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La nueva moral estadounidense
Uno no puede poner la moralidad en una gaveta. Nuestra moral afecta todo aspecto de nuestras vidas: nuestras familias, nuestra educación, las organizaciones benéficas, nuestras religiones, nuestro comercio y negocios, la economía, las leyes, nuestro sistema de justicia y policial, nuestros gobiernos, las políticas sociales, nuestro planeamiento estratégico, las políticas exteriores; incluso cuándo, dónde y cómo libramos una guerra.
Desde sus comienzos, la moralidad estadounidense estuvo basada en la Biblia. Los estadounidenses practicaron y aplicaron su entendimiento de las prescripciones morales de la Biblia con un celo notable.
Sin embargo, en años recientes, esa moralidad ha sido remplazada por un código Moral enteramente diferente y muy anti bíblico.
Los nuevos moralistas esperan que se cumplan las normas sexuales, roles y definiciones de género, racismo, multiculturalismo y muchos otros aspectos más de nuestras vidas. Insólitamente, aunque es irreligiosa, la nueva moralidad estadounidense se impone cada vez más con tanto fervor religioso, como lo fue alguna vez con la antigua moral.
Los dictados de este nuevo código moral son estrictos e implacables, con declaraciones intolerantes de todas las formas de intolerancia concebibles, incluso aquellas practicadas por Dios mismo.
Estados Unidos en sus comienzos
Este nuevo despertar moral es muy diferente de los grandes avivamientos anteriores de Estados Unidos.
En tiempos coloniales, los puritanos, los católicos, los cuáqueros y otros huyeron de la persecución religiosa en Inglaterra y vinieron a EE UU buscando un refugio para adorar como ellos escogieran hacerlo. Los primeros colonos establecieron colonias fuertemente religiosas, algunas de las cuales extrajeron muchas de sus leyes directamente del Antiguo Testamento. Muchos de sus pactos coloniales reflejaron el Pacto de Mayflower de 1620, cuyos firmantes dijeron que ellos habían llevado a cabo su proyecto “para la gloria de Dios y el avance de la fe cristiana”. La colonia de la Bahía de Massachusetts, entre otros, citó literalmente el capítulo y el versículo de la Biblia para establecer las leyes de la región.
Cuando los colonos enfrentaban periodos de dificultad y pruebas, los gobernantes respondían reforzando las leyes, ordenando más bien la oración y el culto religioso, y aumentando la severidad del castigo contra los condenados por adulterio, sodomía, violación y otros actos inmorales. Cuando William Penn estableció el “experimento sagrado” de Pensilvania, prescribió: “todas las ofensas contra Dios como insultos, maldiciones, mentiras (…) incesto, sodomía, violaciones, prostitución, fornicación y otras impurezas (que no serán repetidas)…” porque “el desenfreno y la soltura del pueblo provocan la indignación de Dios contra un país”.
En este clima, se extendió una tolerancia religiosa única de los estadounidenses: las personas podían adorar como quisieran… siempre y cuando fueran cristianas, con fe en Jesucristo. En los 1700, a menudo conocida como la era de la razón o la Ilustración, Estados Unidos experimentó una serie de avivamientos religiosos. Los predicadores que llamaban al arrepentimiento y la conversión gozaban de una tremenda popularidad y atraían a grandes multitudes. La mayoría de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos —incluyendo a Harvard, Yale, Princeton, Columbia, Dartmouth— se fundaron en esta época como universidades y seminarios confesionales para entrenar al clero. Todos entendían que la educación era en primer lugar un esfuerzo moral.
Cuando la nación entró en la tribulación de la Guerra de la Revolución, el Congreso Continental proclamó varios días de ayuno, para “el ejercicio del arrepentimiento y reformación”. La guerra se consideraba como “el justo castigo por nuestras múltiples transgresiones”, y se imponía a los oficiales civiles y militares a observar más estrictamente los Artículos de la Guerra que prohibían “lenguaje profano soez y toda inmoralidad”.
Los legisladores fundadores de la nación garantizaron la protección legal de la religión en la Primera Enmienda de la Declaración de Derechos, la que prohíbe cualquier ley que restrinja la libertad de práctica religiosa. Esta separación de Iglesia y Estado protegió a la religión de la interferencia del gobierno y aseguró su importancia en la vida pública.
Cuando el científico y político francés Alexis de Tocqueville visitó Estados Unidos en 1831, el país estaba experimentando otro estallido de fervor religioso, llamado el Segundo Gran Despertar. “No hay país en el mundo donde la religión cristiana mantenga una mayor influencia sobre las almas de los hombres”, señaló Tocqueville en La democracia en América. “La libertad considera a la religión como su compañera en todas sus batallas y sus triunfos (…). Considera la religión como la salvaguarda de la moralidad y la moralidad como la mejor seguridad de la ley y la garantía más segura de la duración de la libertad…”.
Nadie argumenta que Estados Unidos hay implementado el código moral de la Biblia perfectamente. Ninguna nación en la historia lo ha hecho; ni siquiera Israel, la nación a la cual Dios se lo dio originalmente. Para tomar tal vez el ejemplo más notable en la historia estadounidense, a pesar de estar codificada en la Declaración de Independencia la creencia de que “todos los hombres son creados iguales, que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”, la joven nación tardó casi nueve décadas en abolir finalmente por ley constitucional las prácticas de esclavitud inmoral, y no bíblica.
Sin embargo, como la sociedad en general buscaba practicar la moralidad bíblica como la entendían, Estados Unidos creció hasta convertirse en la nación más grande en la historia mundial. La gente reconocía de manera amplia y acertada, que las bendiciones de Dios eran la razón de este éxito. (Lea la poco conocida verdad acerca de cómo Dios provocó esto en nuestro libro gratuito Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, escrito por Herbert W. Armstrong).
Aprender las nuevas reglas
Tocqueville dijo que la religión asegura la moralidad, y la moralidad asegura la libertad. Pero en las últimas décadas, la religión estadounidense se ha preocupado cada vez menos por la moralidad. Al ceder su base moral, se ha debilitado. Y sus enemigos se han vuelto más osados y más numerosos. Han logrado transformar el concepto de separación de Iglesia y Estado para imponer la secularización de la vida pública; no como una protección de la religión sino como un arma legal contra ella.
Este proceso ha preparado el escenario para un nuevo gran avivamiento… a una nueva moralidad.
La antigua moralidad basada en la Biblia era inmutable y absoluta. Enfatizaba en la inviolabilidad del matrimonio y la responsabilidad de los padres de enseñar e instruir a sus hijos. Hacía hincapié en la santidad del sexo entre marido y mujer. Inculcaba el respeto por la autoridad y el deber al país. Fomentaba las virtudes personales como la templanza, la moderación, la sobriedad, la modestia y el ahorro.
La nueva moralidad cambia con el tiempo: lo que antes era inaceptable ahora puede ser alentado, y lo que una vez fue tolerado ahora puede ser totalmente intolerable. Es inconsistente y auto-contradictoria. Enfatiza la preeminencia del individuo, y la importancia de la gratificación personal por sobre el deber hacia el cónyuge o los hijos. Promueve la licencia sexual sin restricciones, excepto, en un cambio abrupto reciente, cuando se trata de hombres que coaccionan a las mujeres sexualmente. Dependiendo de quién tenga la autoridad, la nueva moralidad busca ya sea un control más autoritario o un derrocamiento de todo el sistema; y considera el patriotismo semejante al tribalismo. No hay virtudes absolutas. Dependiendo del individuo y las circunstancias, el exceso, la indulgencia, la intoxicación, la arrogancia y la avaricia pueden todos ser elogiados como morales, o condenados como inmorales.
No obstante, a pesar de sus contradicciones y volatilidad, todavía se aplica con convicción y autoridad implacables.
La nueva moralidad estadounidense dice que todos los hombres son violadores y potenciales violadores, y que se les debe temer y deben ser contenidos. Al mismo tiempo, dice que, si uno de estos hombres cree que es una mujer, eso es moral y verdadero. Todos debemos seguir la corriente. Deberíamos permitir que este hombre entre en los baños para mujeres y cualquiera que se sienta incómodo con esto es intolerante. La intolerancia es inmoral.
Ahora es moral permitir que los niños elijan su género desde sus primeros años. Es inmoral alentarlos a ajustarse a los estereotipos sexuales, como inculcar en los niños el deber de proteger a las niñas.
Que un hombre se aproveche de una mujer es claramente inmoral. Pero si está casado, y él evita estar solo con una mujer (para evitar la tentación y/o la apariencia de maldad), eso es inmoral. ¿Por qué? Porque podría frenar las carreras de mujeres que deben reunirse con él a solas. Cuando una mujer actúa sexualmente a cambio de recibir un ascenso profesional, esto es inmoral para el hombre, pero moral para la mujer. En las muy celebradas palabras de Oprah Winfrey en los Golden Globes, ella hizo esto porque “tenía hijos que alimentar, cuentas que pagar y sueños que perseguir”. Por ende, moral.
Fornicación y nacimientos fuera del matrimonio: moral; y ay de cualquiera que intente impedirlo. La pornografía es tan omnipresente que incluso los niños la ven fácilmente y con regularidad: moral. Matrimonio de personas del mismo sexo: moral. Matrimonio heterosexual: depende de si el hombre lidera a su familia. Si lo hace, eso es opresión: inmoral.
Esfuerzos para proteger las vidas de los nonatos: inmoral. Exponer a clínicas y médicos que venden partes del cuerpo del feto abortado: inmoral.
Religión: generalmente aceptada como moral. Las religiones orientales son morales. Las prácticas religiosas tribales africanas son morales. La espiritualidad de los nativos americanos es moral. El islam, incluyendo el cubrirse por obligación todo el cuerpo, el matrimonio forzado, la mutilación genital, y en ocasiones, arrojar a los homosexuales desde la azotea de un edificio: moral. Los nuevos moralistas no deben ser fanáticos intolerantes con respecto a tales prácticas.
La notable excepción es la religión que tiene sus raíces en la Biblia: eso es inmoral. Cristianos cuya consciencia no les permitirá hornear un pastel de bodas para una pareja homosexual: inmoral.
No espere consistencia en la nueva moralidad. Sólo trate de mantener el ritmo, y asegúrese de acatar.
La Nueva Moralidad en acción
Las nuevas generaciones que crecen bajo la nueva moralidad estadounidense lo están aprendiendo bien. Están midiendo escrupulosamente a la sociedad: tolerando e incluso alentando a otros hacia creencias y actos que se habrían considerado inmorales en tiempos menos iluminados, y utilizando diligentemente su exigente medida moral para condenar a los que caen en contra de las nuevas reglas.
Un ejemplo del mundo real ocurrió después de un tiroteo en junio de 2015 en una iglesia en Charleston, Carolina del Sur, por un supremacista blanco. En respuesta a esto, comenzó un movimiento para eliminar los monumentos públicos y los monumentos conmemorativos de los Estados Confederados de EE UU.
En agosto pasado, este movimiento estalló después de participar en protestas obsesionadas con una estatua de Robert E. Lee en Charlottesville, Virginia. De repente, los monumentos conmemorativos en todo el país fueron ahora monumentos al nacionalismo blanco, al racismo rancio y a todo lo inmoral sobre el pasado esclavista de Estados Unidos. La marea de desdén moral golpeó a Jefferson Davis, Stonewall Jackson, Roger Taney y otros confederados. Pero no se detuvo allí. Incluso se tragó a gigantes como George Washington, Thomas Jefferson y Abraham Lincoln como culpables de esclavitud y racismo: inmoral. Y para la nueva moralidad inflexible: imperdonable.
Fue un claro ejemplo de lo volátil, apasionada, celosa y fanática que puede ser la nueva moralidad. No da un juicio razonado con respecto a, digamos, qué aspectos de la historia se deben preservar, y cuáles derribar, desmantelar, despintar y arrasar. Reflexivamente marca a toda la oposición como intolerante y racista. La evidencia contraria es ruido. La única acción moralmente correcta es destruir.
Estos críticos de mente superior pueden mirar a un hombre como el presidente Washington, y verse a sí mismos como su superior moral. Éste era un hombre universalmente admirado por su carácter irreprochable: un hombre sin cuyo liderazgo Estados Unidos bien podría haber sido una fallida nota al pie de la página histórica. Por volver a la vida privada y negarse a convertir la presidencia estadounidense en una monarquía, se dice que el rey Jorge iii llamó a Washington “el hombre más grande del mundo”. Sin embargo, él no cumple con la estricta medida de la nueva moral.
Estas personas miran al presidente Jefferson y no ven nada más que a un perverso dueño de esclavos. No pueden reconocer en él, al autor de los credos que han ayudado a otorgar mayor libertad a más personas que en cualquier otra nación en la historia de la humanidad. Todo el arco del pasado de Estados Unidos ha sido una ardua pero notablemente exitosa lucha por cumplir con los altos ideales de los derechos y libertades universales que Jefferson articuló, en el nacimiento de la nación. Pero nadie menos que un modelo de virtud como lo es Al Sharpton, ha exigido que el Memorial de Jefferson sea despojado de fondos públicos para castigar su memoria.
El presidente Lincoln carecía de la conciencia racial y cultural de los moralizadores de hoy. Pero a pesar de ello, sí logró la asombrosa proeza de restaurar por sí solo a un país dividido, evitando que se dividiera permanentemente en dos, al tiempo que erradicaba la esclavitud permanentemente mediante una enmienda constitucional. Pero estos logros no fueron suficientes para protegerlo del reproche de al menos un cruzado en su estado natal que destrozó y quemó un busto de Lincoln en el lado sur de Chicago.
Los moralistas de hoy son excelentes para señalar los pecados. Las figuras históricas son blancos particularmente fáciles, porque nadie en la historia humana ha vivido de acuerdo con las restricciones de la Nueva Moral de Estados Unidos. Así que los educadores pueden demostrar fácilmente cómo ellos son los superiores morales de todos los que vinieron antes que en la civilización occidental. Ellos pueden mostrar, cómo todo héroe de la historia occidental fue en realidad un villano. Pero no tienen ningún interés en aprender nada de ellos. ¿Qué podría enseñarnos un dueño de esclavos como Thomas Jefferson? ¿Qué podríamos ganar estudiando a un racista como Abraham Lincoln? No sienten ninguna gratitud por lo que esas personas construyeron, y de lo cual ellos se benefician. Sólo sienten una indignación autojustificada y desprecio.
Al país que les dio todas sus libertades y prosperidad, los nuevos moralistas lo han llegado a odiar por toda su inmoralidad, su intolerancia, fanatismo, esclavitud, racismo sistémico, apropiación cultural, avaricia capitalista, explotación, opresión de clases, sexismo, misoginia, homofobia, transfobia, imperialismo, crímenes de guerra… y la lista continúa. Viviendo en la nación más próspera, libre e inclusiva de la historia de la humanidad, los nuevos moralistas de Estados Unidos lo ven como vivir en la nación más explotadora, racista, opresiva e inmoral de la historia.
Cómo medir moralmente a un hombre
“Hacer que Estados Unidos sea grande otra vez” es el lema del presidente Donald Trump. ¿Cuándo, entonces, Estados Unidos fue “grande” la última vez? Esta pregunta le fue hecha al candidato al Senado de Alabama, Roy Moore, en una reunión de campaña en septiembre pasado. Él señaló el tiempo cercano a la visita de Tocqueville, antes de la Guerra Civil, y dijo: “Creo que era grande (aunque tuviéramos esclavitud) cuando las familias estaban unidas y se cuidaban mutuamente (…). Nuestras familias eran fuertes; nuestro país tenía una dirección”.
La respuesta que apareció ampliamente en los medios y las plataformas políticas fue que ¡Roy Moore cree que la esclavitud hizo más fuerte a Estados Unidos! ¡Roy Moore apoya la esclavitud!
A decir verdad, la respuesta de Moore reconoció inequívocamente que la esclavitud era incorrecta; él dijo que, dejando de lado ese mal, había algo grandioso en la nación cuando las familias eran fuertes y el país estaba avanzando. Los historiadores incluso podrían considerar esto objetivamente como cierto con respecto a los comienzos de Estados Unidos. Pero tales distinciones son imposibles en el Estados Unidos de hoy —donde la gente más bien vería a Jefferson como un propietario de esclavos bárbaro, más que como el autor del escrito que más tarde liberaría a los esclavos.
Moore ya era ampliamente considerado un delincuente sexual por tratar de salir con chicas de la mitad de su edad cuando era joven. Ahora, de acuerdo con el crudo juicio moral del progresista en Estados Unidos, cualquiera que haya votado por Moore no sólo es un partidario entusiasta del abuso sexual infantil y la depredación sexual, sino también un racista que anhela reintroducir la esclavitud. Afortunadamente él perdió la elección, por lo que el Senado no será corrompido por su influencia Inmoral; o eso es lo que se piensa.
Quizás algunas de las acusaciones eran ciertas y Moore no merecía el cargo. Sin embargo, muchos de los miembros actuales del Congreso tienen comportamientos abiertamente tan malos o peor que esos (basándose en la moralidad bíblica); y, aun así, ellos disfrutan de alabanza en vez de condenación por parte de los nuevos moralistas. Moore, sin embargo, fue culpable del pecado de defender la Biblia y los Diez Mandamientos, y al hacerlo se dibujó un tiro al blanco en su propio pecho.
Los principales medios de comunicación morales, los demócratas e incluso el sistema republicano trataron a Moore como un pedófilo convicto debido a las acusaciones de hace 40 años, algunas de las cuales resultaron ser falsas. Mientras tanto, muchos nuevos moralistas están normalizando cada vez más la pedofilia real. Se describe con simpatía en ciertas películas de Hollywood y en las principales fuentes de noticias. Los psicólogos y activistas lo están empujando por el mismo camino hacia la aceptación social que hicieron con la homosexualidad y la transexualidad. Y no se atreva usted a condenar a las personas por estas inclinaciones irreprimibles. Eso sería inmoral.
Dos formas de rectitud
El contraste entre esta nueva moralidad y la moralidad basada en la Biblia es patente.
El código moral de la Biblia es estricto, consistente e inflexible. Su estándar es la pureza y la perfección absolutamente moral (por ejemplo, Génesis 17:1; Mateo 5:48; Filipenses 3:14-15). Reconoce toda una gama de pecados más allá de los prejuicios y la intolerancia. De hecho, su Autor dice inequívocamente que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), incluso los nuevos moralizadores.
Sin embargo, ser pecadores no nos hace irredimibles. Aunque Dios es perfecto y moralmente superior a los demás, Él también está lleno de misericordia, compasión y paciencia (ej. Éxodo 34:5-7; Mateo 18:21-22; Lucas 6:36-37). Al emitir un juicio, Dios examina el corazón, la intención, la actitud, el entorno y el conocimiento de la ley. Él permite el arrepentimiento del pecado; el cual es Su objetivo para todas las personas.
La nueva moralidad estadounidense es mucho más selectiva en su rigor, pero contra aquellos que considera transgresores, es despiadada.
Este enfoque es similar a otro ejemplo bíblico, el del diablo. Llamado “el acusador”, él critica, ridiculiza y desprecia a las personas “día y de noche” (Apocalipsis 12:10). Él es negativo, cínico y autojusto. Él tiene un estándar moral de su propia elaboración, y lo usa como un arma contundente. Culpable como lo es de la mentira, lujuria, intolerancia y asesinato, él ve en otros sólo debilidad, estupidez, hipocresía y fallas.
El diablo puede mirar a Dios mismo y ver a un hipócrita y un fracaso. Mientras que Dios puede mirar a un pecador y ver las características de un corazón perfecto.
Los moralizadores se han ordenado a sí mismos como jueces, jurados y verdugos de la nueva ley moral de Estados Unidos. Es fácil ver a quién buscan como su inspiración.
La nueva moralidad, con todas sus inconsistencias, no puede verse como un código moral completo, y consistente. En la práctica, funciona más como un arma dirigida a una sola cosa: destruir lo que queda de la moralidad bíblica en Estados Unidos.
En 1964, el educador Herbert W. Armstrong comenzó a condenar el surgimiento de una “nueva moralidad” en EE UU. Fue un movimiento que “se deshizo de las restricciones (…) contra la mojigatería, la represión y la ignorancia”, escribió en un folleto titulado Dios habla sobre ‘La nueva moralidad’. De muchas maneras, este desarrollo más reciente magnifica ese movimiento al agregar la mojigatería secular. Dondequiera que nos volteamos, estamos escuchando conferencias de los fariseos morales de hoy.
El Autor de la moralidad bíblica tiene fuertes palabras para aquellos que establecen sus propios estándares morales.
A través del profeta Isaías, Él dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:20-21).
Ésta es una profecía para las naciones de Israel del tiempo del fin, y la nueva moralidad en Estados Unidos la cumple hoy perfectamente. Por todas partes vemos las definiciones bíblicas del bien y el mal, invertidas. En todas partes vemos gente justificando a los malvados y condenando a los justos; una práctica que Dios califica como abominación (Proverbios 17:15). Vemos personas llenas de indignación autojusta. Dios dice que la aflicción vendrá sobre la nación que de todo corazón se adhiere a un estándar moral perverso.
“Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión…” (Isaías 59:14-15). El margen de la versión King James dice que el que se aparta del mal “es considerado un loco”. Sí, si usted quiere apartarse del mal, vivir según los estándares bíblicos y distanciarse de la inmoralidad, espere ser marcado y condenado.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo advirtió contra aquellos que, como los nuevos moralizadores, “ignoran la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10:3).
Esto es realmente lo que está sucediendo en este gran despertar moral más reciente: la gente está trabajando para establecer su propia justicia y están fallando en someterse a la justicia de Dios, quien es el único y verdadero legislador, el único que determina el bien y el mal. Mientras más celosos y fanáticos se vuelvan en esta búsqueda irreligiosa, más trastornada se volverá esta nueva moralidad, y más sufrirá la sociedad bajo su influencia. ▪