Intimidad en la oración
Mi hija pequeña de casi 2 años habla incesantemente, pero la comunicación no es su fuerte. Ella expresa sus ideas, pensamientos, preguntas y preocupaciones con un grupo muy limitado de palabras comprensibles, mezcladas con un aluvión de balbuceos incomprensibles. Es muy tierna.
Con un vocabulario tan limitado, es una comunicadora limitada, aunque eso no la desalienta de decir las mismas cosas una y otra vez: ella desea que sepamos todo lo que piensa.
A medida que los niños crecen, aprenden un mayor repertorio de palabras y se vuelven más hábiles para expresarlas. Sus dos hermanos mayores ostentan con facilidad un vocabulario muy superior al suyo.
Cuando nuestros hijos son más capaces de expresarse, nuestra relación con ellos se profundiza. Podemos entender mejor lo que piensan. Ellos desean que sepamos todo lo que saben. Y también desean saber lo que pensamos como padres. Tienen plena conciencia de nosotros, y la relación que tenemos es muy importante para ellos.
Dios el Padre desea construir una relación profunda, íntima y expresiva con cada uno de Su pueblo. “La oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8). Nosotros deberíamos desear esa misma cercanía con Él, tal como un niño pequeño desea tenerla con sus padres.
Si Dios le ha llamado a tener una relación con Él, entonces, ésta debe ser su relación más importante. “¡Nuestro principal enfoque en la vida debe ser cómo hablamos con Dios en oración!” escribió el redactor jefe de la Trompeta Gerald Flurry (Royal Vision, mayo-junio de 1998).
Pero piense en esto desde la perspectiva de Dios: esta relación es muy importante para Él también. Él está ansioso de escucharnos. “Los ojos de [el Eterno] están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Salmos 34:15). Nuestro Padre realmente espera pasar tiempo con nosotros.
Tristemente, la mayoría de quienes hablan con Dios realmente no han pasado del nivel de un infante con un vocabulario limitado. Muchos sólo repiten lo mismo una y otra vez (Mateo 6:7). Este en un mal hábito en el que podemos caer fácilmente. Este tipo de oración no construye una relación cercana entre Padre e hijo.
Nuestra relación de oración con Dios crecerá según la cantidad de tiempo que pasemos con Él en oración, y según la calidad de ese tiempo.
Durante la semana no veo mucho a mis hijos. El tiempo que paso con ellos es invaluable, no sólo para cumplir mi deseo de estar con ellos, sino porque ellos necesitan a su padre.
Herbert W. Armstrong escribió: “Dios parece irreal y lejano sólo para aquellos que no han establecido, y no están activamente manteniendo un estrecho contacto personal con Él! No es un asunto de distancia o visibilidad; es una cuestión de contacto” (La Pura Verdad, mayo de 1963).
Si al regresar a casa después del trabajo no pasara un tiempo real con mis hijos, nuestra relación rápidamente se desvanecería. Cuando tenemos una serie de experiencias de calidad, es asombroso la cercanía que podemos tener, incluso con la más pequeña, quien apenas si logra hablar algo.
Piense en nuestro tiempo de oración de la misma forma. Nuestro tiempo de oración con Dios es extremadamente valioso. Es el tiempo que reservamos para construir una relación cercana y más íntima con Él.
El Sr. Armstrong experimentó esta relación más profunda con Dios desde el principio de su conversión. “… Comencé a darme cuenta de que una nueva amistad y compañerismo habían entrado en mi vida”, escribió en su autobiografía. “Comencé a ser consciente de un contacto y compañerismo con Cristo, y con Dios el Padre. Cuando leía y estudiaba la Biblia, Dios me hablaba a mí, ¡y ahora yo quería escuchar! Comencé a orar, y entendí que en la oración yo estaba hablando con Dios. Todavía no conocía bien a Dios, pero uno comienza a conocer mejor a otros mediante el contacto constante y conversaciones continuas”.
Nuevamente, piense en esto desde la perspectiva de Dios. Seguramente estaba emocionado de tener al Sr. Armstrong como un hijo engendrado y amigo. Dios podía escuchar a alguien hablarle con verdadera pasión y fervor; tenía a alguien muy convertido para conversar.
Este es el tipo de relación que Dios desea tener con cada uno de nosotros. El Sr. Armstrong comentó en su programa El Mundo de Mañana: “La oración debería ser algo íntimo en donde usted realmente le está hablando a Dios. Dios es real. (…) Aprenda a hablar con Él…”.
Del mismo modo que otros intereses, demandas de nuestro tiempo, el materialismo y las distracciones pueden interferir tan fácilmente con la vida familiar, así también pueden obstaculizar nuestra vida de oración. Debemos esforzarnos para preservar una relación íntima con nuestro Padre.
El Sr. Armstrong escribió sobre este problema común: “Nuestras mentes están tan llenas de los intereses materiales de esta vida. Nuestras mentes y nuestros corazones están muy lejos de Dios. Hemos perdido el contacto con Él por falta de pasar suficiente tiempo estudiando Su Palabra, y por falta del modo correcto de oración de entrega y sumisión total, ferviente y con el corazón quebrantado” (La pura verdad acerca de la sanidad divina).
Nuestra relación con Dios debe dominar nuestras vidas. Comparta con Él sus más íntimas ideas, pensamientos, preguntas y preocupaciones, todos con una expresión íntima, sincera y en ocasiones apasionada.
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