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ANAS BABA/AFP/GETTY IMAGES

¿Es inminente la caída de Jerusalén Este?

Hamás está luchando para expulsar a Israel. Lo mismo hace Estados Unidos.

Durante 11 días en mayo, los terroristas respaldados por Irán en la Franja de Gaza lanzaron más de 4.000 cohetes sobre civiles israelíes. Los cielos de Israel se iluminaron con las estelas de misiles y antimisiles.

Perdido en la altisonancia estaba el hecho de que fue una simple disputa de tierras en Jerusalén lo que en parte precipitó esto. Los inquilinos árabes que viven en propiedades de judíos en el barrio de Sheikh Jarrah no han pagado su alquiler, entonces los propietarios amenazaron con desalojarlos.

Los enemigos de Israel lo vieron como una prueba viviente de que Israel estaba tratando de “limpiar étnicamente” a los árabes de Jerusalén Este. Esta narrativa obtuvo un apoyo impresionante. Cientos de miles de personas desde Nueva York a Londres, desde Toronto a Johannesburgo se reunieron ondeando banderas palestinas y blandiendo pancartas con la leyenda “Salvemos a Sheikh Jarrah”. Celebridades como Mark Ruffalo, estrella de Los Vengadores, y Lena Headey, actriz de Juego de Tronos, junto con organizaciones internacionales como la Unión Europea y las Naciones Unidas, se solidarizaron con los palestinos de este barrio.

Viendo aquí una oportunidad, Hamás entró en acción. A las 5 p. m. del 10 de mayo, el grupo terrorista exigió a Israel que retirara a sus soldados del Monte del Templo y de Sheikh Jarrah en una hora. Si Israel se negaba, Hamás atacaría. Justo después de las 6 p. m., sonaron las sirenas de ataque aéreo y se escuchó el ruido de los misiles cayendo en Jerusalén por primera vez en siete años.

Por supuesto, Hamás nunca esperó que Israel accediera a su demanda. Las fuerzas policiales de Israel estaban en el Monte del Templo porque los palestinos habían estado lanzando piedras y cócteles molotov a los judíos que se encontraban abajo; y estaban en Sheikh Jarrah para proteger a los residentes árabes y judíos de los alborotadores. Israel no podía recoger e irse, no sin dejar a judíos y árabes en peligro. Hamás quería la guerra. Y en esta ocasión, Sheikh Jarrah era la forma de conseguirla.

Hamás explotó una disputa legal rutinaria sobre derechos de tierras para justificar la guerra. Los islamistas han hecho esto por años; por ejemplo, acusando a Israel de atacar la mezquita de Al Aqsa, y luego incitando a la violencia y la guerra. Este caso fue notable por la vehemencia con la que gran parte de la comunidad internacional —e incluso el aliado más fuerte de Israel, EE UU— estuvo de acuerdo con Hamás.

Estos acontecimientos, por improbables que parezcan, presagian la eventual pérdida del control judío sobre Jerusalén Este.

Defendiendo la ilegalidad

Desde el punto de vista jurídico, el caso contra las familias palestinas de Sheikh Jarrah es sencillo. Las disputas legales sobre otras propiedades en Jerusalén Este son mucho más complicadas. En el caso de Sheikh Jarrah, tanto la ley como la ética están directamente del lado de Israel.

La tierra fue comprada legalmente por organizaciones judías durante la época otomana, décadas antes de que Jordania e incluso Israel fueran estados soberanos, y mucho antes de que Jerusalén fuera dividida. En 1948, los judíos de Sheikh Jarrah abandonaron sus propiedades al comienzo de la guerra de independencia. Bajo el dominio jordano, Jerusalén Este fue limpiado étnicamente de todos los judíos que quedaban, dejando las tierras y propiedades de los judíos a familias árabes. Jordania nunca redactó títulos de propiedad para los árabes en Sheikh Jarrah. No hubo transición legal de propiedad a los árabes.

En 1967, después de que Israel se hiciera con el control de Jerusalén Este en la Guerra de los Seis Días, se devolvió la titularidad de los terrenos a sus propietarios judíos originales. Sin embargo, en algunos casos en los que Jordania había proporcionado nuevos títulos a los residentes árabes, Israel no sacó a los ocupantes sino que los aceptó como dueños legales de las propiedades.

Esto no ocurrió con estas propiedades en Sheikh Jarrah. Por el contrario, las tierras fueron devueltas a sus propietarios judíos originales. En lugar de desalojar a los inquilinos árabes, los tribunales israelíes dictaminaron que podían permanecer en las viviendas siempre que pagaran el alquiler. Los árabes aceptaron este acuerdo, pero nunca pagaron el alquiler.


Las fuerzas de seguridad israelíes se enfrentan a un manifestante palestino en la Ciudad Vieja de Jerusalén el 9 de mayo. (Crédito: Menahem Kahana/AFP a través de Getty Images)

No estamos hablando de la falta de uno o dos pagos. En Sheikh Jarrah, los inquilinos árabes llevan décadas sin pagar el alquiler.

Los propietarios de estas viviendas iniciaron en 1993, hace casi 30 años, un proceso judicial para desalojar a los inquilinos que no pagaban. El caso ha avanzado en los tribunales con extrema lentitud, por decirlo suavemente.

En mayo, el Tribunal Supremo de Israel debía decidir finalmente sobre el caso. Fue entonces cuando la comunidad internacional, y Hamás, entraron en escena, y empezaron a caer los cohetes. El tribunal respondió a todas las tensiones retrasando su decisión.

La ley es indiscutible: los inquilinos pueden ser desalojados legalmente. Sin embargo, el “tribunal” de la comunidad internacional, encabezada por la nueva administración presidencial de EE UU, dictó su sentencia: ¡Los palestinos deben quedarse!

Entra Estados Unidos

El 7 de mayo, el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Ned Price, emitió una declaración sobre la violencia en Jerusalén. “EE UU está extremadamente preocupado por los enfrentamientos en Jerusalén, incluso en el Haram al Sharif/Monte del Templo y en Sheikh Jarrah, que al parecer han provocado decenas de heridos”, declaró.

“También estamos profundamente preocupados por el posible desalojo de familias palestinas en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan de Jerusalén, muchas de las cuales han vivido en sus casas durante generaciones”, continuaba la declaración de Price. “Como hemos dicho constantemente, es fundamental evitar medidas que exacerben las tensiones o nos alejen de la paz. Esto incluye los desalojos en Jerusalén Este, la actividad de los asentamientos, demoliciones de viviendas y actos de terrorismo”.

Hamás ya estaba agitando un enfrentamiento por Sheikh Jarrah. Tres días antes, un alto dirigente de Hamás, Mohammed Deif, había declarado que su grupo “no se quedaría de brazos cruzados ante los ataques contra el barrio de Sheikh Jarrah”. Que el grupo terrorista luego recibiera ese respaldo de la administración Biden fue sin duda reconfortante. ¿Fue la declaración de EE UU del 7 de mayo la luz verde que Hamás necesitaba para empezar a lanzar misiles contra Israel?

No importa el procedimiento legal que se está llevando a cabo en los tribunales israelíes. En lo que respecta a Jerusalén Este, la administración Biden cree que los palestinos tienen derecho a quedarse, y que los judíos deben renunciar a su propiedad y retirarse.

Los profesores de derecho internacional Avi Bell y Eugene Kantorovich se refirieron al respaldo de la administración Biden a la anarquía en el Wall Street Journal del 14 de mayo. “Las leyes implicadas son las mismas que invocaría cualquier propietario”, escribieron. “Sólo hay una objeción a este caso: los propietarios son judíos. Los progresistas occidentales han elevado el deseo de algunos árabes de no tener vecinos judíos al nivel de un derecho humano y legal que incluso el Estado judío debe proteger”.

En otras palabras, los progresistas occidentales, incluida la administración Biden, creen ahora que los judíos no tienen derecho a ejercer jurisdicción legal en Jerusalén Este. Los árabes que viven en Jerusalén Este son soberanos, aunque por ley su casa o sus tierras sean propiedad de judíos.

¡Las ramificaciones de este precedente son alarmantes!

Cabe destacar que la declaración de Ned Price se refería a Silwan. En este barrio, situado al sur de la Ciudad Vieja, se encuentra la Ciudad de David, de 3.000 años de antigüedad. Silwan alberga parte de la historia más importante de Israel, incluido el palacio del propio rey David. Sin embargo, según el Departamento de Estado de EE UU, Israel no tiene derecho a Silwan.

En estos momentos, el Tribunal Supremo de Israel está estudiando un caso relativo al desalojo de una familia árabe que habita una casa en la Ciudad de David. Al igual que en Sheikh Jarrah, la ley está del lado de los judíos. Pero parece que EE UU y, sin duda, gran parte de la comunidad internacional han tomado su decisión: Israel no puede hacer valer su soberanía, aunque ese territorio contenga pruebas de la presencia de los judíos a lo largo de 3.000 años.

La alineación de EE UU con Hamás en este asunto no es coincidencia ni accidente. Es el resultado de una calculada política antiisraelí elaborada al más alto nivel de gobierno.

Los frutos de Obama

La declaración de Price sobre Sheikh Jarrah fue más que una señal de la desaprobación de EE UU a las acciones de Israel en ese lugar. Aunque casi desapercibida por la mayoría de los comentaristas, marca un enorme cambio de política sobre Jerusalén. Sin embargo, esta nueva postura trascendental no es sorprendente, dado que la administración de Biden es efectivamente una continuación de la de Barack Obama.

Un mes antes de que el presidente Obama dejara la Casa Blanca, EE UU rompió de forma infame su precedente histórico de apoyo a Israel en las Naciones Unidas, una institución con un sesgo sistémico flagrante contra el Estado judío. El 23 de diciembre de 2016, la sala de la ONU estalló en aplausos cuando la embajadora de EE UU, Samantha Powers, levantó la mano para permitir la aprobación de la Resolución 2334 que consideraba ilegal cualquier asentamiento israelí en las tierras ocupadas por Jordania antes de 1967. Según la Resolución, incluso los israelíes que viven en el barrio judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén son ocupantes ilegales.

Cuando se aprobó esta resolución, la Trompeta la describió como el “tiro de gracia” de Barack Obama contra Israel.

Con los acontecimientos de Sheikh Jarrah, el último acto de Obama se convirtió en la salva de apertura de la guerra de la administración Biden contra Israel. Ahora está claro que en la presente administración de EE UU sigue viva la antipatía de Obama hacia el Estado judío.

En mayo de 2020, el gobierno de EE UU desclasificó las transcripciones de las llamadas telefónicas entre el asesor de seguridad nacional entrante de Trump, el general Michael Flynn, y el embajador ruso Sergey Kislyak, en defensa de Flynn. Las transcripciones de las llamadas telefónicas fueron utilizadas por el fbi en su investigación sobre la campaña de Trump por colusión con Rusia, una acusación que resultó ser un completo engaño. Sin embargo, las transcripciones revelan que las conversaciones giraron principalmente en torno a un intento de la administración Obama de perjudicar a Israel en la ONU.

En los días previos a la votación del 23 de diciembre de 2016, Israel se había puesto en contacto con el equipo de transición de Trump y le había pedido que anulara la resolución. (La administración saliente de Obama se negó a decir si utilizaría el veto). El general Flynn y otros miembros del equipo de transición de Trump hicieron llamadas a los demás miembros del Consejo de Seguridad para saber cómo votarían.

El 22 de diciembre, Flynn llamó a Kislyak y le preguntó por la posición de Rusia. Kislyak le dijo a Flynn que Rusia tenía la intención de apoyar la resolución: “Así que intentaremos ayudar a dar más tiempo a la conversación sobre este asunto. Pero si se somete a votación, por razones históricas, como le expliqué, no podemos votar más que para apoyarla”.

Ese mismo día, el presidente electo Donald Trump llamó al presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi y le pidió que retirara la resolución. Egipto, que entonces ocupaba el puesto árabe rotatorio en el Consejo de Seguridad, retiró la resolución. Sin embargo, al día siguiente, Nueva Zelanda y otros tres países presentaron una similar que sería aprobada: la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Cuando se aprobó, el presidente electo Trump tuiteó: “Mantente fuerte Israel”. Estaba consolando a Israel, diciéndole que las cosas cambiarían cuando él tomara posesión el 20 de enero de 2017.

Pero Barack Obama no había terminado. Todavía le quedaban cuatro semanas como presidente, y utilizó ese tiempo para intensificar su ataque al Estado judío.

Ahora sabemos que la administración de Obama estaba planeando otra acción aún más contundente contra Israel en la ONU. La administración incluso había comenzado a confabularse con otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para ver si contaba con el apoyo necesario.

Aunque se desconocen los detalles de esta resolución, una fuente dijo al Jerusalem Post en junio de 2020 que habría forzado los parámetros de un acuerdo de paz sobre Israel y los palestinos, incluyendo el establecimiento de un plazo para la creación de un estado palestino basado en las líneas de 1967, y quizás declarando un estatus final sobre Jerusalén. Era una extensión natural de la Resolución 2334, que acababa de calificar de “ilegal” la ocupación israelí de ese territorio.

Inmediatamente, el embajador de Israel en la ONU, Danny Danon, informó al primer ministro Benjamín Netanyahu del plan de la administración Obama. Según el Jerusalem Post, el primer ministro llamó al presidente ruso Vladimir Putin, así como al presidente electo Trump, para presionar contra la próxima medida.

El 29 de diciembre de 2016, el embajador ruso llamó a Flynn para informarle que Rusia no apoyaría la nueva resolución que Obama estaba “impulsando”. “Queríamos transmitirle a usted, y a través de usted al presidente electo, que teníamos importantes reservas sobre la idea de adoptar ahora los principios para Oriente Medio que nuestros colegas estadounidenses están impulsando. Por lo tanto, no vamos a apoyarlo tampoco, ni en el Cuarteto ni en el Consejo de Seguridad. Y se lo hemos transmitido a nuestros colegas estadounidenses. Así que, en aras de una total transparencia, me han pedido que les informe también. Así que no es algo que nosotros (Rusia) vayamos a apoyar”.

Rusia también informó a la administración de Obama que no apoyaría su nueva resolución, echándola a pique. Tanto el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso como el embajador de EE UU de Obama en Israel, Dan Shapiro, han negado los informes sobre esta medida secundaria. Sin embargo, los detalles de la llamada telefónica de Flynn con Kislyak después de que la Resolución 2334 ya había sido aprobada muestran que había una medida más contundente en ciernes, y que esta nueva medida era tan siniestra que ni siquiera Rusia la aceptaría.

¡Rusia defendió al Estado de Israel contra la hostil administración de Obama en las Naciones Unidas!

¿Sorprende entonces que, tan recién entrados en la administración de Biden, EE UU esté aplicando una seria presión sobre Israel respecto a su control de Jerusalén Este? ¿El intento fallido de Obama de perjudicar a Israel será pronto resucitado por Joe Biden? En espíritu, esto ya está ocurriendo.

La administración Biden no ha apoyado explícitamente un levantamiento armado para tomar Jerusalén Este por la fuerza. Sin embargo, sus declaraciones condenando los desalojos legales de Israel proporcionan a los árabes una justificación para continuar su lucha violenta contra el “ocupante”.

Estados Unidos tiene un accidentado historial de ataques a la “construcción de asentamientos” de Israel en lo profundo de Cisjordania. Ahora parece que EE UU tiene como objetivo la presencia de Israel en Jerusalén Este, el corazón de la historia y la identidad judías.

Jerusalén Este y Zacarías

La euforia que alguna vez tuvo Israel por su sólida relación con EE UU durante la presidencia de Donald Trump se ha marchitado al reconocer que Joe Biden representa esencialmente el tercer mandato de Barack Obama.

Mientras el Sr. Biden sea presidente, podemos esperar que EE UU siga presionando a Israel para que reduzca su poder soberano sobre Jerusalén Este. Es probable que EE UU encubra su apoyo al control palestino mediante las resoluciones de la ONU y el derecho internacional. Habrá más declaraciones aparentemente inocuas pidiendo a ambas partes que “reduzcan las tensiones”.

En un artículo especial que escribió en abril el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, advirtió a los lectores que la posición de la administración Biden conduciría a un aumento de la violencia en Jerusalén. “Estoy seguro de que ahora tendremos más ataques terroristas palestinos por culpa de quién está al mando”, escribió (la Trompeta, julio de 2021).

Desde esta declaración, la violencia en Jerusalén ha aumentado drásticamente. El hecho de que esta violencia esté ocurriendo a pocos meses de la presidencia de Biden no es coincidencia.

Mientras tanto, una profecía crucial del tiempo del fin de Zacarías está cobrando importancia.

Por más de dos décadas, el Sr. Flurry ha instado a los lectores a vigilar la ruptura entre las poblaciones árabe y judía de Jerusalén. Específicamente ha pronosticado que Hamás superaría con creces el poder de Fatah y llevaría a los palestinos a buscar el control de Jerusalén Este. Este pronóstico se basa en una profecía de Zacarías 14.

El profeta Zacarías participó en la reconstrucción de Jerusalén después de que los judíos regresaran del cautiverio babilónico en el siglo vi a. C. Sin embargo, advirtió que la ciudad sería destruida una vez más. Este fue un mensaje impopular, y fue para algunos lo que hizo que su propio pueblo lo matara. Sin embargo, Zacarías no estaba escribiendo sobre una toma de posesión que ocurriría en su tiempo, ni sobre la caída de Jerusalén en el año 70 d. C. Estaba escribiendo sobre el tiempo en que vivimos ahora.

El capítulo 14 de Zacarías contiene un mensaje sorprendente y aleccionador pero también lleno de esperanza y maravillas. Este capítulo ofrece un relato extraordinariamente detallado de la transición de los últimos días del gobierno del hombre en la Tierra ¡hasta el momento en que Jesucristo regresa y establece Su gobierno familiar en la Tierra!

Sin embargo, aunque el capítulo termina en paz, comienza en guerra.

“He aquí, el día de [el Eterno] viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad” (Zacarías 14:1-2). Estos dos versículos dan la visión general de los acontecimientos catastróficos que conducen a la Segunda Venida de Jesucristo.

Hay tres fases en esta crisis que giran en torno a Jerusalén. Como explica el Sr. Flurry en su libro The Eternal Has Chosen Jerusalem (El Eterno ha escogido a Jerusalén), Zacarías comienza en la venida del Mesías, la tercera fase, y va retrocediendo cronológicamente. La segunda fase —la toma de toda la ciudad— se denomina en otros lugares la “gran tribulación”, un período en el que todo el Israel bíblico, no sólo la nación de Judá llamada hoy Israel, será atacado.

Pero fíjese en cómo comienza toda esta procesión de acontecimientos que conducen a la venida del Mesías.

En la primera fase, “la mitad de la ciudad irá al cautiverio”. Esto sugiere una toma violenta de la mitad de Jerusalén.

Basándose en esta profecía, el Sr. Flurry ha pronosticado que Jerusalén Este caerá bajo control árabe como precursor directo del regreso de Jesucristo.

“El día de hoy los árabes viven en aproximadamente la mitad de Jerusalén. Ellos no la controlan, todavía”, escribió en 2005. “Vea la continua violencia en Jerusalén el día de hoy, y la incapacidad absoluta de ambas partes implicadas para resolver las cosas a través de medios pacíficos. Fácilmente podemos ver cómo la mitad de Jerusalén será tomada cautiva en un futuro muy cercano. La violencia presente es un embrión que está a punto de crecer y convertirse en una violencia mucho mayor” (Jerusalén en profecía).

Con Hamás dominando las calles palestinas, y Estados Unidos y la comunidad internacional rechazando la soberanía de Israel sobre Jerusalén Este, ¿veremos pronto caer la mitad de Jerusalén?

Sería fácil descartar esta idea, teniendo en cuenta la superioridad militar de Israel. Pero ¿y si EE UU sigue apoyando y justificando la violencia árabe que pretende apoderarse de ese territorio? ¿Cuánto tiempo podrá Israel mantener su defensa, sobre todo teniendo en cuenta sus graves luchas políticas internas?

Tenemos que vigilar a Jerusalén en el cumplimiento de esta profecía. Este estallido de violencia contra el control judío de Jerusalén Este no es sólo la última repetición de la violencia árabe-judía. Incluso Hamás está afirmando que, por primera vez, los árabe-israelíes se están uniendo bajo su bandera para conquistar Jerusalén Este.

Pero mientras observa las condiciones en Jerusalén e Israel, recuerde el contexto completo de la profecía de Zacarías. Estos acontecimientos preceden la llegada de un nuevo gobierno, y de una nueva época maravillosa y sin precedentes en la historia de la humanidad.

Será una época en la que Jesucristo gobernará a toda la humanidad, creando una nueva era de paz entre todos los hombres, de prosperidad y de alegría y satisfacción eternas. “Y el [Eterno] será rey sobre toda la tierra. En aquel día [el Eterno] será uno, y uno su nombre” (versículo 9).

Imagínelo: los judíos y los árabes ya no se pelearán por Jerusalén. Bajo el control de Jesucristo, ¡esta ciudad finalmente hará honor a su nombre y será una ciudad de paz, gobernada por el Príncipe de la paz! ▪


JERUSALÉN EN PROFECÍA

Jerusalén significa “ciudad de paz”. Sin embargo, ¡la historia de esta ciudad está llena de ríos de sangre! Ninguna ciudad ha sufrido como Jerusalén. Ésta casi no ha conocido la paz. Pero hay muy buenas noticias. Dios estableció a Jerusalén para ser una ciudad de paz, ¡y un día Él se asegurará de que así sea! En realidad ésta es la ciudad desde la cual la Familia de Dios gobernará ¡a todo el universo!