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Las siete leyes del éxito (duodécima parte)
Continuación de Las siete leyes del éxito (undécima parte)
La ley número cinco: para emergencias
Se podría suponer que si uno tiene un objetivo, y con él la ambición para lograrlo, y que si después se entrena, se educa y trata de perseguir su objetivo, se mantiene en buen estado de salud y se impulsa constantemente hacia su meta, estaría en posición de alcanzarlo.
Sin embargo, por indispensables que sean estas cuatro leyes, no son suficientes.
Nos enfrentamos constantemente a peligros, obstáculos, problemas imprevistos o reveses. Podemos estar procediendo con toda la exactitud requerida, cuando de repente ¡ZAS! … se presenta una complicación imprevista, surge algún incidente inesperado y nos detiene o nos hace retroceder. Por lo tanto, para hacer frente a estos problemas que se presentan continuamente, entra en juego la quinta ley del éxito, la ley para las emergencias: ¡ingenio!
Cuando se presentan complicaciones, obstáculos o circunstancias imprevistas que parecen bloquearnos el paso, necesitamos ingenio para resolver el problema, sobreponernos al obstáculo y continuar hacia la meta.
Recuerdo la ocasión en 1924 cuando viajamos 18 días en un viejo automóvil Ford “Modelo T”. íbamos desde Iowa hasta Oregón y se presentaron un sinfín de emergencias con el motor, sin mencionar llantas desinfladas o reventadas. Teníamos que resolver las dificultades “parchando” las cámaras de las llantas o reparando el motor a la vera del camino.
Además aprendí una lección sobre determinación e ingenio durante mi primera visita a las cataratas del Niágara. Paseaba en la isla de Cabras que divide el río precisamente arriba de las cataratas. En un punto había una roca enorme. Parecía una barrera infranqueable para el río que fluyendo rápidamente, caía en cataratas, formaba raudales y luego llegaba al lago Ontario.
Observé intrigado. ¿Se paraban o se daban por vencidas las rugientes aguas? ¡Jamás! Me emocionaba ver las aguas arremolinarse alrededor de la enorme roca y precipitarse sobre ella, o descubriendo un agujero a través de ella, arrojarse con estrépito y fragor hacia su destino.
La empresa ibm ideó un famoso lema que se encuentra en muchas oficinas y negocios. El lema es: “piense”, pero se suele escribir como: “piemse”.
Cuando se presenta alguna emergencia se requiere una mente despejada, nervios calmados, decisiones rápidas y razonamiento lógico. Lo que se necesita es ¡ingenio!
Se necesita una mente serena, capaz de evaluar todos los hechos y tomar una decisión sabia.
¿Conserva usted su calma ante tales emergencias o suele excitarse hasta perder el control de sus emociones? ¿Piensa usted rápidamente, con claridad y lógica, o se le paraliza la mente? Para tener éxito necesitamos cultivar la habilidad y el hábito de permanecer ecuánimes, pero listos para entrar en acción con vigor, tomando la decisión adecuada y ¡apegándonos a ella!
La importancia de la sexta ley
Ciertamente podríamos pensar que estos cinco recursos bastarían para garantizar finalmente el éxito. Sin embargo, nueve de cada 10 personas que los aplican, fracasan al no tener en cuenta la importante ley número seis.
Entre las historias relatadas al principio de este folleto se encuentra la del presidente de una fábrica constructora de automóviles. Él había empleado las cinco primeras de estas leyes (excepto que perseguía una meta equivocada que llevaba en la dirección errónea). Sin embargo, cuando la breve crisis económica de 1920 le quitó su fortuna, se suicidó.
Este hombre había llegado a un punto en que a todas luces parecía estar acabado. Durante su vida había resuelto ingeniosamente todos los problemas que se le presentaron. Pero ahora, repentinamente, parecía que todo le era arrebatado de sus manos… todo el producto de su trabajo, todo lo que había acumulado, todo aquello a lo que había dedicado su vida. ¡No le quedaba nada! ¡Estaba arruinado! O al menos así le parecía a él. Tal vez sufrió un fracaso matrimonial al mismo tiempo; yo nunca supe de su vida privada.
Acabó por rendirse. ¡Cometió suicidio! Se hallaba tan cerca del éxito… y sin embargo ¡tan lejos!
Nueve de cada 10 personas llegan a un punto varias veces en la vida cuando parecen estar totalmente derrotadas. Al parecer, todo está perdido. Se rinden y desisten cuando con un poco más de determinación, con un poco más de fe y perseverancia, con un poco más de tenacidad, habrían convertido el aparente fracaso en glorioso éxito.
Por consiguiente, la sexta ley del éxito es perseverancia y tenacidad.
Yo conozco personalmente la importancia de esta ley porque he llegado a ese punto más de una vez. Yo también me quedé sin nada en la breve crisis económica de 1920.
Había tenido una entrada, aun cuando contaba con menos de 30 años de edad, equivalente a la de un ejecutivo. Casi el 90 por ciento de mis ingresos provenían de cinco o seis compañías, pero la mayoría de ellas “se hundieron”, pues habían entrado en manos de síndicos.
Más tarde, en 1926, un negocio publicitario que yo había iniciado se esfumó de la noche a la mañana debido a factores y decisiones completamente fuera de mi control. Un proyecto de un millón de dólares se hundió en la nada como resultado de la quiebra en el mercado de valores y la depresión económica de 1929. Pero no me rendí ni renuncié a la vida. ¡Fue entonces cuando la meta de mi vida sufrió un cambio!
Durante los dos primeros años de su existencia, la Institución Ambassador se enfrentó constantemente a amenazas de derrota. Casi todos pensaban que estábamos acabados, que habíamos fracasado. ¿Por qué, se preguntaban, no me daba cuenta y desistía? En esos tiempos tenía que oír a mis socios hablar constantemente de “cuando esta institución se desplome”.
Mas ¡no se desplomó! Para el año de 1949 habíamos superado nuestra primera crisis financiera. Más tarde, la segunda. Hoy, creo que muy bien podemos decir que la Institución Ambassador es ciertamente ¡un éxito glorioso! Y nuestras demás operaciones se llevan a cabo a gran escala por todo el mundo. ▪
Continúa en Las siete leyes del éxito (decimotercera parte)