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La lucha por la democracia estadounidense

Kassandra Verbout/LA TROMPETA/ FREDERIC J. BROWN/AFP via Getty Images, Getty Images (2)

La lucha por la democracia estadounidense

Elecciones bajo ataque

Estados Unidos de Norteamérica fue un gran experimento de autogobierno. Los británicos se volvieron estadounidenses precisamente porque se les había negado el derecho a estar representados en su gobierno. Arriesgando sus vidas, sus fortunas y su honor sagrado, lucharon para dar a luz una nueva nación que concediera al ciudadano aún más libertad, igualdad y responsabilidad que la anterior. El pueblo se hizo libre para gobernarse a sí mismo eligiendo representantes para nombrar jueces y promulgar leyes para el bien del país, y eligiendo un ejecutivo para hacer cumplir esas leyes.

A pesar de todos sus defectos, este sistema ayudó a traer más paz, prosperidad y libertad a más personas que cualquier otro sistema de gobierno ideado por la humanidad. A lo largo de 12 generaciones, muchos héroes y millones de estadounidenses se han sacrificado, han luchado, han sangrado y han muerto por la idea fundamental de EE UU: el autogobierno.

En la república estadounidense, el ciudadano individual no decide personalmente, ni siquiera vota, la legislación. No hace cumplir la legislación ni emite dictámenes judiciales. El único medio por el que un estadounidense ejerce su autogobierno es a través de elecciones libres y justas.




Pero casi 250 años después de la fundación, esas elecciones son una zona de guerra cultural, periodística, política y legal. Eso significa que el autogobierno —la idea misma de EE UU— está bajo amenaza.

Las elecciones están bajo ataque.

Una fuerza poderosa se ha infiltrado, alterado y robado elecciones, desde el nivel local hasta el cargo más poderoso del país y del mundo: la presidencia estadounidense. Según las propias definiciones de república y democracia, esto significa que ya se ha producido un derrocamiento silencioso del autogobierno.

Ahora, cuando los estadounidenses se dirigen a sus primeras elecciones presidenciales desde el golpe presidencial de 2020, muchos se están uniendo y agrupando en torno a un candidato en particular para tratar de contraatacar y “salvar a EE UU”.

La “guerra de 2024” ya está aquí.

Jaqueando las máquinas

Desde hace años, las juntas electorales de los condados han estado sustituyendo las papeletas de voto por máquinas de votación electrónicas. En gran medida para ahorrar tiempo y costes y, supuestamente, para preservar o aumentar la precisión. Pero estas máquinas utilizan procesos sospechosos y son fabricadas por empresas plagadas de escándalos. El uso continuo de estas máquinas, que literalmente todos los años demuestran ser jaqueables, es una brecha catastrófica en la integridad electoral.

Mientras tanto, especialmente después del fenómeno de la covid, las legislaturas estatales han cambiado las leyes para aumentar el número de votos por correo y en ausencia, al tiempo que disminuyen drásticamente el escrutinio de estos votos. Una tras otra, las fortificaciones de la integridad electoral han sido atacadas y destruidas, de modo que ahora enormes números de votantes duplicados, votantes de fuera del Estado, votantes menores de edad, votantes delincuentes, votantes muertos, votantes digitales y otros votantes ilegales emiten votos, sustituyen a cargos electos y cambian gobiernos.

Un minucioso informe de investigación del economista estadounidense Peter Navarro reveló que se emitieron 3.069.002 “posibles votos ilegales” en los Estados indecisos de Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020. El margen de victoria oficial de Joe Biden en estos seis Estados fue sólo una décima parte de esa cifra. Por lo tanto, ninguna persona razonable puede concluir honestamente que las elecciones presidenciales de 2020 fueron libres y justas. Y ninguna persona observadora puede concluir honestamente que no hay diferencia.

Durante la mayor parte de la historia estadounidense, los votos se contaban a mano o con una máquina sumadora mecánica. Cualquiera que intentara alterar los resultados y sustituir a representantes debidamente elegidos por impostores tenía que colaborar con cientos de personas, incluidos los funcionarios electorales locales, que tenían que estar presentes en miles de recintos electorales de toda la nación. Sólo en los casos en que la elección estaba prácticamente empatada (como en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2000 entre George W. Bush y Al Gore) los votos robados o impugnados en un pequeño número de condados indecisos podían marcar la diferencia.

Ahora, 24 años después, cerca del 90% de los votantes deben utilizar máquinas fabricadas por sólo tres empresas: Dominion Voting Systems, Election Systems & Software y Hart InterCivic. Eso significa que equipos o programas informáticos defectuosos o maliciosos en las máquinas fabricadas por estas empresas pueden alterar los resultados de unas elecciones, y sólo hace falta un pequeño número de personas para subvertir la voluntad de millones.

Las “empresas plagadas de problemas” responsables de la fabricación y el mantenimiento de las máquinas de votación “han escatimado durante mucho tiempo en seguridad en favor de la comodidad”, dejando los sistemas de todo el país “propensos a problemas de seguridad.” Esta declaración fue una de las varias realizadas en los últimos años por miembros del Congreso dando la voz de alarma sobre las máquinas de votación. En este caso apareció en una carta abierta concerniente a Dominion Voting Systems, escrita por cuatro senadores demócratas. Sin embargo, cuando su candidato fue investido presidente en unas elecciones presidenciales muy irregulares 11 meses después, la alarma se silenció.

Independientemente del partido, el año de las elecciones o el tipo de máquina electoral, el concepto mismo de las máquinas de votación electrónica ha demostrado ser peligroso, y uno de los que lo ha demostrado más claramente es el experto en seguridad de datos Harri Hursti. Él y sus colaboradores han examinado los modelos exactos de máquinas de votación que se utilizan actualmente año tras año en una de las principales conferencias de jaqueo del mundo. Su documental de 2020 Kill Chain: The Cyber War on America’s Elections [Cadena asesina: La guerra cibernética de las elecciones de EE UU] resume los resultados. En él, demuestra en un simulacro de elecciones que puede alterar el resultado con un medio bastante sencillo de acceder al programa informático de Dominion y modificar unas pocas líneas de código. Sin embargo, incluso con este fallo conocido y demostrado públicamente, Dominion no ha arreglado sus máquinas.

El informe de Navarro describe casi 500.000 irregularidades en las máquinas de votación de Georgia, Michigan y Wisconsin. Si se tienen en cuenta las irregularidades no detectadas, es probable que millones de votos y muchos resultados de las elecciones de noviembre no estén determinados por el votante estadounidense, sino por los jáqueres.

¿Por qué los líderes de EE UU no envían refuerzos para eliminar estas vulnerabilidades electorales? No sólo las han ignorado deliberadamente, sino que los funcionarios actuales han importado simultáneamente millones de extranjeros ilegales a la nación, especialmente en los últimos años, como futuros votantes potenciales.

Esto significa que los resultados oficiales de las elecciones presidenciales de 2024 probablemente sufrirán aún más fraude electoral que el que la nación experimentó hace cuatro años, y esa cantidad de fraude fue suficiente para expulsar de la presidencia al representante del pueblo debidamente elegido, instalar a un impostor en el trono y suspender el autogobierno estadounidense a nivel ejecutivo federal durante cuatro años.

Es otro tipo de revolución, otro tipo de golpe, pero de todos modos es una guerra por el control del gobierno.

Recuerde que las elecciones son el único medio por el que un ciudadano estadounidense puede ejercer el autogobierno. Las verdaderas elecciones son autogobierno. Que las máquinas de votación estén bajo ataque significa que el autogobierno estadounidense está bajo ataque.

Puede que la cáscara exterior de lo que parece ser EE UU permanezca, pero por dentro, los ideales, los principios y la Constitución —lo que constituye a EE UU— están siendo diezmados por el enemigo.

Votantes indocumentados

Estados Unidos ha sufrido bajas catastróficas en términos de integridad electoral, en términos del voto del pueblo. ¿Cuál es la razón principal? ¿Se debe a que nuestros líderes tienen buenas intenciones, pero son incompetentes? ¿O son gravemente negligentes?

Fíjese bien en el enorme e implacable esfuerzo político que nuestros líderes han dedicado a instalar máquinas electorales, retener las máquinas electorales, abolir las leyes de identificación de los votantes, aumentar el número de papeletas fácilmente falsificables y abrir las puertas a votantes ilegales de todo tipo. Esto lo ha hecho un enemigo. De hecho, hay un esfuerzo premeditado para arrebatar el poder a “nosotros, el pueblo” y transformar esta república democrática en una dictadura controlada no por los que ganan más votos, sino por los funcionarios que cuentan los votos.

La ley federal sólo permite votar en las elecciones federales a los ciudadanos legales. Sin embargo, estas elecciones las gestionan los gobiernos locales y estatales. Junto con el Distrito de Columbia, 14 Estados carecen inexplicablemente de leyes que exijan a los votantes presentar un documento de identidad que demuestre que son ciudadanos. Los funcionarios electorales se fían literalmente de su palabra de que son ciudadanos y les permiten anular uno tras otro los votos de ciudadanos reales.

Añada a esto el hecho de que Joe Biden —que fue investido presidente gracias a un resultado electoral fraudulento— y su régimen han mantenido activamente las puertas abiertas para acoger a 10 millones de inmigrantes ilegales.

Ocho Estados han promulgado nuevas leyes de identificación de votantes desde las elecciones de 2020, pero muchos políticos se oponen, socavan e ignoran estas leyes. Estos políticos pertenecen al Partido Demócrata, que ha hecho de la degradación de la integridad electoral una política central. Sea cual sea la retórica que lancen para justificar u ocultar los resultados reales de esa política, esa es la política. No es exagerado decir que, en la guerra por la integridad de las elecciones, el Partido Demócrata lleva ya varios años plenamente movilizado y es la fuerza que más lucha y la que gana la mayoría de las batallas.

La Cámara de representantes de EE UU aprobó en julio un proyecto de ley que se exige a las personas que se inscriban para votar en las elecciones federales que aporten una prueba de ciudadanía. Es poco probable que la propuesta avance en el Senado, controlado por los demócratas, y Biden ha dicho que, si lo hace, la vetará. En septiembre, los demócratas de California aprobaron una ley que prohíbe el requisito de identificación para votar.

Las acciones coherentes y coordinadas de los demócratas para manipular las leyes electorales no tienen sentido a menos que quieran que voten los electores ilegales.

Las personas deben presentar un documento de identidad válido para solicitar un empleo, alquilar un apartamento, comprar una casa, contratar servicios públicos, solicitar una licencia de matrimonio, obtener un pasaporte, abordar en una línea aérea, pedir un préstamo, dirigir un negocio, enlistarse en el ejército, llenar formularios hospitalarios, surtir una receta, recibir asistencia social, matricularse en la escuela, abrir una cuenta bancaria, comprar un coche, conducir un coche, obtener una tarjeta de crédito, prestar un libro, recoger un paquete, cobrar un billete de lotería, comprar una cerveza, obtener un reembolso y muchas otras actividades cotidianas. Los estadounidenses utilizan el documento de identidad con fotografía constantemente, por lo que se calcula que 9 de cada 10 ciudadanos en edad de votar ya tienen uno. El resto incluye a aquellos a los que se les ha suspendido el documento por alguna infracción o que no quieren tenerlo.

Sin embargo, la política de eliminar la integridad del voto es tan importante para los demócratas que afirman que exigir el documento de identidad para votar priva de derechos a las minorías y, por tanto, es racista.

Según un estudio del instituto Just the Facts, entre el 10% y el 27% de los adultos no ciudadanos de EE UU están registrados ilegalmente para votar. Se trata de una cifra realmente asombrosa. El censo de EE UU registró más de 19 millones de adultos no ciudadanos viviendo en EE UU durante 2022, lo que significa que entre 2 y 5 millones de no ciudadanos pueden votar.

Incluso en Georgia, donde se exige una identificación con foto para votar, los votantes ilegales estarán determinando en parte qué candidatos locales y nacionales caminarán por los pasillos del poder. La Heritage Foundation descubrió que en un complejo de apartamentos de Norcross, el 14% de los que admitieron que no son ciudadanos están registrados para votar. Si este porcentaje es cierto en todo el Estado, entonces más de 47.000 inmigrantes ilegales están registrados para votar. Incluso después de todas sus infames irregularidades, las elecciones de 2020 en Georgia produjeron un margen de victoria para Biden de sólo 11.779 votos. Esto significa que el voto de los inmigrantes ilegales por sí solo podría marcar la diferencia en este Estado indeciso.

Según el Migration Policy Institute [Instituto de Política Migratoria], los 10 principales destinos de los refugiados y solicitantes de asilo en EE UU son Texas, California, Nueva York, Michigan, Ohio, Washington, Arizona, Pensilvania, Georgia y Florida. Cuatro de estos Estados (Michigan, Arizona, Pensilvania y Georgia) son Estados indecisos en los que unos pocos miles de votos de inmigrantes ilegales, por no hablar de otros votos ilegales, podrían robar la presidencia para el partido de fronteras abiertas.

En efecto, hay una guerra contra la democracia estadounidense. Pero basta con observar los datos sobre el voto de los inmigrantes ilegales para darse cuenta de que la pretensión demócrata de “salvar la democracia” es una guerra psicológica.

Voto por correo

Históricamente, la mayoría de los países del primer mundo han prohibido el voto ausente y por correo, excepto en casos excepcionales en los que el ciudadano vive o está desplegado en el extranjero. Pero durante el frenesí de la covid-19, unas 40 naciones cambiaron sus políticas de voto por correo, aduciendo como justificación la tan repetida razón “por la covid”.

EE UU fue una de estas naciones. De hecho, el número de votantes estadounidenses que emitieron su voto en persona el día de las elecciones de 2020 fue escandalosamente bajo: el 36%.

Incluso antes de tener en cuenta el voto de los inmigrantes ilegales y las máquinas electorales jaqueables, el fenómeno del voto por correo abrió la puerta a un tremendo fraude electoral. El año pasado, una encuesta de Rasmussen Reports hecha a 1.083 probables votantes reveló que 1 de cada 5 admitió haber participado en al menos una forma de fraude electoral.

Los políticos y los funcionarios electorales podrían dar la voz de alarma, perseguir a quienes robaron los votos de los ciudadanos estadounidenses y asegurar urgentemente las elecciones locales y nacionales tan rápido como pudieran. Podrían al menos admitir que lo de 2020 fue “incompetencia” o un “error”. Podrían excusar lo que sucedió en 2020 como una “emergencia” que requería una acción y cantidades extraordinarias de votos por correo, y luego permitir que el 2024 se vea empañado sólo por todos los demás tipos de votos fraudulentos. Pero eso no es lo que están haciendo. Están inundando la nación con votos por correo otra vez en 2024.

Puede que usted esté anticipando el día de las elecciones como un día, pero la gente a su alrededor ya ha emitido sus votos, legales o no. En EE UU ya no se celebra el día de las elecciones, sino más bien la temporada electoral. No se trata tanto de dos bandos alineándose en el campo de batalla y sabiendo quién ha ganado al final del día, sino más bien de una lucha más turbia y continua que deja más tiempo para más trampas y más uso de armas electorales de destrucción masiva, más parecidas a la guerra asimétrica.

En Pensilvania, la gente empieza a votar 50 días antes del día de las elecciones, y los funcionarios seguirán aceptando papeletas hasta tres días después. Dado que se trata de un importante Estado indeciso, es probable que ni EE UU ni el resto del mundo conozcan los totales oficiales de votos la mañana del 6 de noviembre. En su lugar, habrá que esperar —y luchar— para que se cuenten oficialmente los últimos votos recibidos por correo. Recordemos que Pensilvania es el Estado en el que, entre otras cosas, un camionero del Servicio Postal presentó una declaración jurada afirmando que su carga del 21 de octubre de 2020 de Nueva York a Pensilvania contenía palés enteros de papeletas previamente completadas.

“El Partido Demócrata utiliza una gran estrategia de dos frentes de ‘llenar las urnas’ para inundar seis Estados clave en la batalla (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin) con suficientes votos ilegales en ausencia y por correo para convertir una victoria decisiva de Trump en una supuesta ‘victoria’ estrecha e ilegal de Biden”, escribió Navarro en relación con las elecciones presidenciales de 2020. “El primer frente aumentó drásticamente la cantidad de votos ausentes y por correo en los Estados disputados. El segundo frente, redujo drásticamente el nivel de escrutinio de dichas papeletas, quitando efectivamente de en medio a los ‘policías’ electorales. Esta movida resultó en una avalancha de votos ilegales en los Estados disputados más que suficientes para inclinar la balanza de una victoria legal decisiva del presidente Trump a una supuesta ‘victoria’ estrecha e ilegítima de Joe Biden. (…) Al implementar su gran estrategia de ‘llenar las urnas’, el Partido Demócrata y sus operativos políticos han jugado estratégicamente con uno de los elementos más sagrados de la democracia estadounidense, nuestro sistema electoral”.

Nadie ha corregido o siquiera abordado seriamente las vulnerabilidades y la explotación de esas vulnerabilidades documentadas por Navarro y otros. Se están utilizando las mismas máquinas de votación. Los mismos políticos del mismo partido están impidiendo que los votantes tengan que demostrar su elegibilidad para votar. Y los distritos electorales siguen emitiendo papeletas de voto por correo a montones. El único cambio importante entre las elecciones presidenciales de 2020 y las de 2024 es que Joe Biden y Kamala Harris han abusado de su poder para importar varios millones de inmigrantes ilegales además de los millones que estaban aquí hace cuatro años.

Todo apunta a que los demócratas librarán otra guerra contra la voluntad popular en las elecciones de 2024.

Haciendo guerra por la recuperación

Hasta que el robo de las elecciones de 2020 quede oficialmente al descubierto, los demócratas seguirán consolidando su poder y resistiendo el contraataque, ya en marcha, de unos ciudadanos desesperados por recuperar su país.

El presidente Trump pidió “sólo papeletas de papel” en las elecciones de EE UU cuando anunció su candidatura a la Casa Blanca en 2024 hace dos años, una clara declaración de en qué lado de la batalla por la integridad electoral se encuentra. Él cree que el presidente de EE UU debe ser determinado por los votantes estadounidenses legales y el Colegio Electoral, tal y como ha sido siempre desde la primera elección bajo la Constitución en 1789. Y es probable que la mayoría de los votantes legales estén depositando papeletas marcadas con “Donald J. Trump”.

En “Qué pasará después que Trump recupere el poder” en nuestra edición de julio de 2021, el redactor jefe de la Trompeta Gerald Flurry, afirmó que Trump era el legítimo ganador de las elecciones de 2020. Escribió que la Biblia profetiza que Trump estará en el poder cuando ocurran ciertos eventos futuros; por lo tanto, debe regresar a la presidencia.

“Lo que se da a entender es que recuperar el cargo puede requerir esfuerzos considerables”, escribió el Sr. Flurry. “Donald Trump tendrá que luchar por ello. No tiene que ser una acción militar, pero ciertamente podría serlo”.

2 Reyes 14:26-28 registra un trozo de la historia del antiguo Israel que es en realidad una profecía para EE UU hoy: “Porque [el Eterno] miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y [el Eterno] no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás. Los demás hechos de Jeroboam, y todo lo que hizo, y su valentía, y todas las guerras que hizo, y cómo restituyó al dominio de Israel a Damasco y Hamat, que habían pertenecido a Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?”.

El Sr. Flurry ha escrito desde 2018 que esta profecía está siendo cumplida por el presidente Donald Trump como un tipo del tiempo del fin del rey Jeroboam ii de Israel. A través de las elecciones presidenciales de 2016, Dios usó al presidente Trump para salvar temporalmente a EE UU de las fuerzas radicales de izquierda que buscaban destruir su Constitución y transformarla fundamentalmente en un Estado socialista. Pero entonces su cargo fue robado, y él tendrá que “hacer guerra” para recuperarlo.

Ya ha librado múltiples batallas legales, incluyendo intentos por parte de dos Estados de retirar por completo su nombre de las papeletas electorales. El Tribunal Supremo ha dictaminado en esos casos que, a menos que los representantes del pueblo en el Congreso aprueben leyes en sentido contrario, Trump tiene derecho a presentarse a las elecciones de 2024 y deberá aparecer en las papeletas de todos los Estados. Republicanos, conservadores, religiosos e incluso demócratas moderados de todo EE UU se preparan para votar por Trump.

Pero es evidente que el simple hecho de votar por Trump no hará que vuelva al cargo. Habrá que luchar. Y los conservadores tendrán que exponer los millones de votos ilegales emitidos a favor de Harris.

Donald Trump va a volver, y pronto. Una de sus mayores tareas políticas será exponer las elecciones robadas. Por mucho que ciertos poderosos de la política y los medios de comunicación estén presionando para ello, los estadounidenses no pueden pasar por alto el robo de las elecciones presidenciales de 2020 como una casualidad y esperar que se reafirmen los conceptos básicos del Día de las Elecciones, el voto de los ciudadanos, el autogobierno y las “bendiciones de la libertad”. Deben ver lo cerca que están de perder su república, un primer paso para arrepentirse de los muchos pecados que nos han llevado a esta lucha por la supervivencia.

Dios no ha terminado con Donald Trump. Hay una razón por la que Él sigue salvándolo del asesinato periodístico, del asesinato político, de un golpe de Estado silencioso, de la guerra jurídica y del asesinato literal. Él ha elegido ayudar a la nación a sobrevivir un poco más, y Él está logrando esto específicamente por la mano de Donald Trump. Espere que este hombre regrese pronto al poder y exponga la verdad sobre el ataque a las elecciones de EE UU. Cuando vea que esto sucede, ¡estará viendo la profecía bíblica en acción!

ESTADOS UNIDOS BAJO ATAQUE

La profecía bíblica le ayudará a entender la traición en nuestro país. Gerald Flurry, autor del libro de 2013 Estados Unidos bajo ataque, ha expandido considerablemente el libro a 208 páginas, incluyendo apéndices, un glosario y un índice. El nuevo libro todavía no está disponible en español, pero abajo usted puede solicitar su ejemplar por adelantado. Conforme traducimos cada capítulo, los publicamos en laTrompeta.es. Usted puede encontrar la primera parte aquí. Haga clic aquí y suscríbase para recibir nuestros correos con las traducciones más recientes.