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El huracán Helene y el mensaje de Dios a la humanidad
“No sabemos si nuestro hijo está vivo, y él no sabe si nosotros estamos vivos”, declaró Beverly Eller, una residente de Swannanoa (Carolina del Norte), durante una entrevista con el Washington Post publicada el 28 de septiembre.
Eller es una de los más de 2 millones de personas del sureste de Estados Unidos que se vieron afectadas por el huracán Helene, que azotó la costa de Florida con categoría 4 en la noche del 26 de septiembre y luego se debilitó a tormenta tropical a medida que atravesaba Florida, Georgia, Alabama, las Carolinas, Tennessee y Virginia.
La casa de Eller nunca se había inundado en los 37 años que había vivido en ella con su familia. Ahora está totalmente destruida como resultado de las inundaciones que los meteorólogos describen como una tormenta “que ocurre una vez cada mil años”.
Ríos desbocados y deslaves de tierra derribaron innumerables árboles, destruyeron carreteras y puentes cortando el acceso a muchas comunidades de montaña. Las furiosas aguas arrasaron numerosas casas y negocios desde los cimientos. Y más de 2 millones de personas quedaron sin electricidad, líneas telefónicas, servicio de telefonía móvil e Internet durante periodos prolongados, impidiendo todo contacto con el mundo exterior.
Hasta este momento, se ha confirmado la muerte de 160 personas, cifra que seguramente aumentará a medida que las aguas bajen, revelando más de esta destrucción sin precedentes.
“Todavía no hemos llorado”, dijo Eller sentada junto a su esposo en el vehículo Toyota que ahora les sirve de residencia temporal. “Estamos en modo de supervivencia”, continuó.
Su otro vehículo fue arrasado por las aguas, junto con la estabilidad que los Eller y otras incontables familias de la región creyeron haber construido.
Un atlas indiferente
La situación es similar en regiones y naciones de todo el mundo, donde la gente se enfrenta a un clima caótico y destructivo.
El año 2024 comenzó con fuerza: un terremoto de magnitud 7,6 sacudió Japón el 1 de enero, matando a 401 personas y destruyendo decenas de miles de hogares. En abril, el Medio Oeste y las Grandes Llanuras de Estados Unidos sufrieron una serie de tornados de una extraña intensidad: más de 100 de ellos tocaron tierra y causaron estragos en un lapso de sólo cuatro días. Entre abril y mayo, olas de calor de una temperatura y duración sin precedentes asolaron Pakistán, India y Bangladesh, matando a docenas de personas y afectando a millones más. Al mismo tiempo, en Brasil, inundaciones sin precedentes ocasionaron la muerte de al menos 160 personas, desplazando a más de un millón y devastando grandes franjas del país. Mientras tanto, otra región brasileña sufría sequías e incendios forestales que las autoridades calificaron como “las más intensas en la historia de Brasil”. Cerca de 1,5 millones de hectáreas fueron consumidas por el fuego y miles de personas desplazadas de sus hogares. A mediados de septiembre, el tifón Yagi azotó el sureste asiático, causando casi 300 muertos en Vietnam, más de 220 en Myanmar, 42 en Tailandia, 21 en las Filipinas y cuatro en Laos. Y las muertes no son el aspecto más extremo de esta destrucción. Tan sólo en Myanmar, las inundaciones también desplazaron a 240.000 personas y destruyeron más de 160.000 casas, 1.040 escuelas, 120 edificios gubernamentales, 400 centros religiosos y cientos de carreteras y puentes.
A lo largo de la historia, la humanidad ha luchado contra las inclemencias del tiempo, pero en años recientes, estos desastres parecen ser cada vez más severos y afectan la vida de más personas. En parte, el aumento del daño y la destrucción se debe al crecimiento de la población mundial, y en las últimas décadas personas de todo el mundo se han trasladado en masa a grandes ciudades cercanas al agua.
Nunca se había visto que tantas personas sufrieran desastres meteorológicos tan graves, mortales y erráticos. La gran pregunta es ¿por qué? ¿Es culpa de la industria y la contaminación humanas? ¿Hay algo más grande en juego?
¿Qué controla el clima?
La interrogante de qué controla el clima del planeta es ahora un asunto político y profundamente divisivo. La mayoría de la izquierda política afirma que las condiciones cada vez más erráticas son consecuencia de las actividades industriales destructivas de la humanidad. Las tormentas, inundaciones e incendios, dicen ellos, son la venganza cósmica por los pecados medioambientales del hombre. Muchos también afirman que se trata del problema más urgente al que se enfrenta la humanidad, y respaldan con vehemencia los esfuerzos por reducir las emisiones de carbono de las naciones industrializadas; argumentan que, sin importar las consecuencias económicas que puedan derivarse, la industria (especialmente la estadounidense) debe reducirse para que el planeta pueda sobrevivir.
Para muchos, la creencia en el cambio climático provocado por la industria se ha convertido en una religión. Cualquiera que se atreva a expresar escepticismo sobre cualquier aspecto de éste es tildado de ignorante y defensor de la Tierra plana.
En gran parte debido a la postura ultraortodoxa de la izquierda, muchos de la derecha política se han ido al otro extremo, diciendo que el cambio climático provocado por el hombre es un engaño. El difunto Rush Limbaugh dijo en su programa de radio en 2013: “Se te ha ofrecido una salida a la culpa por haber contribuido a la destrucción del planeta; y si compras un automóvil híbrido, o te opones a las compañías petroleras, te opones al fracking [fracturación hidráulica] te opones al oleoducto Keystone, o si condenas cualquier crecimiento de la industria de combustibles fósiles, entonces eres una buena persona. (…) Todo es un engaño. (…) Tu paso por la Tierra es como del tamaño de la cabeza de un alfiler, si es que eso. ¿Qué impacto podrías hacer?”.
¿Cuál es la verdad?
Eche un vistazo al clima de Oriente Medio. Históricamente, gran parte de esta región estaba cubierta de bosques frondosos y mucha vegetación. Pero a principios del siglo xx, los turcos otomanos emprendieron una tala masiva de árboles para construir el ferrocarril del Hiyaz de Damasco a Medina. Los desiertos que ahora dominan gran parte de la región son el resultado directo de ese proyecto. La deforestación generalizada engendra desertificación, y ésta altera los climas regionales. Se trata de un claro ejemplo de cambio climático derivado de la actividad económica del hombre.
Evidencias muestran que la tala y quema, la deforestación para crear junglas de cemento, la contaminación causada por la producción industrial y los gases de escape de aviones, trenes y automóviles han contribuido a la variación climática. También está claro que el desarrollo de sistemas de riego, la construcción de lagos y represas, el drenaje de acuíferos y pantanos y la práctica de la agricultura de monocultivos a gran escala contribuyen a la variación climática. Está claro que parte de las calamidades climáticas que sufre la humanidad son el fruto cosechado por una mala gestión ambiental, mala administración, errores y codicia.
Sin embargo, no es científicamente posible atribuir la magnitud del clima errático que sufren las naciones de todo el mundo a los comportamientos industriales del hombre.
Su camino en la tempestad
La observación científica de las pruebas físicas sólo puede contar una pequeña parte de la historia. Para entender el resto, debemos recurrir a una fuente que la mayoría no pensaría consultar para tales asuntos: la Palabra revelada de Dios, la Santa Biblia.
Los primeros capítulos de la Biblia describen a Dios creando continentes y océanos de la Tierra, así como la atmósfera, el clima y los intrincados ecosistemas. Y a diferencia de los meteorólogos modernos, que tienen dificultades para predecir el tiempo a corto plazo, la Biblia pronostica con precisión las tendencias climáticas a largo plazo e incluso señala la causa principal de los desastres meteorológicos.
“[El Eterno] marcha en la tempestad y el torbellino”, escribió el profeta Nahum. “Él amenaza al mar, y lo hace secar, y agota todos los ríos (…) la tierra se conmueve a su presencia (…) con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios” (Nahum 1:3-5, 8).
En el pasaje anterior, como en muchos otros, la Biblia deja claro que el clima tiene una dimensión espiritual. Muchas personas se consideran demasiado sofisticadas para creer tal hecho, pero el hecho no depende de la creencia. La naturaleza no es sólo una creación originada en la mente de Dios, sino que Dios también “hace Su voluntad” en los fenómenos meteorológicos con el propósito de comunicarse con la parte más importante de Su creación: la humanidad.
¿Cuál es el mensaje? ¿Qué está comunicando Dios a través del huracán Helene y otros desastres brutales? Estudie Levítico 26:19-20; 2 Crónicas 6:26-27 y especialmente Job 37:11-13. Si usted cree que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces el mensaje es sumamente claro: Dios interviene a través del clima para otorgar bendiciones por la obediencia y para impartir castigo por el pecado.
Observe los sistemas modernos de educación, política, ejército, industria, entretenimiento e incluso religión. Note la indulgencia generalizada hacia el pecado. Las naciones modernas han expulsado a Dios de todas las facetas de la vida. Al alterar el clima, Dios está llamando la atención de Su creación. Está tratando de que reflexionemos en la causa y el efecto, y de lo que ocurre cuando las personas rechazan la ley del Dios que les dio la vida. Está mostrando a la humanidad que estamos quebrantando leyes que, si se cumplieran, causarían alegría, paz, felicidad y “lluvia a su tiempo”.
Los meteorólogos no reconocen esta dimensión fundamental en el clima porque, como la mayoría de la humanidad, están engañados sobre las realidades más básicas de la vida (Apocalipsis 12:9). Este engaño les impide ver la correlación directa entre el estilo de vida equivocado y los desastres climáticos.
Los devotos de la religión del cambio climático provocado por el hombre están equivocados. Dicen que la industria del hombre es responsable del clima errático; y al mismo tiempo, luchan por acelerar los cambios culturales que están destruyendo familias e individuos. Es cierto, la industria y la contaminación tienen algún efecto en la inestabilidad de los patrones climáticos, pero la causa principal —por un amplio margen— es la orgullosa y creciente anarquía del hombre. Puede que usted no crea que la proliferación del engaño, la avaricia, el hedonismo, el aborto y otros tipos de abuso infantil están perjudicando económicamente a las naciones, pero la Biblia dice que sí.
Las acciones de la humanidad están agravando el clima porque nuestra anarquía está haciendo que nuestro Creador nos castigue, para nuestro beneficio a largo plazo. El clima es una herramienta que Dios utiliza para llevar a cabo este castigo.
Pronóstico para el futuro
La Biblia ha pronosticado inundaciones, sequías y otros desastres que el mundo está sufriendo en la actualidad. También predice que las condiciones actuales pronto parecerán leves comparadas con el tiempo desenfrenado que se avecina (Ezequiel 5:16; Apocalipsis 8:4-12). Dios pronto desatará fuerzas de la naturaleza sin precedentes sobre este mundo rebelde para humillar al hombre y poner a las naciones de rodillas en arrepentimiento (Isaías 45:22-25).
Pero no todo lo que viene es una tormenta. Después del intenso periodo de castigo y arrepentimiento, Dios promete que “sanará la tierra” (2 Crónicas 7:13-14). Bajo el gobierno de amor de Dios, todos los hombres guardarán la ley de Dios y cumplirán Sus mandamientos. Entonces Dios promete que en lugar de maldiciones meteorológicas, Él hará “descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán. Y el árbol del campo dará su fruto, y la tierra dará su fruto” (Ezequiel 34:26-27). Durante este hermoso tiempo futuro, los actuales desiertos inhóspitos de la Tierra se gozarán y florecerán como la rosa (Isaías 35:1).