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La lección número uno de la familia
Cuando mi hija primogénita tenía 2 años, tomó una decisión. Decidió que quería ser la jefa de mi familia.
Mi esposa y yo le mostramos contundentemente que en esta casa las cosas no funcionaban así. Le enseñamos, con mucho esfuerzo, a obedecer nuestras instrucciones exactamente, sin replicar ni rezongar. Le enseñamos la diferencia entre su papel como hija y nuestro papel como padres.
Un niño necesita esta perspectiva, porque de lo contrario sigue por la vida pensando que él es el jefe. Desarrolla una actitud de superioridad hacia las personas que son más experimentadas, más sabias, más fuertes o más honorables que él.
El mayor problema es, que le resulta mucho más difícil relacionarse con Dios y verse a sí mismo en la perspectiva adecuada hacia Dios.
En cierto sentido, nosotros los padres somos representantes de Dios para nuestros hijos. Al enseñarles la forma correcta de interactuar con nosotros, estamos estableciendo sus relaciones futuras con Dios.
El Quinto Mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que [el Eterno] tu Dios te da” (Éxodo 20:12).
Efesios 6:2 llama a éste “el primer mandamiento con promesa”. ¡Dios no quebrantará una promesa! Si un niño o niña honra a sus padres, Dios le promete una larga vida. En este mundo peligroso, no sufrirá una muerte violenta por guerra, enfermedad, inanición, crimen, sobredosis o accidente. Esta protección se extenderá a él siempre y cuando honre a sus padres, incluso cuando sea adulto.
Eso pone una gran responsabilidad sobre nosotros como padres: somos nosotros los que determinaremos si nuestros hijos crecerán sabiendo cómo honrarnos.
Si les enseñamos a honrarnos, los ayudamos a recibir estas maravillosas bendiciones de Dios. Si fallamos en enseñarles a honrarnos y obedecer a Dios, les estamos garantizando problemas y maldiciones en la vida. Los padres que realmente aman a su hijo se asegurarán de que los honre, para que el hijo pueda ser bendecido.
Este mandamiento muestra el fundamento para el gobierno de la Familia de Dios.
Note que el Quinto Mandamiento no es una variación de algo como esto: Padres: cuidaréis de vuestros hijos. Daréis a vuestros hijos lo que ellos quieran. Os aseguraréis de que vuestros hijos tengan una autoestima muy alta. El mandamiento está dirigido hacia los hijos: ¡Asegúrense de dar honor a sus padres!
La palabra honor significa “estimar o tener en alta estima, premiar o reverenciar”. Es respeto mezclado con amor y devoción, el tipo de honor o respeto deferente que uno mostraría a un rey o dignatario.
Todos necesitamos esta perspectiva en la vida. Después de todo, somos hijos de Dios. ¡Necesitamos darle honra a Él! Esta es, de hecho, la lección número uno de familia. ¡Es el punto principal que debemos hacer bien en nuestras vidas con el fin de prepararnos para ser parte de la Familia de Dios!
Dios creó la familia física para prepararnos para la Familia de Dios. Él designó que nuestro desarrollo físico ocurriera lentamente, para que fuéramos totalmente dependientes de nuestros padres durante varios años. ¿Por qué? Para que aprendamos a confiar en quien tiene la autoridad sobre nosotros.
Y nos ordena obedecer a nuestros padres y honrarlos. ¿Por qué? Para que aprendemos cómo extender esa misma obediencia y honra a Él. Todos nosotros necesitamos obedecer el espíritu del Quinto Mandamiento, hasta el punto de honrar a Dios el Padre y nuestra madre espiritual, que las Escrituras revelan como la “Jerusalén de arriba”, un tipo de la Iglesia (Gálatas 4:26; Apocalipsis 21:2; 19:7-8; Efesios 5:25-32).
Dios nos dice a todos: a menos que te vuelvas como un niño y aprendas cuál es tu papel dentro de una familia, no llegarás al Reino de Dios (Mateo 18:1-4).
El mandamiento no dice: “Honra a tu padre y a tu madre, siempre y cuando sean honorables”. Algunos piensan que sus padres no son particularmente dignos de honor. Pero todos debemos honrar ese cargo y mostrar a nuestros padres amor y respeto. (Por supuesto, eso no exime a los padres de la responsabilidad de ser honorables).
El diablo siempre está promoviendo y transmitiendo hostilidad a la autoridad de los padres: mamá y papá no saben realmente lo que sucede. No necesito hacerles caso. Del mismo modo en que él incitó a mi hija de 2 años, a ignorarnos y hacer las cosas a su manera, él nos lanza ese mensaje a todos nosotros, ¡a lo largo de nuestras vidas! Es un mensaje poderoso, del cual ha convencido con éxito a la mayoría de las personas (Proverbios 14:12). Los niños de todo el mundo creen esto y sus padres no hacen nada para convencerlos de lo contrario.
Eso es lo opuesto de cómo piensa Dios. Una y otra vez Él exalta y busca fortalecer la relación entre padres e hijos. Una y otra vez enfatiza la responsabilidad de los padres de amar, enseñar y corregir, y la responsabilidad de los hijos de honrar y obedecer. Cuando usted entiende el principio espiritual, ve claramente por qué no puede ser de otra manera. Nosotros, como hijos de Dios, nos estamos preparando para la vida eterna con nuestro Padre mientras aprendemos y practicamos ¡esta lección número uno de la familia! ▪