Anas Damashqy/Anadolu Agency/Getty Images
Hambruna: El jinete negro no ha terminado de cabalgar
¿Qué ocurre cuando no hay alimento? El cuerpo de una persona privada de alimento comienza a descomponer el tejido muscular a fin de mantener el funcionamiento del corazón y otros órganos vitales.
A medida que el estómago se atrofia, la sensación de hambre disminuye. Para cuando el 30% del peso normal del cuerpo se ha perdido, comienza un letargo profundo. Los músculos deteriorados y la piel severamente deshidratada hacen que los movimientos sean extremadamente dolorosos. Una vez que se ha perdido el 40% del peso normal, la probabilidad de recuperación es casi nula. La persona hambrienta se vuelve altamente susceptible a las enfermedades contagiosas. Por lo general no puede decir que tiene sed y la deshidratación es por lo general la causa final de la muerte. Incluso sólo pensar en esta experiencia es desgarrador. Pero es la forma en la que cientos de millones de personas han muerto a través de la historia.
Sin embargo, en las tres últimas décadas el mundo parecía haber casi conquistado el azote de la hambruna. Había sido en gran medida erradicada, permaneciendo sólo en las regiones más remotas y devastadas por la guerra. El riesgo de morir de hambre había disminuido a sus niveles más bajos desde que comenzó la civilización.
Pero la hambruna está a punto de hacer un dramático regreso.
“[L]a mortalidad en grandes y calamitosas hambrunas casi ha desaparecido. [P]ero también tenemos razones para estar temerosos”, escribe el experto en crisis humanitarias Alex de Waal en su libro de 2018 Mass Starvation: The History and Future of Famine [Hambruna en masa: la historia y el futuro del hambre]. ¿Por qué?
Porque las soluciones recientes de la humanidad son sorprendentemente frágiles.
La evidencia muestra que el sistema de suministro de alimentos de la humanidad puede estar ya mermando. Si algo sale mal, la siguiente ola de hambrunas masivas podría ser la peor en la historia.
“Violencia silenciosa”
Sólo durante los últimos 150 años, cerca de 100 millones de personas en el mundo han muerto en hambrunas. Las hambrunas de esta era tienen algo en común con la mayoría de las peores hambrunas en toda la historia, algo sorprendente y aterrador, y es que fueron causadas no por el mal clima o la sobrepoblación, sino por actos intencionales de alguna autoridad política.
“La hambruna no fue algo que sólo sucedió, sino que fue algo que las personas se hicieron unas a otras”, escribe de Waal. En la mayoría de los casos, “las hambrunas no fueron desastres naturales, como terremotos o huracanes, sino que fueron producto de ideas políticas…”.
Dado que éstas son infligidas intencionales en la gente, Michael Watts, profesor emérito de geografía y estudios de desarrollo de la Universidad de Berkeley, California, describe las hambrunas como una “violencia silenciosa”.
La investigación de De Waal dice que el 70% de los 100 millones de muertes por inanición en los últimos 150 años sucedieron en hambrunas provocadas completamente por el hombre. Éstas resultaron de políticas de gobierno diseñadas intencionalmente para matar de hambre a ciertos grupos de población, o de autoridades que imprudentemente aplicaron políticas que sabían que causarían hambrunas.
El Plan del Hambre
Un ejemplo trágico de hambruna infligida intencionalmente es el Plan del Hambre de 1941. El objetivo era privar de comida a la población al occidente de la Unión Soviética hasta la muerte, librando a la región de los eslavos y judíos, a quienes Adolfo Hitler llamaba “comedores inútiles”. Los nazis querían luego tomar las tierras fértiles antes trabajadas por los soviéticos y hacerlas un granero para Alemania.
Un documento nazi de alto nivel, fechado sólo pocas semanas antes de la invasión de Alemania a la Unión Soviética, declaraba: “La guerra sólo puede continuar si todas las Fuerzas Armadas [alemanas] son alimentadas desde Rusia durante el tercer año de la guerra. Como resultado, no hay duda de que “x” millones de personas morirán de hambre si tomamos del país todo lo que necesitemos”.
Esto fue escrito el 2 de mayo de 1941, por Herbert Backe, secretario de Estado del Ministerio de Alimentación y Agricultura del Reich. En otras partes, Backe calculó que para que el plan tuviera éxito, toda la población urbana de la Unión Soviética europea—unos 30 millones de hombres, mujeres y niños—debían morir de inanición.
En otra parte de las directrices ocupacionales de los nazis, los meticulosos planes para matar de hambre a varios pueblos “inferiores” fueron declarados abiertamente. En su libro de 1944 Axis Rule in Occupied Europe [Regla del Eje en la Europa ocupada], Rafael Lemkin publicó extractos de tales directrices. Éstos declaraban que mientras se debía dar el 100% de los carbohidratos requeridos diariamente a los alemanes, sólo el 76 a 77% debía ir a los polacos, el 58% a los franceses, el 38% a los griegos y el 27% a los judíos.
Los nazis fueron derrotados antes de que pudiera ejecutar completamente su enorme plan de inanición. Pero incluso los cálculos más conservadores dicen que 4,7 millones de soviéticos murieron como resultado de estas ambiciones, y muy probablemente muchos más. Como comparación, los nazis asesinaron un total de 6 millones de judíos en el Holocausto.
Otro ejemplo notorio de una hambruna en masa cometida intencionalmente para exterminar poblaciones fue el genocidio armenio desde 1914 hasta 1923, en el cual el gobierno otomano asesinó a más de 1 millón de personas, un cuarto de los cuales murieron por hambruna y enfermedades relacionadas. Otro más fue el Holodomor de la década de 1930, detallado por el escritor de Trompeta Andrew Miller en nuestra edición anterior. De Waal estima que esta “hambruna causada por el hombre” infligida al pueblo de Ucrania por el líder soviético Joseph Stalin y la Unión de Industriales Alemanes, mató a cerca de 3,3 millones de personas. Otros historiadores han subido esa cifra a unos 7,5 millones.
La hambruna más devastadora en la historia
La segunda categoría de hambrunas infligidas por el ser humano según de Waal son aquellas causadas por un gobierno que implacablemente persigue las políticas conocidas como faminogénicas. El ejemplo modelo para tal acontecimiento fue el “Gran Salto Adelante” del dictador comunista chino Mao Zedong.
Una década después de que el Partido Comunista chino tomara el poder en 1949, Mao determinó modernizar China. Él quería saltarse los procesos normales y lentos de maduración económica y en su lugar quería una transformación directa de una sociedad agraria a una superpotencia industrial en sólo unos pocos años.
En 1958, su gobierno comenzó a reubicar a millones de campesinos chinos en comunas masivas. La mayoría de las comunas individuales contenían cerca de 5.000 familias, y las personas fueron obligadas a ceder la propiedad de los animales y herramientas al colectivo. Cada cosa se volvió propiedad de la comuna; la agricultura privada e individual fue prohibida. Para finales de año, 700 millones de personas habían sido reubicadas en 26.578 comunas.
El objetivo de Mao era estimular la productividad agrícola de la nación, a pesar del movimiento de muchos trabajadores desde el sector agrícola hacia el sector manufacturero. (Los adultos que no se ocuparon de la agricultura fueron asignados al “patio trasero” de los hornos de producción de acero. Unos 600.000 de esos hornos fueron establecidos a través de todo el país, pero el acero que se producía en ellos era de tan baja calidad que era inservible.)
Con menos personas disponibles para la agricultura, Mao ordenó usar muchas técnicas que, según él, impulsarían la eficiencia a nuevos niveles: Su infame orden “arado profundo” requería que los trabajadores araran y sembraran hasta 1,8 metros de profundidad. Su técnica de “plantación cercana” requería de 12,5 millones de plantas en 10.000 metros cuadrados en lugar de 1,5 millones que era lo habitual. Y el deseo de producir “más, mejor, más rápido y más económico” significaba que los campos rara vez tenían algún tiempo para descansar.
Mao también declaró la famosa guerra contra los gorriones, acusándolos de comer grandes cantidades de semillas. Su gobierno dijo que “las aves son animales públicos del capitalismo”. Él ordenó a los ciudadanos destruir los nidos, matar a los polluelos y que golpearan cacerolas y sartenes para asustar a los pájaros antes de que aterrizaran hasta que cayeran del cielo muertos por el agotamiento. Estos esfuerzos disminuyeron dramáticamente la población de gorriones de árbol de Eurasia, llevándolos casi a la extinción.
El problema con la Campaña del Gran Gorrión quedó claro para muchos granjeros meses más tarde, pues los gorriones no sólo comían granos sino también insectos. Sin su principal depredador natural, las poblaciones de insectos, especialmente las langostas, prosperaron y luego devoraron vastos terrenos de cultivos y campos de China.
Las fallas de las otras políticas de Mao se volvieron igualmente obvias para aquellos que se esforzaban por implementarlas. Éstas fueron evidentes y numerosas. Pero el Gran Timonel no tenía interés en escuchar sobre esos problemas. El Dr. Li Zhisui, médico personal de Mao desde 1955 hasta la muerte del dictador en 1976, le dijo al New York Times en 1994 que Mao se rodeaba sólo de aduladores. “[É]l fue un tirano despiadado que aplastaba a cualquiera que lo desobedecía”, dijo Li. Cualquiera que lo desobedecía o incluso tenía una reacción crítica normalmente sería ejecutado. “El error de aquellos que fueron purgados fue verse a sí mismos como iguales a él”, dijo Li. “Él quería que todos fueran sometidos”.
Durante el Gran Salto Adelante, la lealtad a Mao tuvo prioridad por sobre el sentido común. Sus oficiales continuaron poniendo en vigor las políticas en forma despiadada, tales como la Campaña Gran Gorrión, incluso mucho tiempo después de que quedara claro que habían fracasado trágicamente. Pero mes tras mes, en cada fracaso, Mao rehusaba reevaluar, [y] en vez se aferraba más a sus mismas políticas desastrosas.
Los resultados fueron catastróficos más allá de las palabras. Para 1962, al menos 36 millones de personas habían muerto de hambre en lo que se llamó la Gran Hambruna, la hambruna en masa más grande en la historia.
El investigador chino Yang Jisheng detalló la hambruna en su libro Tombstone [Lápida]. “Existen documentos que reportan varios casos donde la gente se comió a otra gente”, le dijo Yang a npr en una entrevista de 2012. “Los padres se comieron a sus propios hijos. Los hijos se comieron a sus propios padres”.
El aspecto más trágico de la Gran Hambruna es que, incluso con las políticas equivocadas que se perseguían despiadadamente, el grueso de las muertes seguía siendo innecesario. A pesar de que los campos volvieron a producir cosechas insignificantes año tras año, los colosales almacenes de granos almacenaban suficiente alimento para toda la nación, pero el gobierno de Mao se rehusó a liberarlo. “En el corazón de todo esto”, escribió el periodista John R. Platt, “la causa real era el gobierno comunista, el cual, ya sea por política o por actos egoístas de varios oficiales, guardó el grano para ser entregado a aquellos en necesidad, y ocultaron el problema”.
Esta historia de la Gran Hambruna es una prueba inquietante del increíble poder y falta de humanidad del Partido Comunista chino. Es escalofriante que en China hoy, la postura oficial sea que Mao Zedong tenía “70% de razón y 30% de error”.
Otros ejemplos notables de políticas que producen hambrunas impuestas implacablemente incluyen el intento del “Súper Gran Salto Adelante” del líder camboyano Pol Pot en la década de 1970 (aunque algunos capítulos de esta tragedia pertenecen firmemente a la categoría uno) y a la crisis de Corea del Norte en la década de 1990.
Omisión intencional de ayudar
Otro 18% de los 100 millones de muertes por hambruna desde hace 150 años es el resultado del fracaso de los gobiernos en reaccionar a condiciones climáticas que causaron escasez de alimentos pero que habrían sido totalmente solucionables con programas de ayuda. De Waal describe esta tercera categoría como ejemplos cuando “las autoridades públicas son indiferentes; puede que sus políticas no sean la causa principal de la hambruna, pero hacen poco o nada por aliviar el hambre”.
Un ejemplo notable en esta categoría fue la abrupta hambruna en Sudán en 1984, cuando el entonces presidente Jaafar Nimeiri hizo la vista gorda ante el sufrimiento causado simultáneamente por la sequía y la recesión económica, y rehusó aceptar ayuda internacional. “Nimeiri de Sudán deliberadamente había suprimido información acerca del desarrollo de la hambruna en su país, permitiendo que la situación desarrollara proporciones de crisis”, escribió el New York Times el 12 de junio de 1985. Esas proporciones de crisis infligieron hambre en 10 millones de personas, y dieron muerte a 240.000 de ellas.
En total estas clases de hambrunas fácilmente prevenibles mataron a 19 millones de personas en los últimos 150 años, o un 18% del total.
De Waal dice que las hambrunas en la primera categoría, incluyendo el Plan del Hambre, mataron a 8,3 millones de personas, 8% del total. Y aquellas en la segunda categoría, tales como el Gran Salto Adelante, mataron como a 64 millones de personas, o el 62% de las muertes por inanición.
Eso significa que sólo el 13% del total de los 100 millones de muertes por hambre ocurrieron a causa de factores externos que las autoridades fueron verdaderamente incapaces de abordar. A la luz de esto, de Waal dice que, “el verbo ‘privar de alimento’ debería ser entendido principalmente en su sentido transitivo para indicar que algunas personas (muy poderosas) han privado de alimento a otras personas (sin poder), llevándolas a la muerte por el hambre, enfermedad, agotamiento o violencia”.
El declive de hombres fuertes despiadados
Los expertos en hambrunas a menudo recalcan que el declive de las hambrunas en los últimos 30 años ha sido una anomalía histórica. De Waal lo atribuye en una pequeña parte al incremento de los esfuerzos internacionales como los del Programa Mundial de Alimentos. Pero él da más crédito a otro factor más significativo: “el declive de la megalomanía y de las actitudes políticas que consideran a las personas como prescindibles”.
La razón principal de que en los últimos 30 años hemos visto tan pocas hambrunas fue la disminución de la cantidad de líderes como Adolfo Hitler, Joseph Stalin, Mao Zedong, Pol Pot y Jaafar Nimeiri.
Charles Kenny, miembro principal del Centro para el Desarrollo Global, está de acuerdo con esta declaración y ha observado que las hambrunas difícilmente ocurren en sociedades que son incluso relativamente libres. “De hecho, ya no ocurren en ningún país donde los líderes muestren un mínimo interés en el bienestar de sus ciudadanos”, escribió para Foreign Policy el 27 de julio de 2011.
¿Está de regreso la hambruna?
Cuando de Waal comenzó a escribir Mass Starvation [Hambruna en Masa] a principios de 2015, tuvo un punto de vista optimista del progreso de la humanidad en la guerra contra la hambruna. Los hechos se veían prometedores. Durante una conferencia el 4 de mayo en la Universidad Tufts, dijo: “Cuando comencé a trabajar en esto, pensé que podría escribir una historia de la hambruna, y decir realmente que este es un problema que hemos resuelto y confinado en la historia”.
Pero a medida que trabajaba en el proyecto, se inició un cambio que lo obligó a reconsiderar la premisa y el propósito del libro. “Desafortunadamente, mientras lo escribía, dijo, “el hambre hizo algo así como una reaparición”.
La primera bandera roja vino en diciembre de 2016, cuando la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas anunció que una hambruna estaba en marcha en algunas regiones remotas de Nigeria. Para enero de 2017, la amenaza de hambre también se había identificado en Yemen, Somalia y Sudán del Sur. Poco después, las alarmas sonaron en Siria. Fue claro que, después de años de progreso, el número de hambrientos en el mundo estaba creciendo de nuevo y a punto de aumentar mucho más. Un informe de Naciones Unidas mostró que el 11% de la población global en 2017 estaba crónicamente malnutrida—un incremento de 40 millones por sobre el año anterior.
“El año pasado ha sido indudablemente terrible, advierte de Waal, con hambres o condiciones cercanas a la hambruna poniendo a millones de personas en riesgo de malnutrición severa e incluso la muerte en Somalia, Sudán, Siria, Nigeria y Yemen”, reportó npr el 19 de enero de este año.
La inestabilidad en estas regiones elevó el número de personas con necesidad de asistencia humanitaria a niveles sin precedentes. Esto provocó que Kimberly Flowers, directora del Proyecto para la Seguridad Alimentaria Global del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, escribiera su artículo emblemático a finales de 2017 titulado: “Las cuatro hambrunas: las campanas de alarma están sonando, pero ¿quién escucha?”.
Esta es una pregunta urgente. ¿Quién está escuchando las advertencias? ¿Quién está viendo que las ganancias comienzan a revertirse? ¿Quién está consciente de cómo la estabilidad global podría ser destruida repentinamente?
Marruecos, fósforo, Irán y la hambruna
Hay otra nación que es cada vez más susceptible a la inestabilidad que podría tener efectos de amplio alcance en el suministro de alimentos del mundo: Marruecos.
En la década de 1960, el uso frecuente de fertilizantes sintéticos expandió ampliamente la cantidad de tierra disponible para la agricultura alrededor del globo y cuadruplicó la productividad de las tierras agrícolas existentes. Esto fue posible por el proceso de Haber, el cual convierte el nitrógeno atmosférico en una forma biológicamente utilizable por los cultivos. Pero cuando la cantidad de nitrógeno en el suelo se incrementa, la vegetación requiere un incremento igual de fósforo, el cual es explotado en la forma de fosfato de los depósitos geológicos.
Las prácticas agrícolas modernas dependen tanto del fósforo que los expertos dicen que nadie podría comer en el mundo de hoy sin él. En 2016, el Atlantic dijo que los fertilizantes dependientes del fósforo habían “permitido que millones de personas fueran alimentadas, ya que de otro modo hubieran muerto de hambre…”.
Pero el fósforo no es un recurso ilimitado. “Estamos en un planeta finito con reservas finitas de fósforo”, dijo el experto en inversiones Jeremy Grantham durante una transmisión para Planet Money el 26 de enero. “Estamos explotándolo y consumiendo todo el suministro. Eso debería hacer que se nos ericen los pelos”.
Por décadas se ha conocido que el suministro de fósforo es limitado, pero como era barato, nadie se preocupó.
Entonces llegó el año 2008.
Cuando golpeó la crisis financiera mundial, los precios del fósforo subieron un 800%. Como resultado, los precios de los alimentos alrededor del mundo subieron. “Yo diría que eso fue un tiro a través de los arcos”, dijo Grantham. “Esa fue la primera advertencia al planeta Tierra de que comenzamos a agotarlo”.
Otra advertencia vino al año siguiente cuando el Informe Geológico de Estados Unidos publicó un reporte diciendo que la producción máxima de fósforo estaba a sólo 24 años de distancia, entendiéndose que la producción comenzaría a descender, posiblemente abruptamente después de 2033.
De repente los ojos del mundo estaban en Marruecos. El país de África del Norte alberga el 75% de las reservas de fósforo conocidas del mundo, dándole casi un monopolio en el multimillonario comercio del mineral. (El productor más cercano es China, con menos del 6%). Estados Unidos, el mayor exportador de alimentos del mundo, obtiene el 42% de sus importaciones de fósforo desde Marruecos. México, Australia, Nueva Zelanda, Lituania y Canadá son también los mayores importadores del fósforo marroquí.
El periodista Brendan Borrell recientemente investigó el casi monopolio de fósforo de Marruecos, y encontró que la nación era inquietantemente sigilosa sobre sus reservas. “[R]esulta que no quieren hablar mucho al respecto”, le dijo a Planet Money. “[E]llos están tratando de usar este secreto para ventaja propia, y de esa forma, poder dictar el precio” (ibíd).
“Es increíble”, dijo Borrell, “que nuestro suministro futuro de alimentos dependa tanto de lo que ocurre en ese solo país”.
Una mejor palabra para “increíble” sería “alarmante”. Y la alarma se vuelve cada vez más intensa a la luz de la creciente influencia en Marruecos de un actor que disfrutaría la oportunidad de decidir quién come y quién no: Irán.
El 1 de mayo, el gobierno marroquí anunció que tenía evidencia de que Irán estaba usando a su representante terrorista Hezbolá para apoyar a un grupo separatista llamado Frente Polisario. Desde la década de 1970, Polisario ha estado luchando por la independencia del Sahara Occidental, una región reclamada por el gobierno marroquí. La disputa ha durado más de 25 años, y ahora Irán, el Estado patrocinador del terrorismo número uno del mundo, según informes, está dando entrenamiento militar y armas al Polisario.
La provisión de fósforo de Marruecos está dividida entre el Sahara Occidental y el resto del país. El gobierno marroquí no dirá cuánto de éste yace en el Sahara Occidental.
Geopolitical Futures escribió el 23 de agosto que el esfuerzo de Irán por desestabilizar Marruecos sucede en un tiempo cuando “un sentimiento anti occidental y un celo religioso están en aumento, lo cual está subiendo las preocupaciones en Rabat [la capital de Marruecos] y en otras partes sobre el potencial del extremismo religioso enraizado”. La señal más reciente de esto ocurrió en julio cuando 30.000 individuos protestaron en las calles, incluyendo al menos a 6.000 miembros del grupo islamista prohibido al-Adl wal-Ihsan y decenas de miles de jóvenes. Geopolitical Futures escribió que estos “recientes acontecimientos en Marruecos han puesto la estabilidad de ese país en duda” (ibíd).
En cualquier otra nación, esos eventos serían preocupantes. Pero como los suministros de alimentos del mundo dependen fuertemente del fósforo de Marruecos, no son menos que alarmantes. Demuestran que las cadenas mundiales de suministro de alimentos son altamente susceptibles a las perturbaciones.
‘Necesitamos estar profundamente preocupados’
Cuando la situación en Marruecos y las nuevas crisis en Somalia, Sudán, Siria, Nigeria y Yemen están tomando lugar junto con el reciente retorno de gobiernos autoritarios en varias otras naciones, muestra que severas hambrunas pronto podrían volverse frecuentes una vez más. De Waal escribió, “[E]n la medida en que vemos un resurgimiento de ideologías y prácticas que reducen a las personas a instrumentos o impedimentos para otros fines políticos, o los excluyen de nuestras comunidades políticas, tenemos que estar profundamente preocupados de que las hambrunas masivas regresarán”.
Un estudio del mundo actual—de Rusia, China, Turquía, Irán y varias otras naciones—muestran que el resurgimiento de tales “ideologías y prácticas” está en marcha. Y eso indica que hambrunas en masa pronto podrían regresar con toda su fuerza.
Y cuando ese resurgimiento se pone junto a la fuente de pronóstico de mayor autoridad en el mundo—la segura palabra de la profecía bíblica—el indicio se vuelve una certeza.
El caballo negro cabalgará
El libro bíblico de Apocalipsis es acerca de “cosas que han de ser después de éstas”, o sucesos que tomarían lugar después de la era del apóstol Juan (Apocalipsis 1:19). En Apocalipsis 6, Juan habla de “los siete sellos” que conducen al regreso de Jesucristo. Los cuatro primeros son comúnmente llamados los “cuatro jinetes del Apocalipsis”. Ellos representan el engaño religioso, la guerra, la hambruna y la pestilencia (versículos 1-8).
Respecto al tercer caballo y su jinete, Juan escribe: “Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite y el vino” (versículos 5-6).
Esta es una personificación de la hambruna masiva, cruel e inflexible. El pasaje describe un tiempo cuando la escasez de alimento es tan grande que los granos básicos se pesan cuidadosamente y a un costo prohibitivo.
El Comentario de Ellicott dice que “libras” en el versículo 6 significa “la cantidad de alimento suficiente para mantener a un hombre por un día”. Un “denario” se refiere al “pago diario usual de un trabajador y de un soldado”. ¡Todo el salario de un día permitirá a un hombre comprar sólo el trigo suficiente para alimentarse a sí mismo ese día! O él podría comprar suficiente cebada menos nutritiva para alimentar a tres, haciendo que la alimentación de una familia sea casi imposible.
Mientras tanto, el suministro de artículos de lujo tales como el aceite y el vino es menos afectado, pero estos productos están fuera del alcance de un trabajador ordinario. Dicha escasez selectiva, que evita a la poderosa élite que aflige a la gente común, está en línea con la descripción de las hambrunas de De Waal como las “armas de guerra” intencionales en manos de autoridades corruptas.
Apocalipsis no es el único libro bíblico que menciona un regreso del hambre en el tiempo del fin. Jesucristo mismo dijo que grandes hambrunas ocurrirán antes de Su regreso: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes y hambres…” (Mateo 24:7; Marcos 13:8; y vea también Lucas 21:11).
El editor en jefe de Trompeta Gerald Flurry y el coautor Wayne Turgeon escribieron sobre el inminente regreso de la inanición en su folleto The Four Horsemen of the Apocalypse (Los cuatro jinetes del Apocalipsis [disponible en inglés]), subrayando que estas profecías son para la presente era. “No estamos hablando de algunas viejas y polvorientas profecías”, escribieron ellos. “¡Éstas son profecías dramáticas y terribles que están directamente delante de nosotros!... Esta gran hambruna finalmente se esparcirá a cada rincón de la Tierra antes de que la humanidad se arrepienta en un sometimiento incondicional a Dios”.
Ellos continúan: “[E]ste tercer jinete de hambruna tendrá un cumplimiento especifico. Está listo para galopar en nuestro futuro inmediato con un impacto que va mucho más allá de las ocurrencias históricas o actuales de hambrunas localizadas”.
El Sr. Flurry y el Sr. Turgeon explican que aunque esto apunta a un futuro oscuro, la Biblia deja en claro que Dios proveerá el método para escapar a aquellos que se vuelvan a Él. “El futuro parece muy sombrío”, escriben. “Pero hay una vía de escape (Apocalipsis 12:13-17). Dios escuchará y perdonará a cualquiera que se arrepienta. A los únicos que se les ha prometido protección divina es a aquellos que se han sometido a Dios y a Su camino de vida”.
Las Escrituras revelan que lo que la humanidad ha ganado contra la hambruna en años recientes pronto se desvanecerá. La evidencia muestra que la escasez ya está regresando a algunas regiones y que la hambruna masiva es terriblemente inminente. El jinete negro no ha terminado de cabalgar. Pero cada individuo podría tener alguna opinión que decir sobre si él o ella estarán en su camino o no. ▪