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La censura de la Internet llega a Canadá
El ministro de Patrimonio de Canadá, Stephen Guilbeault, presentó en noviembre de 2020 el proyecto de ley C-10, destinado a proteger a los ciudadanos de los “peligros en línea”. Sin embargo, desde entonces ha quedado claro que el proyecto de ley amenaza con hacer más daño que bien a la libertad de expresión en Canadá.
“El gran cortafuegos canadiense de Internet”, como el destacado profesor de derecho canadiense Michael Geist llamó al proyecto de ley C-10, prácticamente afecta a cualquier persona u organización que publique videos o audios en línea. Ha generado críticas desde muchas direcciones: de abogados independientes, medios de comunicación conservadores y algunos medios predominantes, numerosos políticos del partido opositor, y, por supuesto, también críticas por parte de ciudadanos canadienses del común.
La ley obligaría a retirar en 24 horas los contenidos considerados peligrosos o nocivos. Si la plataforma de medios de comunicación o el individuo se niega a cumplir, se podría imponer una multa. Según el sitio de noticias parlamentarias Blacklock's Reporter, la multa podría alcanzar los 15 millones de dólares.
Geist calificó al actual gobierno liberal como “el más anti-Internet de la historia de Canadá” y dijo que éste era “uno de los intentos más amplios en tiempos de paz para redefinir la libertad de expresión en Canadá”.
Cuando se le preguntó sobre el equilibrio entre la libertad de expresión y la protección de los ciudadanos ante la desinformación, Guilbeault le dijo a un periodista del National Post durante una videoconferencia el 31 de marzo que “la libertad de expresión no significa que se pueda decir cualquier cosa a cualquiera. Hay límites”. Este comentario es muy parecido a una declaración que hizo el Primer Ministro Justin Trudeau en un contexto distinto en octubre de 2020, cuando afirmó que “la libertad de expresión no está exenta de límites”.
En la sección “Libertades fundamentales”, la Carta de Derechos y Libertades de Canadá afirma: “Toda persona tiene las siguientes libertades fundamentales (...) (b) libertad de pensamiento, creencia, opinión y expresión, incluida la libertad de prensa y otros medios de comunicación…”. Sin embargo, actualmente hay acuerdo en que este pasaje implica “límites”.
“La visión de Guilbeault es exigir a los proveedores de Internet que instalen capacidades de bloqueo, que creen nuevos organismos de regulación y adjudicación de contenidos para emitir órdenes de bloqueo, que prescindan de la neutralidad de la red y que construyan un cortafuegos canadiense de Internet”, escribió Geist en su página web. En una declaración al National Post, afirmó que “en una sociedad libre y democrática no sometemos la expresión básica a una regulación de este tipo…”. Sin embargo, incluso Geist admitió que “hay límites a lo que la gente puede decir”.
El proyecto de ley C-10 permite a funcionarios no electos determinar exactamente dónde están esos “límites”.
En esa misma conferencia del 31 de marzo, Guilbeault pidió que se creara un “tribunal electrónico” para decidir cómo castigar a quienes infringen la ley, afirmando que sería una versión “más ligera” de un tribunal, sin la participación de abogados. “El enfoque cambia el debido proceso para ganar rapidez, lo que en la práctica reduce la supervisión independiente e incentiva la eliminación de contenidos por parte de las plataformas de Internet”, explicó Geist.
Otro crítico del proyecto de ley C-10 es Peter Menzies, antiguo comisario de la Comisión Canadiense de Radio-Televisión y Telecomunicaciones (crtc, por sus siglas en ingles). La crtc no es un órgano elegido democráticamente. Es más bien una comisión designada. El proyecto de ley C-10 encargaría a la crtc la identificación de los infractores. Esto hace que el proceso sea opaco y esté profundamente conectado con el gobierno. Menzies calificó este proyecto de ley como un “ataque directo” en contra de “los fundamentos democráticos”.
Las redes sociales también podrían estar fuertemente reguladas por la nueva ley.
El artículo 4.1 del proyecto de ley pretendía evitar que se censuraran las opiniones individuales en las redes sociales. El 8 de marzo, Guilbeault dijo claramente en la Cámara de los Comunes que no tenía “ningún interés en los contenidos generados por los usuarios” a la hora de regular lo que la gente dice. “Nos interesa lo que hacen las emisoras”, dijo.
Sin embargo, todo esto cambió durante una reunión el 23 de abril. Con el respaldo de Guilbeault, la secretaria parlamentaria Julie Dabrusin presentó una moción para eliminar todo el artículo 4.1, y en consecuencia se suprimió del proyecto de ley. Dabrusin también consiguió que se rechazara una moción por parte del Partido Conservador para que se revisara la eliminación.
Aunque los individuos no reciban multas costosas, la eliminación de la sección 4.1 obligará a las plataformas de redes sociales a retirar publicaciones ofensivas.
Los artículos de noticias también podrían caer en la mira de este proyecto de ley, cuyo texto establece que cualquier “sonido o imagen visual, o una combinación de sonidos e imágenes visuales, que tenga como objetivo informar, ilustrar o entretener” constituye un “programa” que estaría sujeto a las nuevas normas. “Esas entidades (incluidos los sitios de noticias en video), tendrán que registrarse en la crtc, probablemente tendrán que proporcionar información comercial confidencial y es posible que deban cumplir con los requisitos de descubrimiento para hacer más visibles los contenidos canadienses”, explicó Geist.
Ya existe una gran cantidad de contenido terrible en línea que le está causando un gran daño a nuestras sociedades. Pero la izquierda radical que gobierna tantos países en todo el mundo no va a solucionar ese problema, sino que utilizará esto para fortalecer su propio poder.
Lo que propone el gobierno de Canadá no es nada nuevo. Esta tendencia está ganando popularidad en todo el mundo. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que los “límites” de la libertad de expresión empiecen a afectarle a usted personalmente?
A muchos les gusta el mensaje de la Trompeta y están de acuerdo con nuestra posición en una variedad de temas. Sin embargo, muchos no se dan cuenta de que el tiempo que tienen para responder y actuar ante el mensaje de Dios es realmente corto.
El libro bíblico de Amós contiene muchas profecías cruciales en las que la Trompeta basa sus pronósticos. Una de ellas se encuentra en Amós 8:11: “He aquí vienen días, dice [el Eterno] el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de [el Eterno]”.
Esto está describiendo una época en la que el mensaje de Dios ya no estará disponible. ¿Por qué? Llegará un momento en que “la tierra no puede sufrir todas sus palabras” (Amós 7:10). El mensaje de Dios será rechazado. El pueblo de Dios tendrá que huir a un lugar donde será sustentado (Apocalipsis 12:14). Esto ocurrirá justo antes de que el mundo entre en el peor tiempo de sufrimiento (Mateo 24:21-22). La Biblia deja claro que aquellos que no respondan al mensaje de advertencia de Dios antes de ese momento no podrán escapar de estos acontecimientos.
Considere lo que el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, escribió en El león ha rugido, nuestro folleto gratuito sobre Amós:
Pronto, la gente no podrá encontrar ninguno de estos folletos. ¡No podrán encontrar ningún alimento espiritual! Las personas estarán suplicando por alguna “gota” de la Palabra de Dios; Sus profecías reveladas. Pero entonces será demasiado tarde físicamente. Los elegidos de Dios estarán en un lugar de seguridad. Los que prestaron atención se darán cuenta de lo que no hicieron y de lo que deberían haber hecho. La Palabra de Dios dejará de ser predicada (excepto por los dos testigos). Entonces todo el pueblo de Dios sabrá a qué iglesia estaba dirigiendo Cristo.
¿Cómo puede evitar ser parte de la categoría de los que no actúan hasta que es demasiado tarde? A medida que aumenta la censura gubernamental y la oposición al mensaje de Dios en todo el mundo, esta pregunta se hace más urgente. Para saber cómo actuar ante el mensaje de Dios mientras aún hay tiempo, solicite nuestro folleto gratuito El león ha rugido, por Gerald Flurry. ▪