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Crisis de la libra esterlina: ¿El fin del dinero gratis?
En septiembre de 2022, la libra esterlina alcanzó su nivel más bajo frente al dólar en 230 años. El Banco de Inglaterra lo calificó como “un riesgo material para la estabilidad financiera del Reino Unido”.
La agitación pasó rápidamente, pero jugó un papel clave para empujar al país hacia un nuevo liderazgo. Liz Truss había sido nombrada primera ministra a principios de ese mes después de decir a sus compañeros del Partido Conservador que recortaría los impuestos (la parte fácil) y haría crecer la economía. Luego, esperaba que, en las siguientes elecciones generales, pudiera obtener un mandato para recortar también el gasto (la parte difícil).
Los resultados son una advertencia para todos los gobiernos sobre los peligros de la deuda.
Por 15 años, el mundo occidental ha hecho frente a todas las crisis imprimiendo dinero y con endeudamiento masivo. Las leyes financieras normales ya no parecen tener valor.
En 2007, la deuda nacional de EE UU era de 9 billones de dólares. Hoy supera los 30 billones. En Reino Unido, la deuda se ha disparado de unos 600.000 millones de libras (663.000 millones de dólares) a 2,4 billones de libras (2,7 billones de dólares).
Se calcula que el gobierno gastó 400.000 millones de libras en su respuesta a la covid-19, incluyendo enormes sumas para mantener a miles de personas sentadas en casa sin hacer nada. Ha prometido gastar otros 150.000 millones de libras, o tal vez más, para reducir la factura de la energía.
Normalmente, cuando la deuda de un gobierno se dispara, debe pagar una alta tasa de interés para convencer a los inversores que se arriesguen a prestarle dinero. En el caso de EE UU y Gran Bretaña, esto no ha sucedido. Parte de la razón es que los bancos centrales han estado creando dinero que se utiliza para comprar bonos del Estado. Durante el mismo tiempo, la Reserva Federal creó casi 9 billones de dólares a través de la “flexibilización cuantitativa”. El Banco de Inglaterra creó 900.000 millones de libras.
Esto normalmente crearía inflación. Pero eso no ocurrió; el gobierno pagó por lo que quiso sin consecuencias, y todo pareció mágico. La nación entendió el mensaje: el gobierno tiene acceso a fondos ilimitados y puede rescatar a la nación de cualquier cosa.
A pesar de todo, los inversores serios advirtieron que, tarde o temprano, tendremos que pagar el precio.
Entonces, la realidad económica nos golpeó.
La primera ministra Truss anunció una serie de recortes fiscales, entre ellos la reducción del tipo impositivo máximo del 45%. La pérdida de ingresos estimada fue relativamente pequeña. Pero indicaba que al gobierno no le preocupaba especialmente el aumento del endeudamiento o la inflación. Así que los inversores vendieron la libra. ¿Por qué retener una moneda cuyo valor será consumido por la inflación?
Las tasas de interés de la deuda pública aumentaron considerablemente. Esto provocó una crisis para los fondos de pensiones, que habían apostado fuertemente a que las tasas de interés se mantendrían bajas.
Tal vez si fuera una líder más fuerte, la Sra. Truss podría haber resistido. Pero la economía británica es demasiado adicta, e incluso los minúsculos recortes de impuestos de Truss comparados con los niveles épicos de años anteriores fueron rechazados, al igual que sus siete semanas como primera ministra.
Proverbios 22:7 dice que el que toma prestado es siervo del que presta. Esa realidad ha estado oculta desde 2008, pero ha resurgido. El endeudamiento británico supuso que los prestamistas anularan y de hecho despidieran a la primera ministra.
El Reino Unido sigue muy endeudado. También lo está EE UU. No es un problema teórico; es una maldición. El Salmo 37:21 dice: “El malvado pide prestado y no puede devolverlo, pero el justo es generoso y da” (vrs). La deuda es una cuestión moral. Nos estamos causando graves problemas financieros. Gracias a una contabilidad sofisticada hemos conseguido retrasar el efecto. Pero la crisis de la libra en septiembre advierte al mundo que el ajuste de cuentas es inevitable, y está cerca.