por la transición” es minúsculo y no debe permitirse que frene su cruzada para rehacer radicalmente la sociedad. Como prueba, señalan muy a menudo un estudio realizado por los Archivos del Comportamiento Sexual de Suecia entre 1960 y 2010. Según este estudio, el 2,2% de los transexuales lamentan su decisión.
Pero debemos reconocer cuán drásticamente ha cambiado la sociedad en los últimos años.
Hasta 2013, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, considerado como texto sagrado por los psicólogos profesionales, calificaba de enfermos mentales a quienes querían vivir como personas del sexo opuesto. La inmensa mayoría de la gente común y corriente también veía a estas personas de forma negativa. Estas percepciones hacían extremadamente raro que alguien se identificara y buscara vivir como el sexo opuesto. La Junta Nacional de Salud y Bienestar de Suecia declaró en 2005 que en las décadas anteriores sólo 1 de cada 100.000 habitantes del país había tomado ese camino.
Los que participaron en el estudio de 1960 al 2010 se encontraban entre este pequeño fragmento de un porcentaje. Y habrían tomado medidas médicas para cambiar de sexo a pesar del fuerte estigma y sólo después de años de asesoramiento y reflexión. Además, todos eran adultos cuando tomaron la trascendental decisión, y por eso no es de extrañar que casi el 98% de ellos la mantuviera.
Sin embargo, en 2013, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales abandonó la etiqueta “trastorno de identidad de género” en favor de “disforia de género” y afirmó que no se trata de una patología que deba corregirse, sino más bien de una angustia que debe resolverse de algún modo. Este cambio formaba parte de un amplio cambio social en el mundo occidental que se alejaba de los roles sexuales tradicionales y se orientaba hacia la exaltación de todos los estilos de vida no tradicionales y no heterosexuales. Y en la década transcurrida desde entonces, el cambio ha cobrado un impulso impresionante y ha transformado por completo el panorama social.
El mundo actual es muy diferente del que existía durante la mayor parte del estudio sueco, sobre todo para los jóvenes.
Gallup descubrió el año pasado que el número de adultos estadounidenses que se identifican como no heterosexuales ha alcanzado un nuevo máximo del 7,1%. Y para los adultos más jóvenes encuestados —los nacidos entre 1997 y 2003— la cifra fue de un asombroso 20,8%. Mientras tanto, una encuesta de Pew del mismo año reveló que el 40% de los estadounidenses cree que el género es fluido y no está determinado por el sexo identificado al nacer.
En este clima social, una gran cantidad de jóvenes están profundamente confundidos. Y en el momento en que uno de ellos pronuncia una palabra sobre la confusión de género o problemas de imagen corporal, muchos compañeros e incluso los padres se apresuran a aplicar el diagnóstico de transexualidad, tan de moda actualmente. Y los expertos médicos insisten cada vez más en que el único remedio viable para esa confusión es una “transición” rápida. Un estudio realizado en Reino Unido demostró que, de 2009 a 2019, el número de niños y niñas a los que se aconsejó una transición médica aumentó un 1.000% en el caso de los varones y un 4.400% en el de las niñas.
La moda de la etiqueta trans y la prisa de esa charlatanería médica significa que ahora muchas más personas que deciden hacer la transición, y la mayoría lo hace sin tener en cuenta el costo.
El resultado es que mucho más del 2% llegan, como Chloe, a arrepentirse rápidamente de la decisión. La Revista de Endocrinología y Metabolismo Clínico publicó en 2022 un estudio titulado “Continuación del uso de hormonas de afirmación de género entre adolescentes y adultos transexuales”. Se examinó a 1.000 individuos que empezaron a tomar hormonas transgénero y se descubrió que, cuatro años después, alrededor del 70,2% seguían tomándolas.
Esto deja a casi el 30% en la situación de Chloe, una cifra casi 14 veces mayor que la citada a menudo en el anticuado estudio sobre los suecos.
Y dado que la tendencia trans se ha generalizado tan rápidamente, incluso esta cifra del 30% puede no reflejar las tasas de reversión a largo plazo. Sarah Jorgenson, estudiante de doctorado de la Universidad de Toronto, escribió en la edición de junio de 2023 de la revista Archivos de Comportamiento Sexual: “El alcance total del arrepentimiento y la destransición en los jóvenes que hacen la transición hoy, en circunstancias muy diferentes a las del pasado, no se conocerá hasta dentro de muchos años”.
Ésta es una realidad escalofriante. El cambio de sexo se vende como una panacea para los jóvenes con problemas. Las hormonas y las cirugías tienen efectos permanentes y grotescos en sus cuerpos y mentes. Sin embargo, rara vez oímos hablar de cómo muchas de estas personas se dan cuenta de que en realidad se identifican con su sexo biológico y desearían no haber sido empujadas nunca por este camino retorcido y de pesadilla.
‘Hombre y mujer los creó’
Los activistas convencen cada vez a más jóvenes y a sus padres de que cambiar de sexo es la forma de tratar la confusión y encontrar la felicidad. Pero es evidente que está causando mucho sufrimiento. Se trata de un fenómeno general de la conducta humana sobre el que ya advirtió la Biblia: “Hay camino que al hombre le parece derecho”, afirma Proverbios 14:12, “pero su fin es camino de muerte”.
Las soluciones que diseñan las personas para intentar resolver los problemas de la vida les parecen acertadas. Pero la percepción humana es trágicamente poco fiable. Y en muchos casos, sólo después de apostar por un método determinado y luego verlo fracasar catastróficamente es que entendemos que estábamos equivocados desde el principio. Incluso entonces, a veces nos negamos a admitir la derrota y volvemos a la misma solución condenada al fracaso.
Jeremías 17:9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”. Nuestros corazones nos ciegan muy astutamente a nuestra propia maldad. Incluso cuando nos comportamos de manera totalmente egoísta y destructiva, pueden convencernos, en cierto nivel, de que somos la luz de los hombres.
¿Cómo podemos superar nuestra percepción errónea y nuestro autoengaño cegador? La única manera es dejar de depositar nuestra confianza en nuestros intrigantes corazones y depositarla, en cambio, en el Dios que nos creó.
“El principio de la sabiduría es el temor de [el Eterno]”, afirma el Salmo 111:10. Aprender a temer a Dios —lo que significa respetarlo profundamente y reconocer la superioridad de Su pensamiento sobre el nuestro— es el primer paso crucial. Es el principio de la sabiduría. El salmo continúa explicando cómo poner ese “temor” en acción: “buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos…”.
En los Diez Mandamientos, junto con los estatutos y juicios, el Creador ha explicado el camino que lleva a las personas a vivir vidas estables, plenas y felices. Hoy en día la mayoría, incluso muchos de los que se identifican como cristianos, suelen despreciar las leyes que enuncia la Biblia. Pero Proverbios 29:18 nos asegura que guardarlas fomenta la buena vida: “Más el que guarda la ley es bienaventurado”.
Dios no dio la ley para oprimir a hombres y mujeres. No fue preservada en las Escrituras para impedir que la gente tuviera una vida agradable o para cargarnos con sentimientos de culpa. Él es quien nos creó y, por lo tanto, está en una posición única para saber lo que nos hace felices o miserables. La ley fue registrada en detalle para delinear el camino hacia una vida estable y libre. Santiago 1:25 la llama “la perfecta ley, la de la libertad”. No hay otro camino hacia la verdadera libertad y la felicidad.
Muchas de las leyes que el Creador inspiró para que quedaran registradas se refieren a las relaciones, la familia y los distintos roles del hombre y la mujer. “[V]arón y hembra los creó”, dice Génesis 1:27, y la ley deja claro que lo hizo con un propósito y una clara intención. Se registran muchos detalles sobre los roles sexuales, y pasajes como Deuteronomio 22:5 muestran que las diferencias entre hombres y mujeres son hermosas, y que las líneas no deben difuminarse.
Hombres y mujeres han rechazado la ley de Dios desde el Jardín del Edén. Por eso el mundo está sumido en la confusión, el asesinato y la miseria, y por eso tantas personas, sobre todo jóvenes, están sumidas en la confusión. Si usted está sumido en la confusión, el desánimo, la soledad o incluso en el deseo de quitarse la vida, puede poner a Dios a prueba. Su promesa es que si se esfuerza por obedecerlo, su vida comenzará de nuevo. Su pesadez disminuirá. Su vida cambiará maravillosamente.