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La iglesia que gobernó el mundo
El 5 de marzo, el anciano papa Francisco llegó a lo que recientemente era una zona de guerra. Los papas Juan Pablo ii y Benedicto xvi intentaron visitar Irak, y Francisco llevaba años intentándolo. A pesar del riesgo para su vida, viajó a lo que una vez fue el núcleo del Estado Islámico.
En todo el mundo, el Papa participa activamente en la política y las relaciones internacionales. Una carta secreta suya en 2014 al entonces presidente de EE UU, Barack Obama, ayudó a abrir las relaciones de EE UU con la Cuba comunista. Sus funcionarios fueron decisivos en el acuerdo de paz en Colombia, premiado con el Nobel. Mucha gente aplaude estos esfuerzos; después de todo, en un mundo lleno de guerras, injusticias y persecuciones, seguramente necesitamos una gran fuerza moral en las relaciones internacionales.
Pero cuando se pone en su contexto histórico, el Papa que desempeña este papel da en qué pensar.
No es la primera vez que la Iglesia católica ha tenido un papel importante en las relaciones internacionales. Durante casi mil años fue una auténtica superpotencia y dominó el sistema internacional europeo. ¿Cuál fue el resultado? Esa historia nos enseña hacia dónde se dirige el renacimiento actual de la diplomacia vaticana.
Sacro Imperio Romano: la fuerza de la naturaleza
“Nulo, sin valor, inválido, inicuo, injusto, condenable, reprobado, inútil, vacío de sentido y efecto para siempre”. Ése fue el veredicto oficial e infalible del papa Inocencio x sobre la Paz de Westfalia.
¿Qué hizo que el Papa se enfadara tanto contra esta serie de acuerdos de paz? Esos acuerdos, aunque pusieron fin a algunas de las guerras más sangrientas de la historia de Europa, también reconocieron la legitimidad de los Estados nacionales soberanos independientes. El sistema de derecho internacional creado por la Paz de Westfalia constituye la base misma de las relaciones internacionales modernas. La hostilidad del Papa revela mucho de cómo ven los católicos romanos el papel de su iglesia en el mundo.
Antes del surgimiento del cristianismo, la idea de una religión mundial unificada era desconocida. Las diferentes razas y pueblos no sólo tenían sus propias historias y características, sino también sus propios dioses locales. Pero a medida que se extendía la idea de una religión e iglesia universales, se hizo natural que la gente creyera en un gobierno universal.
“Como la divinidad estaba dividida, la humanidad también lo estaba; la doctrina de la unidad de Dios imponía ahora la unidad del hombre, que había sido creado a Su imagen”, escribió James Bryce en The Holy Roman Empire (El Sacro Imperio Romano). “La primera lección del cristianismo fue el amor, un amor que iba a unir en un solo cuerpo a quienes hasta entonces se mantenían separados por la desconfianza, los prejuicios y el orgullo de la raza. Así, la nueva religión formó una comunidad de fieles, un imperio sagrado, destinado a reunir a todos los hombres en su seno, y que se oponía a los múltiples politeísmos del mundo antiguo…”.
Bryce describió un tema común que se desarrolló en las teorías occidentales de gobierno mundial, el de “una monarquía mundial y una religión mundial”. La gente llegó a creer que lo que el mundo necesitaba era un único imperio dirigido por un gobernante mundial que pudiera arbitrar las disputas entre reyes rivales, evitar la guerra y hacer justicia.
Para la gente de la Edad Media, un mundo de Estados en competencia sin una autoridad superior es “nulo, sin valor, inválido”, una aberración, una señal de que algo va terriblemente mal.
Bryce escribió que, a lo largo de la Edad Media, el Sacro Imperio Romano era visto como “una institución divina y necesaria, que tenía sus fundamentos en la propia naturaleza y orden de las cosas”. La gente “siguió creyendo durante siglos en la existencia necesaria del Imperio Romano, porque creían en su necesaria unión con la Iglesia católica”.
Describió el modo en que la Iglesia católica de esta época interpretó la historia y las profecías bíblicas para afirmar que un Sacro Imperio Romano, gobernando sobre todos los demás Estados, era el orden divino de Dios para el mundo.
El profesor de filosofía del Pasadena City College, Edward Feser, escribió que, bajo esta visión del mundo, no es anormal que el Imperio Mongol o la nación de Yugoslavia, por ejemplo, caduquen, pero según esta visión, “es algo anormal, y contrario a la ley natural y al orden sobrenatural, que ya no exista el Sacro Imperio Romano. En efecto, desde este punto de vista, dado que los órdenes natural y sobrenatural exigen que exista tal imperio, no es del todo correcto decir que el Sacro Imperio Romano ya no existe. Es más exacto decir que está inactivo”.
La realidad
El catolicismo enseña que los seres humanos tienen un alma y un cuerpo. Su teoría de la política mundial enseñaba que la Iglesia católica era el alma y el Sacro Imperio Romano era el cuerpo. Cada uno tenía su propio papel, pero los dos no podían separarse más de lo que se pueden separar el cuerpo y el alma.
Esta visión de la iglesia y el imperio universales nunca gobernó todo el mundo. Pero en Europa era una realidad.
El papel de la Iglesia católica en la regulación de la vida religiosa es bien conocido. Por ejemplo, cuando el rey Enrique viii quiso divorciarse, primero pidió permiso al Papa. Pero la autoridad de la iglesia se extendía aún más.
En un sentido muy real, el derecho canónico católico era el derecho internacional en toda Europa. No se limitaba a tratar las disputas religiosas.
La teoría de un imperio y una religión significaba que no correspondía a los Estados negociar las disputas mediante la diplomacia. En su lugar, debían llevarlas al poder superior: el emperador del Sacro Imperio Romano y el Papa.
Ésa era la teoría. En la práctica, esta ordenada jerarquía no siempre se respetaba; ni siquiera se reconocía. Pero a menudo sí. “Los papas actuaban como árbitros y los legados papales como pacificadores”, señala la Enciclopedia Británica. “Los embajadores papales tenían un estatus superior que los de simples Estados”.
¿Hasta dónde llegaba el poder del Papa? Cuando España y Portugal descubrieron todo el resto del mundo y se disputaron quién era dueño de qué, fue el papa Alejandro vi quien trazó una línea en un mapa que dividió el territorio entre ellos.
Ninguna forma de relaciones internacionales estaba fuera del alcance de la Iglesia católica.
En los negocios, la iglesia también reinaba de forma suprema. Por ejemplo, el alumbre, un material vital para los tintes textiles, estaba fuertemente regulado por la iglesia. El Papa se adjudicó su monopolio: nadie podía vender alumbre, salvo los Estados pontificios.
Es cierto que la participación de la iglesia en el comercio de alumbre era la excepción, no la regla. Pero en esa época, era un gran negocio. Esto demostró que cualquier industria podía encontrarse bajo la regulación papal.
Cuando Sir Tomás Moro luchó contra los intentos del rey Enrique viii de separar a Inglaterra de la Iglesia católica, argumentó que no se trataba simplemente de un sistema religioso. Inglaterra, dijo, no era “más que un miembro y una parte pequeña de... la iglesia. No podía hacer una ley particular contraria a la ley general de la Iglesia Católica Universal de Cristo”. Era como si Londres “siendo sólo un pobre miembro con respecto a todo el reino, pudiera hacer una ley contra el Parlamento para obligar a todo el reino”. Inglaterra no era un Estado soberano, afirmaba Moro: era parte de una jerarquía mucho mayor.
Tomás Moro estaba articulando la doctrina católica ortodoxa, y el Vaticano más tarde lo convirtió en santo. Como Inglaterra seguía rechazando la autoridad de la iglesia, Pío v declaró que Dios había hecho al Papa “soberano de todos los pueblos y reinos, para arrancar, destruir, esparcir, dispersar, plantar y construir”, y que la hija de Enrique, la reina Isabel i, debía ser derrocada.
Pero antes de que la Armada católica española se estrellara contra las rocas en 1588, la visión del gobierno mundial del Papa ya estaba desmoronándose. Inglaterra no fue el único país que abrazó una nueva religión y un nuevo sistema.
Esto nos lleva a la Paz de Westfalia. Más de un siglo después de la Reforma Protestante, Europa estaba irremediablemente fracturada. Las persecuciones y las guerras destinadas a recomponerla se habían cobrado 50 millones de vidas. Cuando más de 100 delegaciones llegaron a Westfalia en 1648, pusieron fin a la Guerra de los Treinta Años y establecieron un nuevo sistema internacional basado en un principio básico que resulta familiar a cualquiera que haya tenido una discusión que nadie puede ganar: acordemos no estar de acuerdo.
Pero esta idea contradecía por completo la doctrina católica. Rechazó el principio de que el Sacro Imperio Romano tuviera autoridad sobre los Estados menores y lo sustituyó por un principio de igualdad jurídica entre los Estados. El Sacro Imperio Romano siguió existiendo, pero como una de las principales potencias europeas, no como un organismo con una pretensión teórica de poder supremo.
El periodo de dominio de la Iglesia católica en las relaciones internacionales se consideró un completo fracaso y se rechazó por completo. Con el tiempo, la Paz de Westfalia se convirtió en la norma de las relaciones internacionales en todo el mundo.
El siglo XX
Ideológicamente, fue la Reforma Protestante la que envió a remisión la teoría católica del imperio mundial. Sin embargo, la Iglesia católica no cambió sus enseñanzas al respecto hasta el Concilio Vaticano II en 1962, cuando suavizó, pero no eliminó, la doctrina. El Catecismo de la Iglesia católica del papa Juan Pablo ii afirma que “la iglesia manifiesta la soberanía de Cristo sobre toda la creación y en particular sobre las sociedades humanas”. Afirma que las sociedades que rechazan la visión de la iglesia “se atribuyen un poder totalitario explícito o implícito sobre el hombre y su destino”.
El profesor Feser señaló que “los principios doctrinales católicos que aún se reflejan en el Catecismo son los que formaron la teoría del imperio”. En otras palabras, la teoría de la Edad Media sobre la supremacía católica en las relaciones internacionales sigue viva y dentro del seno del catolicismo.
Pero el resto del mundo sigue rechazando esa autoridad. Así que el Papa ha tenido que buscarse un nuevo papel. Ningún Ministerio de Asuntos Exteriores o Departamento de Estado esperará frente a sus ornamentadas puertas del Vaticano para someter sus disputas internacionales a su veredicto supremo en un futuro próximo.
¿O sí?
Una de las formas en que la Iglesia católica ha estado reconstruyendo su papel internacional ha sido la mediación.
Un primer ejemplo fue el conflicto de 1978 entre Chile y Argentina por el Canal de Beagle, un conflicto que parecía abocado a la guerra. El papa Juan Pablo II intervino y reconcilió a las dos partes.
En un mundo dividido entre el capitalismo y el comunismo, el Papa representaba una institución antigua que no se alineaba con ninguno de los dos bandos. Ambos aceptaron rápidamente la mediación del Papa.
La Fundación Konrad Adenauer, el grupo de reflexión del partido Unión Demócrata Cristiana de la canciller alemana Angela Merkel, elaboró en 2015 un documento titulado “Micro Estado y superpotencia: el Vaticano en la política internacional”. Éste describía al Vaticano “involucrado en la toma de decisiones y en los acontecimientos centrales de la política mundial durante mucho tiempo, actuando pacientemente entre bastidores, sobre todo desde mediados del siglo xx”.
"El orden mundial dirigido por el Vaticano en la Edad Media terminó en uno de los conflictos más destructivos de Europa en generaciones. La Biblia nos dice que la nueva era será mucho más corta pero mucho más destructiva".
Este esfuerzo se ha acelerado con el papa Francisco. Él utilizó cartas “contundentes y confidenciales” y visitas secretas de arzobispos de alto rango para presionar a EE UU a abrir sus relaciones con la antagónica y comunista Cuba. Las negociaciones tuvieron lugar en el Vaticano, y el Papa se ofreció como garante del acuerdo.
En 2014, los obispos católicos se reunieron con ayatolás de alto rango en Irán para tratar de ayudar al acuerdo nuclear del entonces presidente Barack Obama con Irán. En 2016, el presidente colombiano Juan Manuel Santos recibió el Premio Nobel de la Paz por negociar un acuerdo de paz con los rebeldes militantes marxistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, probablemente la figura más poderosa de la Iglesia además del Papa, asistió personalmente a la ceremonia de firma del acuerdo antes del referendo. La Iglesia católica asistió a las negociaciones de paz en Cuba, presionando a ambas partes para que llegaran a un acuerdo.
El Papa actual también ha estado activo en Oriente Medio, viajando a Israel y recibiendo a la Autoridad Palestina en Roma. Se detuvo para hacerse una foto en una barrera de seguridad israelí. La foto se convirtió rápidamente en una implicación icónica de que los israelíes son los opresores. En marzo visitó Irak, para intentar resolver un conflicto en el que EE UU ha gastado billones tratando de ponerle fin.
La Fundación Konrad Adenauer escribió que “hay claros indicios de los esfuerzos que se están haciendo bajo el liderazgo del papa Francisco para llegar más allá de la fe, presentando argumentos éticos universales en lugar de argumentos morales católicos. (…) En consecuencia, la Santa Sede se está convirtiendo en una autoridad informal en materia de normas morales que van mucho más allá de los límites del catolicismo”. El Papa está ahora llegando al mundo, “no sólo como jefe de la Iglesia y jefe de Estado, sino como autoridad moral”.
La fundación señaló que el Vaticano “tiene el servicio diplomático más antiguo del mundo. Sólo unos pocos actores de la política internacional adoptan una postura tan clara y coherente con respecto a los desafíos globales. Además, ninguna otra comunidad religiosa o cosmovisión secular ha producido una institución que se acerque a la Iglesia católica en términos de durabilidad, centralización, presencia global y membresía”.
Su conclusión: “A primera vista, el Vaticano es un micro Estado sin recursos masivos”, escribieron los autores. “Sea como fuere, tiene un gran poder simbólico, sobre todo gracias a que comparte parcialmente su identidad con una religión mundial, lo que lo convierte en una superpotencia, al fin y al cabo, religiosa, cultural y socialmente”.
Un papel profetizado
En un mundo lleno de guerras, injusticias y persecuciones, una iglesia con más autoridad moral parece algo bueno. No es de extrañar que muchos celebren la creciente influencia de la Iglesia católica.
Pero si consideramos las acciones de una iglesia, debemos juzgarla por lo que dice la Biblia.
Los cristianos son aquellos que siguen a Jesucristo. Cristo describió a Su Iglesia como una “manada pequeña” (Lucas 12:32) con “pocos” seguidores (Mateo 7:14). Dios dice que Sus seguidores serían “aborrecidos” y rechazados por los gobernantes de este mundo (Juan 15:17-20). También dijo que habría muchas iglesias y organizaciones “cristianas” engañosas (Mateo 7:22-23; 24:5).
En Apocalipsis 17 y otros lugares, la Biblia describe específicamente otra iglesia, simbolizada por una mujer. Esta iglesia no es una manada pequeña y perseguida, sino una superpotencia que trata con “los reyes de la tierra” y maneja gran riqueza y poder, religiosa, cultural y socialmente.
Pero Dios condena el comportamiento de esta iglesia. Una iglesia debe elegir la fe pura y la obediencia hacia Él en lugar de mezclarse con los gobiernos del mundo. Él dijo que esta iglesia ha fornicado “y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación” (versículo 2).
Apocalipsis 17 describe a esta iglesia montando y dirigiendo una bestia, que simboliza un imperio. Esta bestia tiene siete cabezas, que representan siete resurrecciones sucesivas de la misma. A veces, parece inactiva, pero luego se levanta de nuevo.
Apocalipsis 13 describe la misma profecía utilizando diferentes símbolos. Aquí, esta iglesia aparece como un cordero, que es un símbolo de Cristo (versículo 11). Muchas personas creen que se trata de la verdadera Iglesia de Dios; pero enseña al mundo a adorar al Sacro Imperio Romano (ver versículos 11-12). Su forma de gobierno sigue el modelo del Imperio Romano. Enseña en sus lugares de culto que este imperio es parte del plan de Dios para el hombre.
¡Pero esta organización no es la Iglesia de Dios!
Por eso, el período durante el cual dominó las relaciones internacionales en la Edad Media fue un desastre.
Pero la Biblia profetiza que la Iglesia católica volverá al poder una vez más, en nuestro tiempo.
El poder de unir a Europa
El Sacro Imperio Romano se levantará en Europa una vez más, exactamente como la doctrina católica dice que debe hacerlo. La Unión Europea ha pasado los últimos 60 años tratando de convertirse en esta especie de Sacro Imperio Romano. Pero ha carecido de un elemento católico fuerte. Y ha tenido problemas.
En la revista La Pura Verdad de noviembre de 1965, Herbert W. Armstrong escribió sobre un “hecho difícil y severo” que las naciones de Europa deben enfrentar. “Ese hecho crucial es éste: las naciones de Europa son totalmente incapaces de unirse por sus propias maniobras políticas”…
“¿Cómo pueden, entonces, ponerse de acuerdo y unirse? Durante años La Pura Verdad ha dicho que estas naciones van a tener que darse cuenta de su incapacidad para unirse políticamente, para elegir un líder político-militar común en el que todos puedan confiar. ¡Finalmente van a enfrentar el hecho de que deben buscar una autoridad suprema en la que todos puedan confiar! Esa autoridad suprema no puede ser un político, ni un general. (…) ¡La única respuesta posible es un líder religioso!”…
“¡Esté atento a una aceleración repentina de los acontecimientos hacia la unión política y militar europea, a través de la unión religiosa!”.
Sólo a través del papel del Vaticano como mediador y pacificador pueden volver a unirse las naciones enfrentadas, como lo hacían hace siglos cuando los europeos eran creyentes.
La Biblia también nos dice que la Iglesia católica participará en el proceso de paz en Jerusalén. Oseas 5:13 describe a Judá afligido por una “llaga”. La Concordancia de Strong define esa palabra “en el sentido de vendar: una venda, es decir, un remedio”. El Lexicón hebreo-caldeo de Gesenius dice que “se usa en sentido figurado de un remedio aplicado a las heridas del Estado”. El remedio es la llaga. En Abdías 7 se utiliza la misma palabra [traducida al español como ‘lazo’], refiriéndose directamente a que se recibe por medio de un pacto de paz.
El proceso de paz de Israel con los palestinos es una herida, una llaga abierta, que mina la fuerza de la nación. Sin embargo, como si se tratara de un procedimiento médico medieval, la nación judía sigue intentando curarse con esa misma herida. Oseas 5:13 dice que una vez que Israel reconozca esto, acudirá a “Asiria”, Alemania en la profecía bíblica. Alemania es la potencia militar clave del Sacro Imperio Romano dominado por el Vaticano. Cuando Israel vea que el proceso de paz ha fracasado, recurrirá a esta potencia dirigida por el Vaticano en busca de ayuda.
¿El resultado? Daniel 11:41 afirma que esta potencia europea “entrará a la tierra gloriosa”. La palabra hebrea “entrar” no significa invasión. No hay ninguna señal de que esto sea violento en absoluto. ¿Por qué? Porque los judíos creen que este poder dirigido por el Vaticano es un pacificador.
El orden mundial dirigido por el Vaticano en la Edad Media terminó en uno de los conflictos más destructivos de Europa en generaciones. La Biblia nos dice que la nueva era será mucho más corta pero mucho más destructiva.
Pero también nos dice que ésta será su última resurrección. Ya no habrá más inactividad para luego resucitar. ¡Esta vez el Sacro Imperio Romano estará acabado para siempre!
El Sacro Imperio Romano es una falsificación del gobierno de Dios en la Tierra. Ésa es una de las razones por las que ha sido tan duradero. Pero Dios nos dice que esta vez lo reemplazará con el verdadero. Aquellos teólogos que enseñaron que el mundo necesitaba un imperio gobernante para estar en paz tenían razón. Pero es importante cuál imperio. Pronto el Imperio de la Familia Dios traerá realmente la paz al mundo. ▪