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Gran Bretaña: ¿suerte o providencia?
No hay nada como esto en la historia humana. Es impactante y profundo, y bastante conmovedor cuando se piensa en ello; es la manera en que esta isla de repente e inesperadamente surgió como el imperio más grande que haya existido alguna vez. Es un pedazo de tierra situado a más de 3.500 millas del Ecuador, escondido en la frontera norte de la Tierra; es un país que por milenios fue solo escasamente poblado, que ha existido precariamente a menos de la distancia de una maratón de algunos de los regímenes más peligrosos de la historia, una nación más pequeña que Nueva Zelanda o Ecuador, con un clima tan frío, oscuro y húmedo que muchos lo consideran totalmente inhóspito.
Alemania es 1½ veces más grande que Gran Bretaña. China y Estados Unidos son ambos más de 40 veces más grandes, y Rusia es 74 veces el tamaño de Gran Bretaña. Cada uno de estos países en algún momento ha poseído los ingredientes necesarios para ser un imperio: liderazgo y política fuerte, bienes territoriales estratégicos, acceso a recursos agrícolas y minerales, y tecnología. Sin embargo, a pesar de estas ventajas, ninguno de estos grandes poderes singulares se ha acercado siquiera a controlar tanto de la superficie de la Tierra, a poseer la riqueza, o a comandar el número de súbditos que la Reina Victoria de Gran Bretaña controló en el siglo xix.
Busque en Google. Revise los libros de historia. Aborde a su profesor. Estudie las crónicas de Grecia y Roma, o China, los otomanos y otras dinastías árabes, los aztecas. Usted pronto verá que en toda la historia humana nada se compara a la prosperidad estupenda, a la expansión y grandeza del Imperio Británico en su apogeo. Gran Bretaña es una verdadera anomalía histórica.
¿Cómo podemos explicar esto? ¿Fue el surgimiento del Imperio Británico un fenómeno raro de las relaciones internacionales? ¿Fue el resultado de un esquema brillante inventado por algún estadista misterioso? ¿Fue un golpe de pura suerte?
O, ¿fue realmente un acto de Dios?
He aquí lo que dice la Biblia sobre esto.
Gracias a Abraham
Génesis 12 contiene uno de los pasajes más importantes de la Escritura para entender la historia mundial. En él, Dios hace una importantísima promesa de dos partes a Abraham.
Lea el versículo 2. Primero, Dios dice: “Y haré de ti una nación grande”. Aquí, Dios promete tremenda prosperidad nacional y material, y poder a los descendientes de Abraham. En Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía, un libro en el que la promesa a Abraham es el tema central, Herbert W. Armstrong denominó la primer parte de la promesa de Dios una promesa de “raza”.
En segundo lugar, Dios le promete a Abraham: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (versículo 3). Piense en eso. ¿No prueba esto que Dios no es racista, ni hace acepción de personas o de razas? ¡Él claramente dice que todo ser humano sobre la Tierra se beneficiaría de Su relación especial con Abraham! El Sr. Armstrong denominó esta parte como la “promesa de gracia”. Esta es la promesa de salvación a través de Jesucristo, un descendiente de Abraham.
Aquí, nos vamos a concentrar en la primera parte de la promesa de Dios a Abraham, la “promesa de raza”. Esta promesa es la clave para develar la historia mundial y la profecía bíblica. Sin embargo, es un misterio para los historiadores en la actualidad. La historia mundial (no sólo la historia de los descendientes de Abraham), y de hecho la historia total de la humanidad desde la época de Abraham, ¡ha sido moldeada y definida por la promesa de Dios a Abraham!
Aquí está como lo planteó el Sr. Armstrong: “Este es el punto donde aquellos que profesan ser ‘cristianos’ y sus maestros han caído en el error y en la ceguera escritural. Han fallado en captar la promesa doble hecha por Dios a Abraham. Ellos reconocen la promesa mesiánica de la salvación espiritual a través de la singular ‘simiente’ que es Cristo [Génesis 22:18; Gálatas 3:8, 16]. (…) Este es un punto clave. Aquí es donde los que profesan ser “cristianos” y sus maestros se desvían de la verdad. Este es el punto donde ellos se salen del carril que los llevaría hacia la extraviada llave maestra de las profecías. Ellos no captan el hecho de que Dios le dio a Abraham promesas de linaje físico, así como de gracia espiritual” (Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía).
¡La promesa de raza de Dios es la llave que abre la profecía bíblica, y necesitamos entender esa llave!
La promesa de primogenitura otorgada
En Génesis 17 Dios le confirma Su promesa a Abraham. Aquí Dios no solo da más detalles, sino dice que Su pacto con Abraham es un “pacto perpetuo”. Abraham moriría, como lo hacen los seres humanos, pero la promesa que Dios le hizo a él no moriría.
Génesis 26:3-5 muestra claramente la promesa de Dios de “raza física” (bendiciones materiales) así como de “gracia espiritual” siendo conferida a Isaac el hijo de Abraham.
Tanto en Génesis 27:26-29 como en Génesis 35:10-12, leemos de la promesa de Abraham siendo pasada a Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham. Léalo usted mismo: “También le dijo Dios [a Jacob], Yo soy el Dios Omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos” (Génesis 35:11).
Note cuán específica es esta promesa: cuando llegara el tiempo de cumplir Su promesa de raza, Dios lo haría facilitando el advenimiento de una sola gran nación, y de un gran “conjunto de naciones” (una Mancomunidad).
En 1 Crónicas 5:1-2 muestra la promesa de Abraham siendo conferida a José, uno de los 12 hijos de Jacob. Al discutir la promesa de Abraham, o primogenitura, el versículo 2 dice claramente: “Más el derecho de primogenitura fue de José”. De nuevo, es sorprendente cuán específica es la Biblia aquí.
En Génesis 48 leemos de la promesa de primogenitura siendo pasada a los dos hijos de José, Manasés y Efraín. Una vez más la promesa es específica. El versículo 19 dice: “[Manasés] vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor [Efraín] será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones”. Esta es una prueba más clara de que la promesa de raza, de riqueza material y nacional y poder, sería manifestada en la aparición de un gran pueblo (Manasés) y un gran conjunto o mancomunidad de naciones (Efraín).
La Biblia es clara en esto. Hace aproximadamente 4.000 años, Dios le prometió a Abraham que como resultado de su fe y obediencia, Dios le daría a sus descendientes bendiciones materiales y espirituales sin paralelo. Más específicamente, cuando llegó el momento de cumplir esta promesa, Él haría de los descendientes de Manasés y Efraín (dos de los tataranietos de Abraham), una nación singular dominante (el primero), y una gran mancomunidad de naciones (el segundo).
Bendiciones no concedidas a la antigua Israel
¿Ha cumplido Dios Su promesa a Abraham? Si la cumplió, ¿cuándo fue exactamente?
La historia secular revela la respuesta. Considere el panorama de la historia mundial e identifique esos momentos cuando dos pueblos —dos pueblos distintos pero relacionados: uno, una gran nación singular; el otro, un gran conjunto de naciones— emergieron como ricos, poderosos y dominantes.
¿Y qué acerca de la Biblia? ¿Indica Dios cuándo cumpliría Su promesa a Abraham? Para responder esto, vayamos brevemente a la historia del Antiguo Testamento.
Dios liberó a los israelitas de Egipto a mediados del siglo xv a.C. Para este tiempo Israel era una nación completa de 2 a 3 millones de personas. Incluía gente de las 12 tribus de Jacob. Los capítulos 19 a 23 de Éxodo revelan el pacto mediado por Moisés entre Dios y los descendientes de Abraham.
En algún momento alrededor de 1400 a.C., Dios guió a Israel a Canaán. Fue aquí, en la Tierra Prometida, que Dios se propuso cumplir Su promesa a Abraham. Era aquí, en el Levante, con Jerusalén como la capital, que Él quería hacer de Israel, específicamente de Manasés y Efraín, una gran nación y un “conjunto de naciones”.
Sin embargo, aunque Dios deseaba cumplir Su promesa a Abraham en ese momento, la herencia inmediata de la promesa de Abraham fue condicional. La antigua Israel recibiría la promesa en su tiempo solo si ellos cumplían ciertas obligaciones.
¿Cuáles eran esas obligaciones? El pasaje bíblico clave que nos lo muestra es Levítico 26. Este capítulo es crucial. El Sr. Armstrong lo describió como el “verdadero eje de las profecías del Antiguo Testamento”.
Note cómo lo explicó él: “Levítico 26 es la profecía básica del Antiguo Testamento. (…) En esta profecía central, Dios reafirmó la promesa de la primogenitura para aquellos que vivieron durante los días de Moisés, ¡pero con ciertas condiciones! Las tribus de primogenitura de Efraín y Manasés estaban entonces con las otras tribus, como una nación. La obediencia a las leyes de Dios habría traído enormes bendiciones y riqueza nacionales de la primogenitura no sólo a Efraín y Manasés, sino que automáticamente, a toda la nación de la cual formaban parte”.
El continuó: “Nótese que había una condición, un gran ‘si’, ¡una condición para recibir efectivamente esta estupenda promesa de primogenitura en su tiempo! Dios dijo: “Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, [entonces] yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos…’ (versículos 3-4)”.
Note. Dios quería prodigar a la antigua Israel con riqueza y poder sin igual. Él quería transformar a Efraín y Manasés, y a todo Israel, en el imperio más poderoso y grande que jamás había existido. Pero Él solo lo haría si ellos le obedecían.
¡Si los descendientes de Abraham rechazaban a Dios y desobedecían, Dios dijo que Él maldeciría a Israel posponiendo el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham!
Siete ‘tiempos’ proféticos
¿Por cuánto tiempo lo pospondría Dios? De hecho, Él dice: “Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados” (Levítico 26:18).
El significado de esta afirmación es dual. La expresión “siete veces” proviene del Hebreo shibah, que también significa siete tiempos. Como lo explicó el Sr. Armstrong: “Los ‘siete tiempos’ implica duración o continuación del castigo. Pero la palabra también trasmite el significado de ‘siete veces,’ o siete veces más intensidad en el castigo, como un castigo que es siete veces más intenso”.
Esta “profecía fundamental del Antiguo Testamento” revela que el castigo sería siete “veces” más intenso, y también siete “tiempos” en duración.
En el lenguaje de la profecía bíblica, un “tiempo” es un período específico; un año profético de 360 días. (Para prueba de por qué un año profético en la Biblia son 360 días y no 365, solicite Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía). Y como es el caso tan a menudo en la profecía, cada uno de estos “días” proféticos representaba un año en el cumplimiento del castigo para Israel.
Usted puede ver este principio de un día por un año en efecto cuando Israel debía heredar la Tierra Prometida antiguamente (Números 13-14). Después que los espías exploraron Canaán y regresaron con un informe carente de fe, los temerosos israelitas se negaron a entrar en la tierra. Entonces Dios aplazó la herencia prometida a ellos y los condenó a vagar por el desierto por 40 años. ¿Por qué 40 años? Números 14:34 explica: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo”. Siguiendo este principio de un día por un año, las bendiciones prometidas a Abraham fueron retenidas por 40 años, cada año representando un día que los espías habían explorado la tierra.
Recuerde que Dios dice en Levítico 26:18 que a Israel le sería negada la promesa de primogenitura por siete “tiempos” proféticos, es decir, siete años de 360 días, un total de 2.520 días. Cuando se aplica el principio de un día por un año, eso se convierte en un castigo de 2.520 años. En este caso, exactamente como en Números 14, incluye el aplazar las bendiciones prometidas por Dios.
Sí, Dios específicamente profetizó que Él pospondría las bendiciones a los descendientes de Abraham por 2.520 años.
Ahora bien, ¿qué nos dice la Biblia sobre cuándo inició Dios este aplazamiento?
Bendiciones postergadas 2.520 años
Siga la historia de Israel. Después que Josué el sucesor de Moisés guió a la nación a la Tierra Prometida, aquella soportó alrededor de 450 años terribles bajo los jueces. Dios entonces estableció la monarquía, pero los israelitas continuaron sufriendo bajo el primer rey, Saúl. Después del reinado de Saúl, ellos “comenzaron a prosperar bajo el rey David, y en la época de Salomón alcanzaron un alto nivel de prosperidad. Pero aún no habían llegado a la posición de dominio mundial que se les había prometido según la primogenitura”, escribió el Sr. Armstrong.
Cuando Salomón murió, la anarquía y la inestabilidad se impusieron. En poco tiempo, la guerra civil había dividido a Israel en dos. El reino de Judá, compuesto por las tribus de Judá y Benjamín, con Jerusalén como su capital, habitaba el sur. Las otras 10 tribus, con Efraín como la nación líder, se separaron y habitaban el norte. Ellos fueron conocidos como Israel.
En las décadas y siglos subsiguientes, el reino de Israel con sus diez tribus, continuó abrazando los malos caminos de su primer rey, Roboam, quien era de la tribu de Efraín. Israel se volvió sucio y rebelde ante los ojos de Dios, y el pueblo no se arrepentía. Dios mandó profeta tras profeta para advertirles, pero ellos rechazaron cada advertencia de Dios.
Para finales del siglo viii, Dios ya no tenía opción. Israel simplemente no se arrepentiría, y había llegado el tiempo para que la nación fuera castigada, y según la profecía de Levítico 26:18 para que se aplazara la promesa de la primogenitura. Usted puede leer la historia en 2 Reyes 17. Ella describe cómo Dios usó el imperio Asirio para destruir a Israel y llevarlo cautivo. La caída de Israel fue definitiva. ¡Prácticamente todo el reino fue arrastrado fuera de la Tierra Prometida!
La invasión y destrucción de Israel por Asiria ocurrió entre los años 721 y 718 a.C. Los libros de historia documentan esto; es fácil de corroborar. Como el Sr. Armstrong explicó, y como la lógica lo indica, el destierro de Israel de la Tierra Prometida ¡marcó el comienzo de la postergación de la promesa de primogenitura!
“Desde ese momento”, escribió Herbert Armstrong, “Dios dejó de enviarles profetas. No les dio más oportunidad de recibir la más grande bendición nacional de toda la historia, ¡sino hasta el final de los 2.520 años! Dios escondió Su rostro de ellos, por así decirlo. Los quitó de Su vista; dejó de suplicarles. ¡Ellos no se habían mostrado aptos ni merecían recibir Su bendición!”
Habiendo establecido eso, la matemática es simple: tome los años 721 a 718 a.C. y súmele 2.520 años, y así llega a los años 1800 a 1803 d.C.
¡La gran promesa finalmente cumplida!
Alrededor del año 1800, Dios comenzó a cumplir la promesa hecha a Abraham y que había sido específicamente otorgada a los descendientes de Manasés y Efraín. En el siglo xix, Dios organizó el surgimiento de una gran nación y un gran “grupo de naciones”.
Usted claramente puede verlo suceder en la historia de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Alguien podría escribir un libro sobre el surgimiento de Estados Unidos y el Imperio Británico en el siglo xix. De hecho, hay diversos libros de historia sobre este tema. No pocos historiadores han documentado todas las condiciones que “misteriosamente” convergieron, inclusive a comienzos de los siglos xvii y xviii, para facilitar la aparición repentina del Imperio Británico y Estados Unidos.
Considere todos los acontecimientos importantes en Gran Bretaña entre 1500 y 1800, los tres siglos que dieron paso al apogeo del Imperio Británico. La Reforma Protestante; el divorcio de Inglaterra y el catolicismo romano bajo Enrique viii; la unificación de Inglaterra, Escocia e incluso Irlanda por un tiempo; el ascenso de la flota naval de Inglaterra y su dominio sobre las rutas marítimas; la Revolución Industrial y el surgimiento de Gran Bretaña como centro económico, cultural, filosófico y tecnológico del mundo. También está la desaparición de los competidores de Gran Bretaña durante este tiempo, por ejemplo, la milagrosa derrota de la Armada española en 1588 que hizo desaparecer la amenaza de la España católica, y la derrota de Napoleón en 1805.
Muchos historiadores reconocen la singular llegada, aparentemente inexplicable, de Gran Bretaña como potencia mundial. “Algunos de los elementos necesarios para una transformación económica estuvieron presentes en otras partes del mundo”, escribió Paul Johnson. “Pero solamente Inglaterra poseyó la totalidad de ellos en conjunto. El ‘milagro’ había estado fermentándose durante 150 años; o para variar la metáfora, una serie de factores convencionales para el crecimiento económico se habían estado agrupando, y a finales del siglo xviii la masa resultante se volvió ‘critica’, y ocurrió la explosión”— The Offshore Islanders (Los isleños de ultramar).
Cada uno de estos eventos fue fundamental para sentar las bases del Imperio Británico. Con cada evento, y existen más de los mencionados arriba, ¡Dios estaba preparando a Inglaterra para recibir las bendiciones de Abraham!
Usted puede hacer el mismo ejercicio con Estados Unidos. Piense en el Congreso Continental y la Declaración de Independencia; el desarrollo de la Constitución, la cual le dio a la naciente nación una base para la estabilidad política; la compra de Luisiana; la expedición de Lewis y Clark; la fiebre del oro en California. Estados Unidos también fue testigo de la desaparición de competidores regionales —especialmente potencias católicas europeas, como Francia y España— a largo de su frontera sur. Cada uno de estos eventos fue crucial para el ascenso de Estados Unidos. De nuevo, con cada evento, ¡Dios estaba preparando a Estados Unidos para recibir las bendiciones de Abraham!
Un evento que cambió la historia
No he llegado ni cerca de documentar todos los detalles que parecen caer en su lugar alrededor de 1800 para facilitar la aparición de Estados Unidos y Gran Bretaña como potencias mundiales. Incluso el clima de Inglaterra durante esta época, como Paul Johnson lo ha hecho notar, fue históricamente bueno. Es decir, era propicio para el éxito agrícola, lo cual significa estómagos llenos y seres humanos sanos, implicando, por lo tanto, un crecimiento acelerado de la población.
“El cumplimiento más asombroso de la profecía bíblica en tiempos modernos fue el repentino florecer de las dos potencias mundiales más grandes: una, la mancomunidad de naciones que formó el imperio mundial más grande de todos los tiempos; la otra, la nación más rica y poderosa del mundo hoy”, escribió el Sr. Armstrong. “Estos pueblos que heredaron la primogenitura, ¡llegaron con rapidez increíble a poseer más de dos terceras partes (casi tres cuartas partes) de la riqueza cultivada y los recursos de todo el globo! Este auge sensacional, partiendo de unos comienzos muy modestos y en un tiempo muy corto, es una prueba incontrovertible de la inspiración divina. Nunca en la historia ocurrió otra cosa semejante” (op.cit.).
Deténgase y medite sobre las implicaciones de esta profecía, no sólo para Estados Unidos y Gran Bretaña, sino también para la historia de todo el mundo.
La historia se desarrolló en el vacío creado por la caída de Israel. La antigua Persia, Grecia y Roma todas surgieron porque Dios había postergado el darle las promesas de la primogenitura a Efraín y Manasés. Por lo tanto, el surgimiento de Persia, Grecia y Roma no fue accidental o arbitrario. Otra imponente profecía en Daniel 2 muestra que ¡Dios organizó este surgimiento también!
Imagine qué diferente habría sido la historia mundial si Israel hubiera obedecido a Dios y heredado las promesas de Abraham en el tiempo de Salomón. No habría historia griega ni romana, por lo menos no de la manera que está escrita hoy. ¡La historia sería completamente diferente!
En términos generales, es seguro decir que la historia mundial como la conocemos, es en gran parte el producto de las promesas a Abraham, especialmente la postergación de esas promesas ¡por causa de la rebelión de los israelitas! Otros poderes fueron capaces de surgir porque los israelitas ¡desaparecieron como potencia por 2.520 años!
Ahora piense en los últimos 200 años. Por más de dos siglos el mundo ha sido dominado por dos poderes: uno, una gran nación singular; el otro, un grupo de naciones. Juntos, Estados Unidos y Gran Bretaña son los principales arquitectos del mundo en el que vivimos, especialmente el mundo occidental. El mundo ha sido transformado prácticamente de todas las formas, para bien y para mal, como resultado de la riqueza material, el avance intelectual, político, cultural y moral y el dominio de estas dos naciones.
Finalmente, piense sobre la historia de Gran Bretaña y el Imperio Británico, y la transformación fenomenal de Gran Bretaña en el siglo xix; de ser una isla incipiente, a ser el imperio más rico, más extenso e impresionante de la historia humana.
La historia de Gran Bretaña realmente es excepcional; su riqueza, la grandeza, la inmensidad de su territorio, sus logros, su poder. Pero lo más increíble de todo, ¡es la manera en la que ella proporciona la prueba viviente, tangible y cuantificable de la existencia de Dios! ▪