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Lo que el escándalo Weinstein nos enseña sobre Estados Unidos
Harvey Weinstein, uno de los hombres más poderosos del entretenimiento ahora ha quedado expuesto como un mujeriego rutinario y un pervertido descarado, un símbolo perfecto de una industria corrupta. En una noticia que no es ajena al tema, hace poco murió el pornógrafo Hugh Hefner, y lo elogiaron ampliamente por ser un revolucionario cultural que valientemente conquistó la represión sexual.
Pocos lo reconocerían, pero hay un vínculo entre estos episodios y la avalancha de maldiciones que asedia a EE UU últimamente: huracanes, incendios forestales, tiroteos masivos, caos político, fragmentación social, etcétera. La inmoralidad que produjo a Hefner y Weinstein es la causa directa de estos efectos; mucho más que el calentamiento global, el control inadecuado de armas de fuego, o el racismo perene.
Weinstein había estado dándole rienda suelta a sus asquerosas aventuras por décadas. Docenas de mujeres fueron el blanco de su acoso. Muchas accedieron a sus lujuriosas demandas, y muchas más sucumbieron a sus amenazas quedándose calladas por temor a perjudicar sus carreras.
Ahora todos se están apilando contra Harvey Weinstein. De repente, todos están asombrados. Los políticos que aceptaron millones de sus dólares se muestran disgustados y sorprendidos. Pero el comportamiento de Weinstein no era un secreto. La gente en Hollywood dice que todos lo sabían. Empleados de él lo ayudaban a quedarse a solas con una tras otra mujer vulnerable. Un incontable número, incluyendo sus conexiones políticas, miraban para otro lado. Sus pecados fueron condonados y alimentados dentro de la fétida incubadora que es la industria del entretenimiento de Estados Unidos. Él prosperó dentro de un vasto sistema de complicidad.
Fingir que la perversión de Weinstein es algún tipo de anomalía en Hollywood es tan falso como los escenarios plásticos de las películas. Él fue animado por la cultura de casting y sofá, que ha permeado a esta industria desde sus inicios.
La escritura condena no solo al adúltero, sino también al que lo acompaña (Salmo 50:18).
Nadie puede estar genuinamente sorprendido por la inmoralidad de este hombre. Hollywood le da glamur a la inmoralidad. El hecho de que éste poderoso productor (cuyas películas han ganado miles de millones de dólares y docenas de prestigiosos premios del cine) pudiera cometer estos crímenes sexuales por tanto tiempo, pone de relieve la naturaleza de las personas con las que se mezclaba, y el producto que él vendía. Decenas de miles de personas en Hollywood literalmente trabajan día tras día para hacer los guiones, ensayar, construir montajes, filmar, editar, pulir, comercializar, distribuir, proyectar y trasmitir este tipo exacto de vicio privado. ¿Cómo puede la sociedad repentinamente condenar sus acciones censurables, pero no reconocer el problema con las películas que diseminan esta cultura por todas partes? ¿De qué manera puede ser peor una solicitud indecorosa en secreto, que una que se filma y se le da glamur y se distribuye a nivel mundial? La sociedad no puede disfrutar libremente de lo último, sin tener que lidiar con lo primero como una fea consecuencia.
Jesucristo dijo que debemos juzgar por los frutos, y las revelaciones sobre Harvey Weinstein son frutos por los cuales su industria debería ser juzgada.
Desde que las verdades sobre Weinstein han salido a la luz, otros lo han denunciado, solo para luego ser expuestos por pecados propios similares. Más y más mujeres están apareciendo con acusaciones contra más y más actores y líderes de la industria. Pero eso no es todo. Una antigua estrella infantil insiste en que el acoso sexual de las mujeres en Hollywood es secundario al problema más grande del acoso sexual infantil. Su explosiva acusación fue respaldada por el documental de 2015, Un secreto abierto, el cual expuso la “epidemia de pedofilia” dentro de la industria del entretenimiento.
Estas son personas con enorme influencia social. Son personas que los estadounidenses subsidian e idolatran. Son personas que moldean las actitudes de la sociedad, cambian sus estándares, alientan sus sueños.
Dios llama a Estados Unidos “una nación hipócrita” por buena razón (Isaías 10:6). La cultura de Hollywood es intrínseca, innegable y épicamente hipócrita. Se hace pasar por feminista y a favor de las mujeres, pero por otro lado las trata como objetos sexuales; en privado, en las fiestas y públicamente en los cinemas. Hollywood protesta en contra de las armas de fuego en la arena política, pero romantiza la violencia armada en la pantalla grande. Sus estándares morales son tan falsos como sus escenarios cinematográficos. Esto no debería sorprendernos. El negocio de esta industria es la simulación. Su producto es la imagen.
Mucha gente ahora está siendo acusada de ser farisaica por condenar a un productor de cine. La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas lo expulsó y dijo: “La era de la ignorancia deliberada, y la complicidad vergonzosa en el comportamiento depredador sexual, y el acoso laboral en nuestra industria ha terminado”. Pues… veremos. Pero no espere que el producto cambie.
Romanos 1 condena a quienes rechazan a Dios y se entregan a una mente reprobada, estando atestados con toda injusticia, fornicación, perversidad, malicia, engaño y malignidad. Pero Dios no solo condena a los que cometen tales cosas, Él también condena a quienes “se complacen con los que las practican”. Y esos, son un montón de personas en Estados Unidos hoy.
¿Podemos actuar como si nada, y esperar solo bendiciones? “¿Cómo te he de perdonar por esto?” pregunta Dios a través de uno de sus profetas (Jeremías 5:7-9). “Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías. Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo. ¿No había de castigar esto? dijo [el Eterno]. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma?”. ▪