ISTOCK.COM/ZU_09
El fracaso de la democracia moderna
La Revolución Francesa comenzó en 1789 (dependiendo de cómo usted la cuente). La primera Constitución, en 1791, creó una monarquía constitucional. Pero el rey y los revolucionarios estaban demasiado divididos para trabajar juntos. Un año más tarde, Francia se declaró una república. En 1793, ésta creó una nueva Constitución. Esto ayudó a empoderar a Maximilien Robespierre y al Comité de Seguridad General. El Comité pronto tuvo el poder para matar a cualquiera que quisiera, lo cual éste hizo con entusiasmo. El subsiguiente Reinado del Terror encarceló a 300.000 y ejecutó a unos 40.000—un precursor de las purgas comunistas del siglo xx . Para describirlo, entró un nuevo término al idioma inglés: “terrorismo”.
Al poco tiempo, los que quedaron de los principales ciudadanos de Francia, se dieron cuenta de que, si no destruían al Comité de Seguridad General, éste pronto los destruiría a ellos. En 1794, hubo un golpe de Estado. Le siguió otra Constitución. Habiendo recibido recién una terrible lección sobre los peligros del poder incontrolado, Francia se fue al otro extremo. La nueva Constitución estaba llena de controles y equilibrios que restringían al gobierno, haciéndolo impotente ante la hiperinflación, la escasez de alimentos y la derrota militar. Y ya que la Constitución era casi imposible de enmendar, los problemas eran insolubles. Otro golpe de Estado siguió en 1797, y luego otro en 1798. Más tarde otro en junio de 1799. Con la parálisis del gobierno insertada en una Constitución sin cambios, un golpe era prácticamente la única forma de hacer algo.
Esta Constitución fue destruida finalmente en noviembre de 1799. La democracia ha fracasado repetidas veces en afianzarse. Así, un popular joven militar decidió hacerse cargo: Napoleón Bonaparte. Así como en Roma, el gobierno democrático ya había fracasado; sólo se trataba de quién recogería las piezas.
Muy pocas democracias fundadas en las décadas posteriores a este tiempo sobrevivieron. En el siglo xix, unos 25 países se independizaron. De éstos, sólo tres han sobrevivido hasta hoy sin tener que pasar por algún tipo de golpe de Estado o dictadura. Canadá obtuvo la independencia (como dominio británico) en 1867 a través de una negociación. Su gobierno siguió el patrón británico; hasta este día, la reina de Canadá es la Reina Isabel ii. Liberia se independizó de EE UU en 1847; con una Constitución según el modelo de la de EE UU. Bélgica se independizó de los Países Bajos en 1830 como una monarquía constitucional. Ésta fue ocupada por Alemania, pero no sufrió heridas auto infligidas. Las otras más de 20 naciones no lograron la democracia en ese siglo o destruyeron su propia democracia.
Eso no quiere decir que una Constitución defectuosa causara las fallas del resto. En la mayoría de los casos, ni siquiera había algún factor; la gran mayoría de estas naciones recientemente independientes comenzaron en una posición mucho más débil que la infancia de Estados Unidos. En vez de eso, muestran los pocos ejemplos que tenemos de democracias perdurables. El fracaso es la norma. Cuando usted considera que la mayor parte de Europa no se volvió democrática hasta el siglo xx—en muchos casos no hasta después de la II Guerra Mundial—queda claro que hay pocas formas probadas de organizar una democracia para que sobreviva a la prueba del tiempo.
Francis Fukuyama proclama que el fin de la Guerra Fría señala “El fin de la historia”, como él titula su libro. “Lo que podemos estar presenciando es… el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”, escribe él.
Pocos lo han afirmado tan explícitamente, pero esta ha sido la visión general del mundo: Hemos concluido que, la democracia es el camino a seguir. Pero la realidad es que, esta visión de la democracia como el punto final de la historia humana simplemente no es histórica. En cambio, la democracia ha probado ser frágil y generalmente de corta duración. ▪