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La alianza rusa de la que uno tiene que realmente preocuparse
Donald Trump y Rusia. Éste se ha convertido en uno de los romances potenciales más discutidos de nuestro tiempo.
Estados Unidos abandonando sus aliados occidentales tradicionales y al contrario alineándose con Vladímir Putin sería el realineamiento más dramático en la política mundial desde la caída del muro de Berlín.
No sucederá. EE UU podría tratar de acercarse a Rusia, pero ninguna alianza cercana es posible.
Al contrario, hay otra alianza viniendo de la que el mundo debería realmente poner atención.
Una alianza de corta vida
A tan sólo semanas en la presidencia del Sr. Trump, las ruedas ya parecían estar dejando la muy anticipada alianza EE UU-Rusia. El consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn, el más pro-ruso de los consejeros del Sr. Trump había sido despedido. EE UU dijo que no pondría fin a las sanciones impuestas sobre Rusia y que esperaba que Rusia devolviera Crimea a Ucrania.
Mientras tanto, Rusia volvía a sus negocios de siempre, violando el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio y zumbando sobre buques estadounidenses en el mar Negro.
El Sr. Trump es casi tan bien conocido por su consistencia como por su modestia, así que esto podría cambiar. Pero hay razones más fundamentales para esperar que esta distensión ruso-estadounidense falle.
Barack Obama comenzó su presidencia con su infame “reinicio” con Rusia. George W. Bush declaró que Putin era un hombre en que los estadounidenses podrían confiar. El colapso de Bill Clinton en una incontrolable carcajada en una conferencia de prensa en 1995 con el presidente Boris Yeltsin sugirió, si no confianza, entonces por lo menos ausencia de temor.
Ningún presidente comienza su mandato deseando un conflicto con Rusia. Pero ningún presidente reciente ha evitado uno. ¿Por qué? Porque las alianzas no están basadas sobre la buena intención o la buena voluntad. Vivimos en un mundo fundado sobre el egoísmo. Una alianza funciona si ambos lados obtienen lo que desean. La alianza debe ocurrir en el interés propio de ambas partes.
Una alianza ruso-estadounidense ha fallado continuamente porque tampoco está en los intereses a largo término de las naciones.
¿Cuáles son los intereses de estas naciones?
El interés número uno de Estados Unidos es evitar que cualquier poder se levante hasta desafiarlo. El único lugar del cual podría venir tal poder en el futuro previsible es Eurasia. “Nuestra preocupación constante en tiempos de paz debe ser que ninguna nación o alianza de naciones le sea permitido emerger como poder dominante en alguna de las dos regiones del viejo mundo, de la cual nuestra seguridad pudiera ser amenazada”, escribió el profesor Nicholas Spykman, uno de los más grandes pensadores estadounidenses sobre el tema de las relaciones internacionales (La geografía de la paz). Él se estaba refiriendo a Europa en el Atlántico y Asia oriental en el Pacífico.
Durante los últimos 70 años, ese retador potencial ha sido Rusia—sobre todo en la forma de la Unión Soviética. Y así EE UU se ha opuesto a Rusia.
Sin embargo, Rusia no es la principal preocupación del Sr. Trump. China es un poder comercial gigantesco y asertivo. Alemania está usando el euro para económicamente dominar la eurozona. Por lo tanto, el Sr. Trump cree que EE UU podría aliarse con el poder declinante de Rusia y oponerse a Alemania, China y también el islam radical.
¿Pero qué puede ofrecer EE UU para persuadir a Rusia que se vuelva contra China y enfrente a Europa?
El mayor interés de Rusia es dominar Europa oriental; no tiene fronteras naturales allí. Ése es el porqué Rusia constantemente empuja tan lejos como puede hacia el occidente. Históricamente, este espacio extra entre Europa y el corazón de Rusia ha frustrado la mayoría de intentos de conquistar a Rusia.
Rusia también tiene un interés en confrontar el terror islámico y en ganar acceso a las finanzas y tecnologías de Occidente.
Hay intereses complementarios y el potencial para una alianza. Pero el problema es que el precio que Rusia tendría que exigir—para hacer su momento en voltearse contra China y Alemania—es más alto que el que EE UU puede permitirse. Rusia necesitaría ayuda en alcanzar su principal interés: más espacio en Europa oriental.
EE UU no puede permitirse eso. EE UU no puede estar seguro de que Rusia ya no es su principal amenaza. Aunque a Rusia le hace falta el peso económico de tanto la Unión Europea como China, éste tiene un ejército formidable y, aun más importante, un líder formidable. Al apoyar a Rusia, muchos incluso dentro de la administración Trump temen que EE UU podría estar construyendo su propio peor enemigo.
Una alianza con Rusia a continuación, amenaza entonces el interés número uno de EE UU. Por supuesto, al Sr. Trump le encantaría tener a Rusia de su lado sin dar mucho a cambio. Pero no es así como el mundo funciona. Por lo tanto, no hay alianza a largo plazo sobre las cartas.
Podría haber acuerdos a corto plazo. En el Oriente Medio, por ejemplo, Estados Unidos y Rusia podrían trabajar juntos. Y sería posible que EE UU hiciera concesiones en Ucrania y Europa oriental. Pero no veremos un realineamiento mundial masivo en torno a una alianza entre EE UU y Rusia.
La diferencia fundamental en los intereses entre EE UU y Rusia tiene que ver con que ellos se han aliado tan sólo una vez en la historia: en la Segunda Guerra Mundial. Ésta dirigía una amenaza urgente a ambas potencias, pero fue de corta vida e inmediatamente dio paso a una rivalidad con armas nucleares en la Guerra Fría.
Pero hay otro poder con intereses más compatibles; uno con el que Rusia se ha aliado repetidamente.
La verdadera pareja de poder
El interés central de Alemania es evitar que sea cercado con una Francia hostil en occidente y una Rusia hostil en oriente. Este interés está satisfecho, gracias a la UE, ya que Alemania no tiene miedo de una invasión francesa.
Otro interés importante es un mercado de exportaciones seguro por su economía fuertemente dependiente de las exportaciones. Esto se cumple principalmente a través de la eurozona. Los países de la eurozona están atados a una moneda común y no pueden elevar sus tasas de cambio. Eso significa que los desbalances que normalmente se ajustarían a través del tiempo no pueden—así Alemania puede exportar más a estos países que lo que importa. Esto también provee a Alemania con un subsidio de facto cuando exporta a otros mercados.
La crisis migratoria y el islam radical hacen que el Oriente Medio sea otro importante interés para Alemania.
Rusia y Alemania tienen mucho que ganar trabajando juntos. Históricamente, Rusia podía dominar Europa oriental sólo cuando los poderes europeos eran débiles, o cuando ellos accedían.
Mientras tanto, los dos tienen varios intereses complementarios. Económicamente, ellos van juntos como mano en guante. Alemania tiene excelente tecnología y manufactura, y necesita exportar. Rusia necesita comprar tecnología occidental y el know-how. Rusia tiene productos energéticos, y Alemania está entre sus mejores clientes. Los profundos lazos de Rusia en el Oriente Medio lo hacen el socio perfecto para una Alemania que necesita represar la marea de refugiados hacia Europa. Rusia ha sabido sortear su camino en la crisis del euro; sus fuertes lazos con los sistemas financieros de Chipre y Grecia suponen que éste podría herir o ayudar las ambiciones económicas de Alemania.
Por otro lado, una alianza con Alemania no requiere que Rusia abandone su alianza con China. Se requiere mucho menos de Alemania para hacer que tal alianza haga su momento.
Alemania, entonces, puede pagar el precio que Rusia requiere, mientras que EE UU no puede. El cálculo de costo beneficio se ve muy diferente.
Una alianza ruso-alemana aun conlleva riesgos. Hecho imprudentemente, podría alienar gran parte de Europa central y oriental. Pero hecho con cuidado, permitiendo a Rusia expandir su esfera de influencia hacia partes de Europa oriental de hecho conduciría a los países restantes hacia Alemania. Alemania también tendría que asegurarse que es suficientemente recompensado como para compensar la inseguridad adicional que vendría de una esfera de influencia expandida rusa.
Pero Alemania, lo quiera o no, está siendo forzada hacia esta alianza.
Alemania tiene poca elección
La otra parte importante de la política exterior del presidente Trump es retirarse del mundo. Él cree que Estados Unidos está gastando demasiado dinero interviniendo más allá de sus costas.
Si EE UU se retira de Europa, Alemania queda con poca elección que la de llegar a un acuerdo con Rusia. Económicamente, la UE achica a Moscú; pero militarmente, Rusia es una fuerza a tener en cuenta. Justo ahora Europa sola no podría levantarse contra Rusia. Así que, ¿qué hace usted cuando no los puede vencer?
Escribiendo durante la última mitad de la Guerra Fría, Hans Morgenthau, en una reciente edición de Políticas entre naciones: la lucha por el poder y la paz, destacó lo que podría suceder si EE UU se retira de Europa. Las naciones de Europa son “ambivalentes hacia EE UU, cuyo apoyo ellos necesitan, pero resienten”, escribió él. Si EE UU se retira, estos países “podrían entonces percibirse a sí mismos como siendo abandonados por EE UU y teniendo que enfrentar a la Unión Soviética solos, insuperable en su poderío militar”. Esto, escribió él, forzaría a las naciones de Europa a “acomodarse con Rusia”.
Si Alemania hace esto, “significaría un cambio drástico en la distribución de poder mundial”, Morgenthau concluyó. Para Alemania, hay “argumentos racionales (…) en apoyo de una orientación hacia el este”.
Hoy, el ejército ruso no es tan abrumador como lo era antes. Pero si EE UU se sale de Europa, Alemania enfrentaría un dilema similar.
La receptividad de Trump hacia una alianza con Rusia también ha hecho fácil para los poderes europeos acercarse a Rusia. Los líderes más importantes de la Unión Social Cristiana de Alemania (csu), parte de la coalición gobernante de Alemania, se han mantenido cercanos a Rusia, a pesar de las sanciones de su nación en contra de éste. En 2016, el presidente del Estado de Baviera Horst Seehofer y el presidente honorario del csu Edmund Stoiber visitaron al presidente ruso Vladímir Putin. Stoiber dio la bienvenida a la elección de Donald Trump, en parte porque él creía que esto podría ayudar a abrir la puerta para relaciones más cercanas entre Alemania y Rusia. Trump, dijo él, “fijará un nuevo tono en la política exterior”.
Una historia de guerra
Estas mismas presiones ahora amontonadas sobre Alemania han conducido a alianzas similares en el pasado. De 1772 a 1795, Prusia, Austria and Rusia dividieron la mancomunidad polaco-lituana entre ellos. En ese punto, Polonia se extendía mucho más lejos hacia el oriente de lo que lo hace hoy, incluyendo casi la totalidad de la actual Bielorrusia.
Poco después, los generales alemanes ayudaron a modernizar el ejército ruso. Como León Tolstoi lo señaló en Guerra y paz, un general ruso estaba tan molesto por el papel dominante que los alemanes jugaban en el ejército ruso que al parecer le preguntó al emperador si él podía ser promovido al rango de los alemanes.
Mientras Otto von Bismarck unía a los Estados alemanes, él se esforzaba para quedar bien con Rusia. Como famosamente dijo, el secreto de la política está en “hacer un buen tratado con Rusia”.
A comienzos del siglo 20, el alto mando alemán rechazó el consejo de Bismarck, pensando que Alemania tenía una oportunidad de derrotar a Rusia. Rusia colapsó durante la Primera Guerra Mundial, pero Alemania perdió en el occidente. Las caídas tanto de Rusia como de Alemania permitieron que Polonia llegara a ser un Estado independiente por primera vez desde que había sido dividido. Otras pequeñas naciones brotaron. La siguiente vez que Alemania intentó tomar el control de Europa, hizo un tratado con Rusia primero. El tratado de Rapallo ayudó a que Alemania emergiera de las cenizas de la Primera Guerra Mundial. Luego, Polonia fue nuevamente dividida en el infame pacto de Hitler y Stalin, también conocido como el pacto Molotov-Ribbentrop.
Poco después, Hitler agarró a Stalin desprevenido y atacó Rusia, una decisión en la que él pudo o no haber vivido lo suficiente para lamentarla.
La historia entre Alemania y Rusia prueba no sólo que sus intereses propios se alinean mejor entre sí que con los de EE UU. También prueba que el interés propio es el interés propio: una vez una nación piensa que pueda ganar más apuñalando a su “aliado” en la espalda, eso es lo que hará.
Otro pacto Molotov-Ribbentrop
Los intereses comunes aquí son tan poderosos que Trompeta ha pronosticado durante mucho tiempo una nueva alianza entre estas dos naciones.
En mayo de 1962, la Pura Verdad—predecesora de Trompeta—escribió, “Una vez una Europa dominada por Alemania esté completamente establecida, Alemania estará listo para negociar y hacer un convenio con Rusia—y detrás de las espaldas de los aliados occidentales si es necesario”.
“Cuando un acuerdo ruso-alemán es realizado, usted puede estar seguro de que el final de Estados Unidos y Gran Bretaña está sobre el horizonte”, advirtió el mismo artículo.
¿Suena muy exagerado? ¡Eminentes eruditos en el campo de las relaciones internacionales hicieron la misma advertencia! Para Morgenthau, tal acuerdo sería “un cambio drástico en la distribución de poder mundial”. Spykman advirtió que la falta de un poder unificado en Europa o en el oriente asiático “es un prerrequisito absoluto para la independencia del Nuevo Mundo y la preservación de la posición de poder de Estados Unidos”.
“Estados Unidos debe reconocer una vez más y de forma permanente, que la constelación de poder entre Europa y Asia constituye un problema eterno para ellos, tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz”. Escribió Spykman.
Bajo amenaza está el mayor interés de EE UU: su misma supervivencia.
Esta próxima alianza ruso-alemana durará sólo mientras ésta esté en los intereses de ambas partes. Históricamente, ésta no ha sido muy larga.
“Observe la historia”, advierte el editor en jefe de Trompeta Gerald Flurry. “Cada vez que la competencia entre Rusia y Alemania se calienta, forman un acuerdo entre sí; ¡justo antes de ir a la guerra!” (Rusia y China en profecía).
Estas guerras se han expandido y han engullido al mundo y han convertido a estos aliados de conveniencia en contrarios de una forma devastadora.
Ya hay fuertes indicios de que estos dos lados han estado hablando y haciendo acuerdos. Alemania ha emergido, muy recientemente, como el líder de Europa oponiéndose a Rusia—incluso mientras éste se unió a otras naciones para mantener las sanciones de presión, continuó trabajando en unos acuerdos de gasoducto con Rusia potencialmente lucrativos.
Pero la presión ahora está creciendo sobre estos dos poderes para que trabajen juntos de una manera mucho más estrecha—un desarrollo que cambiará al mundo rápidamente. ▪