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Chinese Navy Fleet

VCG/Getty Images

¿Es esta la “Paz en nuestros tiempos” de la Tercera Guerra Mundial?

¿Debería el mundo entregar el Mar del Sur de China a China? La historia enseña que apaciguar a las potencias expansionistas no trae paz duradera. La profecía muestra que esta vez no será diferente.

“Nosotros no podemos recuperarlo”, dijo el presidente filipino Rodrigo Duterte a finales de 2016. Él se estaba refiriendo al Arrecife Scarborough, un gran atolón de coral con una laguna bordeada por arrecifes. El banco rico en peces se encuentra a solo 120 millas náuticas de la costa filipina, lo cual lo ubica dentro del territorio del país reconocido internacionalmente. En 2012, China se apoderó ilegalmente del atolón de Filipinas, pero no para la pesca. Los chinos querían Scarborough como parte de su plan del “triángulo estratégico” para ejercer control sobre el Mar del Sur de China.

Los otros dos puntos del triángulo son el Archipiélago Spratly y las Islas Paracelso. El año después de que China ocupara Scarborough, comenzó a construir islas artificiales en la cadena Spratly. En 2016, desplegó baterías de misiles a una de las Paracelso.

Los ojos de Asia miraron a Estados Unidos, ¿cómo respondería? Su ejército ha mantenido abiertas las rutas comerciales vitales a través del Mar del Sur de China desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los agresivos apoderamientos de China ocurrieron en áreas reclamadas por socios de Estados Unidos como Filipinas y Vietnam. El objetivo de China era controlar rutas marítimas cruciales, y un tribunal internacional en 2016 había invalidado sus reclamaciones.

Pero la administración Obama hizo poco y nada. Un conflicto con China era impensable. Así que EE UU la dejó continuar apoderándose del Mar del Sur de China.

Los socios y aliados de Estados Unidos tomaron nota de su pasividad y se llenaron de temor. “Aun si nos enojáramos, simplemente nos estaríamos dando aires de grandeza. Nosotros no podemos derrotar [a China]”, dijo Duterte. Lo mejor que Filipinas podría esperar por ahora, dijo él, era cooperar con China mientras extraía recursos cerca de Scarborough y otras áreas que legalmente pertenecen a Filipinas.

Mientras tanto, China se envalentonó por la inacción de EE UU; aceleró la construcción ilegal de islas y continuó militarizando silenciosamente más territorio.

Hoy es claro que el asalto de China a la libertad marítima fue efectivo.

En las Paracelso, China ahora tiene una significativa base militar con misiles, radar, una pista de aterrizaje y aeronaves que incluyen aviones cazas y bombarderos con capacidad nuclear. En las Spratly, China ha creado más de 12.000 kilómetros cuadrados de tierra en siete arrecifes que antes estaban total o parcialmente sumergidos. Sobre estas nuevas islas, China ha desplegado misiles de crucero antibuques, misiles tierra-aire y pistas aéreas que alojan aviones caza, bombarderos y aviones de carga. Y dos veces en el último año, en una clara demostración del poder de China sobre el mar, obligó a Vietnam a detener grandes proyectos de perforación petrolera en aguas que el derecho internacional dice que son vietnamitas.

El Arrecife de Scarborough es la última parte del rompecabezas.

Hasta ahora, China no ha convertido el atolón en una isla militarizada, pero mantiene un fuerte control sobre él y podría transformarlo rápidamente en una base si así lo decidiera. Esto completaría el “triángulo estratégico” y le daría a China capacidad de monitoreo, vigilancia y ataque a través de los 3,6 millones de kilómetros cuadrados del Mar del Sur de China, casi todo lo que China reclama como propio. Dicha capacidad podría permitir a China establecer una zona de identificación de defensa aérea sobre el mar, requiriendo a las aeronaves extranjeras obtener permiso chino para volar sobre la región.

‘La arteria más valiosa’ del mundo

El Mar del Sur de China contiene inmensos recursos naturales, incluyendo un estimado de 11.000 millones de barriles de petróleo, 190 billones de pies cúbicos de gas natural y 10% de la pesca mundial. Debido a su abundancia de hidrocarburos, algunos expertos lo llaman “el segundo Golfo Pérsico”.

Aún más importante es el hecho de que billones de dólares en bienes navegan cada año por el Mar del Sur de China en ruta hacia y desde algunas de las regiones más pobladas del globo. Casi el 60% de los suministros de energía de Japón y Taiwán, el 60% de la energía de Corea del Sur, y el 80% de las importaciones de petróleo crudo de China transitan por esta ruta marítima.

En total, alrededor del 21% de todo el comercio mundial pasa a través de ese mar.

“El Mar del Sur de China funciona como la garganta de los océanos Pacífico Occidental e Índico”, escribe Robert D. Kaplan, de Stratfor, en su libro Asia’s Cauldron [El caldero de Asia]. Es “la masa del tejido conectivo económico donde se unen las rutas marítimas del mundo” y la “región que dominará el futuro del conflicto geopolítico”.

El Sydney Morning Herald recientemente llamó al Mar del Sur de China “la arteria comercial más valiosa del mundo”.

Simplemente dejen que China lo tome’

Para comprender cuán alarmante será que la China autoritaria cierre su control sobre “la arteria más valiosa del mundo”, no hay que mirar más allá de Xinjiang. Allí el gobierno chino usa la vigilancia de estilo Orwell, un aparato de seguridad estatal no supervisado, un bloqueo casi total de los medios de comunicación y “campos de control del pensamiento” que recuerdan a la era maoísta para asegurar un control estricto sobre las personas que preferirían ser una nación separada.

Pero Duterte no es la única voz que dice que el curso de acción más sabio es dejar que China se salga con la suya. Muchos en Occidente, quienes están muy alejados del Mar del Sur de China, dicen esencialmente, en palabras de Ely Ratner del Programa de Seguridad Asia-Pacífico del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense: “Es preferible adaptarse que arriesgarse a la guerra por un ‘montón de rocas”.

James Laurenceson, subdirector del Instituto de Relaciones de Australia y China de la Universidad de Tecnología, parece estar de acuerdo con esta lógica: “Si China lograra bloquear el Mar del Sur de China, el impacto sobre el crecimiento económico en otros países probablemente sea pequeño,” escribió el 4 de junio de 2017.

Dado que el comercio puede ser desviado, dijo Laurenceson, los países en la región generalmente no hacen frente a las acciones de China en el Mar del Sur de China. Japón, por ejemplo, podría saltarse el Mar del Sur de China completamente y en su lugar recibir los cargamentos de energía a través del Estrecho de Lombok, entre las islas indonesias de Bali y Lombok; aunque hacerlo tiene un costo: “Tomar exclusivamente la ruta de Lombok habría incrementado los costos de importación de petróleo a Japón por 300 millones de dólares anualmente”, escribió él. “Eso equivale a solo un 0,2% de la factura de importación de petróleo de Japón al año”.

Esta racionalización miope suena extrema. Pero podría no estar muy distante del razonamiento que evitó que la administración Obama actuara contra China al apropiarse de Scarborough o su militarización del Archipiélago de Spratly y las Paracelso. Sin embargo, al no confrontar estos comportamientos ilegales temprana y decisivamente, EE UU mostró que estaba dispuesto a sacrificar potencialmente “un montón de rocas” con el propósito de evitar un conflicto con China. Mostró que el Mar del Sur de China era un precio que EE UU, cansado de la guerra, estaba dispuesto a pagar para mantener la paz.

La historia reprocha dicho razonamiento. Ceder territorio a potencias expansionistas no trae paz.

Fracaso al apaciguar

“Un apaciguador es alguien que alimenta a un cocodrilo, esperando que éste se lo coma de último”, como dice la célebre cita de Winston S. Churchill. Antes de que Churchill se convirtiera en primer ministro de Gran Bretaña, él fue testigo de los intentos de líderes políticos por asegurar la paz apaciguando a una nación expansionista.

El 30 de septiembre de 1938, líderes de Gran Bretaña y Francia firmaron un acuerdo permitiendo a la Alemania nazi anexar los Sudetes. Esta región de Checoslovaquia era de importancia estratégica vital para la nación, ya que la mayor parte de sus defensas fronterizas y centros industriales estaban situados ahí. Checoslovaquia era un aliado de Gran Bretaña y Francia, pero Hitler había amenazado con tomar los Sudetes por la fuerza. Los líderes de Gran Bretaña y Francia procuraron evitar a toda costa una repetición de la Primera Guerra Mundial. Pensaron que cediendo los Sudetes a Alemania por voluntad propia, se aplacaría el provocativo régimen nazi y se evitaría el conflicto.

Después de retornar a casa de la histórica ceremonia de firma, el primer ministro británico Neville Chamberlain proclamó: “Yo creo que es paz para nuestro tiempo”, y a la multitud en el campo aéreo y a los que escuchaban la transmisión, dijo: “Vayan a casa y duerman tranquilamente en sus camas”. La administración estadounidense de Franklin D. Roosevelt apoyó el acuerdo, y las encuestas Gallup en EE UU, Gran Bretaña y Francia encontraron que la mayoría de la gente en las tres naciones lo apoyó también.

Pero el acuerdo fue una farsa. En la primavera de 1939, los nazis tomaron el resto de Checoslovaquia. En septiembre invadieron Polonia, y Gran Bretaña y Francia no tuvieron más opción que declarar la guerra. La Segunda Guerra Mundial había comenzado. Cuando finalizó, más de 60 millones de vidas se habían perdido en el conflicto más letal en la historia humana.

El jefe de redacción de Trompeta Gerald Flurry escribe sobre el apaciguamiento en su folleto Winston S. Churchill: El vigilante (Winston S. Churchill: The Watchman): “EE UU era aún más pacifista que Gran Bretaña. ¿Cómo pudieron tantos de nuestros líderes en Estados Unidos y Gran Bretaña —casi todos ellos— haber sido tan débiles en negociar con Hitler?”

El Sr. Flurry responde: Los líderes “carecían de coraje para enfrentar la brutal verdad” sobre las oscuras ambiciones de Hitler. “La mayoría de líderes en EE UU y Reino Unido vivían en un débil mundo de ilusión” escribió él.

Las generaciones subsiguientes de estadounidenses y británicos no han aprendido de la historia. “Simplemente no tenemos la voluntad para enfrentar a los tiranos y finalizar el trabajo”, escribe el Sr. Flurry. “Tenemos una patética falta de voluntad en un mundo muy peligroso. No podemos permitirnos la actitud pacifista que teníamos antes de la Segunda Guerra Mundial y sobrevivir como nación. Pero nuestra actitud pacifista de hoy es mucho peor de lo que fue entonces”.

¿Unos Sudetes modernos?

La situación de los Sudetes antes de la Segunda Guerra Mundial difiere de la actual controversia del Mar del Sur de China. Pero en ambos casos, Estados Unidos y otras potencias del mundo están permitiendo que una potencia expansionista se apropie de valioso territorio estratégico con la esperanza de mantener la paz.

El predecesor de Duterte, Benigno Aquino iii, comparó los Sudetes con el Mar del Sur de China durante su presidencia en 2014. Hablando al New York Times sobre las actividades de China en el Mar del Sur de China, dijo: “¿En qué momento se dice, ‘Ya basta’? Bueno, el mundo tiene que decirlo. Recuerde que los Sudetes fueron cedidos en un intento de apaciguar a Hitler para evitar la Segunda Guerra Mundial”.

Dan Eberhart del Consejo de Asuntos Mundiales de Los Angeles también dijo que esa es una buena comparación. “La [administración] Obama falló en confrontar enérgicamente a China mientras expandía sus reivindicaciones territoriales en el Mar del Sur de China, cumpliendo debidamente el papel de Neville Chamberlain mientras China intimidaba a nuestros aliados”, escribió él. “En ausencia del poder estadounidense, el apetito de China por expandir su influencia y reivindicaciones territoriales en el Mar del Sur de China avanzó casi sin control”.

Él dice que el resultado ha sido “una China envalentonada que ha militarizado su posición en la región a través de actividades de reclamación de tierras y ha sido abiertamente agresiva en sus encuentros con navíos estadounidenses”. Él añade que, si la expansión territorial de China se deja sin control, “expondrá todo el sureste asiático a las metas nacionalistas de China”.

Peter Beinart, profesor de periodismo y ciencias políticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, también ve al Mar del Sur de China como unos Sudetes modernos. “China hoy, así como Alemania en la década de 1930, es un país convirtiendo su tremenda vitalidad económica en poder militar”, escribió. “Es un país con un fuerte sentimiento de agravio histórico que quiere reafirmar lo que considera su rol natural como la potencia dominante en su región. Y es un país cuyos líderes confían cada vez más en que los poderes distantes del statu quo que una vez lo mantuvieron bajo control ya no pueden hacerlo”.

Es verdad que Donald Trump, el presidente de EE UU, ha comenzado a tomar una postura un tanto más firme contra el expansionismo de China. Ha incrementado la frecuencia de las patrullas militares de EE UU en el Mar del Sur de China, incluyendo una operación reciente que navegó un crucero de misiles guiados y un destructor pasando las Paracelso. Pero al igual que Obama, el presidente Trump ha declinado confirmar que el tratado de defensa mutua de EE UU con Filipinas incluye sus territorios en el Mar del Sur de China.

La profecía bíblica muestra que las medidas de Estados Unidos para enfrentar a China son demasiado poco y demasiado tarde. También predice que la determinación estadounidense no durará, y que China seguirá intensificando su dominio en este mar vital en detrimento de la paz global.

‘Dirigiendo al mundo hacia la guerra’

En la edición de julio de 2016 de Trompeta (en inglés), el Sr. Flurry dijo que la intensificación del dominio de Beijing sobre esta área está “dirigiendo al mundo hacia la guerra”. China está desafiando “siete décadas de dominio naval estadounidense en la Costa del Pacífico”. Este comportamiento beligerante “¡debería alarmar al mundo!”

El Sr. Flurry continuó: “Desde la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha protegido esta ruta comercial vital y ha traído paz a esta parte del mundo”. Pero dado que EE UU ahora se está retirando de la región, “otras grandes potencias están llegando a llenar el vacío”, continuó. “China está intimidando a las naciones del sureste de Asia para que se sometan a su voluntad. Está forzando a estos países a hacer lo que ella quiere. Todo va en dirección a la guerra”.

El entendimiento del Sr. Flurry de la dinámica del Mar del Sur de China se basa en la palabra segura de la profecía bíblica.

En el libro de Deuteronomio, Dios da una advertencia al pueblo de Israel, explicando que si ellos lo rechazan, Él entregará el control de las puertas marítimas estratégicas a sus enemigos. La advertencia dice que estas naciones enemigas usarían entonces ese control para asediar a las naciones de Israel: “Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra…” (Deuteronomio 28:52).

El Sr. Flurry deja en claro que esta antigua advertencia no está dirigida solo a los pueblos antiguos. “¡Es una profecía para los descendientes del Israel actual!” escribió. “Dos naciones en particular representan a Israel en este tiempo del fin: Estados Unidos y Gran Bretaña”. Estos dos países “están llenos de horribles pecados, y ¡Dios los va a corregir por eso! ¡Esta profecía y algunas otras muestran que Él enviará enemigos extranjeros para castigar a EE UU y Gran Bretaña!”

El fracaso de Estados Unidos para hacer frente a China mientras ella intensifica su dominio sobre el Mar del Sur de China está llevando al cumplimiento de esta profecía. Esto señala hacia unos días oscuros en el corto plazo.

Pero el Sr. Flurry explicó que existe un gran motivo de esperanza en estas tendencias porque este asedio y la guerra inminentes están atados a buenas noticias: “¡Toda esta destrucción profetizada es lo que se requerirá para que Dios alcance a este mundo!” escribió él. “Después de esto, los pueblos estarán avergonzados; ¡y llegarán a conocer a Dios! Ezequiel habló repetidamente sobre esta conclusión inspiradora (por ejemplo, en Ezequiel 6:7; 7:4; 11:10; 12:20; 13:9; 23:48-49; etc.). Sí, hay muchas malas noticias si uno tiene en cuenta lo que se requiere para traer a las personas al punto de conocer a Dios. ¡Pero al final, el resultado son noticias espectacularmente buenas!” 

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