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¿Es siempre malo mentir?
Mentir es normal, es necesario y no es un problema si sabe cómo hacerlo. Si realmente sabe lo que está haciendo, puede incluso decir mentiras grandes y audaces. Necesitamos mentir para que las cosas funcionen: nuestros matrimonios, nuestras amistades, nuestros negocios, nuestra política, nuestra seguridad, nuestras relaciones internacionales.
Ésta es la actitud habitual en nuestra sociedad. ¡Y es una mentira!
Mire el papel de la mentira sólo el año pasado con la covid-19, con las irregularidades en las elecciones de EE UU en noviembre pasado, con la verdad y los hechos censurados por los medios de comunicación y las grandes empresas tecnológicas, con la promoción de las causas izquierdistas a pesar de los hechos que las contradicen. Hay una cantidad épica de mentiras en la esfera pública hoy en día. Y en muchísimos casos, la vida sigue su curso; aparecen titulares nuevos y la verdad queda abrumada por el engaño.
Eso es terriblemente destructivo y peligroso para usted, para mí y para toda nuestra sociedad.
Una crisis profetizada
El profeta Jeremías predijo el papel de la mentira en nuestra sociedad. Dijo que Dios se asombraría del descaro de la gente en su pecado: cómo se “aferran firmemente a sus mentiras”, cómo se apresuran hacia el pecado, cómo no se avergüenzan, cómo la mentira y otros pecados son rutinarios, cómo la gente que convierte en arma las mentiras procede “de mal en mal”. Dijo que Dios se sentiría afligido e indignado por el descaro de la gente en su pecado (vea Jeremías 8:4-12; 9:1-3). Lea Jeremías 9:4-5, note lo que sucede en una sociedad que acepta la mentira, y pregúntese si esto le suena familiar: “Que cada uno se cuide de su compañero, y no se confíe de ningún hermano, porque todo hermano es un engañador, y todo compañero anda calumniando. Cada uno engaña a su compañero, y ninguno habla verdad; han enseñado su lengua a decir mentiras, se fatigan cometiendo iniquidades” (traducción nuestra de la Versión Estándar Inglesa).
El valor que le damos a la verdad es fundamental para nuestro carácter. Es la diferencia entre pensar como Dios y pensar como el diablo.
El Dios que inspiró la profecía de Jeremías es el Dios Creador único, verdadero y eterno. Pero este mundo no es el mundo de Dios. Las sociedades que los humanos han construido son sociedades de Satanás. Su influencia impregna y domina a la humanidad. Él es el dios de este mundo, ha engañado al mundo entero, es el padre de la mentira y no hay verdad en él (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 12:9; Juan 8:44).
Su influencia llega incluso a la relación humana más cercana: un estudio ha encontrado que un promedio del 10% de la comunicación entre los cónyuges es engañosa. Mentir es tan fácil. De hecho, si usted no valora y exalta la verdad, caerá fácilmente en varias formas sutiles de engaño sin siquiera pensarlo.
¡Pero incluso las mentiras “pequeñas” con las que parece “salirse con la suya” lo separan del Dios de la verdad! La humanidad en su conjunto se ha entregado a las mentiras e hipocresías desde el principio y se ha sumergido profundamente en ellas a lo largo de nuestras vidas. Y en gran parte debido a este pecado, estamos entrando en un período de oscuridad aterradora.
¿Por qué mentimos?
La comunicación de Dios es 100% verdad. El apóstol Pablo escribió que la esperanza de la vida eterna en sí se basa en la fe en algo que “Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:1-2). Gracias a Dios, Él ha establecido firmemente Su voluntad para nunca mentir. Nada puede impedirle que cumpla su palabra. Nuestra esperanza en eso es un ancla para nuestras almas (Hebreos 6:18-19).
La naturaleza de Dios no tiene ni siquiera una sombra de engaño (1 Juan 1:5). Él quiere que nosotros también caminemos en la luz, con nuestras palabras en acuerdo perfecto con nuestros actos. Permita que el pecado entre, que se extienda, y tendrá un mundo en el que la persona promedio miente todos los días como una forma de vida.
Las personas casi siempre mienten para intentar beneficiarse a sí mismas. Mienten para ocultar cosas malas que han hecho; o evitar el castigo; para rebajar la reputación de otros, especialmente en comparación con la suya; para elevar su reputación, especialmente en comparación con otros; para ocultar inseguridades personales; o evitar un problema; o dejar sin corregir una declaración falsa; o recibir más dinero del que se recibiría de otro modo; para evitar decir a la gente que no u otras cosas que no quieren oír; para evitar herir los sentimientos de otros; para halagar.
Pero Dios prohíbe toda mentira con su noveno mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16). Proverbios 6:16-19 muestra que Dios odia la mentira. Destruye las relaciones; destruye el carácter; destruye a las personas. No sólo a veces, sino siempre.
Usar la lengua para mentir es un pecado contra el que todos tenemos que luchar. Los adultos aprenden a esconderlo un poco, y a menudo es más evidente en los niños. Sin embargo, un estudio muestra que niños de tan sólo 3 años pueden engañar a los adultos sin ser detectados. De hecho, ¡todos los niños mienten hasta que son descubiertos! Los padres tienen que estar atentos y orar para detectarlo y evitar que esa tendencia se convierta en un hábito.
Una de las formas más peligrosas de mentir es la hipocresía: fingir ser algo que no se es o creer algo que no se cree, especialmente en lo que respecta a la religión. ¡Ésta es una carga engañosa y autodestructiva, de la cual Dios quiere liberarnos! Cuando caminamos en la verdad, sin pretender ser algo que no somos, viviendo completamente libres de engaños, sin tener nada que ocultar, viviendo con integridad incluso cuando los demás no están mirando, ¡le damos a Dios el Padre Su mayor gozo! (3 Juan 1-4).
La mentira alberga vicios
Sam Harris es un científico neuronal, ateo y destacado crítico de la religión. Despreciando la religión y la Biblia, ha escrito un libro titulado Mentir que evalúa este tema desde su propia y estrecha perspectiva secular. Pero sus conclusiones son bastante interesantes.
“La mayoría de las formas de vicio privado y de maldad pública son encendidas y sostenidas por mentiras”, escribe Harris. “Los actos de adulterio y otras traiciones personales, el fraude financiero, la corrupción gubernamental, incluso el asesinato y el genocidio, requieren generalmente un defecto moral adicional: la voluntad de mentir”.
Pero, ¿no hay algunos casos en los que mentir resulta ser lo mejor? “Cada mentira persigue nuestro futuro”, escribe Harris. “No se sabe cuándo o cómo chocará con la realidad, requiriendo más mantenimiento. La verdad nunca necesita ser atendida de esta manera. (…) El mentiroso debe recordar lo que dijo, y a quién, y debe tener cuidado de mantener sus falsedades en el futuro. (…) Cuando se dice la verdad, no hay nada que controlar. El mundo mismo se convierte en su memoria…”.
Se parece bastante a lo que el Dios de la verdad revela mucho más poéticamente en Su Palabra: “Sabroso es al hombre el pan de mentira; pero después su boca será llena de cascajo. (…) El labio veraz permanecerá para siempre; más la lengua mentirosa sólo por un momento. (…) Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Proverbios 20:17; 12:19; Eclesiastés 12:14).
Harris escribe: “La mentira es, casi por definición, negarse a cooperar con los demás. (…) Las investigaciones sugieren que todas las formas de mentir, incluidas las mentiras piadosas para evitar herir los sentimientos de los demás, están asociadas con relaciones de peor calidad. En el momento en que consideramos nuestra deshonestidad desde el punto de vista de aquellos a quienes les mentimos, reconocemos que nos sentiríamos traicionados si los roles se invirtieran. (…) Cada mentira es un ataque directo a la autonomía de aquellos a quienes mentimos”.
Ésta es la terminología moderna para exactamente lo que leerá a lo largo de la Santa Biblia, registrada por hombres sin experiencia en ciencias neuronales, pero inspirados por el Dios que creó el cerebro y la mente humana.
Harris relata un ejemplo de una “relación de mala calidad”: una familia en la que la madre fue diagnosticada con esclerosis múltiple. El médico le dijo a su marido, pero le mintió a ella. El marido mintió ocultándole la verdad a ella. Ella misma lo investigó, se autodiagnóstico, pero se lo ocultó a su marido. Su hijo se enteró accidentalmente un año después, y los otros dos hijos se enteraron dos años después. La familia se lo ocultó a la abuela (y, por lo tanto, a todos los demás amigos y familiares). Uno de los hijos dijo: “En lugar de sentirme agradecido y protegido, sentí tristeza por no habernos unido como familia para enfrentar su enfermedad y apoyarnos mutuamente. (…) Creo que ella se privó de la oportunidad de tener una relación más estrecha con su madre”. Trágicamente cierto.
Una forma de odio
Pero seguramente en algún lugar la mentira tiene cabida: por ejemplo, ser positivo y elevar la autoestima de alguien, ¿verdad? “La lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y la boca lisonjera hace resbalar” (Proverbios 26:28).
Harris escribe que mentir a los amigos, incluso con halagos, les hace ignorar parte de la realidad, perjudicándoles de formas que no podemos anticipar y tratándoles como menos de lo que se merecen. “Cuando presumimos de mentir en beneficio de los demás”, escribe Harris, “hemos decidido que somos los mejores jueces de cuánto deben entender sobre sus propias vidas, sobre su apariencia, su reputación o sus perspectivas en el mundo. Ésta es una postura extraordinaria que adoptar hacia otros seres humanos”.
Dios no nos ordena que nos dediquemos a criticar a los demás. A veces deberíamos negarnos a compartir lo que sabemos (sin dar la impresión de que no sabemos). Pero cuando se nos pide nuestra opinión, estamos desobedeciendo a Dios y realmente lastimamos a nuestros amigos y conocidos si fingimos no notar los defectos. Ayudémoslos siendo amorosos y positivos, pero sinceros.
Ser sincero puede conducir a una confrontación. En esas situaciones, ¿debemos evitar la confrontación o evitar la verdad? Dios ordena en Efesios 4:15, 25 que debemos “desechar la mentira” y “hablar la verdad en amor”.
Fingir que no nos damos cuenta de que alguien está tomando una mala decisión o está siendo autodestructivo no muestra amor. Un amigo verdadero está dispuesto a entregar lo que la Biblia llama una herida fiel (Proverbios 27:6). Una paráfrasis de Proverbios 24:26 dice: “Una respuesta honesta es el signo de la verdadera amistad”. Algunas de mis amistades más cercanas comenzaron con una conversación difícil sobre un punto de desacuerdo o un problema personal. La voluntad de afrontar un problema con amor puede abrir la puerta a una amistad genuina basada en la sinceridad y la verdad.
Cualquiera que evite una conversación incómoda mintiéndole a alguien no podrá desarrollar habilidades interpersonales y rasgos de carácter valiosos, como tacto, discreción, cortesía sincera y paciencia.
“Al comprometernos a ser honestos con todos, nos comprometemos a evitar una amplia gama de problemas a largo plazo, pero a costa de molestias ocasionales a corto plazo”, escribe Harris. “Sin embargo, no hay por qué exagerar la incomodidad: usted puede ser honesto y amable, porque su propósito al decir la verdad no es ofender a ninguno: simplemente quiere que tengan la información que usted tiene, y que usted quisiera tener si estuviera en el lugar de ellos”.
Proverbios 3:3-4 nos da un antídoto simple y poderoso contra lo que está arruinando nuestra sociedad y amenaza nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos. Crea, agradezca, disfrute y use la verdad simple y poderosa que comunica: “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres”.
Abandone el ancho camino del engaño despreocupado. Comprométase con el camino recto y angosto de la verdad. Sea alguien que hable en serio, en cuya palabra se pueda confiar, que hace lo que dice, que elogie, pero no adule, que pueda ofrecer críticas honestas y con tacto, y que diga la verdad con amor. ▪
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