L. MELIKHOV/EL CENTRO ALEKSANDR SOLZHENITSYN, LASKI DIFFUSION/GETTY IMAGES
El hombre que destruyó el imperio soviético
La Unión Soviética fue una dictadura brutal. Actualmente se ven ecos de ello en Rusia. Un hombre estuvo detrás del colapso soviético quizás más que nadie en la Tierra. Su nombre era Aleksandr Solzhenitsyn. Su vida refuerza una poderosa lección bíblica.
Solzhenitsyn sufrió como prisionero en los gulags soviéticos durante ocho años. Su libro El Archipiélago Gulag expuso cómo estos horrendos campos de prisioneros formaban una red que se extendía por la Unión Soviética como una cadena de islas desde la década de 1920 hasta la de 1950. La clase dirigente utilizó estos campos para aterrorizar a su propio pueblo.
En 1975, Solzhenitsyn escribió su autobiografía, The Oak and the Calf [El roble y el becerro]. Traducida al inglés en 1979, describe su lucha por publicar sus escritos bajo la asfixiante opresión del comunismo. Pero Solzhenitsyn era un hombre de fe. Creía que Dios había intervenido en su sufrimiento y en su denuncia. Estoy seguro de que Dios le utilizó para desenmascarar a ese malvado imperio y enseñarnos sobre la naturaleza humana. ¡Un hombre destruyó el imperio soviético!
Solzhenitsyn se dio cuenta de que, con fe, un solo hombre puede sacudir el mundo. Este fue un punto que el propio Jesucristo enseñó. ¿Cuánto sabe usted sobre la fe, la fe que produce resultados?
La fe para advertir
Jesucristo enseñó mucho sobre la fe. En una ocasión, cuando se le acercaron dos ciegos que querían ser sanados, les preguntó: “¿Creéis que puedo hacer esto?”. Cuando dijeron que sí, les tocó los ojos y les dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:27-29).
¡Este poderoso ejemplo muestra cómo incluso la gente mundana e inconversa puede recibir ayuda de Dios a través de la fe! Casi nadie en este mundo entiende esto, pero confiar en Dios produce resultados espectaculares. La afirmación de Cristo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”, ¡condena la falta de fe en este mundo!
Cristo fue un hombre que realizó poderosos milagros, entre ellos expulsar demonios. ¿Sabía que esos demonios siguen hoy día en la Tierra? Cristo demostró que podemos ahuyentarlos, e incluso al mismísimo diablo Satanás, si confiamos en Él con fe.
¡Solzhenitsyn utilizó la fe para hacer temblar al imperio soviético e incluso al mundo entero! Deberíamos recordarlo: es una historia inspiradora que debería motivarnos a todos.
En otro caso, un hombre pidió a Cristo que sanara a su hijo poseído por el demonio, diciendo que sus discípulos eran incapaces de ayudarle. Cristo dijo: “Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá”. ¡Estaba perturbado por la falta de fe! Entonces expulsó al demonio y sanó al niño (Mateo 17:14-18).
Cuando los discípulos le preguntaron en privado por qué sus esfuerzos no habían obtenido resultados, Jesús respondió: “Por vuestra poca fe…” (versículos 19-20). Estos discípulos necesitaban aprender la verdadera fe antes de poder seguir el ejemplo de Cristo.
“Porque de cierto os digo, que si tuvieres fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”. Con fe, ¡un hombre puede mover una montaña de un lugar a otro si es necesario! ¿Cómo pueden los hombres ignorar una promesa tan trascendental de Dios? Necesitamos comprender el increíble poder de la fe y permitir que entre en nuestras vidas.
Comunismo al descubierto
Mientras Solzhenitsyn languidecía en los gulags, Herbert W. Armstrong advertía al mundo sobre el comunismo. Proclamó cómo el comunismo era un enemigo mortal de Occidente, en particular de las naciones israelitas modernas de Estados Unidos, Gran Bretaña y el Estado judío en Oriente Medio. (Puede comprobar la identidad bíblica de estas naciones solicitando su ejemplar gratuito del libro del Sr. Armstrong Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía).
“El comunismo es un movimiento político mundial, organizado dentro de muchos países”, escribió el Sr. Armstrong en La Pura Verdad de abril-mayo de 1944. “De la literatura comunista oficial, cualquiera puede aprender, si desea conocer la verdad, que el comunismo es un plan, en acción, para el derrocamiento violento del capitalismo y de los gobiernos capitalistas. Y capitalismo significa democracia, ya que son las democracias las que controlan más de dos tercios del capital mundial”.
Mientras estuvo en el gulag, Solzhenitsyn reflexionó sobre la Revolución rusa y sobre cómo había destruido su país. Sabía que alguien tenía que denunciar la verdad. ¿Quién sería? Decidió que tendría que ser él mismo. Era su propia vida la que debía arriesgar al escribir sobre un sistema penitenciario que reflejaba una revolución enloquecida.
Su vida estuvo seriamente amenazada en varias ocasiones. Pero siguió escribiendo libros y denunciando a los gobernantes comunistas. “Para utilizar una imagen shakespeariana”, escribió George Steiner en el New York Times Book Review: “Durante finales de la década de 1960 y a lo largo de la de 1970, Aleksandr Solzhenitsyn abarcó el mundo como un coloso. La obtención del Premio Nobel de Literatura en octubre de 1970, su expulsión de Rusia en febrero de 1974, la publicación en Occidente de El Archipiélago Gulag ese mismo año, lo convirtieron no sólo en el escritor más famoso del mundo, sino en un guía espiritual, un profeta, un ejemplar incomparable desde Voltaire o Tolstoy. Cada uno de sus movimientos, sus pronunciamientos más ocasionales, fueron objeto de una atención frenética en los medios noticiosos. Multitudes bloqueaban los aeropuertos a los que llegaba Solzhenitsyn. En el ‘mundo libre’, Pabellón de cáncer y El primer círculo se vendieron por millones; en Rusia y en Europa del Este, los ejemplares clandestinos pasaban de mano en mano, manteniendo ferozmente viva la ‘esperanza contra la esperanza” (1 de marzo de 1998).
Las experiencias de Solzhenitsyn lo desesperaron lo suficiente como para hablar en contra de lo que algunos han llamado la mayor tiranía de la historia. En medio de ese sufrimiento, desarrolló un carácter y unos valores con los que no transigiría, ni siquiera a riesgo de morir.
Un hombre de carácter penetrante cambió la historia. En la base de su carácter había una fuerte moral religiosa. A través de la fe, Aleksandr Solzhenitsyn sacudió y destruyó el imperio soviético.
Ambición monumental
En The Oak and the Calf, Solzhenitsyn escribió sobre los peligros de componer un libro para denunciar los gulags.
“El golpe más duro fue descubrir que, después de haber pasado por el curso completo en los campos, seguía siendo tan estúpido y vulnerable”, escribió. “Había sido un escritor clandestino durante 18 años, tejiendo mi red secreta y asegurándome de que cada hilo aguantara. Un error sobre una sola persona podría haberme hundido en un pozo de lobos con todo lo que había escrito, pero no había cometido ningún error y no había caído. Había dedicado tantos esfuerzos a mantenerlo todo a salvo, tantos sacrificios a escribirlo. Mi plan era inmensamente ambicioso. Dentro de otros diez años, debería estar preparado para enfrentarme al mundo con todo lo que había escrito”.
¡Solzhenitsyn quería mover una montaña con sus escritos! Su mente estaba llena de las espantosas experiencias del gulag y se sintió obligado a exponerlo todo. Esto alimentó una ambición monumental. Cuando le preguntaron por qué tenía siempre tanta prisa, ¡explicó que tenía tanto sobre lo que escribir! Sentía que no tenía tiempo que perder y que necesitaba exponer urgentemente el imperio soviético ante el mundo.
“La fuerza de mi posición era que mi reputación estaba sin mancha de transigencias, y debía mantenerla así, aunque tuviera que guardar silencio durante otros 10 años”, dijo. Al enfrentarse a tantas pruebas, Solzhenitsyn estaba decidido a no transigir. ¡Eso requiere una fe fuerte! Se examinó a sí mismo y se dio cuenta de que había estado siguiendo a la multitud en sus delirios. Así que se humilló y corrigió el problema.
Con una claridad poco común, Solzhenitsyn llegó a comprender que la naturaleza humana es malvada (Jeremías 17:9; Romanos 8:7). Mucha gente cree que la “gente buena” no hace cosas malvadas. Solzhenitsyn dijo que eso no es cierto. Uno debe luchar para sacar el mal de sí mismo, insistía. Y él luchó poderosamente para sacar el mal de su propio corazón. ¡Es asombroso! Es muy bíblico. ¿Cuántas personas en este mundo comprenden realmente la naturaleza humana?
Solzhenitsyn creía que Dios estaba con él, enseñándole y guiando sus acciones. “Había aprendido en mis años de encarcelamiento a sentir esa mano que me guiaba, a vislumbrar ese brillante significado más allá y por encima de mí mismo y de mis deseos”, escribió. Buscó un significado más elevado en lo que ocurría en el seno de la brutal Unión Soviética. Tenía fe en Dios y estaba convencido de que Dios quería que desenmascarara esa vil dictadura. Y decidió dar prioridad a sus convicciones sobre su propia vida.
Solzhenitsyn intentó interpretar correctamente cada acontecimiento importante de su vida. “El secreto de una gran vida suele ser que un hombre descifre los símbolos misteriosos que se le conceden [otorgan o permiten], los comprenda y aprenda a caminar por la senda verdadera”. Buscaba la ayuda de Dios para descifrar correctamente los acontecimientos y así saber qué hacer. Buscaba a Dios y procuraba que Dios le guiara.
“Para disfrutar de mi orgulloso y abierto desafío, de mi reconocido derecho a pensar por mí mismo, habría sido, me atrevo a decir, doloroso, quizá imposible, volver a mi anterior vida tranquila”, escribió. “Por fin empezaba a ver revelado el significado más elevado y oculto de ese sufrimiento para el que había sido incapaz de encontrar una justificación, ese agudo recordatorio de la razón suprema [es decir, Dios] que ningún simple mortal puede comprender al principio”.
A menudo no podemos comprender inmediatamente el propósito de Dios de por qué debemos sufrir. Solzhenitsyn, sin embargo, lo comprendió: “Por eso mis desgracias asesinas me habían sido enviadas por Dios para negarme toda posibilidad y arrebatarme toda oportunidad de pasar desapercibido y callar, para hacerme sentir lo bastante desesperado como para hablar y actuar. ¡Pues había llegado el momento!” (ibíd.). Sus pruebas le persuadieron para que hablara. Mientras el imperio soviético infligía un dolor que destruía la mente de millones de personas, él no podía permanecer callado.
“Feliz el hombre que descifra más rápidamente la escritura en el cielo, pero yo soy lento. Necesito tiempo”, escribió. “Pero yo también desperté una mañana, como un hombre libre en un país libre”. Solzhenitsyn aguantó y al final fue libre, gracias en gran parte a sus escritos.
Dios quiere razonar junto con los seres humanos (Isaías 1:18). Podemos pensar y estudiar y descubrir más sobre nuestro Creador cada día y crecer en la fe como lo hizo Aleksandr Solzhenitsyn.
‘Clama a voz en cuello’
Nunca un gobierno tan masivamente asesino como el de la Unión Soviética había sido tan profundamente desenmascarado por un solo hombre. Los líderes comunistas intensificaron su persecución. En febrero de 1974, Solzhenitsyn fue expulsado de la Unión Soviética. En 1976, fijó su residencia en Vermont.
Cuando Solzhenitsyn llegó a Estados Unidos, estaba muy agradecido. Pero también estaba profundamente decepcionado con lo que los estadounidenses estaban haciendo con sus libertades.
“No pongo ninguna esperanza en Occidente, de hecho ningún ruso debería”, escribió en Invisible Allies [Aliados invisibles]. “Si el siglo xx tiene alguna lección para la humanidad, seremos nosotros quienes enseñaremos a Occidente, no Occidente a nosotros. La excesiva facilidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su juicio”.
En junio de 1978, Harvard, la institución educativa más prestigiosa de Estados Unidos, invitó a Solzhenitsyn a pronunciar su discurso de graduación. ¡Aprovechó esa oportunidad para condenar el modo de vida de nuestra nación! Dijo que la gente estaba demasiado atrapada en los deportes, las películas y los placeres como para tener voluntad o razón. Criticó a los educados y a los intelectuales que estaban adoctrinados políticamente y saturados de placer. Estas personas arrastraban a toda la sociedad, privando a la gente de fuerza, voluntad, razonamiento, valor y entusiasmo para hacer lo correcto y denunciar lo incorrecto.
El discurso de Solzhenitsyn en Harvard causó conmoción en todo Occidente. A la gente le disgustó y rechazó su mensaje. ¡Cómo odia la naturaleza humana recibir corrección! ¡La mayoría de los políticos, las instituciones educativas y los medios de comunicación se volvieron amargamente contra este hombre! Pero él tenía razón. ¡Y los pecados por los que condenó a esta nación en 1978 son aún peores hoy!
Solzhenitsyn sintió la responsabilidad de clamar a voz en cuello. Eso se parece mucho a Isaías 58:1, donde Dios dio este audaz encargo a su profeta: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. En cierto sentido, Solzhenitsyn hizo esto. A la Iglesia de Dios hoy se le ordena hacer esto. Declaramos a las naciones de Israel y a todo el mundo sus transgresiones, y advertimos de cómo Dios castigará si no despiertan y se arrepienten.
“La experiencia del campo me dice que cuanto más duro seas con los soplones [otros prisioneros que habían sido reclutados como señuelos o informadores], más seguro estarás”, escribió Solzhenitsyn. “Nunca debes apelar a la sumisión. Si callo, esperarán unos meses y en silencio me harán papilla, o no tendré permiso de residencia por parasitismo o alguna otra excusa. Pero si hago suficiente ruido, su posición será más débil”. Así que estaba decidido a clamar y contar al mundo lo que estaba ocurriendo en su país. ¡Luego se armó aún más de valor y clamó a voz en cuello sobre muchos de los problemas de Occidente! En muchos sentidos, ¡movió una montaña como dijo Cristo! Ese es el tipo de poder que tenía este hombre.
Aleksandr Solzhenitsyn dijo que recibió una educación invaluable en aquel gulag ruso. Pidió a Dios que le ayudara a comprender y a desenmascarar toda aquella corrupción, y luego a clamar cuando llegara el momento. Arriesgó su vida y fácilmente podría haber sido asesinado, pero Dios le protegió y Dios le recompensó, tal y como dijo que haría. En el gulag, Solzhenitsyn vio a Dios. Y a través de él, ¡Dios derribó la montaña soviética!
“Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí alla, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20). Siga este asombroso ejemplo de la historia, ¡y nada le será imposible!