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La voluntad para sobrevivir
“La pregunta fundamental de nuestro tiempo es que si Occidente tiene la voluntad de sobrevivir. ¿Tenemos confianza en nuestros valores como para defenderlos a toda costa?”
Esa es una declaración electrizante. Pero muchos expertos la rechazan, y por ende la responden.
Esa declaración fue hecha por el presidente de Estados Unidos Donald Trump en un discurso en Varsovia, Polonia, el 6 de julio. “Nosotros escribimos sinfonías. Perseguimos la innovación”, dijo él. “Celebramos a nuestros antiguos héroes, abrazamos nuestras tradiciones y costumbres imperecederas, y siempre buscamos explorar y descubrir fronteras completamente nuevas. Nosotros recompensamos la genialidad. Nos esforzamos por la excelencia y apreciamos las inspiradoras obras de arte que honran a Dios. Valoramos el imperio de la ley y protegemos el derecho a la libre expresión”.
Yo encontré estas palabras alentadoras, considerando cuánto se ha denigrado la civilización Occidental actualmente. Luego de haber abrazado el relativismo y el multiculturalismo, el pensamiento ortodoxo ahora es que todas las otras culturas no sólo son excelentes, sino superiores; y que la cultura judío-cristiana es inherentemente impura e inferior.
Este auto-aborrecimiento es tremendamente destructivo. Los valores que han apuntalado a nuestra sociedad por generaciones están siendo desafiados. Nuestro sistema educacional adoctrina a los estudiantes a odiar la contribución hecha por los pueblos de habla inglesa a la civilización.
La favorable descripción del presidente Trump de una cultura digna de defenderse, prendió las campanas de alarma de aquellos que ven a la civilización Occidental como intrínsecamente mala y racista. Jonathan Capehart del Washington Post acusó al Presidente de haber soplado “el más fuerte de los silbatos para perros (…) que hincha los pechos de los nacionalistas blancos de todas partes”. Salon.com lo vituperó por hablar como si sinfonías, innovación y exploración “fueran cualidades únicamente de naciones predominantemente blancas, en vez de ser verdades universales de la raza humana a través de todas las culturas”. La gente de todo el mundo puede celebrar y elogiar sus propias culturas, pero cuando el presidente de Estados Unidos lo hace, eso es racista.
Esta mojigatería es de lo más indignante cuando usted considera que estos mismos liberales están dispuestos a tolerar, incluso a celebrar. El Washington Post criticó al presidente por elogiar la sinfonía. Mientras tanto, vea la cultura popular en EE UU: es cruda, vulgar, apelando a lo peor del espíritu humano. Ésta degrada, rebaja, desvaloriza, y gran parte de ella deshonra a las mujeres, exalta el exceso, la criminalidad y la codicia. ¿Cómo puede la izquierda pasar por alto toda esta inmoralidad, misoginia e intolerancia, pero considerar como racista el elogiar la sinfonía?
¿Tenemos la confianza en nuestros valores para defenderlos a cualquier costo? Un valor fundamental para la civilización es una fuerte educación, pero es tratada con menosprecio por muchos de nuestros jóvenes. Valores como el trabajo arduo y estudio diligente son un chiste. Los estándares académicos se están desplomando. Las salas de clases por todo Estados Unidos están cediendo al alboroto, gobernadas por estudiantes que no tienen interés en aprender. Y cuando los estudiantes no rinden bien, los liberales siempre ofrecen rápidamente explicaciones (excusas) que absuelven a los estudiantes de responsabilidad: pobreza (nunca se acuerdan de que gente pobre en otros países logran ser bien educados); problemas familiares; exámenes racistas; profesores racistas. En California, sólo el 25 por ciento de los chicos afroamericanos cumplen los estándares de lectura estatales. ¿Por qué? Aprender a leer no es difícil; la gente en todo el mundo lo hace todo el tiempo. La alfabetización global está sobre el 86 por ciento de acuerdo a la unesco. Pero estos estudiantes están creciendo en una cultura que se ha desarrollado siendo hostil a las cosas que sustentan nuestra civilización.
Incluso es visto como imperialismo cultural el hecho de uno ser capaz de expresarse en buen idioma oral, enseñándoles a los jóvenes a hablar de una forma que los saque de la degradación y que les abra puertas de oportunidades en la sociedad. Los liberales excusarán la obscenidad, la falta de respeto e insolencia, incluso la licencia sexual, el abuso de drogas, la criminalidad y los disturbios. En muchos casos, al sólo hecho de nombrar los problemas se le tacha de ser racista. Usted es racista si dice que los chicos de los barrios violentos necesitan dejar de dispararse uno al otro y que deben comenzar a estudiar, a tratar de hacer algo con sus vidas y de convertirse en miembros productivos de la sociedad. Y si la gente siquiera reconoce estos problemas, inevitablemente culpan a la sociedad.
¿Qué otra sociedad se ha tratado alguna vez con tal desprecio?
¿Cómo podemos defender “nuestros valores” a cualquier costo cuando no podemos ni siquiera definirlos? ¿Familia tradicional? Eso lo dejamos de defender hace mucho tiempo. ¿El estado de derecho? Eso está siendo socavado a cada oportunidad. ¿Innovación—héroes antiguos—tradiciones y costumbres imperecederas—explorar y descubrir nuevas fronteras? Espere un momento… ¿usted está sugiriendo que éstas sólo pertenecen a las naciones de predominancia blanca?
La gente se eriza sólo con la noción de los valores absolutos. No importa lo que usted pueda sugerir como uno de “nuestros valores”, alguien lo desafiará. Alguien le dirá que algo positivo es en realidad tóxico, racista y destructivo. Luego esa persona insistirá en que una cosa mala y terrible es en realidad buena.
El profeta Isaías dijo: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno dicen malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20). “¡Ay!” No se puede tener una civilización que confunde lo bueno con lo malo, que no puede discernir entre la oscuridad y la luz o entre lo dulce y lo amargo. Uno debe ser capaz de reconocer lo que es en realidad bueno y malo. Uno debe apreciar la realidad y la verdad. De otra manera, ¡cuánta desdicha tendrá usted! ¡Atacará lo bueno, exaltará lo malo, sacará rápidamente la luz, caminará en la oscuridad y llenará su vida de amargura! Usted estará constantemente socavando su propia civilización.
Esto es exactamente lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Para responder a “las preguntas fundamentales de nuestro tiempo”, cuando una cultura comienza a odiarse tanto como lo hacen sus enemigos, ésta no puede sobrevivir. ▪