(c)iStock.com/kali9
La vida recta
Algunos dicen que la familia no vale la pena. Uno ve la clase de comentarios irónicos en tarjetas de saludos y vulgares tazas para el café que dicen cosas como: “Matrimonio” no es una palabra; es una sentencia. Los matrimonios son hechos en el cielo; así como los truenos, los relámpagos, los tornados y el granizo . Nuestros padres arruinan la primera mitad de nuestras vidas, y nuestros hijos la segunda .
Tales ideas provienen de personas que no entienden el propósito de Dios para la familia. Conocer el porqué de la familia nos ayuda a ver los supuestos negativos por lo que son en realidad. Son nobles sacrificios por un propósito asombroso.
En Hablemos con franqueza para hombres, James Dobson habla de algo llamado “la vida recta”. Para un hombre en una familia, dice él, esto significa “levantar su cuerpo cansado de la cama cinco días a la semana, 50 semanas al año. Significa ganarse dos semanas de vacaciones, y elegir un viaje que les agradará a los niños. La vida recta es, gastar su dinero sabiamente en lugar de darse gusto con algo nuevo; es llevar a su hijo en un paseo en bicicleta... cuando usted desea tanto ver el partido de béisbol; es limpiar el garaje en su día libre después de trabajar más de 60 horas la semana anterior. La vida recta es seguir adelante aún resfriado; darle mantenimiento al carro; lidiar con la maleza del césped; llenar los formularios de impuestos… y es dar una porción de sus ingresos para la obra de Dios, cuando usted se pregunta cómo cuadrará el presupuesto. La vida recta para el esposo y padre común y corriente es todo lo que he enumerado, y más… mucho más”.
Sí, la familia implica sacrificio. Cualquier hombre que esté casado, tenga hijos y esté haciendo su trabajo, puede identificarse con eso hasta cierto punto. Y la “vida recta” para una esposa es a menudo mucho menos glamorosa. Viéndolo desde una perspectiva puramente egoísta, parece ser una serie de molestias.
Muchos de los que no entienden el porqué de la familia tratan de lograr sus beneficios sin su sacrificio. Fíjese en estas citas tomadas de “Personal Marriage Contract” [Contrato de matrimonio personal], escrito por el Dr. John F. Whitaker en 1976: “Yo entiendo que nada es para siempre; que no existen garantías absolutas, y que ‘ahora’ es lo único real para siempre. (…) Amaré, honraré, respetaré (pero no obedeceré ni me someteré a ti) hasta que cualquiera de nosotros cambie su parecer y mantenga un cambio de actitud por un período de un año o hasta la fecha de terminación del contrato. (…) No esperes que te acepte tal como eres cuando falles en mantener tu atractivo físico y el cuidado de tu cuerpo… Yo me pondré primer lugar. Al mantenerme lleno, satisfecho y sin hambre, tendré abundante gozo, amor y cariño para darte”.
Esto, que digamos, no lo hace a uno desmayarse con sentimientos de romance, ¿verdad?
Es posible que no lo llevemos tan lejos como lo describe este hombre, pero por naturaleza tendemos a enfocarnos en el matrimonio egoístamente: Mientras cuides de mis necesidades, cuidaré de las tuyas. Si haces tú parte, entonces haré la mía. Pero, ¿funcionará ese tipo de matrimonio? ¿Funcionaría siquiera ese tipo de amistad?
Imagine si el amor de Dios fuera tan condicional. En lugar de, no te desampararé, ni te dejaré (Hebreos 13:5), imagínelo diciendo: No esperes que me quede si no me gusta lo que veo. Si no estás satisfaciendo mis necesidades, esto realmente no va a funcionar. ¡Ese no es el amor de Dios! El amor de Dios todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; nunca deja de ser (1 Corintios 13:7-8).
El amor humano se centra en el yo. El amor de Dios se centra en la otra persona. Y vivir su vida sirviendo a alguien más, no siempre es cómodo o glamuroso.
Jesucristo vivió la vida recta verdaderamente. Toda Su vida fue acerca de servir, de ser fiel y obediente. Ni una sola vez dijo, Voy a hacer esto para mí. Me lo he ganado. Me merezco algo de indulgencia aquí. No, Él dijo: Yo hago siempre lo que le agrada a Mi Padre (Juan 8:29). Él realmente se sacrificó, murió para tener una familia. Pero lo hizo de su propia voluntad, porque tenía el amor de Dios.
Muchas parejas quieren un “matrimonio 50/50”. Sin embargo, para que un matrimonio sea tan grandioso como pueda ser, debe ser 100/100. Cada cónyuge tiene un papel, y cada uno debe dar todo lo que pueda. Esa es la forma en que el amor de Dios funciona. Y eso es independiente de la otra persona. Cristo, nuestro modelo a seguir, murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
¿A qué está usted renunciando realmente para vivir la vida recta? Al egoísmo. Sí, usted tiene que renunciar a algunos deseos personales, que no son necesariamente malos. No estamos aquí para nosotros mismos.
Y, por otro lado, ¿qué se gana con vivir la vida recta? Amor. Familia. Seguridad. Estabilidad. Una paz que alguien que está persiguiendo sus propios deseos simplemente no puede entender. Y mientras usted vive esa vida recta, está aprendiendo acerca de Dios y viviendo la vida de familia que Él diseñó, creciendo y madurando en el proceso. ¡Qué buen intercambio!
Evalúe la calidad de su amor. Mida su paciencia, su lealtad, su constancia, frente a la de Jesucristo. Viva para su familia. Pídale a Dios que le ayude a pensar como Él. ¡Agradezca a Dios por mostrarle que el camino recto y angosto conduce a la vida!
Y adopte la vida recta. ▪