Lanzando fuego contra la alianza transatlántica
Europa “debería tomar las riendas de su propio destino”. Así lo afirmaba el Global Times, portavoz del Partido Comunista Chino (PCCh). “Si la UE quiere aumentar su autonomía y maximizar sus propios intereses (…) debería pensar más en los intereses pragmáticos en cooperación con China en lugar de dejar que la ideología, los valores abstractos u otra gran potencia dominen la agenda…” (3 de abril).
Esta declaración se publicó días antes de que el presidente francés Emmanuel Macron, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen y otros líderes europeos de alto nivel, visitaran China en abril. “Otra gran potencia” es una clara referencia a Estados Unidos, y fue básicamente una declaración abierta de que China está decidida a convencer a los europeos de que miren hacia oriente antes que a occidente.
El secretario general chino, Xi Jinping, entiende que mientras las naciones europeas sigan alineadas con EE UU, será más difícil para China alcanzar tanto su objetivo inmediato de conquistar Taiwán como su meta a largo plazo de dominar el mundo. Esta meta a largo plazo pudiera parecer exagerada, pero tanto los documentos políticos como las acciones del PCCh en los últimos años lo dejan indudablemente claro. Incluso el nombre con el que China se autodenomina, Zhongguo, significa “Reino Central”, connotando que China no es sólo el centro geográfico del mundo, sino que también debería ser el centro de su economía, cultura y gobierno. Esta cosmovisión sino-centrista se remonta a siglos atrás y ha resurgido con fuerza bajo la presidencia de Xi. Y él entiende que para lograrlo, debe sacar a Europa de su alianza con EE UU.
Así que Xi está trabajando frenéticamente para alejar a los europeos de su aliado histórico y acercarlos a su régimen comunista dictatorial. Y lo que es más alarmante es que algunos en las altas esferas del liderazgo europeo están ignorando la historia, guiñando un ojo al oscuro corazón del PCCh y sucumbiendo a los avances de Xi. De hecho, algunas élites europeas llevan mucho tiempo esperando y preparándose para este cambio.
Macron se inclina ante Xi
Xi le dio al presidente francés la bienvenida con alfombra roja en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, lo saludó con un desfile militar en la plaza de Tiananmén y compartió con él una espléndida ceremonia del té en Guangzhou. En total, pasó seis horas personalmente con Macron.
Durante el vuelo de regreso a París el 9 de abril a bordo del avión presidencial francés, Macron reveló un mayor entusiasmo por realinear la geopolítica europea. “Lo peor sería pensar que los europeos debemos convertirnos en seguidores, y seguir el ejemplo de la agenda estadounidense”, declaró a Politico, añadiendo que Europa necesita “autonomía estratégica”. La forma más clara de hacerlo es sustituir las alianzas estadounidenses por las chinas.
En muchos sentidos, Europa es el “reino central” en esta situación. Se encuentra entre EE UU y China en términos geográficos y de comercio mundial. Su identidad histórica y cultural es, por supuesto, muy propia, pero ahora tiene dos fuertes alternativas que tiran de ella en direcciones opuestas. Un poder es democrático, el otro dictatorial.
Macron y otros líderes europeos se esfuerzan por presentarse como paladines de la democracia, los derechos humanos y las normas laborales internacionales. Los franceses afirman defender los tres pilares de su lema nacional: liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad y fraternidad). Pero Macron está demostrando que está dispuesto a pasar por alto el hecho de que el PCCh está formado por una banda de ladrones marxistas no elegidos y que Xi es un dictador de por vida que está cometiendo un genocidio contra los uigures de China, enriqueciendo a su partido mediante el trabajo esclavo y apoyando la brutal invasión rusa a Ucrania. El presidente francés evita deliberadamente criticar la culpabilidad de China por la covid-19, sus actividades temerarias de dominación en el Mar del Sur de China, la represión ilegal de las libertades en Hong Kong, las estaciones de policía en todo el mundo, el espionaje descarado, los préstamos predatorios a naciones pobres, la diplomacia del “lobo guerrero”, el robo sistemático de la propiedad intelectual, el pésimo historial de derechos humanos y los preparativos activos para invadir la isla libre y democrática de Taiwán.
¿Por qué ignoraría el presidente de Francia la atroz tiranía de Xi? El propio Macron dio la respuesta en la misma entrevista: El objetivo de Europa, dijo, es convertirse en una “tercera superpotencia”. En la actualidad, él y otras élites europeas con ambiciones de superpotencia se sienten fuertemente restringidos por EE UU, que ha dejado de serles útil. Pero calculan que con la bendición de China, podrán librarse de Washington y dar al Continente el lugar que le corresponde en la escena mundial como gigante político, económico y militar.
Para ganarse la bendición del dragón chino, muchas élites europeas hacen la vista gorda ante las numerosas manifestaciones de malevolencia del PCCh. En su creciente desdén por el sistema estadounidense, básicamente aclaman a la dictadura depredadora asiática y dejan claro que no se interpondrán en el camino de sus oscuras ambiciones.
Las recientes conversaciones de Macron con Xi recuerdan a las que mantuvo con el presidente ruso Vladimir Putin mientras Rusia acumulaba tropas en torno a Ucrania en 2021 y principios de 2022. En aquel momento, Macron dio al menos la impresión de que quería evitar la guerra. Ahora sólo parece interesado en erosionar la influencia de EE UU y potenciar a China. Esto quedó dolorosamente claro con la luz verde que Macron dio a Xi para invadir Taiwán sin la intervención europea. Dijo: “Los europeos no podemos resolver la crisis en Ucrania; ¿cómo podemos decir de forma creíble en Taiwán: ‘Cuidado; si hacen algo mal, estaremos allí’? Si realmente quiere aumentar las tensiones, esa es la forma de hacerlo”.
Una declaración tan ilógica y geopolíticamente ingenua habría sonado en los oídos de Xi Jinping como estimulantes tambores de guerra. Y eso es lo que Macron pretendía. Es consciente de que la implicación europea podría hacer añicos acuerdos comerciales entre Europa y China por valor de decenas de miles de millones de dólares. Y lo que es más siniestro, también sabe que el éxito de la invasión china sobre Taiwán sería un golpe devastador para la imagen y la influencia del principal aliado de seguridad de la nación insular, EE UU. Si Estados Unidos, ya tambaleante tras debacles como la de Afganistán, sufre muchos más golpes, se verá obligado a retirarse aún más de la diplomacia, creando el espacio necesario para que Europa se convierta en la superpotencia desmedida que líderes como Macron anhelan que sea.
Esta descarada demostración francesa antiestadounidense debería ser una llamada de atención para Washington. Y lo que es aún más alarmante, la principal potencia económica de Europa comparte el mismo sentimiento —si no fuera así, Francia no se atrevería a hablar contra EE UU como lo hace. En este sentido, Macron actúa más bien como portavoz de la realidad que ha creado Alemania.
Entra Alemania
Cuatro días después del regreso de Macron al Palacio del Elíseo, la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, visitó el “Reino Central”. En entrevistas y ruedas de prensa, adoptó una postura más sensata y digna que Macron, expresando su preocupación por las violaciones de los derechos humanos del PCCh y condenando los avances militares de China contra Taiwán. “Un cambio unilateral y violento del status quo no sería aceptable para nosotros como europeos”, afirmó.
Para muchos observadores, su visita pareció reafirmar que Europa sigue estando del lado de la libertad, los valores occidentales y el orden mundial liderado por EE UU.
Europa intenta conseguirlo de ambas formas. Pero la fría verdad es que muchas élites alemanas comparten el objetivo de Macron de poner fin a la era dominada por EE UU y convertir a Europa en un coloso geopolítico sin cadenas. Y con este fin, mientras EE UU trabaja para disminuir la dependencia económica de una China cada vez más anárquica y agresiva, los alemanes están aumentando los lazos comerciales con China.
A menudo se habla de reducir la dependencia de China, pero al mismo tiempo los alemanes ven en el enorme mercado chino el futuro de la industria alemana. China ha sido el mayor socio comercial de Alemania durante siete años consecutivos, y ambas partes aspiran a seguir consolidando esa relación. Gran parte de esto está ocurriendo no a pesar de que empuja a EE UU a la esquina solitaria del triángulo geopolítico, sino debido a ese hecho.
“Hemos permitido que China abra una enorme brecha entre EE UU y Europa”, declaró Reinhard Bütikofer, presidente de la delegación del Parlamento Europeo para China, refiriéndose al acuerdo comercial entre China y Europa llamado Acuerdo Global de Inversiones. Dado que el acuerdo pretendía abrir los mercados chinos a las industrias europeas, bloqueando al mismo tiempo los estadounidenses, la Comisión Europea lo calificó como “el resultado más ambicioso que China haya acordado jamás con un tercer país o economía”. Este acuerdo está actualmente estancado, pero el canciller alemán, Olaf Scholz, y otras élites alemanas están decididos a sacarlo adelante. Scholz dijo recientemente que esperaba que el acuerdo “entrara en vigor lo antes posible”.
Los alemanes son conscientes de que, para convertir a Europa en la superpotencia que prevén, necesitan profundizar más en el mercado chino. La agenda verde de Alemania hace mucho más urgente una cooperación más estrecha con China. China controla la producción de la mayor parte del cobalto, el litio y los elementos raros de la tierra que son fundamentales para la transición de Alemania hacia las energías limpias. A mediados de abril se cerró la última central nuclear alemana, lo que hace a Alemania aún más dependiente de China.
Al mismo tiempo, la elogiada Iniciativa de la Franja y la Ruta de China está construyendo todo tipo de infraestructuras a lo largo de los miles de kilómetros que separan Pekín de las capitales europeas. El objetivo de todas las autopistas, redes ferroviarias, puentes y puertos es reducir los costes de transporte y ampliar los volúmenes comerciales, y China ha invertido un billón de dólares con ese fin. Varios países de la UE se han adherido, entre ellos Grecia, Hungría, Italia, Polonia, Portugal y República Checa. Alemania no participa directamente en la iniciativa, pero está permitiendo a China una mayor incursión en sus fronteras. El año pasado, se autorizó a una empresa estatal china a adquirir una participación del 24,9% en una terminal de contenedores de Hamburgo, el puerto más grande de Alemania. Y se sigue construyendo la infraestructura para un comercio cada vez mayor.
Estas tendencias dieron lugar al titular del New York Times el 12 de abril “Mientras EE UU intenta aislar a China, las empresas alemanas se acercan”. El artículo llama especial atención al gigante químico alemán basf y al fabricante de automóviles Volkswagen. Ambas megaempresas se han puesto manos a la obra para aumentar sus ya vastas operaciones de fabricación en China y sus ventas al mercado chino de 1.400 millones de habitantes. Empresas alemanas como bmw, Mercedes-Benz, Siemens, Kreditanstalt für Wiederaufbau, Deutsche Telekom, Allianz, Daimler y e.on siguen el mismo camino.
Reducir los lazos comerciales con China sería “impensable para casi toda la industria alemana”, declaró el director ejecutivo de Mercedes Benz, Ola Kallenius, a Bild el 1 de mayo, añadiendo que “desvincularse de China es una ilusión”.
Así, en lugar de seguir el ejemplo de EE UU y trabajar para alejarse de China, Alemania está tomando exactamente el camino opuesto. La razón no es que su economía no pueda sobrevivir sin China, sino que China ofrece a Alemania una oportunidad de crecimiento. Y los alemanes saben que el crecimiento es vital para el objetivo de convertir a Europa en la “tercera superpotencia”.
China necesita a Europa
Los líderes de naciones como China y Rusia llevan mucho tiempo tratando de eludir el dólar estadounidense en el comercio internacional. Tras ver cómo el dólar se convertía en un arma contra Rusia para castigarla por su guerra contra Ucrania, este deseo se intensificó enormemente. El Global Times escribió el 26 de abril: “Los hechos han demostrado que la hegemonía del dólar estadounidense puede romperse”.
Pero los hechos también demuestran que el dominio de los mercados estadounidenses, junto con la inercia macroeconómica, haría que esto sea una tarea difícil, particularmente si el plan es que la moneda china ocupe el lugar del dólar.
La cuota del dólar estadounidense en las transacciones de pago mundiales en enero, según el sistema bancario swift, se situó en el 45%, muy por delante de cualquier otra divisa. El renminbi chino (la moneda china) ocupó el octavo lugar, con sólo el 1,3%. Mientras tanto, el dólar sigue dominando las reservas de divisas en poder de los bancos centrales del mundo, constituyendo alrededor del 60% del total. El renminbi ocupa el quinto lugar, con un 3%.
China es sin duda un peso pesado de la economía. Pero como el PCCh manipula la moneda nacional con mano dura, los ministros de finanzas de otros países miran al renminbi con malos ojos. Los líderes chinos lo saben y entienden que si acaban en una guerra comercial con EE UU, necesitan un cómplice que maneje una moneda que goce de mucha más confianza internacional. El euro encaja en esa descripción.
En pagos globales, el euro ocupó el segundo lugar en enero, con un impresionante 33%. Y en reservas de divisas en manos de los bancos centrales, el euro vuelve a ocupar el segundo lugar, con un 20%.
En 2013, el Banco Popular de China y el Banco Central Europeo crearon un histórico intercambio bilateral de divisas. La medida se diseñó para reducir el coste de las transacciones financieras entre ambos, ayudarles a garantizar la liquidez en caso de tensiones y, lo que es más importante, permitirles eludir el dólar estadounidense. El pasado mes de octubre, el acuerdo se prorrogó tres años más en una decisión que el Global Times calificó de “nueva señal de acercamiento entre las dos principales divisas en medio de la creciente presión de un dólar estadounidense fuerte”.
Para China, tener a Europa como socio comercial importante es algo más que vital para su economía impulsada por las exportaciones. También es crucial para el objetivo geopolítico más amplio de China de expulsar al dólar estadounidense del comercio mundial. Y muchos europeos se están preparando para contribuir a este empuje chino. Mientras su avión volaba de regreso a París, tal vez en algún lugar sobre Asia Central, Macron dijo que estaba de acuerdo con Xi Jinping en que Europa debe luchar contra la “extraterritorialidad del dólar estadounidense”.
China y Rusia lideran la ofensiva global en favor de un mundo desdolarizado. Ambos buscan la libertad de invadir a sus vecinos y expandir su territorio sin enfrentarse a sanciones basadas en el dólar como las que actualmente asolan a la economía rusa. Cuando ambos comercian entre sí, lo hacen principalmente en renminbi, y están implorando a otras naciones que sigan su ejemplo. Argentina, Arabia Saudí, Brasil, India, Irán y Singapur están abandonando el dólar.
Hasta ahora, estos esfuerzos sólo han creado pequeñas molestias. Pero a medida que más europeos adquieran la visión de líderes como Macron y se unan al rechazo de China y Rusia a la “extraterritorialidad” del dólar, la moneda tendrá los días contados.
Dos superpotencias contra una
T.H. Tetens escribió Germany Plots With the Kremlin (Alemania conspira con el Kremlin) sólo ocho años después de la Segunda Guerra Mundial y señaló: “[Los nazis] sueñan con construir un nuevo bloque de tercera potencia y declararon que esta nueva combinación de potencias hundiría a EE UU desde sus actuales alturas vertiginosas”.
Eso es exactamente lo que estamos viendo suceder; es más, deberíamos haberlo esperado a la luz de la profecía bíblica. Hace unos 2.700 años, Dios inspiró al profeta Isaías para que profetizara sobre un bloque comercial multinacional asombrosamente poderoso que surgiría en nuestros tiempos modernos. Y especificó quiénes serían los principales miembros de este bloque.
En Isaías 23:1, llama a uno de los protagonistas “Quitim”. El redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, explica el significado de este nombre en su folleto La visión de Isaías sobre el tiempo del fin: “Kittim es sinónimo del Quitim de la profecía de Isaías. (…) Después de su migración a través de Asia Central, los de Quitim hicieron su aparición en el noreste moderno de China y en Mongolia…”. Así que esto se refiere principalmente a la China moderna.
Isaías también dice que “Tiro” será un miembro importante de esta alianza comercial. El Sr. Flurry explica: “El centro espiritual del Sacro Imperio Romano se le llama Babilonia en la Biblia (Apocalipsis 17:5; 18:1-3). Pero aquí en Isaías, la Biblia se refiere a Tiro (y sus aliados Sidón, etc.) como el centro comercial de esta potencia europea” (ibíd.).
Isaías 23, junto con un pasaje hermano en Ezequiel 27, muestra que Rusia y otras potencias asiáticas también se unirán a este bloque económico global. Juntos, esta alianza de países europeos y asiáticos tomarán el control del comercio mundial en un futuro próximo. Pasajes como Deuteronomio 28:52 muestran que utilizarán ese control para asfixiar a EE UU y a algunos de sus aliados.
“La Biblia contiene muchas profecías de ese poder europeo atacando a Estados Unidos”, continúa el Sr. Flurry. Cuando se produzca el ataque, “no habrá ayuda ni simpatía de parte de Asia”. De hecho, “Rusia, China y Japón” entrarán en una “breve alianza” con Europa. “Todos ellos van a asediar a Estados Unidos, Gran Bretaña y la nación judía”.
“Esta es la razón por la cual la profecía de Isaías sobre un ‘emporio de las naciones’ del tiempo del fin que incluye poderes tanto europeos como asiáticos es tan intrigante, y por la cual vale la pena observar la tendencia a la complicidad, entre estos dos grandes bloques económicos” (ibíd.).
Los cambios geopolíticos que estamos presenciando en China y Europa van más allá de las consideraciones económicas. Todo ello está conduciendo al surgimiento de dos poderosas superpotencias decididas a poner fin a la era del orden liderado por EE UU. China y Rusia son cada vez más beligerantes y están uniendo Asia mediante el comercio y la fuerza. Al mismo tiempo, Alemania está construyendo una potencia económica europea con la ambición de convertirse en lo que Macron llamó una “tercera superpotencia” con un ejército de la UE.
Muchos en todo el mundo hoy están alarmados por la guerra de Rusia contra Ucrania y el plan cada vez más claro de China para conquistar Taiwán. Pero pocos reconocen que el poderoso EE UU, a océanos de distancia de sus principales adversarios, podría ser igualmente brutalizado. Estas profecías muestran que esto es lo que le espera a EE UU. Y a la luz de ellas, no debería sorprendernos ver a europeos dispuestos a pasar por alto la crueldad del PCCh para asociarse con él. De hecho, deberíamos esperar que los lazos entre China y Europa sigan fortaleciéndose.
Y aunque China se vuelva más poderosa, beligerante y agresiva, deberíamos esperar que Europa se ponga cada vez más del lado de Pekín—y en contra de EE UU.
Las profecías bíblicas dejan claro que estas tendencias culminarán en un tiempo de extrema calamidad y gran oscuridad. Pero ese no es el final de la historia.
Las Escrituras también muestran que la era de las tinieblas será breve y luego será superada por la luz. En ese momento, comenzará un capítulo de la historia fundamentalmente diferente, mucho más brillante que cualquier otro que la humanidad haya experimentado.
“Pero esa asociación comercial no durará mucho”, escribe el Sr. Flurry. “Pronto chocarán, justo antes que Jesucristo regrese y los destruya a ambos” (ibíd.).
El Creador del hombre regresará a la Tierra y acabará de una vez por todas con nuestra anarquía, rebelión, tiranía, destructividad, abusos a los derechos humanos, genocidio, opresión, codicia, avaricia y otros males. Él marcará el comienzo de una era de luz y paz para los pueblos de China, Europa, EE UU y el mundo entero. “Gracias a Dios”, escribe el Sr. Flurry, “hay noticias grandiosas más allá de las malas noticias”.