Dominio Público/Julia Goddard/La Trompeta
El rey que salvó a Israel temporalmente
En Amós 7, una profecía del tiempo del fin sobre Estados Unidos nombra al líder como “Jeroboam”. El folleto de Gerald Flurry, Great Again ( Grande otra vez . Disponible en inglés), muestra cómo el actual presidente de EE UU está cumpliendo ese papel profetizado. El tipo antiguo que dio origen a la profecía, fue el rey Jeroboam ii de Israel, quien fue responsable de un resurgimiento temporal en la nación maldecida. Esta historia antigua contiene fascinantes paralelos con el período actual de EE UU.
La Biblia registra muy poco acerca de Jeroboam ii. Él fue el rey de Israel que reinó más tiempo; gobernó durante 41 años (alrededor del año 793-753 a. C). Sin embargo, con respecto a su carácter, el libro de Reyes sólo dice que él “no se apartó de todos los pecados de Jeroboam”, es decir, del primer Jeroboam, quien condujo a las tribus del norte a separarse de la casa de David casi 150 años antes. No obstante, a través de estos escasos detalles, la Biblia revela que el reinado de Jeroboam ii es singular en la historia de Israel.
Por ejemplo, normalmente Israel se expandía territorialmente sólo cuando Dios bendecía el reinado de un rey justo. Éste no fue el caso con Jeroboam ii. A través del profeta Jonás, Dios profetizó que, aunque Jeroboam era malvado, Él tendría misericordia de Israel y usaría a Jeroboam para ampliar los límites de Israel como nunca antes se había visto desde el reinado del rey Salomón.
“Él restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra de [el Eterno] Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás…” (2 Reyes 14:25). Como Benjamín Mazar lo mostró en su texto Early Biblical History (Historia Bíblica Temprana), “la entrada de Hamat” debe dejarse sin traducir del hebreo y dejarlo tal y cual como Lebo Hamat, una ciudad ubicada en la provincia actual de Hama, en Siria. Esta ciudad también se menciona en 1 Reyes 8:65 para describir el extremo norte del reino de Salomón. Como lo relató Mazar, la línea divisoria justo al norte de esta ciudad, “sirvió en todos los períodos como un límite natural en medio de Beqa”, o valle.
En 2 Reyes 14:25 también se menciona el extremo sur del territorio de Jeroboam: “el mar de la llanura”. La mayoría de los eruditos consideran que se refiere a la parte oriental del Mar Muerto, quizás incluso hasta el punto de Edom en el punto sur del mar. Estos versículos juntos, indican que Jeroboam tenía el control total sobre los territorios de Moab, Amón y Siria (vea también el versículo 28 y Amós 6:14). Al mismo tiempo, el rey Uzías del reino sureño de Judá estaba experimentando un reavivamiento nacional, conquistando territorio a lo largo de la costa filistea hacia el sur hasta el Mar Rojo.
Esta impresionante expansión significó que Jeroboam mantuviera el control sobre una ruta comercial crucial que conectaba el antiguo Egipto con el norte de Mesopotamia: la Carretera del Rey. Esto significó que el reino de Jeroboam una vez más se hizo rico. Rebosante de efectivo, Israel dio un último suspiro de la “buena vida” antes de descender a la cautividad asiria tras la muerte de Jeroboam.
Esta prosperidad durante el reinado de Jeroboam ii, se observa en varios sitios arqueológicos en el norte de Israel, como Hazor, Dan y Tizrah. En Meguido, se descubrió en excavaciones, un llamativo sello de jaspe que decía “Shema, criado de Jeroboam”. Su iconografía y el contexto de su descubrimiento muestran que probablemente pertenecía a un ministro o un asistente de Jeroboam mismo. Aunque la arqueología solo puede revelar hasta cierto punto, la imagen que surge del reinado de Jeroboam es la de una restauración nacional de pueblos y ciudades por todo Israel, indicando un impulso de la riqueza, al menos para la clase dominante.
Hacia el final del reinado de Jeroboam, Dios envió al profeta Amós para advertir directamente a la rica nación de su próxima caída si no se arrepentía. En lugar de agradecer a Dios por entregar las bendiciones profetizadas por Jonás, Israel se aferró a su idolatría. “Ustedes que duermen en camas adornadas de marfil y se recuestan en sus divanes”, advirtió Amós. “Ustedes que comen corderos selectos y terneros engordados. Que rascan sus arpas como David e improvisan con instrumentos musicales. Que beben vino en tazones y se perfuman con las esencias más finas, pero no se afligen por la ruina de José” (Amós 6:4-6; Nueva Versión Internacional). Las excavaciones en la capital israelí de Samaria desenterraron cientos de fragmentos de marfil, como ecos de la advertencia de Amós.
Israel se negó a reconocer a Dios como la fuente de su riqueza y paz, y continuó con sus prácticas paganas. Como escribió Todd Bolen: “Los israelitas se consideraban religiosos y buenos. Ellos viajaban regularmente a sus centros de culto designados con magnificencia, lugares de importancia religiosa antigua (Amós 4:4; 5:5; 8:14; Oseas 4:15). Ellos llevaban sacrificios y ofrendas voluntarias de una naturaleza y cantidad extravagantes, inigualables en la historia registrada (Amós 4:5; 5:21-22)”. (“El Reino de Jeroboam ii: Una interpretación histórica y arqueológica”). Lejos de atender el llamado del profeta al arrepentimiento, la gente esperaba bendiciones continuas. Tan seguros estaban de su posición con respecto a Dios, que realmente deseaban el día del Señor, pensando que no les afectaría (Amós 5:18-20).
Como lo demostraron claramente Jonás y Amós, Dios estuvo detrás de la prosperidad y la paz durante la época de Jeroboam ii. Pero en cambio la gente le daba crédito a su rey y sus victorias militares. “Ustedes que celebran la derrota de Lodebar y Karnaim, y se jactan diciendo: ¿No lo hicimos por nuestra cuenta?” (Amós 6:13; versión contemporánea, en inglés). Dios salvó a la nación temporalmente por mano de Jeroboam, pero poco después, Él quitó esas bendiciones.
La historia bíblica y la historia secular contemporánea demuestran que el final del reinado de Jeroboam fue la sentencia de muerte para la nación. Los sucesivos reyes asirios expulsaron rápidamente a Israel del territorio que Jeroboam había ganado. Tres décadas después, la nación estaba en cautiverio. ▪