Lo viejo hecho nuevo
Damas y caballeros, un nuevo movimiento está presente en nuestra sociedad, y me pregunto qué piensan de él. Es un movimiento de resistencia, una rebelión. No es una insurrección contra la tradición y la historia, sino contra la incesante destrucción de la tradición y la historia.
Esta insurrección no se parece a la de los luchadores por la libertad de una superproducción cinematográfica. Se parece mucho más a comer carne, levantar pesas, aprender oficios, leer la Biblia, asistir a los servicios religiosos, comprar una casa, comprometerse con una mujer, vivir roles tradicionales, criar hijos y mirar a los ojos a los radicales de izquierda de la clase dirigente y decirles: “No”.
Este movimiento es impulsado por personas de diferentes edades y de diferentes maneras, desde lo frívolo a lo político, pasando por lo profundo: por aquí, cuadros escoceses, botas, sombreros de ala ancha o pantalones cargo y polos del año 2000; por allá, teléfonos de bolsillo, discos de vinilo y cámaras antiguas como novedades. Nuevos modelos y marcas de automóviles derivados directamente de los antiguos. Arte, diseño, música, foros y subculturas enteras que celebran lo “retro”, lo “steampunk” [retrofuturismo], lo “vintage”, las “viejas costumbres”. Personas que se “desintoxican” de sus teléfonos inteligentes, que hacen todo lo posible por obtener una nutrición más natural, que hablan de masculinidad y feminidad sin disculparse.
La modernidad impregna el mundo occidental con su evolución carente de propósito, su incesante gratificación sensual, su glorificación de la tecnología, su novedad permanente, su sacrosanta autosuperioridad, su estasis político, su sexualidad autodestructiva y su promesa de un futuro sin responsabilidad… y sin independencia, autonomía, tradición ni libertad, sin propósito, ni familias, ni sexos, ni siquiera, para muchos, el deseo de perpetuar la humanidad.
Las hipótesis de Darwin, la ideología de Marx y la psicología de Freud son la nueva ortodoxia. Los sacerdotes de la modernidad dominan, el mundo que han hecho es feo, y ahora algunos reaccionan.
De diferentes maneras y en diferentes grados están reconociendo el materialismo como mundano, la llamada libertad como opresión, el empirismo como vacío, el racionalismo como incompleto, el feminismo como falso, la pornografía como esclavitud, la mutilación sexual como mutilación, y las ideologías que dependen de acusaciones de “nazi” como fraudulentas. En este momento, el simple hecho de apreciar abiertamente lo que Europa, Gran Bretaña y Estados Unidos han aportado a la civilización es un acto de rebeldía. Los políticos y otros censores afirman que el historial de occidente, las pinturas de paisajes, las matemáticas y las excursiones al aire libre son “racistas”. Aunque lo único que deseen sea una estufa de leña y un poco de leche cruda, los tradicionalistas son los nuevos revolucionarios.
El deseo de tradición se refleja en algunas películas o series de televisión que muestran a hombres en una búsqueda medieval, navegando en alta mar o unidos en la guerra. Puede que lo vea en un programa político o de noticias. Si usted lo busca en podcasts o redes sociales, donde los presupuestos y ejecutivos de Nueva York y Hollywood no son un requisito previo, lo encontrará en abundancia.
Algunos de estos nuevos tradicionalistas son lo suficientemente valientes como para dedicar su vida diaria a resucitar artes, oficios y tradiciones moribundos: desde la apicultura, la jardinería y la educación en casa hasta la herrería, la carpintería, la agricultura, la ganadería, la masculinidad y la paternidad para los niños y los hombres; hasta la repostería, el enlatado, la cocina, la nutrición, la costura, el cuidado de los niños, las tareas del hogar, la feminidad y la maternidad para las niñas y las mujeres. Y muchos más que no son tan osados como para vivir fuera de la red en una granja con una vaca lechera, sin embargo “les gusta, comparten y se suscriben” al creciente número de canales de medios comerciales y personales que documentan y retratan estas formas de vida tradicionales.
Nos encanta, y hay buenas razones para ello.
El nuevo tradicionalismo va mucho más allá de la construcción y la artesanía: se extiende necesariamente a las creencias y a la familia. Los padres comprenden ahora parte del alcance, la secuencia y la subversión con que las escuelas y universidades modernas están adoctrinando a sus hijos. Muchos han protestado, han destituido a profesores o miembros del consejo escolar, han aprobado nuevas leyes para prohibir lo nuevo y proteger lo antiguo, y han dado el gran paso de escolarizar a sus propios hijos en sus propias casas.
Un número significativo de escuelas privadas, concertadas y a domicilio están adoptando planes de estudio con base en el modelo clásico. Según una estimación, un millón de escolares estadounidenses aprenden ahora los clásicos de esta manera. Mientras tanto, algunos padres británicos más adinerados que quieren que sus hijos reciban una educación adecuada los envían a escuelas de la India donde la historia, la lógica, la racionalidad, los clásicos, los uniformes y el respeto a la autoridad son los planes de estudio básicos; un modelo educativo tradicional que, irónicamente, llegó a la India con los británicos.
Estamos buscando algo. Hemos mirado a nuestro alrededor, hemos mirado hacia delante y ahora miramos hacia atrás.
Y cuando mira atrás, hay mundos que ver: toda la herencia de la civilización occidental.
Contemple
Irónicamente, este renacimiento es quizá más evidente en Internet. Los nuevos tradicionalistas utilizan nuevas herramientas para captar los valores del padre de familia de la década de 1970, el astronauta del Apolo, el pacifista de Norman Rockwell, el soldado de la Primera Guerra Mundial, el pionero, el capitán de navío victoriano, el general francés, el traductor clasicista, el legionario romano, el pensador griego, el antiguo guerrero-poeta, el rey filósofo. Quieren mostrarle documentos envejecidos, fotografías granuladas, dibujos mecánicos, videos coloreados e ilustraciones cariñosas que representan las glorias del pasado e incluso el futuro imaginado de inspiración retro. Quieren devolver a la vida a los industriales, los inventores, los soldados, los compositores y los nobles para que lo miren a los ojos antes de que pase de largo. Quieren ofrecer citas que suenen a verdad a través de los siglos y los milenios: Thomas Jefferson, Adam Smith, Horatio Nelson, Edmund Burke, Voltaire, John Locke, Isaac Newton, J. S. Bach, Martin Lutero, Eduardo iii, Guillermo el Conquistador, Epicteto, Jesucristo, Marco Aurelio, Euclides, Constantino, Esopo, Tucídides, Alejandro Magno, Moisés.
Tienen nombres de cuenta [en medios sociales] como 0xAlaric, Alexander's Cartographer, Aquinas Quotes, Aristos Revenge, Archeohistories, Architradition, Chivalry Guild, Classics mvp, Creation 24/7, Cultural Tutor, Defend the West, Dr. The Histories, Dynastus, Fanatical Monk, Histories Daily, Invictvs, Learn Latin, Medieval Scholar, Napoleon Bonabot, Rewire the West, Stoic Father, Svtcivni, Thinking West, Traditionalist Chad, Trad Wins, Unravel Virtue, Updating on Rome, Villa Grippa, Young Traditionalists y Western Exile. Les encanta la “historia empedernida”, “el arte de la hombría”, las distinciones entre ejercicio y entrenamiento, la marinería de los vikingos y los preceptos del estoicismo. Le enseñarán datos sobre acueductos, caballería, compositores, geometría, óleos sobre lienzo, etiqueta masculina, oraciones, adoquines, filosofías, picas, armas de asedio, familias tradicionales y las glorias de Roma. Su llamado, para quienes quieran escucharlo, es “Retvrn”.
Una de las primeras cuentas en destacarse en este sentido, Culture Critic [Crítica de la Cultura], es seguida ahora por 1,5 millones de personas que quieren fotos gloriosas y explicaciones objetivas de arquitrabes, zócalos y agujas, y preguntas punzantes sobre por qué la mayoría de los arquitectos de élite occidentales modernos fracasan, declinan o se niegan a construir estructuras dignas. Cards of History [Cartas de la Historia] ilustra vívidamente y resume sucintamente viñetas de la historia occidental, desde el desembarco de tropas aliadas hasta los molinos de viento neerlandeses o el descubrimiento de los rollos del mar Muerto. Otros relatos proceden de personas que, aunque a veces están más interesadas en la fama en Internet que en su verdadero oficio, le mostrarán cómo cambiar una rueda, encender una hoguera, descuartizar un pollo, forjar una espada, labrar una piedra, poner paja en un tejado, ensillar un caballo y envolver a un bebé.
Hay mundos que nunca conocimos. Hay mundos que, como han dicho muchos tradicionalistas en línea, los modernistas nos arrebataron.
Discierna
Atravesando las ruinas de la guerra cultural, qué refrescante es encontrarse con estos raros individuos que rechazan el aparato modernista y que aprecian abiertamente la agricultura, la confección, la arquitectura, la ingeniería, la artesanía, la música, la pintura, la filosofía, la ciencia y la escultura del pasado, y que creen que Dios existe. Es un respiro revitalizante frente al antihumanismo deshonroso, giratorio, indigno, radical e hirviente del presente. Es un tipo especial de conexión, por pequeña que sea, con un hermano de armas, porque nos une no sólo entre nosotros, sino con algo que es más antiguo y más grande.
Vale la pena recordar, sin embargo, que usted y yo debemos seguir ejercitando la virtud del discernimiento. Debemos amar las cosas que amamos no porque sean antiguas, no porque sean occidentales, no porque sean nuestras, sino porque son buenas.
El conservadurismo exige discernir entre el bien y el mal. No es la conservación de todo lo del pasado porque es pasado. Más bien es la conservación sólo de lo que es bueno. Y el mal siempre se mezcla con el bien. Es fácil sobreromantizar el pasado y pasar por alto el costo de sus triunfos y los defectos de sus héroes. Al igual que el presente, el pasado estuvo impregnado tanto de grandes logros como de grandes males. Así es exactamente como hemos llegado al presente.
Al fin y al cabo, el modo de vida que conduce a la autosuficiencia moral e intelectual —y luego a la autodestrucción individual y de la civilización— fue llamado con razón el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Nuestros antepasados eligieron ese modo de vida: juzgar el mal e intentar generar el bien por nuestra cuenta. Queríamos tener esa capacidad, pero nunca la hemos tenido, ni en las cumbres del pasado ni, obviamente, en el páramo del presente. El bien —y la capacidad de discernirlo del mal— sólo puede generarlo el Creador de la humanidad.
¿Cuál es la causa (podría preguntar el revivificador de la tradición) de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Salomón responde (Eclesiastés 7:10): “Nunca de esto preguntarás con sabiduría”.
Salomón experimentó la intelectualidad, la sabiduría, la riqueza, la autoridad, el poder y la creatividad en un grado que quizá ningún otro ser humano haya experimentado jamás. Construyó un reino glorioso. Experimentó los resultados de someterse a la voluntad de Dios con respecto al bien y al mal, y también experimentó los resultados de sustituirla por su propia voluntad, lo que le llevó, a pesar de todos sus muchos dones, a odiar la vida. Sin embargo, al final de sus días, escribió palabras que resuenan a través del tiempo para cada uno de nosotros.
En Eclesiastés 12:13, nos remonta no sólo al pasado, sino hasta el Creador y, más aún, a Sus leyes que definen el bien y el mal: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.
Visualice
Y aquí está la verdadera esperanza. ¡De aquí provienen realmente las glorias y las bellezas del pasado! No proceden de la grandeza de ciertos hombres o de ciertas instituciones, sino de la grandeza de nuestro hermoso, majestuoso, ilustre y glorioso Creador. Provienen del hecho de que hemos sido creados a imagen de Dios (Génesis 1:26; Salmo 82:6; Juan 10:34; 20:17) con mentes y cuerpos modelados según los de Él y con Su deseo y sueño de colaborar y crear. ¿Por qué son bellos el hombre y la mujer? ¿Por qué es hermosa la familia? ¿Por qué es hermoso dar, construir y lograr? Por la misma razón que estas cosas llegaron a existir en primer lugar: ¡Porque vienen del Dios Creador!
Por eso ciertas partes del pasado son, con razón, refrescantes. Son pistas que, si las rastrea hasta su verdadero origen, lo llevarán a la fuente de todo lo bueno en todos los aspectos de la vida humana.
Los tiempos pasados fueron mejores en la medida en que las generaciones anteriores vivían según las leyes de causa y efecto del Creador, honraban a su padre y a su madre, y no mataban, robaban, mentían ni codiciaban. Fueron mejores en la medida en que esas generaciones aplicaban diligentemente los dones que Dios les había dado para aprender y aplicar las leyes físicas de la creación y producir obras de arte, música, inventos, edificios, ciudades, civilizaciones. Fueron malos en la medida en que desobedecían las leyes fundamentales del amor a Dios y del amor al prójimo.
El mismo Creador y las mismas leyes de causa y efecto existen hoy para nosotros. Cuando sembramos semillas de verdad, belleza, elegancia, majestad, virtud y justicia, recogemos cosechas de las que podemos estar orgullosos. De hecho, Dios dice en la Santa Biblia que, como un Padre amoroso, abrirá las ventanas del cielo para derramar bendiciones sobre nosotros, nuestras familias y nuestra posteridad “hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Dios está sembrando las semillas de un futuro cuyas glorias —familiares, agrícolas, arquitectónicas, artísticas, literarias— están en cierto modo prefiguradas por lo mejor de lo que los seres humanos han producido a lo largo de la historia, pero que trasciende incluso a aquéllas.
La Biblia dice específicamente que los ríos se secarán en ciertos lugares, surgirán en otros, crecerán nuevos bosques, las praderas se extenderán, los lugares yermos reverdecerán y los arroyos fluirán. Los animales y las plantas florecerán. La gente se liberará de los males que asolan el cuerpo, así como de los males que asolan la mente. Serán agricultores, educarán en casa, cultivarán granjas, ranchos, huertos, construirán vecindarios, inventarán herramientas, practicarán deportes, harán música, avanzarán en la educación, inventarán tecnologías, crearán comercio, construirán ciudades, construirán infraestructuras.
Aprenderán de su Creador y de Sus leyes cómo conservar verdaderamente el bien y rechazar el mal. La “gran conversación” en la que los historiadores, filósofos, guerreros, líderes y poetas de la humanidad se han involucrado a lo largo de los milenios será finalmente purificada de su confusión, frustración, voluntad propia y maldad. Comenzará una nueva conversación entre mentes y corazones que construyen sobre cimientos verdaderos.
Muchos, pasados y presentes, se han quedado admirados ante las grandes Obras de Alejandría, Roma, Tenochtitlan, Estambul, París, Manhattan y otras ciudades. La Biblia afirma que ellos —y usted— verán Obras mayores que éstas, más luminosas que el Taj Mahal, más funcionales que el World Trade Center, más monumentales que las pirámides.
Estos logros surgirán de pueblos que no están sometidos ni infectados por el pecado. Los creadores, los constructores, los diseñadores, los cultivadores, los maestros serán personas más sanas, más inteligentes, más creativas, más amables y más sinceramente alegres que la más bella publicación de Instagram o imagen de IA jamás ideada. Serán pueblos tan diversos entre sí como sus países de origen, pero todos unidos en la valoración de la sinceridad, la verdad, el amor y la adoración del único Dios verdadero. Estarán unidos entre sí, con sus padres y madres, hermanos y hermanas, abuelos y abuelas, primos y primas, amigos y amigas, compañeros y compañeras de trabajo y vecinos y vecinas. Vivirán como hemos nacido para vivir.
¿Le conmueven ciertas cosas del pasado lejano y reciente? ¿Anhela usted un mundo en el que por fin comprendamos qué hace grandes a esas cosas, en el que el bien se libere por fin de su mezcla con el mal?
Sí, mire al pasado y sus glorias. Apóyese en el juicio del Creador —más que en su propio juicio— para discernir lo que es bueno de lo que sólo lo parece. La próxima vez que usted contemple una de estas muy raras y parcialmente mancilladas bellezas artísticas, constructivas, botánicas, inventivas, sociales o interpersonales del pasado, reconozca qué es lo que está viendo. Usted está viendo la evidencia de su propio Creador, de Sus leyes de causa y efecto, y de lo que el futuro de Sus creaciones puede ser y será. La belleza viene de su Creador, y Él creó a los seres humanos con el propósito de compartirla, mejorarla, añadir nuestros propios toques, cubrir el planeta con ella, y más.
Regrese a través del pasado hasta el principio, y se encontrará en realidad ascendiendo hacia un futuro deslumbrante.