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Dios no ha terminado con Trump
Dios aún no ha terminado con Donald Trump.
[El sábado], la bala de un asesino le rozó la oreja. Si el rifle hubiera apuntado unos nanómetros a la derecha, el Sr. Trump estaría muerto. En el instante en que la bala pasó a 3.000 pies por segundo, si no hubiera tenido la cabeza girada, estaría muerto. Si hubiera girado la cabeza dos centímetros más a la derecha, estaría muerto.
Pero este presunto asesino, en lugar de convertir al presidente en un mártir, bruñó la imagen de Trump en muchas mentes como guerrero y héroe.
En lugar de sumir en el caos al movimiento político de Trump y a la nación, este pistolero la unió y la aglutinó tras el hombre al que intentaba matar.
Si esa bala se hubiera desviado unos milímetros a la izquierda y no hubiera alcanzado a Trump por completo, no tendríamos esas imágenes icónicas de un hombre ensangrentado, golpeando el aire con el puño, musitando: “Lucha, lucha, lucha”.
Todos los esfuerzos de los críticos y enemigos de este hombre por debilitarlo, impedirlo, descalificarlo y ahora incluso asesinarlo acaban no sólo fracasando, sino redundando en su beneficio.
Hay una razón. Cada vez es más evidente para cualquiera que tenga los ojos abiertos.
Esto es providencial. Dios todavía tiene trabajo que hacer para Donald Trump.
El redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, ha estado indicando profecías en 2 Reyes 14 y Amós 7 que se refieren a Donald Trump. Esto se explica detalladamente en su libro Estados Unidos bajo ataque.
Porque parte de estas profecías siguen sin cumplirse, cuando Trump dejó Washington hace 3½ años, el Sr. Flurry dijo que volvería.
La improbable cadena de acontecimientos que han llevado a Trump de la derrota –después de dos procesos de juicio político, docenas de cargos penales, una redada del fbi en su casa, acusaciones de delitos graves y un atentado contra su vida apenas fallido– a ser ahora el inevitable próximo ocupante del Despacho Oval son una prueba asombrosa de la fiabilidad de esta profecía.
Los enemigos de Trump están exasperados y echando humo. Llevan años hablando de la necesidad de que sea eliminado. Siguen gritando, cada vez más alto, que el éxito de esta encarnación moderna de Adolfo Hitler significa la muerte de la democracia estadounidense y de la paz mundial. Algunos se lamentan ahora descaradamente de la mala puntería del tirador. La forma en que [el sábado] se desarrolló, sin embargo, hará menos probable cualquier futuro intento de asesinato contra Trump.
Se expusieron graves dudas sobre el destacamento del Servicio Secreto de Trump. El hecho de que un pistolero pudiera acercarse a menos de 140 metros del Sr. Trump en un acto público y efectuar varios disparos sin obstrucción es, en el mejor de los casos, una negligencia criminal catastrófica. Los relatos de primera mano sugieren posibilidades más siniestras. Sea cual sea la explicación, es seguro que estas brechas de seguridad se cerrarán. La amenaza contra Trump debe tomarse más en serio.
[El sábado] por la tarde, el Sr. Flurry estaba terminando de dar un discurso público sobre Abraham Lincoln y las lecciones de la Guerra Civil estadounidense. Habló de lo frustrado que estaba Lincoln con sus generales ineficaces, y de cómo no fue hasta que encontró a un hombre que se creyó su gran estrategia de "guerra total" que el Norte pudo avanzar en el final de la guerra y salvar la Unión.
El Sr. Flurry finalizó su mensaje con una nota aleccionadora, leyendo, sin comentarios, los párrafos finales de Lincoln and His Generals [Lincoln y sus generales], por T. Harry Williams. Los cuales relatan la última orden importante de Lincoln, un telegrama al general Grant: “Que se presione la cosa”–termina el trabajo. Dios utilizó a Lincoln para reunificar a Estados Unidos de Norteamérica y ese trabajo estaba completo.
En el párrafo final del libro, William escribió abruptamente: "El 8 de abril, un sábado, Lincoln embarcó en el River Queen y emprendió el regreso a casa. Cuando el barco se alejó del muelle, Lincoln permaneció largo rato contemplando la tierra. Puede que pensara en los fatigosos años de derrota –en McClellan, Burnside, Hooker– o en la hora de la victoria y en Grant y Sherman. Ese día John Wilkes Booth se registró en el Hotel Nacional de Washington”.
Quienes escucharon el discurso del Sr. Flurry reflexionaron sobre su referencia al asesino de Lincoln. Apenas dos horas después, un moderno aspirante a John Wilkes Booth fracasó en su objetivo asesino.
Dios aún no ha terminado con Donald Trump. Espere que los esfuerzos por destruir a este hombre sigan siendo un bumerán y un tiro por la culata, es decir, al menos hasta que se cumplan esas profecías.
¿Cuál es el trabajo que le queda por completar a Trump? Esa es una pregunta cuya respuesta debe probarse a sí mismo. Y puede hacerlo, leyendo Estados Unidos bajo ataque.
“Sólo Dios impidió que ocurriera lo impensable”, dijo Trump en un comunicado [el domingo].
Tiene toda la razón. Sus enemigos están siendo frustrados por Dios Mismo. No lo reconocerán. No aprenderán nada de lo ocurrido [el sábado].
¿Y usted?