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Cuando la cosecha fracasa
Al ver 37 tipos de pan diferentes en el estante del supermercado usted no se daría cuenta, pero la producción mundial de alimentos está en peligro. Cada año, el mundo evita la hambruna a gran escala mediante el uso de fertilizantes, pesticidas y alimentos modificados genéticamente. Mucha gente se está dando cuenta de que las prácticas agrícolas modernas están produciendo alimentos desastrosos para nuestra salud. Pero los científicos temen que la situación se vuelva mucho peor.
Las leyes de la naturaleza están claramente diseñadas para que el hombre se beneficie de ellas y pueda recoger una cosecha abundante y saludable cada año. Sin embargo, desde el principio, la humanidad ha rechazado, ignorado y tratado de eludir esas leyes. Ahora nos enfrentamos a la posibilidad de una de las peores y más mortíferas catástrofes agrícolas de la historia de la humanidad.
Sorprendentemente, este cataclismo podría ser desencadenado por una sola nación de confianza.
En su folleto The Wonderful World Tomorrow—What It Will Be Like (El maravilloso mundo de mañana: cómo será), el fallecido Herbert W. Armstrong escribió: “Además de la aniquilación nuclear, hay al menos otros cinco medios por los que la humanidad podría ser destruida de la faz del planeta: la guerra química, la guerra biológica, la sobrepoblación y la hambruna resultante, las epidemias de enfermedades y la contaminación ambiental”.
Al rechazar las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza, la humanidad nos ha hecho vulnerables en todas estas cosas, hasta en las cosechas anuales y en los alimentos que consumimos.
La lucha por alimentar a la humanidad
Casi 8.000 millones de personas habitan la Tierra. En lugar de que cada uno cultive buena parte de su propia comida, como han hecho los seres humanos durante la mayor parte de la historia, la mayoría de la gente cultiva poco o nada de comida y depende completamente de un pequeño número de agricultores que utilizan prácticas agrícolas modernas a gran escala. Esta revolución agrícola ha abusado del suelo, extrayendo nutrientes y nunca reponiéndolos. En los últimos 50 años, los agricultores han seguido cultivando con fertilizantes sintéticos nitrogenados, lo que les ha permitido seguir descuidando el suelo. Algunas estimaciones dicen que, sin los fertilizantes nitrogenados, la mitad de los habitantes de la Tierra en la actualidad habrían muerto de hambre.
Hoy en día, un solo cultivo llena miles de hectáreas de tierra de cultivo. Para evitar que las plagas ataquen y se propaguen entre plantas del mismo tipo, la industria agrícola ha creado los pesticidas. Las plagas se adaptan a estos productos químicos, por lo que la industria formula constantemente versiones más nuevas y fuertes. Sin embargo, las plagas siguen destruyendo un tercio de todos los cultivos producidos en EE UU. Si los químicos se quedan atrás en la adaptación de las plagas, la humanidad se enfrentará al desastre. Y esto sin mencionar los terribles efectos que sufren los seres humanos al ingerir trazas de estos productos químicos.
La ciencia agrícola moderna también nos ha traído organismos modificados genéticamente, y otra vulnerabilidad relacionada con la alimentación. La empresa química Monsanto es famosa por crear semillas resistentes a los pesticidas y al veneno, que son los competidores naturales de las plantas. Algunos lo ven como una obra maestra de la ciencia; otros, como un gran paso hacia el desastre inevitable.
A lo largo de la historia, los agricultores han sembrado sus semillas, regado y deshierbado sus plantas, han cosechado sus cultivos y almacenado sus semillas para el año siguiente. Pero Monsanto y otras empresas han hecho que se aprueben leyes que prohíben a los agricultores conservar sus propias semillas debido a las patentes y derechos de licencia exclusivos de las empresas para controlar sus modificaciones genéticas. Monsanto ha demandado o amenazado con demandar a unos 850 agricultores.
Según algunas estimaciones, sin el fertilizante nitrogenado, la mitad de los habitantes de la Tierra en la actualidad habrían muerto de hambre.
Mientras tanto, los agricultores suelen confiar en una empresa para que les proporcione las semillas resistentes a las plagas (y a los pesticidas). Los agricultores de los campos vecinos que no tienen cultivos resistentes a las plagas corren el riesgo de que las superplagas se alimenten de sus cultivos. Por ello, se ven motivados a comprar también a empresas como Monsanto. Sin embargo, las plagas siguen destruyendo una gran cantidad de semillas y cultivos manipulados mientras los agricultores observan impotentes.
Una vulnerabilidad adicional es que muchas plantas han sido diseñadas para no tener semillas o para que éstas no puedan ser utilizadas en la cosecha siguiente.
Cuando fracasan las soluciones humanas
Las cosechas fallidas que nos afectan a todos podrían ocurrir de varias maneras.
Durante toda la historia, el ganado ha comido pasto de forma natural. Pero para maximizar sus ganancias, los agricultores estadounidenses se valen del maíz para engordar al ganado. El maíz manipulado genéticamente, que se cultiva con la ayuda de fertilizantes y se salva con pesticidas, se utiliza para alimentar a los rebaños de ganado y otras especies. Si este maíz falla repentinamente, la agricultura estadounidense podría enfrentarse a una crisis grave.
Esto podría ocurrir si no se dispone constantemente de millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados, lo que haría que millones de hectáreas quedaran estériles.
También podría ocurrir si las plagas se desarrollan más rápido que los pesticidas o si las bacterias, los hongos u otras amenazas se extendieran sin control.
Si el campo se niega a dar su cosecha, junto con él desaparecería el ganado de la nación.
¿Qué pasaría después? Pánico. Se acapararían los alimentos. Con el tiempo, los almacenes serían saqueados.
Las primeras semanas de la pandemia del coronavirus nos permitieron vislumbrar ese escenario. Probablemente fue la primera vez que millones de estadounidenses veían estantes tan vacíos en sus tiendas locales. En ese momento, la escasez fue causada por un miedo irracional. Pero ¿y si el miedo se hace realidad? ¿Y si las granjas fallan, los proveedores fallan o el transporte falla? ¿Y si, día tras día, semana tras semana, las estanterías de los supermercados permanecen vacías?
Algunos hogares se quedarán sin comida en pocos días. Otros pueden aguantar unas semanas. En tiempos de hambruna, el vecino se volverá contra el vecino, y las familias se volverán contra los suyos. Una clase política culpará a la otra.
En la hambruna, el carácter de una nación se pone a prueba al máximo. Los defectos que se han mantenido ocultos salen a la luz. Las debilidades que se han ignorado derribarán a la nación. Sólo podemos imaginar lo que esto significaría para nuestra impaciente y autocomplaciente nación de hoy.
Pero las cosas podrían ser mucho peores. Imagine que una entidad extranjera supiera qué cultivos utilizan los agricultores de EE UU, conociera su composición genética exacta, supiera a qué plagas son resistentes y qué podría perjudicarles. Una entidad con semejante poder podría destruir fácilmente el suministro de alimentos de EE UU.
Ahora imagine que esta entidad también tuviera el poder de crear armas biológicas y químicas para servir a sus propósitos maliciosos.
Éste es el poder que actualmente tiene Bayer AG.
¿Por qué adquirir Monsanto?
Después de múltiples ofertas rechazadas, Bayer AG logró en 2016 la adquisición de Monsanto por 66.000 millones de dólares. Pagó 128 dólares por acción, una prima del 44% sobre el precio de cierre de Monsanto. El Congreso y las agencias reguladoras de todo el mundo concedieron su aprobación, y en 2018 se completó la mayor adquisición por parte de una empresa alemana en la historia.
Bayer sabía que estaba asumiendo un gran riesgo. La Organización Mundial de la Salud había informado en 2015 que el glifosato de Monsanto utilizado en el herbicida Roundup causaba cáncer en los seres humanos. Sin embargo, siguió adelante.
Ahora el suministro de alimentos de EE UU —y su destino— está en gran medida en manos de una sola empresa. La multinacional alemana de productos farmacéuticos y ciencias de la vida es una de las cuatro mayores empresas farmacéuticas del mundo. Es también la empresa que, hace unos 80 años, ayudó a orquestar asesinatos en masa bajo el mando de Adolfo Hitler.
Durante el reinado de Hitler, Bayer AG formaba parte del conglomerado IG Farben, fabricante, entre otras cosas, del gas mortal de los nazis, el Zyklon B. Después de la guerra, las fuerzas Aliadas dividieron IG Farben en cuatro empresas distintas: Bayer, basf, Hoechst y Cassella. El periódico alemán Handelsblatt llamó a IG Farben “la empresa que hizo posible la guerra mundial de Hitler”.
Pocas personas han expresado su preocupación por el hecho de que una empresa con semejantes raíces sea ahora la encargada de mantener la vida de millones de estadounidenses. La mayoría supone que se trata de negocios internacionales y política como siempre, con Bayer adquiriendo Monsanto para ganar dinero. Pero la adquisición fue un desastre financiero.
“Bayer, que una vez fue una empresa tan orgullosa, es ahora sólo una sombra de lo que fue”, dijo Ingo Speich, jefe de Gobierno Corporativo y Sostenibilidad de Deka Investment. “El año 2020 ha demostrado de forma impresionante que la compra de Monsanto fue una decisión equivocada” (traducción de la Trompeta en todo el texto).
Bayer gastó unos 33 años de utilidades para comprar una empresa plagada de problemas operativos y, lo que es peor, envuelta en miles de demandas por el herbicida glifosato presuntamente cancerígeno de Monsanto. Además de los miles de millones de dólares gastados en la adquisición, Bayer ahora está pagando miles de millones más para mantener la empresa viva y pagar a las víctimas de las políticas de Monsanto.
Por otro lado, Bayer tiene el poder de evitar que los estadounidenses mueran de hambre.
En el momento de la adquisición, Monsanto era la mayor empresa de semillas del mundo, controlando el 23% del mercado global. En EE UU, Monsanto poseía el 90% de la soya, el 85% del maíz y el 95% de la remolacha azucarera. Estos ingredientes son esenciales para la mayoría de los alimentos procesados que sustentan al estadounidense común en su día a día. Además, como señaló April Davila para Our World, todo, desde el ganado hasta el salmón, es alimentado con maíz de Monsanto.
Monsanto se hizo famoso por su enfoque poco ético y poco saludable para alterar el suministro de alimentos de EE UU. Se le ha acusado de incurrir en prácticas indebidas para acabar con la competencia, suprimir a los pequeños agricultores y poner en peligro la salud de millones de personas. Los organismos modificados genéticamente de Monsanto están prohibidos en los mercados europeos. Sin embargo, Bayer parece no tener problemas para seguir vendiéndolos en EE UU.
Por mucho daño que haya causado Monsanto debido a la codicia, compárelo con el daño que podría causar Bayer por su malicia.
Un vistazo a los horrores futuros
Un escándalo reciente de Monsanto es muy ilustrativo. Los agricultores de EE UU sufrieron un gran daño e incluso se produjo la muerte de algunos ciudadanos. Además, está implicada otra empresa alemana que se remonta a IG Farben: basf.
El Guardian informó en 2020: “El gigante agrícola de EE UU, Monsanto, y el gigante químico alemán, basf, eran conscientes desde hace años de que su plan para introducir un nuevo sistema de semillas agrícolas y productos químicos probablemente provocaría daños en muchas granjas de EE UU, según muestran documentos internos vistos por The Guardian” (30 de marzo de 2020). Sin embargo, estas empresas de todos modos introdujeron al mercado los productos químicos. Los campos estadounidenses fueron invadidos por malezas que se volvieron resistentes al herbicida a base de glifosato de Monsanto, el Roundup. Junto con basf, Monsanto produjo un herbicida diferente llamado dicamba y diseñó genéticamente soya y algodón tolerantes al dicamba. Con ello se pretendía garantizar la muerte de las malas hierbas, no de los cultivos.
El dicamba se ha utilizado desde la década de 1960, pero normalmente sólo en pequeñas cantidades debido a su propagación. Las dos empresas prometieron crear una nueva formulación de dicamba que no se dispersara. Sin embargo, un informe elaborado para Monsanto en 2009 indicaba que la empresa sabía que se esperaba un “movimiento fuera del objetivo” que provocaría “pérdidas de cultivos”, “demandas judiciales” y “prensa negativa en torno a los pesticidas”.
Los pesticidas suelen ser llevados por el viento, el agua y otros factores desde donde son aplicados a otros lugares. Al entrar en contacto con otros organismos, pueden destruir los cultivos y también dañar la vida humana provocando intoxicaciones y cáncer.
La negligencia, imprudencia y codicia de Monsanto causó muertes. Pero también reveló cómo una entidad extranjera puede utilizar el suministro de alimentos como arma en futuras guerras.
¿Sabía que en la región ártica de Noruega se ha creado un búnker para preservar la diversidad de semillas por si algún cataclismo llegara a acabar con ella? Apodada la bóveda del “día del juicio final”, la simple existencia de este Banco Mundial de Semillas demuestra lo reales que son las amenazas al suministro mundial de alimentos.
Empresas químicas, guerra química
La Segunda Guerra Mundial hizo avanzar mucho la investigación en el campo químico. La Alemania nazi invirtió grandes sumas de dinero para inventar armas de destrucción masiva. Millones de judíos fueron muertos con gases producidos por empresas químicas. Al final de la guerra, se dice que Alemania produjo los componentes de armas químicas que podrían haber matado a millones más en el campo de batalla.
Después de la guerra, muchas naciones se comprometieron a no utilizar la guerra biológica, herbicida o química. Las empresas agroquímicas volvieron a orientar sus industrias hacia la venta a civiles. Evidentemente, sus productos no eran ideales para los agricultores ni para quienes comían lo que cultivaban, pero encontraron la forma de hacerlos rentables.
Pero al igual que cambiaron su modus operandi una vez, pueden volver a hacerlo. Con la experiencia que han adquirido desde la Segunda Guerra Mundial, estas empresas pueden girar en un abrir y cerrar de ojos para desarrollar pesticidas o agentes biológicos que, en lugar de proteger las plantas, destruyan cultivos enteros, provocando una hambruna a gran escala.
Estos agentes también podrían ser diseñados para envenenar los alimentos, apuntando específicamente a las debilidades del sistema inmunológico. Así, el suministro de alimentos de EE UU podría envenenar a millones de personas. Otras armas biológicas podrían dirigirse directamente a la población, como una enfermedad infecciosa. Así como es posible identificar y aprovechar la debilidad de ciertas plantas y a la vez salvar a otras, se puede aplicar el mismo principio a los seres humanos. (Por ejemplo, Bayer AG también tiene acceso al sistema de salud estadounidense; vea “Nadie le teme a Alemania”, página 21.)
En la guerra herbicida, se utilizan sustancias para destruir los ecosistemas vegetales. Una empresa agroquímica puede proporcionar los conocimientos necesarios para ello. Los productos químicos utilizados en los pesticidas también coinciden con los utilizados en la guerra química.
Además, como escribió The Guardian de Nigeria: “Las armas biológicas son considerablemente más baratas que las armas nucleares y químicas y tienen una gran relación efecto-cantidad. En otras palabras, una cantidad relativamente pequeña de agente biológico puede causar un número relativamente grande de muertes; equivalente, en algunas evaluaciones, a las resultantes del uso nuclear. No requieren sistemas de entrega complejos, y su facilidad de fabricación aumenta con los avances de la ciencia”.
Consideremos ahora el reciente brote de coronavirus. Las respuestas masivas de los gobiernos al coronavirus han producido grandes cantidades de datos científicos que han utilizado los genetistas, los biólogos de sistemas y los investigadores de inteligencia artificial y otros campos. Algunos dicen que la información les ha acercado a la cura de enfermedades altamente infecciosas como el vih. Las vacunas, con efectos secundarios en gran medida desconocidos, se produjeron a “velocidad máxima”. Pero además de las incógnitas médicas, la historia muestra que los grandes avances científicos suelen ser, al menos parcialmente, avances bélicos.
Un informe de 2019 del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial de la Universidad de Cambridge afirmaba que las armas biológicas futuristas impulsadas por la inteligencia artificial y la manipulación genética tendrían el poder de dirigirse a un adn específico y matar a ciertas razas de personas mientras dejaban al resto de la población ilesa. Imagine que Hitler hubiera tenido este poder. Podría haber convertido el mundo en una cámara de gas que sólo dejara vivos a los “arios”. Si él hubiera tenido tal arma, sin duda la habría utilizado.
Al igual que los líderes actuales, Hitler utilizó la ciencia para fortalecer la salud de sus ciudadanos. En “Nazi Medicine and Research on Human Beings” (La medicina nazi y la investigación sobre el ser humano), el profesor Volker Roelecke señaló en diciembre de 2004: “La rassenhygiene (un equivalente alemán de la eugenesia) se percibía como una ciencia aplicada fundada en las leyes de la genética, y como esencial para mejorar la salud del volk, o raza”.
El objetivo de Hitler era fortalecer al pueblo alemán y destruir la raza judía. En IBM y el Holocausto, Edwin Black explica cómo Hitler trabajó con la tecnología más avanzada disponible para destruir toda vida judía, incluso cooperando con una empresa estadounidense. Imagine cuánto más devastadores serían hoy los resultados de un complot semejante.
En la Segunda Guerra Mundial, IG Farben convirtió en armas sus avances científicos para proporcionar potencia a la maquinaria de guerra de Hitler. Hoy, Bayer y basf controlan gran parte de la producción de alimentos en EE UU, el enemigo de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Parece una locura considerarlo, pero ¿se está gestando algún propósito siniestro entre bastidores? ¿Podría Alemania tener ya una ventaja en las relaciones internacionales debido a su influencia en el suministro de alimentos de EE UU?
Considere esta declaración de Adolfo Hitler el 9 de noviembre de 1943: “Por mucho que dure esta guerra, nunca capitularemos. No nos rendiremos a la hora undécima. Seguiremos luchando incluso después de las 12”.
Las doce dieron en 1945, cuando Alemania fue derrotada. Pero el movimiento clandestino nazi nunca capituló. A través de varias empresas, Alemania preservó su poder mortal. Al igual que muchas empresas del antiguo Reich nazi, Bayer se instaló en Latinoamérica y aumentó su alcance mundial de forma constante. Desde el final de la guerra, su potencial letal ha aumentado exponencialmente.
Que Bayer y Alemania controlen las tierras de cultivo estadounidenses puede parecer increíble. Pero cuando se considera el precedente histórico, así como la profecía bíblica, se puede ver que este es un asunto mortalmente serio.
El Banco Mundial informó que cerca del 37,7% de la superficie total del mundo se consideraba tierra agrícola, mientras que aproximadamente el 10,6% era considerada cultivable. En 2017, los cultivos transgénicos cubrían el 13,5% de la tierra cultivable a nivel mundial.
Una nación fiera de rostro
La Biblia advierte reiteradamente de la llegada de una hambruna. Dios dirige estas advertencias a los descendientes modernos de Israel, principalmente a los estadounidenses, los británicos y los judíos de Oriente Medio. (Lea Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía para una explicación detallada de la identidad de Israel.) Las naciones a las que se les ha dado tanta abundancia y prosperidad pronto van a sufrir la hambruna más devastadora que este mundo haya visto jamás.
Deuteronomio 28 advierte: “[El Eterno] traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño; y comerá el fruto de tu bestia y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas; y no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas, hasta destruirte. Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que [el Eterno] tu Dios te hubiere dado”.
“Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que [el Eterno] tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo. El hombre tierno en medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos ojos a su hermano, y a la mujer de su seno, y al resto de sus hijos que le quedaren; para no dar a alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él comiere, por no haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades. La tierna y delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades” (versículos 49-57).
La Biblia Interlineal define la palabra comer en este pasaje como “devorar, consumir, destruir (sujetos inanimados, por ejemplo, pestilencia, sequía)”. De esta manera, esta nación extranjera destruirá “el fruto de tu ganado, y el fruto de tu tierra” y no dejará “ni maíz, ni vino, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas”.
Bayer tiene el poder de hacer todo eso. ¿Pero cómo podemos saber que esta profecía se refiere a los planes de la Alemania moderna?
Observe que este asedio y la consiguiente hambruna devastadora serán causados por una “nación fiera de rostro”. Otra profecía en Jeremías 21:9 especifica la identidad de esta nación: “El que quedare en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia; mas el que saliere y se pasare a los caldeos que os tienen sitiados, vivirá, y su vida le será por despojo”. Herbert W. Armstrong escribió en Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía que “los caldeos” se refiere a la Alemania moderna. (Para más información, solicite Alemania y el Sacro Imperio Romano).
Aquí vemos a EE UU sufriendo pérdida de las cosechas y hambruna masiva. También vemos ahora a la nación con poder sobre gran parte de los alimentos de Estados Unidos.
Deuteronomio 28 es llamado el capítulo de las bendiciones y maldiciones. Las naciones y los individuos son bendecidos por la obediencia a la ley de Dios y maldecidos por la desobediencia. Los descendientes modernos de Israel están sufriendo hoy las maldiciones de la desobediencia. También se les advierte que, si continúan con sus caminos rebeldes, Dios usará una nación extranjera para traer su rápida destrucción. Esto ha sucedido a lo largo de la historia.
Pero este no será el final de la historia. Aunque hoy Israel tiene que rendir cuentas por su rebelión, Dios todavía no juzga su destino eterno, ni tampoco juzga al mundo. Después de sufrir las consecuencias devastadoras de desobedecer a Dios, la humanidad, en una futura resurrección a la vida mortal, aprenderá a obedecer la ley de Dios, cosechará las bendiciones de la obediencia y recibirá la oportunidad de calificar para la vida eterna con Dios.
Pero la Biblia indica que la humanidad tendrá que experimentar un sufrimiento incalculable antes de aprender esta verdad vital. ▪
ESTADOS UNIDOS Y GRAN BRETAÑA EN PROFECÍA
La gente del mundo occidental estaría sorprendida y boquiabierta, ¡si lo supieran! Los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australasia y África del Sur pondrían en marcha gigantescos programas de protección, ¡si lo supieran! ¡Ellos podrían saberlo! ¡Pero, no lo saben! ¿Por qué?