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El lado oscuro del primer tratado internacional sobre IA
El primer tratado internacional sobre inteligencia artificial (IA), firmado el 5 de septiembre, es tan vago que puede parecer intrascendente. Pero es peligroso.
El tratado se titula “Convención Marco del Consejo de Europa sobre Inteligencia Artificial y Derechos Humanos, Democracia y Estado de derecho”. Fue firmado por la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido, Andorra, Georgia, Islandia, Noruega, Moldavia, San Marino e Israel. Argentina, Australia, Canadá, Costa Rica, el Vaticano, Japón, México, Perú y Uruguay también participaron en las negociaciones.
“Cada parte adoptará o mantendrá medidas con vistas a garantizar que las actividades dentro del ciclo de vida de los sistemas de inteligencia artificial respeten la igualdad, incluida la igualdad de género, y la prohibición de la discriminación, según lo dispuesto en el derecho internacional y nacional aplicable”, afirma.
Cada signatario debe asegurarse de que esto ocurra; no se define cómo exactamente. Una cosa que molesta al Consejo de Europa es que los distintos países permiten diferentes niveles de libertad. La página web del consejo dice:
El tratado abarca el uso de sistemas de IA en el sector público —incluidas las empresas que actúan en su nombre— y en el sector privado. La convención ofrece a las partes dos formas de cumplir con sus principios y obligaciones a la hora de regular el sector privado: las partes pueden optar por quedar obligadas directamente por las disposiciones pertinentes del convenio o, como alternativa, adoptar otras medidas para cumplir las disposiciones del tratado respetando plenamente sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, democracia y Estado de derecho. Este enfoque es necesario debido a las diferencias entre los sistemas jurídicos de todo el mundo.
En otras palabras, no todos los gobiernos pueden asumir el control absoluto, pero deben llegar tan lejos como puedan.
El diario The Guardian comentó: “El gobierno del Reino Unido ha firmado el primer tratado internacional sobre inteligencia artificial en una medida que pretende evitar usos indebidos de la tecnología, como la difusión de información errónea o el uso de datos sesgados para tomar decisiones”.
Eso suena muy bien, pero hay que definir la desinformación y los datos sesgados. Es clave fijarse en quién quiere definirlo.
La fuerza más poderosa detrás del tratado fue la UE, que ya cuenta con su propia Ley de IA. Esta institución es famosa por regular cualquier cosa, desde cómo lava usted los platos hasta lo que dice en Internet. Multa a las empresas más pequeñas y a las mayores firmas tecnológicas. La UE establece la norma mundial en materia de reglamentación estricta.
Otro participante menos conocido en el tratado sobre la IA es el Vaticano. El papa Francisco abogó específicamente por ello. En diciembre pasado, dijo: “La escala global de la inteligencia artificial deja claro que, junto a la responsabilidad de los Estados soberanos de regular su uso internamente, las organizaciones internacionales pueden desempeñar un papel decisivo a la hora de alcanzar acuerdos multilaterales y coordinar su aplicación y cumplimiento”. La Iglesia católica tiene un historial de definición de leyes internacionales que van más allá de la soberanía nacional.
Otro signatario clave es EE UU, que recientemente aprobó una orden ejecutiva sobre la IA. El ex presidente de EE UU Barack Obama inspiró la orden ejecutiva y ha impulsado la regulación de la IA desde 2016. En marzo, Obama visitó al entonces primer ministro británico, Rishi Sunak, y habló sobre la IA; también se reunió entonces con Sir Keir Starmer, actual primer ministro británico. La regulación mundial de la IA está en su mente.
¿Por qué tener un tratado vago sobre la IA que no conlleve castigos concretos? En relación con el Acuerdo de París, Obama dijo:
Todos sabíamos en aquel momento que París por sí solo no resuelve la crisis climática, porque lo que hizo fue pedir a cada país que estableciera sus propios objetivos para reducir sus gases de efecto invernadero. Y sabíamos que algunos países no iban a ser todo lo ambiciosos que debían ser, que la transición de una economía de energía sucia a una economía de energía limpia iba a ser perturbadora y no se produciría de la noche a la mañana. Pero nuestro supuesto básico era que una vez que consiguiéramos que todo el mundo firmara, una vez que tuviéramos la arquitectura para un acuerdo global, entonces, con cada año sucesivo, podríamos intentar negociar reducciones cada vez mayores, objetivos cada vez más ambiciosos.
Obama admitió haber impuesto su voluntad a otros países. La página web de la Fundación Obama dice: “El Acuerdo de París sigue siendo uno de los logros de los que el presidente Obama se siente más orgulloso”. Este acuerdo hizo caer la economía de EE UU y de otras naciones occidentales y extendió el alcance del gobierno a industrias de todo el mundo. (Obtenga más información en “De lo que se trata realmente el Acuerdo de París”, por el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry).
La principal potencia detrás de este tratado de IA es la UE, más concretamente Alemania. Pero la estrategia es la misma. En primer lugar, convencer al mayor número posible de que firmen un tratado vago que permita una gestión independiente. A continuación, define directrices y presiona para que haya más regulación y control.
Esto se ajusta a normativas anteriores de la UE. Como explicó el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, en “Alemania está tomando el control de Internet”: “Las nuevas leyes de la UE intentan no sólo frenar a las grandes empresas tecnológicas de EE UU, sino apoderarse de la World Wide Web. (…) La UE dirigida por Alemania se está comportando como siempre lo ha hecho el Sacro Imperio Romano. Alemania intenta una vez más imponer su voluntad al mundo”.
Las normativas de la UE siempre se reducen a una toma de poder. Pero ¿por qué regular la IA?
La IA es una herramienta poderosa y peligrosa. Las búsquedas en Google, los contenidos de las redes sociales, las recomendaciones de YouTube están cada vez más definidas por algoritmos de IA. Para algunos esto es aterrador porque podría significar que el pensamiento de las personas está moldeado por la IA. Se les puede negar el acceso a servicios cruciales como la banca o los programas gubernamentales debido a decisiones automatizadas por la IA. La IA también se utiliza en métodos de reconocimiento facial que podrían decidir una persecución penal. Se dice que la IA lo revolucionará casi todo.
Algunos de esos temores pueden ser exagerados, y la UE lo utiliza para que la gente se adhiera a su normativa. Pero dado que la IA está llamada a revolucionarlo casi todo, el regulador pasa a controlarlo prácticamente todo.
Este es el peligro de la regulación internacional de la IA. En lugar de que las empresas individuales tomen decisiones de las que usted puede escapar, los organismos internacionales establecen la norma. Esto podría garantizar que cada chatbot enseñe que hay más de dos géneros, que el cambio climático es real y que todos evolucionamos a partir de los simios. Dirán cosas como: “Es importante señalar que la teoría evolutiva no está basada en creencias, sino en pruebas empíricas que han sido rigurosamente probadas y validadas por la comunidad científica a lo largo de muchas décadas” (perplexity.ai).
Una regulación universal puede garantizar que a ninguna lesbiana, gay, bisexual, transexual y queer se le niegue el derecho a adoptar niños. Podría garantizar que las personas que creen en el matrimonio tradicional sean censuradas y posiblemente detenidas por incitación al odio.
Las aplicaciones son numerosas y aterradoras. Por eso debemos vigilar el poder que quiere definir nuestro mundo.
La Biblia es clara al afirmar que la presión para que los seres humanos se unan bajo un mismo conjunto de normas es de Satanás, que engañó al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Es el padre de la mentira (Juan 8:44). Cualquier herramienta que suprima la verdad es su designio. Pero la Biblia es clara al afirmar que el último intento del hombre por gobernarse a sí mismo fracasará y será sustituido por el gobierno eterno de Dios (Daniel 2:44).