El amor es preocupación
¿Qué es el amor? Las opiniones varían enormemente.
Buscando una definición simple para el amor verdadero, el educador Herbert W. Armstrong escribió estas cuatro palabras: “Preocupación desinteresada y altruista”. El verdadero amor, definido por Dios, no es una emoción, aunque puede expresarse con contenido emocional. El amor es una decisión; el amor es acción. El Sr. Armstrong a menudo lo expresó como vivir el “modo del dar”.
Esta definición encaja con la descripción bíblica del amor verdadero en 1 Corintios 13. Este pasaje brinda maravillosos detalles sobre el amor de acuerdo a Dios y muestra cómo este amor lo es todo y sobrevive a todo.
La definición del Sr. Armstrong continuó diciendo que esta preocupación es “por el bien y el bienestar de la persona amada”. Así que este amor no es simplemente la acción de dar; hay una preocupación genuina involucrada, preocupación por su bien y bienestar.
Eso es lo que nos dice 1 Corintios 13:3. Léalo cuidadosamente: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor [amor de acuerdo a Dios], de nada me sirve”. Esto es notablemente profundo. Puede dar todos sus bienes, y carecer del amor de Dios. Puede sacrificar su vida, y no tener el amor de Dios.
Esto también concuerda con la definición del Sr. Armstrong: el amor es más que emoción e incluso más que sólo acción. En el amor verdadero, las emociones y las acciones brotan de la preocupación, lo cual es una actitud o estado de ánimo.
Esa actitud es de suma importancia para determinar si estamos o no expresando el amor de Dios.
La acción y la preocupación tampoco son necesariamente conceptos separados. El amor de Dios es una preocupación basada en la acción y una acción llena de preocupación. El Sr. Armstrong continuó: “El amor verdadero combina el aspecto racional de la preocupación altruista —el deseo de ayudar, servir, dar o compartir— junto con un sentimiento afectuoso de preocupación sincera”.
Considere esto: usted puede hacer cosas de “dar”, pero si lo hiciera con una actitud de “recibir” no se producirían relaciones armoniosas u otros frutos del amor de Dios en su vida. Todos podemos dar, servir, incluso “cooperar”… con la actitud equivocada. Podemos hacer esas cosas con el espíritu de competir y obtener, o tal vez de autojusticia.
Una forma de evaluarlo es observar qué tanto nos cansamos en nuestro servicio. Si damos sólo porque se supone que debemos hacerlo, entonces nos cansaremos de servir. Si lo hacemos sólo porque nadie más lo hará, podemos cansarnos de hacer el bien. Si ayuda a alguien sólo porque es “lo correcto”, entonces sólo podrá mantenerlo por cierto tiempo. Ese servicio le desgastará.
Todos nos cansamos físicamente y necesitamos descansar y recargar energías. Pero si estamos verdaderamente motivados por el amor de Dios, no nos cansaremos espiritualmente. Si ayuda a los demás y dedica su tiempo porque se preocupa por ellos —es decir, se preocupa por que se haga más que por quién se lleva el mérito— esa es la “preocupación altruista”. Si sirve porque realmente le preocupa la persona a la que sirve, entonces está cooperando con la fuerza divina invisible, inmutable e inexorable que gobierna todas las relaciones.
Si nos preocupamos por los demás, nuestras acciones pueden ser verdaderamente amorosas. Los siguientes versículos en 1 Corintios 13 definen ese amor en acción: cómo se comporta y cómo no se comporta. También muestra las actitudes detrás de esas acciones: lo que le preocupa, o lo que no le preocupa, o lo que le causa alegría.
El versículo 8 muestra que se trata de una ley perdurable en la creación: “El amor nunca falla; pero si hay profecías, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se desvanecerá” (versión New King James). Gran parte de las cosas que manejamos es “parcial”. Una profecía deja de serlo cuando se cumple. El lenguaje (“lenguas”) es sólo un medio para representar la realidad. Incluso el conocimiento mismo podría ser sólo una forma intelectual de alguna realidad, pero no la realidad en sí. El versículo 9 dice que incluso lo que profetizamos y sabemos es parcial y limitado.
Pero el amor de Dios lo es todo. Siempre ha existido porque Dios siempre ha existido y seguirá existiendo para siempre. “Mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará” (versículo 10). Cuando el plan de Dios se cumpla, mucho de lo que manejamos cesará o se volverá obsoleto; pero no el amor de Dios. Porque esa es la fuerza que siempre ha regido y regirá todas las relaciones.
Dios está interesado en nuestra preocupación altruista. Su propósito para el hombre es formar Su carácter en nosotros, que es fundamentalmente Su amor, porque Dios es amor (1 Juan 4:8, 16). Él debe darnos Su amor, ya que no lo tenemos naturalmente dentro de nosotros (Romanos 5:5). ¡Cuanto más lo expresamos en nuestras vidas, más compartimos algo que durará para siempre, y más cerca estamos de cumplir el propósito por el cual existimos!