MELISSA BARREIRO/LA TROMPETA
Desenmascarando al unipartido
Estados Unidos ha sido secuestrado por una camarilla de élites políticas que manejan su propia agenda independientemente del partido político que esté formalmente en el poder. Los estadounidenses han perdido el control de su gobierno. Este hecho se ha hecho cada vez más evidente, incluso durante la lucha por el nombramiento del presidente de la Cámara de Representantes en enero.
En los últimos 100 años, el presidente de la Cámara ha sido elegido en la primera votación. Esta vez han sido necesarias largas negociaciones, casi una pelea a puñetazos en el hemiciclo y 15 votaciones a lo largo de cuatro días; la elección más larga y polémica desde los preludios de la Guerra Civil en la década de 1850.
La oposición que se interpuso en el camino fue un grupo de 20 republicanos maga (“Make America Great Again” [Hacer grande a Estados Unidos otra vez]) que exigieron ciertas promesas al nominado, el representante Kevin McCarthy. Querían participar en determinados comités; querían que se derogaran las normas instituidas por la anterior presidenta Nancy Pelosi para devolver más poder a los representantes individuales frente a los líderes del partido; querían poder introducir enmiendas propuestas; querían que los representantes tuvieran 72 horas para leer realmente los proyectos de ley antes de votar sobre ellos, y que esos proyectos de ley se limitaran a un tema en lugar de ser agregaciones “ómnibus” de muchos temas diferentes. También querían votos para abordar la seguridad fronteriza, equilibrar el presupuesto, limitar los periodos de los miembros del Congreso, reducir el gasto, bloquear la financiación de una enorme expansión del Servicio de Impuestos Internos y, quizás lo más importante, establecer un comité para investigar a las agencias gubernamentales que se han convertido en armas en contra del pueblo estadounidense.
Estos son pasos lógicos, razonables y positivos para alejar a EE UU del borde del precipicio. Y no habrían sucedido si estos republicanos se hubieran limitado a seguir la corriente de los otros 200 que estaban dispuestos a votar a favor de McCarthy y seguir como siempre.
Durante generaciones, los conservadores han puesto su esperanza en el Partido Republicano. Pero los demócratas y los muchos republicanos sólo de nombre han estado aplastando el gobierno representativo constitucional de EE UU. No representan a sus votantes; ¡sino que reinan sobre ellos!
Tal vez la mayor lección política de los últimos siete años es que la verdadera batalla en EE UU no es demócratas contra republicanos. Estas son básicamente dos partes del mismo “unipartido” del Gran Gobierno. La verdadera batalla es la del unipartido contra Donald Trump.
Una profecía en 2 Reyes 14:26-27 habla de un tiempo cuando el Israel profético (EE UU y Gran Bretaña) no tendrá “nadie quien le ayude” y se enfrentará a ser “borrado”. Dios profetizó que Él salvaría al país, temporalmente, por mano de un tipo de rey Jeroboam ii del tiempo del fin. Mi padre, el redactor jefe de la Trompeta, Gerald Flurry, ha identificado al presidente Donald Trump como este líder.
Los que se resistieron a hacer el nombramiento de McCarthy según lo habitual son en su mayoría partidarios de Trump, aparentemente los únicos dispuestos a luchar contra el unipartidismo. La profecía bíblica indica que tendrán más éxitos por delante. Como escribió mi padre en su reciente artículo “Listo para la guerra”: “El escenario está preparado para uno de los cumplimientos más dramáticos de la profecía bíblica que hayamos visto en nuestra vida”.
Republicanos sólo de nombre
La única razón por la que McCarthy estaba dispuesto a hacer tantas concesiones a los congresistas maga alineados con Trump es porque él necesita el apoyo de ellos desesperadamente. Como líder de la minoría de la Cámara, podía permitirse ignorarlos, ya que los republicanos no podían aprobar ninguna legislación significativa de todos modos. Ahora que los republicanos tienen una escasa mayoría, no puede permitirse ignorarlos a ellos y a su Freedom Caucus [Asamblea de la Libertad] si quiere conseguir algo. Sus demandas eran razonables —al menos si creemos en un gobierno constitucional— ellos tenían una voluntad suficientemente fuerte y McCarthy los necesitaba. Es interesante que el presidente Donald Trump apoyara a McCarthy como portavoz. La situación deja a McCarthy bastante en deuda con Trump, y él lo sabe.
“Quiero dar las gracias especialmente al presidente Trump”, dijo McCarthy a los periodistas tras ganar a duras penas. “No creo que alguien deba dudar de su influencia. Estuvo conmigo desde el principio. (…) Estaba totalmente involucrado”.
Esperemos que McCarthy cumpla sus promesas, pero él se enfrenta a una firme oposición. De los 222 republicanos del 118º Congreso, unos 50 son miembros del Freedom Caucus. Menos de la mitad de ellos han tenido el valor de plantarse y presionar a McCarthy para que adopte una agenda que dé prioridad a EE UU. Es casi como si los republicanos de la clase dirigente quisieran que su propio partido perdiera sólo para fastidiar a los republicanos pro-Trump.
Después de que el Partido Republicano perdiera el Senado y sólo ganara la Cámara de Representantes por un estrecho margen, los republicanos se enfrentaron a una elección: centrarse en la integridad electoral, o unirse a los muchos que dicen que es hora de “soltar a Trump”. Muchos republicanos prominentes están tomando la segunda opción. El magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch —dueño de Fox News, del Wall Street Journal y el New York Post— está redoblando la narrativa de que las pérdidas republicanas son culpa de Trump y que el partido necesita un nuevo líder antes de las elecciones presidenciales de 2024. El New York Post afirmó que “Trumpty Dumpty” [caricaturizándolo como el personaje infantil Humpty Dumpty] no pudo construir un muro, por lo que tuvo una gran caída. El Wall Street Journal informó que “Trump es el mayor perdedor del Partido Republicano”. Fox News sigue negándose a cubrir la existencia de fraude electoral.
Esta cobertura hace que parezca que la estrategia de los republicanos de la clase dirigente nunca fue ganar las elecciones. Más bien, la estrategia era lanzar las elecciones como medio para destruir a Trump. El comité de acción política del líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, gastó grandes sumas de dinero apoyando a republicanos anti-Trump, como Lisa Murkowski, pero casi nada apoyando a republicanos pro-Trump como Blake Masters. Cada vez está más claro cuál es la posición de todos en el Partido Republicano.
Trump ni siquiera estaba en la papeleta electoral el pasado noviembre, pero fue el único republicano de renombre que hizo campaña. No se vio a McConnell ni a Glenn Youngkin haciendo mítines. Se contentaron con relajarse y dejar que Trump hiciera todo el trabajo, con la esperanza de poder culparle de las pérdidas que ellos no hicieron nada por evitar. Los republicanos moderados no son tan diferentes de los demócratas radicales como les gusta presentarse. Es su apatía lo que permite a los miembros del unipartidismo, y especialmente a los izquierdistas radicales, transformar fundamentalmente a EE UU.
Gasto ómnibus
Incluso antes de que el Freedom Caucus empezara a arremeter contra McCarthy, éste prometió que si los estadounidenses votaban por los republicanos, él frenaría el gasto público. Pero después de que los estadounidenses dieran a los republicanos una mayoría de 10 escaños, 18 senadores republicanos y nueve representantes republicanos votaron a favor de una ley ómnibus de gastos ridículamente grande, irresponsable y liberal de 1,7 billones de dólares. Este proyecto de ley de 4.155 páginas se divide en 858.000 millones de dólares para programas de defensa y 787.000 millones para programas discrecionales no relacionados con la defensa. Aumenta el gasto discrecional en 200.000 millones de dólares y contribuye a un déficit de 1,2 billones.
El proyecto de ley canaliza millones de dólares a grupos climáticos y a grupos radicales que adoctrinan a la gente con la ideología de género. También perjudica a la Cámara republicana durante un año, impidiéndole contener el gasto y permitir así que los estadounidenses construyan prosperidad. El presentador de Fox Business Larry Kudlow dijo que los republicanos traicionaron a sus votantes al aprobar el proyecto de ley.
Los informes de la Oficina Presupuestaria del Congreso revelan déficits de billones de dólares hasta donde alcanza la vista y nadie, con la excepción unos pocos miembros del Freedom Caucus parece preocupado. Esta política fiscal llevará a EE UU a la ruina cuando llegue el momento de ajustar cuentas, cuando EE UU tenga que empezar a pedir dinero prestado para pagar los intereses del dinero que ya ha pedido prestado. Una deuda tan enorme es pecaminosa (Salmos 37:21; Proverbios 13:22). Como dijo Nathanael Blake en el Federalist: “El gasto deficitario federal no es como endeudarse personalmente. Este es como si la abuela se fuera de juerga con las tarjetas de crédito de sus nietos. Es como que los padres renuncien al futuro de sus hijos hoy por algunas limosnas del gobierno” (12 de febrero de 2018).
La escritura está en la pared. EE UU se encamina hacia una crisis peor que la Gran Depresión porque el unipartidismo se niega a hacer sacrificios por el futuro y prioriza su propio poder sobre todo lo demás. Algunos demócratas en realidad quieren colapsar la economía de EE UU para poder derrumbar por completo el sistema de libre mercado y construir una economía y un gobierno socialistas sobre sus cenizas. Esto es cada vez más claro e inminente, y los republicanos siguen teniendo una voluntad demasiado débil como para hacer algo al respecto. Hablan a bombo y platillo de responsabilidad fiscal, y luego votan a favor de los proyectos de ley ómnibus de todos modos.
Y como si el suicidio financiero de la mayor economía del mundo no fuera suficiente, la ley ómnibus también asegura que el futuro presidente no podrá arreglar el problema. En este enmarañado conjunto de nuevas leyes no esenciales [que inyectan dinero y ganan favor electoral a los legisladores en sus distritos] había una Ley de Reforma del Recuento Electoral para sustituir las ambiguas disposiciones de la Ley de Recuento Electoral de 1887. Ésta prohíbe al vicepresidente negarse a certificar los votos electorales escrutados por el Congreso. Esta ley se diseñó específicamente para evitar otro escenario como el que estuvo a punto de producirse el 6 de enero de 2021, cuando los republicanos de maga le pidieron al vicepresidente Mike Pence que se negara a certificar las elecciones hasta que se investigaran las graves acusaciones de robo de las elecciones.
Listo para la guerra
La evidencia es abrumadora de que tanto los demócratas como los republicanos de la clase dirigente están tratando de impedir que Donald Trump vuelva a ocupar un cargo público. No les importa lo que el pueblo estadounidense quiera o diga, porque creen que su voluntad es ley.
Por esa razón el historiador militar Victor Davis Hanson cree que EE UU ya no tiene una forma de gobierno en la que el pueblo se gobierna a sí mismo a través de sus representantes electos. “No creo que sigamos siendo una república”, le dijo a Mark Levin. “Yo diría que estamos en una transición hacia una democracia radical. Y con eso quiero decir que lo que cualquiera quiera hacer un día cualquiera, si tiene el poder o los votos, lo puede hacer. Así que no respetamos la ley de inmigración; si la gente en la administración quiere deshacerse de ella y abrir la frontera, lo hacen. Si quieren una orden para una operación concreta del fbi, encuentran un juez y lo hacen. Si tiene una agenda y creen que tienen poder por ser electos, no tienen que respetar ninguna barrera de protección o prohibición que la república constitucional haya establecido para evitar el abuso de poder” (14 de agosto de 2022).
Esta es una descripción chocante pero exacta del EE UU actual. Los republicanos apáticos se mantienen al margen mientras los demócratas radicales impulsan una agenda comunista y las agencias de inteligencia armadas persiguen a las pocas personas que tienen el valor de levantarse y luchar.
El cuadro profético de 2 Reyes 14:26-27 se reproduce vívidamente en el EE UU de hoy: “Porque [el Eterno] miró la muy amarga aflicción de Israel [proféticamente, EE UU]; que no había siervo ni libre, ni quien diese ayuda a Israel; y [el Eterno] no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam hijo de Joás”.
¡El país no tiene quien le ayude! “¡Satanás en verdad tiene mucha ayuda!”, escribió mi padre en su artículo de portada de la Trompeta de enero titulado “Listo para la guerra”. “Pero 2 Reyes 14 muestra que no hay quien ayude a Israel. [El presidente de MyPillow, Mike] Lindell está tan comprometido en exponer el fraude electoral, que casi pierde su corporación. No se encuentran muchas personas dispuestas a hacer sacrificios como ese. Pero él no tiene ningún poder real. No hay quien ayude, no hay poder real que acuda para ayudar al presidente Trump y a EE UU. No hay ningún ayudante allí, ¡excepto Dios! Dios ve todo lo que está sucediendo. Y estos criminales se van a topar con algo a lo que nunca antes se han enfrentado. Dios va a salvar a Israel; de lo contrario, ¡Barack Obama borraría el nombre de Israel!”.
A pesar del abrumador poder del unipartidismo del poder legislativo, además del enorme “Estado profundo” del poder ejecutivo, la guerra para recuperar las elecciones robadas está a punto de intensificarse. El hecho de que Donald Trump pudiera presionar a Kevin McCarthy para que adoptara una plataforma que priorice a EE UU puede indicar que él tiene más poder del que la gente cree. Así que siga atento a los fuegos artificiales en el Congreso. Obviamente no sabemos con precisión cómo se desarrollará esto, pero puede estar seguro de que Trump no se irá hasta que haya cumplido el papel para el que Dios lo está usando.
Pero cada uno de nosotros también debe saber que no basta con reconocer el mal que está perpetrando la izquierda radical. Tampoco basta con poner su fe en Donald Trump, el Jeroboam moderno. Usted debe tener fe en —y arrepentirse hacia— el Dios que usó al Sr. Trump en primer lugar y que está a punto de usarlo de nuevo.