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¿Dónde están los hombres?

CHANDAN KHANNA/AFP VÍA GETTY IMAGES

¿Dónde están los hombres?

Reconocemos el problema. ¿Admitiremos la causa?

Recientemente apareció un video de un hombre negro que se comportaba de manera errática y amenazante en un metro repleto de la ciudad de Nueva York. Cuando se sentó junto a dos mujeres, éstas se levantaron para alejarse, pero el hombre agarró a la fuerza a una de ellas y la volvió a sentar. La mujer, con los ojos cerrados y terror en su rostro, gritó reiteradamente: “Ayúdenme”. Nadie se inmutó. Vieron (y grabaron) cómo este hombre, probablemente de no más de 70 kilos, luego le gritaba, la agarraba del cabello y la empujaba.

“¿Qué dice de la sociedad el hecho de que ni un solo hombre haya intervenido para ayudar?”, preguntó Rita Panahi, de Sky News Australia. Esa es una excelente pregunta.

La respuesta es que la sociedad sufre una peligrosa escasez de hombres dispuestos a levantarse como protectores. Panahi dijo acertadamente que esto era “otra señal de que nuestra civilización está en grave declive”.

Un incidente mucho más grave fue el asesinato en masa en Uvalde, Texas. La escena es más repugnante de lo que se puede imaginar: un joven desquiciado de 18 años asesina a 19 alumnos de tercer y cuarto grado y a dos profesores, mientras 19 agentes de policía armados permanecen fuera del aula, armados con equipo táctico, esperando el permiso para entrar durante casi una hora. El comandante en la escena detuvo a los oficiales porque asumió que todos los niños ya estaban muertos.

Muchas personas estaban indignadas con justa razón. La sociedad todavía condena la cobardía. Todavía esperamos que los hombres se pongan de pie y defiendan a los indefensos. Me parece extraordinario, teniendo en cuenta lo mucho que la sociedad se ha esforzado por tachar la masculinidad de “tóxica” y echar por tierra el deber del hombre como protector y defensor.

Naturalmente, la gente está absorta en sí misma. Se debe enseñar a los hombres a cuidar de los débiles e indefensos, a sacrificarse por los demás. Debemos estar capacitados para proteger a las mujeres y los niños. En lugar de enseñar esto, nuestra sociedad “progresista” lo condena como paternalista y patriarcal. Insisten en que las mujeres pueden valerse por sí mismas.

Los resultados brindan un poderoso ejemplo del peligro de deshacerse de la tradición y remodelar la sociedad basándonos en nuestras propias ideas: ideas como que los roles sexuales no importan y, lo que es más perverso, que el género es fluido. A medida que aceptamos estos errores, debemos esperar más y más eventos trágicos de este tipo. Debilitar a nuestros protectores nos hace vulnerables a males terribles.

Pero no es sólo la tradición lo que estamos desechando: es el diseño de Dios. El deber de un hombre de proteger es dado por Dios.

Dios diseñó a los hombres con una mayor capacidad de fuerza física y un temperamento mental y emocional más fuerte que el de las mujeres. Obviamente hay hombres débiles y mujeres fuertes, y Dios quiere que las mujeres sean fuertes también. Pero Él diseñó que su capacidad de fuerza física sea menor, y que exprese su fuerza de manera diferente a la del hombre.

¿Es arbitrario o injusto que Dios dé a los hombres mayor fortaleza física, mental y emocional? Dios creó la fuerza física en los hombres para que la usaran desinteresadamente para proteger a los que tienen menos fuerza; por ejemplo, a los que están siendo agarrados del cabello o amenazados por un hombre armado. El propósito de Dios es que los hombres superemos nuestro egoísmo natural, protejamos, proveamos y defendamos a las mujeres y beneficiemos a la sociedad.

El apóstol Pablo escribió: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados (…) Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos” (Hechos 20:35; Romanos 15:1). En Isaías 1:23, Dios condena a nuestra sociedad egoísta y a los hombres que descuidan las necesidades de las viudas y de los huérfanos: mujeres sin esposo e hijos sin padre. Dice que proporcionar una presencia masculina y aliviar su aflicción es religión pura (versículo 17; Santiago 1:27).

Qué precio tan terrible estamos pagando por desmantelar el papel masculino de acuerdo a Dios.

Por muy indignada que esté la gente por la cobardía de los agentes de policía en Uvalde, esto no es simplemente el fracaso moral de un par de docenas de policías. Es el resultado inevitable de una sociedad que ignora y luego ataca la ley de Dios e incluso el diseño natural de Dios, pilares que han sustentado a la familia y la civilización durante milenios.

La sociedad acusa continuamente a la policía de racismo, fuerza excesiva y otros males. ¿Deberíamos estar tan sorprendidos cuando dudan en actuar en una situación que requiere coraje y convicción, sin mencionar la fuerza y la violencia? ¿Cómo podemos seguir criticando la masculinidad y luego horrorizarnos por la falta de ella?

En Isaías 3:1-3, Dios dice que ha maldecido a nuestra sociedad rebelde por eliminar a los líderes masculinos fuertes, capaces y valientes. Sin el hombre poderoso, el hombre de guerra, el capitán de 50, el comandante de incidentes, el oficial, el conductor del metro dispuesto a enfrentar una amenaza, una nación está maldita y es vulnerable.

En Levítico 26:19, Dios advierte que si nos rebelamos en Su contra, Él quebrantará la soberbia de nuestro orgullo. Esto ha sucedido: nuestra nación se ha vuelto cobarde. Nos acobardamos ante la puerta de las aulas, ante un hombre flaco que agarra a una mujer por el pelo y ante la perspectiva de ser cancelados. El mal se propaga, a menos que se le confronte. Y la gente está maldita.

Es crucial que nosotros, los hombres, abracemos el deber que Dios nos ha dado como protectores, y que enseñemos a nuestros hijos a hacer lo mismo. Nuestro libro Biblical Manhood [Masculinidad bíblica, disponible en inglés] lo educará sobre ese deber. Proporciona una dirección detallada y práctica sobre cómo cumplir con los siete roles dados por Dios a los hombres, incluyendo el de protector. Muestra cómo un hombre puede construir esta mentalidad piadosa y llegar a pensar más como Dios, quien en sí mismo es un Defensor de los débiles, un Protector de los indefensos.


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