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Lo que puede hacer el arrepentimiento
H amlet es posiblemente la mejor obra de Shakespeare. La mayoría de la gente piensa inmediatamente en su monólogo “Ser o no ser”. Pero el presidente Abraham Lincoln consideraba que “Repugnante es mi delito” era su soliloquio más importante. Como tantos otros pasajes de Shakespeare, contiene muchas referencias bíblicas. Creo que contiene un mensaje importante para nuestro mundo.
El escenario de Hamlet fue la casa real de Dinamarca. Sin embargo, creo que Shakespeare probablemente tomó la idea de los acontecimientos que rodeaban al trono británico. La narración es muy intensa y se lee como si surgiera de la experiencia personal del autor.
En la obra, el padre de Hamlet era rey, pero entonces Claudio, el hermano del rey, lo mató y, a los dos meses, se casó con su viuda. Entonces empezó a darse cuenta de la profundidad de su pecado. Estas palabras revelan cómo Shakespeare se vio influido por la Biblia:
Repugnante es mi delito, su hedor llega hasta el cielo;
Lleva la marca de la más antigua de las maldiciones,
Asesinar al hermano.
Esto se refiere a Caín y Abel. Tal asesinato se cometió al principio, ¡en la primera familia! Este mundo está maldito porque Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios, llevando a la humanidad por un camino terrible. Shakespeare nos devuelve a ese principio.
El tío de Hamlet continúa:
Y si esta mano maldita
Estuviera engrosada por la sangre de un hermano sobre ella,
¿No hay suficiente lluvia en los dulces cielos
Para lavarla y dejarla tan blanca como la nieve? (…)
Mi falta ya está cometida. Pero ¡ay!, ¿qué tipo de plegaria
Podrá servir para mi caso? (…)
Probemos lo que puede el arrepentimiento: ¿qué no puede él?
Pero ¿qué ha de poder con quien no puede arrepentirse?
¡Qué miserable estado! ¡Oh, corazón ennegrecido como la muerte!
Esto se parece mucho a lo que dijo el apóstol Pablo: “¡Miserable de mí!” (Romanos 7:24). También recuerda al rey David: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmo 51:7). Seguramente de ahí sacó Shakespeare la inspiración para esta escena. Ningún poeta podría hablar tan intensamente del arrepentimiento y no haber sido influenciado por la Biblia.
El soliloquio concluye,
Oh alma atrapada, que, luchando por ser libre,
¡Queda más presa! ¡Ayuda, ángeles! ¡Ayuda!
Doblaos, tercas rodillas; y tú, corazón de aceradas fibras,
¡Ablándate como los tendones de un niño recién nacido!
Todo puede ir bien.
El verdadero arrepentimiento lo cura casi todo. Es la única esperanza para nuestro mundo enfermo.
Consideremos un ejemplo bíblico de cómo el arrepentimiento puede cambiar el curso de la historia.
Después de que el profeta Jonás transmitiera finalmente el mensaje de Dios, los ninivitas respondieron: “Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos” (Jonás 3:5).
Nota: ¿A quién creyó el pueblo? No a Jonás, ¡sino a Dios! Sabían que su mensaje venía de Dios. Esa es una verdad asombrosa: ¡Personas de mente carnal que ni siquiera creían en el Dios verdadero supieron que este mensaje venía de Dios!
El pueblo de Nínive demostró que todo el mundo a lo largo de los tiempos debería haber hecho caso al mensaje de advertencia de Dios. Nuestros líderes eruditos pueden razonar en torno a esa advertencia, pero eso es simplemente una negativa rebelde a creer a Dios. ¡Cualquiera puede probar si un mensaje proviene de Dios! Si no creen, sigue siendo un testimonio contra ellos (Mateo 24:14).
Se podrían evitar tantas tragedias si la gente creyera a Dios. Si no lo hacen, entonces el problema es su propia fe débil.
¡El mundo entero estaría en la Iglesia de Dios de Filadelfia si le creyeran a Dios! Ahí es donde está el único mensaje y Obra de Dios.
“Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos.” (Jonás 3:6-8).
El rey y los nobles tomaron la iniciativa del arrepentimiento. Eso es lo que deberían hacer hoy los reyes y presidentes de este mundo. ¿Son demasiado orgullosos para ayunar, envolverse en cilicio y sentarse en cenizas? ¿Se avergüenzan de Dios y de Su mensaje? ¿Deben experimentar un desastre nuclear antes de arrepentirse?
“¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?” (versículo 9). El verdadero Arrepentimiento conmueve profundamente a Dios. ¿Quién sabe cuándo Dios puede cambiar Sus profecías contra una nación malvada? ¿Quién sabe si Dios salvará a un Imperio o a unas naciones?
¡Nuestro mensaje podría salvar al mundo entero de la destrucción si tan sólo se arrepintiera! Por eso la Iglesia de Dios de Filadelfia proclama este mensaje al mundo.
Nunca debemos dar por perdidas a las naciones ni dejar de transmitir el mensaje de Dios. ¿Quién sabe lo que nuestro amoroso Dios puede hacer?
“Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (versículo 10). Fíjese: Dios no se enfocó en el ayuno y el cilicio de la gente. ¡Él vio sus obras! Hicieron cambios genuinos, y Dios respondió salvando su imperio.
Probemos lo que puede el arrepentimiento: ¿qué no puede él?